Elías Rubio Marcos y su "CAJÓN DE SASTRE"

Recopilación de artículos publicados y otros de nueva creación. Blog iniciado en 2009.

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jueves, 21 de noviembre de 2024

DE NECRÓPOLIS ALTOMEDIEVALES (II)

 

Peña de San Clemente en Quintana María,           .
espolón rocoso sobre el que se asienta una necrópolis rupestre.

Necrópolis rupestre en la Peña de San Clemente.

Necrópolis en la Peña de San Clemente.
Se advierte un grupo de enterramientos infantiles,
alguno pudo pertenecer a bebé o mortinato.


FOTOGRAFÍAS: Necrópolis de Quintana María (Tomadas en noviembre de 2024)

La elección del lugar para el asentamiento de las necrópolis rupestres de la Repoblación podría ser un interesante motivo de estudio. Queda sugerido. Ya hemos visto cómo esos cementerios sin hoyo en tierra debieron estar separados de los poblados, decíamos que por motivos de salubridad, para no estar sujetos a la mala influencia de los cuerpos enterrados y en descomposición. Quedaría por saber por qué se excavaron en roca y no en tierra, y por qué están situados en los lugares en que se encuentran y no en otros. Para lo primero, la respuesta podría estar en el hecho de que aquellos grupos pensaran que en roca los cadáveres serían mejor conservados, sin opción a que los animales pudieran desenterrarlos y devorarlos, mientras que, en tierra, si no se hacía un hoyo muy profundo, dicha posibilidad sí podía existir. Podría ser esta una explicación, y también que se creyera que en roca las tumbas rupestres serían para siempre. Ambas soluciones estarían dictadas por nuestra propia y actual lógica, pero en aquel cristianismo remoto de la Repoblación el pensamiento pudo tener su propia idiosincrasia y pudo regirse por otros indicadores. Este es un asunto que nos llevaría muy lejos, queridos amigos de este Cajón de Sastre, conformémonos aquí en hacernos preguntas y no dar respuestas para las que no estamos preparados, que para esto doctores tiene la Iglesia.  

Sigamos con las tumbas. Decíamos que, excavadas en roca, debieron llevar pesadas losas (hoy desaparecidas), como sugieren los rebajes para su asentamiento, aunque no en todas. Ojo, no confundir estos rebajes con las acanaladuras para desviar el agua de lluvia, lo que ha de plantearnos otra duda más: los enterramientos infantiles, que en gran cantidad pueden verse en este tipo de necrópolis, ¿llevarían igualmente losas como cubierta?  Sobre esto cabría pensar que algunos si las tendrían y otras no, y en este sentido podría decirse que no podía ser lo mismo el enterramiento del cuerpo de un niño de seis años, por ejemplo, que el de un bebé de meses o un mortinato, suponiendo que estos mortinatos, se enterraran, cosa que, si así fuera, podría deparar nuevos campos de estudio y problemas para resolver. Sobre este asunto vendría a poner una pequeña luz la necrópolis de Quintana María, donde se observan, junto a pequeñas cazoletas excavadas y arrimadas a las tumbas, que bien pudieron servir para ofrendas, alojamientos para todo tipo de cuerpos, desde adultos hasta los más pequeños, con alta incidencia de los medianos, lo que llevaría a pensar en una alta mortandad del grupo en algún determinado momento. En todo caso, cuarenta sepulcros, que son los que están a la vista, no son muchos como para hacer una evaluación en este sentido. Quedaría por responder a la pregunta de por qué algunas de estas necrópolis se excavaban en lugares despejados (Revenga, Quintanilla de Santa Gadea) y otras en lugares escarpados y con  amplios horizontes, como es el caso de Quintan María, localizada en el borde de un cortado rocoso (“Peña San Clemente”) y desde el cual se domina una impresionante cadena montañosa, con el Monte Humión y la Muela de Frías como hitos lejanos, o como es el caso también de la necrópolis de Pajares, situada en la parte superior de una escarpada peña (“Peña el Mazo”), un lugar que hoy nos parecería imposible para implantar un cementerio. Ambos casos se explicarían por razones de ventilación, aunque no es descartable que podría tener un significado más simbólico o profundo, algo que pudiera tener que ver con el pensamiento mágico en un tiempo de oscuridad como el de la Alta Edad Media; así, una necrópolis con vistas tan amplias podría estar en ese trasfondo.  

Otras muchas preguntas sería lícito hacerse y para las que tampoco encontraríamos respuestas definitivas. Una última aquí sería si cuando había alta mortandad y morían a la vez o en pequeños intervalos distintos miembros de una misma familia estos se enterraban igualmente en tumbas antropomorfas individuales. Dado este caso, ¿quién horadaba los huecos?, ¿dónde permanecían los cadáveres mientras aquellos se hacían y cuánto se tardaba en hacer cada uno? Y aún más: supuesto que no había panteones familiares, ¿se colocaban juntos los fallecidos o simplemente se enterraba cada uno donde todavía quedaba sitio? Sobre esto, llama la atención en la necrópolis de la Peña San Clemente una suave elevación en el centro del promontorio rocoso donde se pueden ver, muy arrimadas unas a otras, media docenas de tumbas de niño; ¿acaso murieron en brevísimo espacio de tiempo?, ¿serían de la misma familia? Nunca lo sabremos. 

