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Peña de San Clemente en Quintana María, . espolón rocoso sobre el que se asienta una necrópolis rupestre. |
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Necrópolis rupestre en la Peña de San Clemente. |
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Necrópolis en la Peña de San Clemente. Se advierte un grupo de enterramientos infantiles, alguno pudo pertenecer a bebé o mortinato. |
FOTOGRAFÍAS: Necrópolis de Quintana María (Tomadas en noviembre de 2024)
La
elección del lugar para el asentamiento de las necrópolis rupestres de la
Repoblación podría ser un interesante motivo de estudio. Queda sugerido. Ya
hemos visto cómo esos cementerios sin hoyo en tierra debieron estar separados
de los poblados, decíamos que por motivos de salubridad, para no estar sujetos
a la mala influencia de los cuerpos enterrados y en descomposición. Quedaría
por saber por qué se excavaron en roca y no en tierra, y por qué están situados
en los lugares en que se encuentran y no en otros. Para lo primero, la
respuesta podría estar en el hecho de que aquellos grupos pensaran que en roca los
cadáveres serían mejor conservados, sin opción a que los animales pudieran desenterrarlos
y devorarlos, mientras que, en tierra, si no se hacía un hoyo muy profundo,
dicha posibilidad sí podía existir. Podría ser esta una explicación, y también
que se creyera que en roca las tumbas rupestres serían para siempre. Ambas
soluciones estarían dictadas por nuestra propia y actual lógica, pero en aquel
cristianismo remoto de la Repoblación el pensamiento pudo tener su propia idiosincrasia
y pudo regirse por otros indicadores. Este es un asunto que nos llevaría muy
lejos, queridos amigos de este Cajón de Sastre, conformémonos aquí en hacernos
preguntas y no dar respuestas para las que no estamos preparados, que para esto
doctores tiene la Iglesia.
Sigamos
con las tumbas. Decíamos que, excavadas en roca, debieron llevar pesadas losas
(hoy desaparecidas), como sugieren los rebajes para su asentamiento, aunque no
en todas. Ojo, no confundir estos rebajes con las acanaladuras para desviar el
agua de lluvia, lo que ha de plantearnos otra duda más: los enterramientos
infantiles, que en gran cantidad pueden verse en este tipo de necrópolis, ¿llevarían
igualmente losas como cubierta? Sobre esto cabría pensar que algunos si las
tendrían y otras no, y en este sentido podría decirse que no podía ser lo mismo
el enterramiento del cuerpo de un niño de seis años, por ejemplo, que el de un bebé
de meses o un mortinato, suponiendo que estos mortinatos, se enterraran, cosa
que, si así fuera, podría deparar nuevos campos de estudio y problemas para
resolver. Sobre este asunto vendría a poner una pequeña luz la necrópolis de
Quintana María, donde se observan, junto a pequeñas
cazoletas excavadas y arrimadas a las tumbas, que bien pudieron servir para
ofrendas, alojamientos para todo tipo de cuerpos, desde adultos hasta los más pequeños,
con alta incidencia de los medianos, lo que llevaría a pensar en una alta
mortandad del grupo en algún determinado momento. En todo caso, cuarenta
sepulcros, que son los que están a la vista, no son muchos como para hacer una
evaluación en este sentido. Quedaría por responder a la pregunta de por qué
algunas de estas necrópolis se excavaban en lugares despejados (Revenga,
Quintanilla de Santa Gadea) y otras en lugares escarpados y con amplios horizontes, como es el caso de Quintan
María, localizada en el borde de un cortado rocoso (“Peña San Clemente”) y desde
el cual se domina una impresionante cadena montañosa, con el Monte Humión y la Muela de Frías como hitos lejanos, o como es el caso también de la
necrópolis de Pajares, situada en la parte superior de una escarpada peña
(“Peña el Mazo”), un lugar que hoy nos parecería imposible para implantar un
cementerio. Ambos casos se explicarían por razones de ventilación, aunque no es
descartable que podría tener un significado más simbólico o profundo, algo que pudiera
tener que ver con el pensamiento mágico en un tiempo de oscuridad como el de la Alta Edad Media; así, una necrópolis con vistas tan amplias podría estar en ese trasfondo.
Otras
muchas preguntas sería lícito hacerse y para las que tampoco encontraríamos
respuestas definitivas. Una última aquí sería si cuando había alta mortandad y
morían a la vez o en pequeños intervalos distintos miembros de una misma familia estos
se enterraban igualmente en tumbas antropomorfas individuales. Dado este caso, ¿quién horadaba los huecos?, ¿dónde permanecían los cadáveres mientras aquellos se
hacían y cuánto se tardaba en hacer cada uno? Y aún más: supuesto que no había panteones
familiares, ¿se colocaban juntos los fallecidos o simplemente se enterraba cada uno donde todavía quedaba sitio?
Sobre esto, llama la atención en la necrópolis de la Peña San Clemente una suave
elevación en el centro del promontorio rocoso donde se pueden ver, muy arrimadas unas a otras, media docenas de tumbas de niño; ¿acaso murieron en brevísimo espacio de tiempo?, ¿serían de
la misma familia? Nunca lo sabremos.
Estas preguntas y muchas más, todas a mi juicio oportunas, pueden surgir al visitar las “pintorescas” necrópolis rupestres de Burgos.
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Sobre la tumba de un niño se aprecia una cazoleta, posiblemente para ofrendas. |
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Desde la Peña y tumbas de San Clemente puede verse en el horizonte el Pico Humión y el cerro de La Muela (Frías) envueltos en la niebla. |
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Necrópolis en Quintanilla de Santa Gadea. ¿Hueco para mortinato, o vaso para ofrendas? |