Estas preguntas y muchas más, todas a mi juicio oportunas, pueden surgir al visitar las “pintorescas” necrópolis rupestres de Burgos.


Sobre la tumba de un niño se aprecia una cazoleta, posiblemente para ofrendas.

 

Desde la Peña y tumbas de San Clemente puede verse en el horizonte
el Pico Humión y el cerro de La Muela (Frías)
envueltos en la niebla.


Necrópolis en Quintanilla de Santa Gadea.
¿Hueco para mortinato, o vaso para ofrendas?


miércoles, 2 de octubre de 2024

LAS COLAS DEL COVID

Enmascarados 

Guardando las oportunas distancias 

Pacientes y ordenados 

No importaba el tiempo empleado

No era para matricularnos en Humanidades 

Podía ser cuestión de vida o muerte 


FOTOGRAFÍAS: Colas del Covid por la Universidad de Burgos (en mayo y julio de 2021)

Parece que fue ayer, y en realidad fue ayer, "como quien dice". En estas imágenes nos vemos, queridos amigos de este Cajón de Sastre, formando interminables y pacíficas colas,  guardando las oportunas distancias sin protestas ni malos modos. Nos vemos enmascarados, declarados y a la vez anónimos, obedientes y ordenados, temerosos y angustiados, Pocas veces, quizá ninguna en nuestra existencia, hayamos sido tan sumisos a las órdenes llegadas desde "arriba". Vistas ahora, a una prudente y temporal distancia, estas colas del Covid, de mayo y de julio de 2021, nos hablan de un tiempo trágico que marcará una época, y sin duda nuestras vidas. 



miércoles, 4 de septiembre de 2024

UNA EXCURSIÓN BAJO UN CIELO NEGRO (BODEGAS IX)


Un cielo negro y amenazador se aproximaba a Villaveta.


FOTOGRAFÍAS: Bodegas en Villasandino y Villaveta. Iglesia de Villaveta.  (Tomadas el 31 de agosto de 2024). 

Hay excursiones que por uno u otro motivo se hacen inolvidables. De la que os voy a hablar, queridos amigos de este Cajón de Sastre, es una de las que permanecerán para siempre en el recuerdo de este cronista. Fue el 31 de agosto (del presente año, por supuesto), día en que las compuertas del cielo se abrieron sobre las 16 horas y las trompetas del apocalipsis sonaron en Villaveta con descomunal fuerza. Y diréis: ¿y qué hacías tú, y quienes te acompañaban en ese desguarnecido pueblo, cuando la oscuridad que se acercaba por Castrillo era tan negra y amenazadoramente premonitora? Vayamos por partes.

VISITA A LAS BODEGAS DE VILLASANDINO

         Siguiendo con el tema de las bodegas, mi compromiso aquel día era visitar nuevos conjuntos, especialmente los de Villasandino, los de Arriba (“El Tablar”) y los de Abajo (“Bodegas del Viento”), que ya conocía de cuando contacté por primera vez con la Cofradía de los Chisteras, de eso hace la friolera de 30 años. Me guiaba la intención de ver en qué había quedado la costumbre de socializar en las bodegas de los vecinos de este pueblo, y de otros de su entorno. Me interesaba esto. Ya vimos en entradas anteriores cómo, en algunos pueblos, por diversos motivos esa socialización prácticamente se ha perdido; los conjuntos bodegueros se han convertido en “despoblados”, donde solo algunos recalcitrantes entrados en muchos años las visitan y disfrutan con cierta asiduidad. La juventud, dicen estos resistentes, ya no quieren saber nada, ni de hacer vino ni de las bodegas, prefieren otras actividades y diversiones. Sin embargo, en la visita a Villasandino pude comprobar que esto no es del todo así. Era sábado por la mañana, era agosto, y había cierto movimiento en los barrios del vino. En las bodegas de Abajo vi que había algunas con la puerta abierta, personas haciendo reparos, dentro y fuera de ellas, y bicicletas aparcadas junto a sus entradas, lo que me llevó a pensar que el abandono no era del todo total. Mayor actividad social pudimos encontrar en las bodegas de Arriba, a una de las cuales, la que me pareció más antigua y de cierta nobleza, su dueño, el señor Anselmo, nos invitó a entrar y a compartir un vinito churrillo, con otros vecinos que le acompañaban, en el lugar entablado donde un día se pisó la uva. Fue así cómo pudimos disfrutar de las entrañas de una bodega que, según supe más tarde, era conocida como “El Senado”, en contraposición a otra que visitamos más arriba, conocida como “La Moncloa”, donde se arremolinaba en la “hora del vermú” un buen número de Villasandineses de todas las edades, con muy buen humor, todo sea dicho. La socialización en las bodegas, pues, no se ha perdido del todo, pensé.


A la bodega de Anselmo se la conoce como "El Senado".


Las bicicletas son para las bodegas. 


VILLAVETA, DONDE EL CIELO SE DESPLOMÓ

Siguiendo nuestro periplo bodeguero recalamos en Villaveta, un pueblecito en el que, creo, no había estado nunca, pero vaya usted a saber, después de tantas vueltas. También este lugar tiene dos barrios de bodegas, aunque solo nos dio tiempo a visitar uno de ellos, que por cierto parece un poblado de esos que salen en las películas “del oeste” (quizá algún  ojeador de lugares para cintas de esta naturaleza algún día se percate del interés paisajístico y urbano que ofrecen estos barrios bodegueros con sus merenderos y lo ofrezca a algún productor cinematográfico para el rodaje de alguna película, sería una oportunidad para mitigar la despoblación, solo haría falta para completar el cuadro poner un par de cardos voladores y un saloon con puertas abatibles de doble hoja). 


Bodegas de Villaveta (Barrio de Arriba).
Para una película "del oeste".


Y en esas estábamos, curioseando y fotografiando bodegas del barrio de arriba, cuando vimos que del sur se iba aproximando un inmenso y amenazador nubarrón, negro como pocas veces habíamos visto. ¡Uy, uy, uy!, “esto se pone feo”, dijimos, y acordamos que era momento de salir pitando, de ponerse a resguardo. Que fue así cómo llegamos a Villaveta. Fue a la entrada del pueblo cuando se desató el diluvio. Pero aun y con eso, fugazmente nos dio tiempo a contemplar de frente un mural del artista urbano Christian Sasa, creo que copia de un Velázquez, pero esto no es seguro, porque los goterones en las lunetas nos impedían ver con claridad. En un primer instante quisimos aparcar el coche frente a la iglesia, pero la tormenta se manifestaba ya tan colosal, con vientos tan salvajes que parecían salidos de otro planeta, que decidimos buscar otro aparcamiento más seguro, no fuera ser que alguna teja o algún pináculo se desprendiera del templo y cayera sobre nosotros. Así, sin apenas visión por la lluvia encabritada, que con inusitada fuerza atacaba por todos los lados, aparcamos en una callejuela, sin saber si en ella estábamos más seguros. Y aquí, queridos amigos, fue donde pensamos que nuestras vidas no estaban seguras, que, de un momento a otro, como sucede en los tornados, nuestro coche y nosotros dentro íbamos a ser succionados y salir volando hacia un destino incierto. Aún con el motor en marcha, el pobre Peugeot se movía en bandazos por el empuje de un viento endiablado que presionaba por todos los flancos, era una máquina indefensa que nada podía hacer para defenderse de una tormenta nunca vista ni sufrida. No podíamos escapar, salir, imposible abrir las puertas, y aunque hubiéramos podido, cómo y donde refugiarnos? Las calles hechas ríos, los canalones de las casas impotentes para recoger tantísima lluvia, remolinos de agua y viento enloquecidos formaban una estampa que nunca habremos de olvidar.

Fue media hora de gran tensión. Pero todo lo que empieza tiene su fin, poco a poco la tormenta perfecta se fue marchando hacia el norte, seguramente para asustar a nuevos y desvalidos pueblecitos. La bestia se había civilizado y convertido en plácida lluvia, quizá en algún lugar cercano a nosotros alguien apagó la vela a Santa Bárbara. 


CRUCERÍAS DE ENSUEÑO

         La puerta de la iglesia, que a nuestra llegada estaba cerrada (mal cerrada, a lo que se ve), el viento la había abierto y el agua se había metido dentro del templo formando charcos. De los dos árboles que se alzan a uno y otro lado de la portada, uno había perdido una gruesa rama, la que hubiera caído sobre nosotros si allí hubiéramos aparcado el coche como fue nuestra primera intención. Con el portón abierto pudimos entrar en la iglesia. Y esa fue la parte buena de todo, pues de esa manera pudimos disfrutar de las bóvedas de crucería rurales más bellas que jamás habíamos visto. Su contemplación vino a apaciguar la zozobra vivida, que aquí sí cabe aquello de que no hay mal que por bien no venga.

FINAL DE LA EXCURSIÓN EN CASTRILLO MOTA DE LOS JUDÍOS

        La relativa calma había llegado también a Castrillo, probablemente el ojo del huracán. Un hombre de 91 años que encontramos, asustado todavía por lo que habían vivido, nos dijo que nunca había conocido una tormenta semejante y lloraba sus frutales tronzados. "No vayan por ahí, que la carretera es un río", nos dijo a modo de despedida..            


Iglesia de Villaveta.
Bóvedas dignas de una catedral


Crucerías salidas de un sueño.


domingo, 7 de julio de 2024

BODEGAS (VII). BRINDIS POR EL 15 ANIVERSARIO DE MEMORIAS DE BURGOS

Performance: brindis a la entrada de una bodega de Basconcillos de Muñó

FOTOGRAFÍA: Brindis en bodegas de Villahoz y Basconcillos de muñó (Tomadas en julio de 2024)

Hoy, precisamente hoy, queridos amigos de este Cajón de Sastre, se cumplen quince años desde que iniciamos este blog. Fue un 8 de julio de 2009 cuando vio la luz la primera entrada. Su título, “Santa Engracia, un fuerte en las nubes”, fue seguido de otros muchos, más de setecientos, de diversa temática y extensión. Para celebrar tanta vida, tantas fotografías y tanta palabra escrita y transcrita, y aprovechando que ahora estamos inmersos en las bodegas de Burgos, os propongo un brindis salido de la poesía popular del pueblo. Un brindis con el entrañable vino churrillo, por supuesto, aunque también estaría muy bien con un Ribera, un Arlanza o un Chacolí, marcas todas de la casa común burgalesa.

Gracias por vuestras visitas, queridos amigos. Choquemos ahora nuestras copas y brindemos con esta joyita oral recogida en Sotillo de la Ribera hace más de veinte años

         BRINDIS

       “Ven aquí vino valiente,

         dime dónde te has criado.

         Me he criado entre las hojas

         de las cuales me cortaron;

         me metieron en un cesto

         y a una pila me llevaron,

         y a patadas y puntapiés

         allí las tripas me echaron.

         Y ahora que me veo suelto

corro más que una liebre

y vuelo más que un milano,

me subo a la cabeza de los hombres

y puedo más que mi amo”.       

        Informante recitador: Manuel Meruelo, de 74 años, de Sotillo de la Ribera, 28/2/2005


 

Y por si nos hubiéramos quedado cortos en el libar con este brindis, aún nos quedaría el que sigue, que es extracto de una larga bendición paródica de la comida en tono macarrónico recogida en Melgar de Fernamental en 2001.


Brindemos, pues, de nuevo:

¡Mujeres!, ¿por qué aguáis el vino? ¿sois vosotras aguadas por ventura?

dice Galeno en su arte de cocina que el agua solo debe tomarse por medicina,

y con moderación, porque no sea causa que cause aplicación.

Alegraos, fieles, que el río viene turbio, sin duda nos anuncia otro diluvio.

Pero tengo entendido por el doctor Longines,

de que el segundo diluvio ha de ser de buenos vinos,

de que los arroyuelos crucen los caminos, las fuentes manen mistela,

y el Ebro se convierta en buen vino de Tudela.

Y tú, bota que has de colgar, no consentirás en tu seno ni una sola gota de agua,

sino de vino que sea puro y bueno.

Y te queremos como hermano, de verte siempre entre las manos,

y lo que a nosotros nos pena, es que de cada vez que te veamos no estés llena,

y verte a ojos ciegas por eternidades, por eternidades en las bodegas”.

 

Informante recitador: Claudio Gutiérrez del Olmo, de Melgar de Fernamental.

Tenía 73 años cuando fue entrevistado por E. R. M. el 3/10/2001


Performance: brindis en bodega de Villahoz.

jueves, 6 de abril de 2023

LA RUTA BURGALESA DE LA SEDA (III), MEMORIA DE UNA PIONERA DE LA SEDA ARTIFICIAL


Parcial de la fábrica de sedas de Burgos, ya prácticamente levantada (circa 1920).
Foto Vadillo. (Archivo Diputación Provincial de Burgos).


FOTOGRAFÍAS:
Fabrica de Sedas de Burgos (de época). Paisaje de la fábrica de Valdenoceda. Pionera de la seda (Tomadas en 1995).  


LA RUTA BURGALESA DE LA SEDA. 
MEMORIA DE UNA PIONERA DE LA SEDA ARTIFICIAL 

Memoria de la pionera Leonor

     Leonor García, de 89 años y natural de Valdenoceda es una de aquellas obreras que, habiéndose iniciado con tres de sus hermanas en la factoría de Alday,  decidió seguir la ruta de la seda por el Páramo de Masa hasta Burgos. De eso hace ya 66 años. Contacté con ella en uno de los chalecitos del barrio de El Pilar que miran al artístico caserón de la antigua Azucarera, construido en 1901 por el arquitecto Félix Landía. Todo en este lugar recuerda industrias fenecidas: sederas, hilaturas, telares, azucareras, curtidos, bombas durante la Guerra Civil... Hubo incluso, en 1915, intención de instalar junto a la Azucarera una gran fábrica para la producción de cartuchos por una sociedad metalúrgica creada con el visto bueno del "Ramo de Guerra", cuyo proyecto no llegó a fraguar debido a que la fábrica de luz "El Porvenir de Burgos" no estaba preparada para suministrar la energía que le era necesaria. 
     Podría decirse, pues, que esta zona de Burgos junto a la vía férrea fue el primer polígono industrial de la ciudad. Así lo debió entender José María Moliner, quien, según Leonor García, convenció a José Alday para que, al señuelo de que los trenes podrían entrar a la fábrica y de que los sueldos en Burgos serían bastante más baratos  ("en Valdenoceda cobrábamos 3, 50 pesetas al día y en Burgos pasamos a 1, 50") trajera la fábrica a Burgos. 
     La laboriosa anciana, primera mujer que entró a trabajar en S.E.S.A,, cuando sufrió la inesperada visita de este cronista y se vio sometida a un sorpresivo interrogatorio sobre su pasado en la seda artificial, lejos de retraerse sus ojos se iluminaron y empezó a recordar.  Y habló largo y tendido. Parecía que durante años hubiera estado esperando la visita de alguien a quien contar su historia, la de Valdenoceda y la de Burgos. "Yo me crié con los alemanes -explica-, ellos fueron quienes inventaron la seda artificial y con ellos me vine a Burgos". Se acuerda del apellido, Hattemberg ("don Ernesto") y de cómo estos ingenieros hicieron todo tipo de pruebas en Valdenoceda para la consecución de la seda artificial (rayón), "primero hicieron experimentos con harina de trigo, luego terminaron haciéndolo con papel". 


A la derecha de la carretera (C-629) se aprecian las casas donde vivieron los
obreros y obreras de la fábrica de Valdenoceda.
A la izquierda, los caserones de la propia fábrica, 
al fondo, el puerto de La Mazorra. 


     De José Alday, alma máter de la factoría del Ebro y cuyo nombre se perpetúa en el callejero de Valdenoceda, Leonor tiene un interesante y emotivo recuerdo para comprender, siquiera un poquito, el por qué del asentamiento de la fábrica en su pueblo: ""José Alday, que era de Santander, sufría mucho de reúma y los médicos le aconsejaron que cambiara de aires. Por eso sus padres le mandaron a Valdenoceda", probablemente para hacerse cargo de otra industria textil preexistente en el mismo lugar "que era de unos catalanes fabricantes de telas . Su dueño era don Magín", sigue explicando Leonor. 
     Agradece esta emérita sedera al industrial reumático que le regalara un terreno frente a la nueva fábrica "para hacerme una casita". En realidad, todas las pequeñas casas que pueden verse todavía frente a la sedera, al otro lado de la carretera, debieron pertenecer a los obreros y encargados de la fábrica.
     Con buen humor, y cierta dosis de nostalgia recuerda también la octogenaria cuando "a los más de treinta obreros y obreras que vinimos de Valdenoceda a Burgos nos alojaron en el pabellón de la Azucarera, que era de Moliner. Al principio dormíamos tirados en el suelo sobre los colchones que nos trajimos del pueblo". Pero este testigo excepcional siente una gran pena cuando revive el desmantelamiento del complejo industrial de Los Hocinos ocurrido en 1928: "Cuando se marchó la fábrica, se acabó el pueblo. A continuación se fue la fábrica de chorizos de los Uriarte, que entonces estaba allí, después se fueron las monjas del convento de Quintana, la Guardia Civil.... En fin, ahora me da mucha pena cuando me asomo al valle por La Mazorra". 




Leonor García, pionera en la seda artificial, fue encargada de la Sección del Silencio en
la fábrica de Burgos.  Tuvo a su cargo 114 "chicas". 


  "Era tal el recogimiento en la Sección del Silencio que más parecía un convento. De hecho le diré que una docena de chicas que trabajaron en ella terminaron haciéndose monjas".  




La Sección del Silencio

     Aunque no es la S. E. S. A. la protagonista de esta historia, Leonor García no puede evitar dar rienda suelta a sus vivencias en esta fábrica, pues no en vano, como ya se ha dicho, fue la primera obrera de la seda artificial en Burgos y por ello conoció los azarosos comienzos: "Echar a andar la fábrica y empezar la guerra", explica.  Y no solo eso. Durante el tiempo que duró la confrontación, en lugar de seda  "se fabricaron bombas y se trabajaba la trilita". Pero de todo su relato sobre la S.E.S.A., lo que más puede llamar la atención es su experiencia como encargada de la sección de clasificación de la hilatura: "Tenía a mi cargo 114 chicas y a mi sección se la conocía como la del silencio. En ella no se podía hablar nada porque podía haber confusiones al contar los filamentos del hilo. Era tal el recogimiento en la sección que más parecía un convento, de hecho le diré que una docena de chicas que trabajaron en ella terminaron haciéndose monjas". 

     La vida laboral de esta pionera de la seda terminó cuando S.E.S.A. llevó a cabo el traumático cierre en 1966, año coincidente con el de su jubilación.  

viernes, 31 de marzo de 2023

LA RUTA BURGALESA DE LA SEDA



Vista en su conjunto de la desaparecida Fábrica de Sedas de Burgos (S.E.S.A.).
Grandioso dibujo realizado en 1942 por D`Abraira.
(Gentileza de Javier González de Durana Isusi)


            

FOTOGRAFÍAS: Dibujo de la Fábrica de Sedas (1942). Otras fotos, 2011.

     Con este título, en abril de 1995 publiqué en el extinto Diario 16 Burgos un reportaje sobre la historia y evolución de unos viejos caserones a orillas del Ebro, en Valdenoceda, y la importancia que tuvieron, primero como sitio molinar y más tarde como centro de producción de seda artificial. Fue publicado también en el libro de edición propia Burgos en el recuerdo II (1998). Y ahora, tras haber recibido recientemente por correo electrónico un grandioso dibujo, inédito y más o meno aéreo, de la ya desaparecida Fábrica de Sedas de Burgos (SESA), de la que se habla ampliamente en dicho reportaje, he creído conveniente reproducirlo, una vez más, en este blog, pensando en las muchas personas que pueden estar interesadas en el tema, incluso para las que no viven en Burgos, que de esta manera pueden tener más fácil acceso. 
(Dada la extensión del reportaje permítaseme reproducirlo en varias entregas)
 

LA RUTA BURGALESA DE LA SEDA (I)

     A la entrada del pintoresco desfiladero de Los Hocinos, en el término de Valdenoceda, existen, poco antes de de llegar al Puente del Aire, entre la carretera C-629 y el río Ebro, dos viejos caserones repletos de ventanas que siempre habían despertado mi curiosidad. Su presencia algo apartada del pueblo, y su arquitectura, aparentemente fabril, siempre me hicieron intuir que en ellos podrían haberse vivido acontecimientos de interés para la historia de Burgos. Nunca hubiera sospechado, sin embargo, que para seguir su rastro histórico habría de saltar de Valdenoceda al Barrio del Pilar, de la capital burgalesa, o que tendría que abrir página del capítulo  más negro de la historia moderna de nuestra patria.

     Todo comenzó una mañana de legajos y polvo decimonónico del mes de marzo pasado, en el Archivo Histórico Provincial. Trataba en aquella ocasión de recabar información sobre el balneario de Montejo de Cebas cuando cayó en mis manos una pequeña carpeta sujeta con estrechas cintas con los colores de la bandera republicana, en cuya tapa podía leerse: "Aprovechamiento de aguas para la Fábrica de Sedas Artificiales de Valdenoceda". 

     ¿Una fábrica de sedas en Valdenoceda? Al instante comprendí que aquella factoría debía estar íntimamente relacionada con los caserones de Los Hocinos. Emocionado, desaté los apretadísimos nudos de  aquel legajo de Obras Públicas, encontrándome con varios escritos. En el primeros de ellos, Ernesto Hattemberg, director y gerente de la Fábrica de Sedas Artificiales de Valdenoceda (Merindad de Valdivielso) propiedad de Alfredo Alday de la Pedrera, en "testamentería" se dirigía al gobernador civil de la provincia (mayo de 1925) para que fuera corregido un expediente de la Dirección General de Obras Públicas en el que, según el citado director, se presentaban como inexactos tanto la cantidad de agua aprovechada para el salto como la altura del mismo, que en realidad eran de 6. 000 litros por segundo y 3, 20 metros respectivamente.   

     No era  mucha aquella información, pero me pareció suficiente para iniciar las pesquisas sobre los caserones del Ebro. Y así, con esa primera y sorpresiva toma de contacto con la susodicha fábrica, prometí aquel día acercarme a Valdenoceda tan pronto como me fuera posible. No obstante, y en tanto surgiera aquel viaje, tenía varios puntos en Burgos para continuar la investigación.    



Río Ebro a su paso por el desfiladero de Los Hocinos.
Conjunto de lo que fue en un principio gran molino harinero
y más tarde fábrica de sedas artificiales.
 Se aprecian también las casas donde vivieron los obreros de la fábrica. 


            El gran molino del Ebro

     Acudí en primer lugar a mi inseparable Madoz, aunque, lógicamente, nada podía decir el desamortizador de una fábrica de sedas artificiales en Valdenoceda, ya que este producto comenzó a elaborarse en España a principios de este siglo. Menciona Madoz, eso sí, una "nueva fábrica de harinas con siete piedras capaz de moler 50.000 fanegas al año". Un buen dato este, pues con él creí despejada una primera e importante incógnita: el origen de los caserones.  

     La presencia de una gran fábrica de Harinas en Valdenoceda quizá se explique por la existencia de una corriente de agua importante como la del Ebro, pero también por la estratégica situación de dicha población, espléndidamente comunicada por los caminos de Burgos, Santander, Bilbao, la costa cantábrica y La Rioja, cuestión esta no baladí para la ulterior actividad de seda artificial que habría de desarrollarse en ella. 

    La molienda pudo haberse desarrollado en este lugar desde mediados del siglo pasado hasta, al menos, 1894. En este año aparece todavía citada la fábrica de Los Hocinos en un "Indicador General de la Industria de Burgos",  publicado por M. Velasco, figurando como su propietario Severino Arce. Era aquel un tiempo en el que Valdenoceda, con cuatro barrios, contaba con 225 habitantes, 139 más que en el momento de construirse el molino, y prácticamente los mismos que tenía su vecino Puente Arenas.   

     ¿Cómo surgió en este lugar de Valdivielso, hoy tan admirado por su paisaje y su arte, una fábrica de Sedas? Esa era la siguiente incógnita por desvelar. ¿Hubo tal vez antes en Valdenoceda alguna otra experiencia textil?  Esto solo podría ser contestado por E. Larruga en sus "Memorias Políticas y Económicas. 1785-1800". Y a fe que dicho historiador satisfizo mis expectativas. En su imprescindible obra pude averiguar que la vida textil en  los caserones citados no fue un hecho aislado en Valdenoceda, pues ya a mediados del siglo XVIII la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas estableció en uno de sus barrios (Valdeviñas) una "fábrica de bayetas, mantas, barraganes, franelas, estameñas sargas, monfortes, cordellate, camelotes y otros géneros". Larruga describe que aquella fábrica contaba con "catorce telares corrientes en la que se empleaban 8 personas de todos los oficios", y que "para ella se edificó una casa nueva, sacándola de planta, de 28 varas de largo y 18 de ancho, con dos suelos;  otros para tinte, calderas, tinas y demás pertrechos; un batán sobre el río Ebro con dos pilas, cuatro mazos y canal de piedra de sillería; y un haspa que cogía cuatro madejas torcidas y 45 husos; una percha con sus baluartes y diferentes carros para la hilaza; repartiéndose estambre para hilar a la rueca en 25 lugares". 



Casona de la familia de la Garza en el barrio de Valdeviñas, de Valdenoceda.
En el siglo XVIII fue importante fábrica de tejidos.

Casona-fábrica en el barrio de Valdeviñas 
     
     Todo un complejo industrial, sin duda, aquel barrio de Valdeviñas, o de Arriba, cuyos productos en él elaborados  "utilísimos y muchos de ellos no fabricados todavía en España" eran enviados, en su totalidad, a la "provincia de Venezuela, su capital Caracas y Maracaibo". Por eso, por su gran importancia para el país, la Junta General del Comercio, reinando Fernando VI, dispuso que esta fábrica gozara de "franquicias y exenciones concedidas a las demás fábricas del Reyno". Todavía en 1779, siendo Francisco de la Garza  administrador de la mencionada Compañía Guipuzcoana de Caracas y "principal" de la factoría de Valdivielso, se elaboraban en ella "bayetas, mantas, sempiternas, estameñas y otros texidos de lana excepto paños". Hoy, el viajero curioso que se acerque a Valdenoceda podrá todavía ver en el citado barrio la casona-fábrica en cuestión, propiedad de la familia de la Garza.



Artístico balcón blasonado de la casona de la Garza. 

Continuará:   

martes, 24 de enero de 2023

WILLIAM TURNER, GRAFITIS EN EL ÁLAMO PLATEADO


Grafitis en el álamo plateado, justo debajo de la marca de agua.


William se subió a lo más alto del álamo plateado
para grabar su nombre


FOTOGRAFÍAS: Álamo plateado en la ribera del Arlanzón. Río Arlanzón (Tomadas en enero de 2023 y mayo de 2020).

Echo la vista atrás, cierro los ojos, y apenas puedo creerlo. ¿Fue un sueño o fue realidad? ¿De verdad hubo un tiempo, reciente, en que estuvimos confinados en nuestras casas, sin poder salir de ellas salvo permiso concedido de una hora, como si estuviéramos presos en una cárcel de barrotes y nos dejaran salir al patio durante ese tiempo para estirar las piernas? ¿De verdad que al ver llegar de frente a otras personas por el camino nos separábamos de ellas como si fueran apestadas, como si nosotros mismos lo fuéramos? “No pudo ser, es imposible”, quizá digan generaciones venideras. Pero lo cierto es que todos lo sufrimos, sabemos que unos más dolorosamente que otros. Personalmente aquella mascarada paralizante, que tantas desgracias causó, la llevé sin mucha frustración. Y, a decir verdad, hoy la recuerdo con cierta y positiva melancolía, no por aquello de que cualquier tiempo pasado fue mejor (que no fue mejor), o por el tonto orgullo de ser testigo y haber vivido un importante acontecimiento histórico, sino porque los sesenta minutos que se nos concedía a los de mi edad para salir a la calle, y los cortos trayectos que se nos puso como límite para movernos me permitieron dar deliciosos paseos diarios por las orillas del Arlanzón. Ah, qué paseos tan gratificantes. Paseos del Covid, los bauticé, tan cortos, pero tan intensos, y tan diferentes en la valoración. Los recuerdo ahora y veo en ellos el bosque de ribera, con sus chopos plateados, sauces y abedules escoltando nuestro gran río, que corría más libre y veloz que nunca lamiendo las patas de una solitaria garza. Todo me parecía más hermoso que nunca. Una hora de libertad vigilada me permitía saborear todo hasta límites que nunca hubiera sospechado: el camino, el bosque, el cielo y el río, como si en ello me fuera la vida. De aquellos paseos recordé hace poco un poderoso chopo-álamo, el ejemplar más grueso de todos los que jalonan el camino junto al río, cuya imagen, de tanto pasar junto a ella se me hizo familiar. Me llamó la atención entonces por su gran porte, sin embargo no fue hasta hace poquitos días, en otro de mis paseos por el mismo recorrido, con libertad de tiempo, cuando descubrí que el árbol guardaba una sorpresa. En lo más alto del tronco principal columbré un grupito de grafitis, a tamaño mínimo, en el que, a pesar de la altura, acerté a leer un nombre, WILLIAM TURNER, una fecha, XXII-X-XV y la descripción de la especie del árbol, ÁLAMO PLATEADO. Igualmente columbré otros signos en otra gruesa rama, también inaccesible para los no preparados, pero estos no se veían claros y no los pude descifrar. Aquello despertó mi curiosidad, tenía que fotografiarlo, y para ello volví de nuevo con cámara de alcance.

A la vista de dichos grafitis, pregunto al viento, ¿a quién si no?:  ¿Quién fue este William Turner que tanto arriesgó para hacer su obra? ¿Fue acaso un anglohablante, caminante de Santiago despistado que no pudo resistirse a la piel tan clara y fina del álamo plateado? Me temo que nos quedaremos sin respuesta, aunque seguir su pista podría ser bonito tema para una novela. Lo que sí parece seguro es que, con su escalada a las cumbres del árbol, el autor pretendió que su nombre no pudiera ser borrado fácilmente.


Durante el Covid el Arlanzón seguía su camino,
como si nada ocurriera.


martes, 29 de marzo de 2022

RÓTULOS COMERCIALES. EL ESTABLECIMIENTO DE FRANCISCO PEÑA EN LERMA


De cuando se viajaba con manta 


Qué fue de aquellos sastres...

... que eran a la vez comerciantes.

Últimas novedades para señora y caballero
Precios económicos.


FOTOGRAFÍAS: Rótulos en comercio de Lerma, (Tomadas en marzo de 2022)


Los letreros comerciales antiguos, pintados en muros y paredes de edificios, son un patrimonio a mi parecer no suficientemente valorado. Quedan pocos o contadísimos testimonios, ya que la mayoría de ellos desaparecieron, bien por remodelaciones de los edificios o bien porque los mismos comercios igualmente desaparecieron. Los contados que quedan son testimonios históricos no solo de la actividad comercial en las ciudades, grandes y pequeñas, sino también del dinamismo y evolución del arte en lo que se refiere a la cartelería de muros, con sus distintas tipografías, dibujos y adornos. Resulta difícil hoy encontrar algún cartel que tenga más de medio siglo de antigüedad, por eso cuando encontramos uno que pudo ser pintado en los años treinta o cuarenta del pasado siglo, como es el caso del alarde que aquí os dejo hoy, queridos amigos de este Cajón de Sastre, produce ciertamente gran asombro. Se trata de un panel publicitario, seguramente hecho por un experto rotulista, pintado sobre pared blanca y situado en la calle Chica de Lerma, que anuncia toda la gama de actividad y ventas del establecimiento de Francisco Peña. El panel llama la atención porque ocupa una gran superficie en la parte alta del edificio. A pesar de la suciedad del muro, debido a la pátina del tiempo pasado, se aprecia con bastante nitidez todo lo anunciado, que es mucho. Debajo de la marca comercial (FRANCISCO PEÑA), rotulado en grandes letras, pueden verse tres compartimentos escritos con preciosa tipografía de época y cada uno de ellos anunciando las especialidades del comercio. Así, visto de frente, en el panel de la izquierda puede leerse

PAÑERÍA

ÚLTIMAS NOVEDADES

PARA SEÑORA Y CABALLERO

PRECIOS ECONÓMICOS

Por su parte, en el panel del centro, en el espacio libre entre dos balcones y bajo el gran letrero de Francisco Peña, puede leerse  

SASTRE

Y COMERCIANTE

Por último, a la derecha del conjunto se aprecia un espacio más y con otra leyenda, escrita también con artísticas letras de distinta tipografía, propias de los años treinta cuarenta del pasado siglo, en la que puede leerse

CAMISERÍA

MANTAS

DE CAMA Y VIAJE

FAJAS Y BOINAS   

Sin duda podría decirse que el edificio que alberga estas delicias publicitarias de antiguo comercio es una ruina histórica, dada su degradación, pero por todo lo comentado, merecería ser salvado de la piqueta, al menos la cartelería descrita, joya arqueológica de la cartelería comercial en Burgos.