Elías Rubio Marcos y su "CAJÓN DE SASTRE"

Recopilación de artículos publicados y otros de nueva creación. Blog iniciado en 2009.

viernes, 21 de junio de 2024

BODEGAS (VI). BODEGAS DE VILLAHOZ, EL CAPRICHO DE PATRICIO

Patricio Echeverría vio realizado su sueño de una bodega distinta

FOTOGRAFÍAS: Bodegas de Villahoz (Tomadas en junio de 2024)

    Subir al cerro de las bodegas de Villahoz es adentrarse en el sugestivo mundo de las oscuridades y aromas del vino, sumergirse en cuevas excavadas donde dormitan al frío barricas centenarias y viejos lagares, donde huecos verticales buscan el aire de la vida sin llegar a dar luz, donde escalones tenebrosos descienden a santuarios del churrillo alumbrados con sombrías velas. Hoy, este mundo catecúmeno ha sido revestido  de merenderos, de edificios que parecen casas y no lo son, pero que ha generado una maraña de chimeneas, un bosque multiforme de materiales pobres que ennoblecen a los respiraderos tradicionales de piedra, a esas chimeneas de hadas con sombrero que viven permanentemente prisioneras en los antros de la fermentación. Villahoz tiene muchas bodegas subterráneas, más de 200, tantas o más que casas, centenares de cuevas que conviven juntas y apretadas, milagrosamente sin estorbarse unas a otras. Donde termina una, empieza otra,  y solo las calles para los carros de las uvas se libraron de las perforaciones. Agrimensores del pasado y del sentido común, sin más inteligencia artificial que los picachos, fueron horadando sin conflicto hasta construir un complejo entramado de sombras subterráneas que hoy resulta admirable.  Entre todas las bodegas que hay en Villahoz, algunas conservan su aspecto tradicional, con sus pintorescas y rupestres fachadas, lo cual es de agradecer. Otras, en cambio, han sido ocultadas por merenderos modernos de toda laya arquitectónica que nacieron sin más control ni aspiraciones estéticas que el gusto personal de cada dueño, algo que se repite en tantos lugares bodegueros de Burgos. Y entre todo el conjunto, destaca una bodega en los más alto del cerro con luz especial, la que construyó o mandó construir Patricio Echeverría.   


Escaleras para subir a la cumbre de una obra mágica 

 

 LA BODEGA DE PATRICIO 

      Es bien conocida la relación del industrial vasco Patricio Echeverría con Villahoz. Muchas personas de este pueblo y su entorno encontraron trabajo a su vera, tanto en la cercana Granja del Cristo de Villahizán, durante mucho tiempo propiedad de la familia Echeverría-Aguirre, como en la importante industria Patricio Echeverría, S.A., dedicada en Legazpia a la fabricación de herramientas agrícolas (aceros Bellota). Las relaciones afectivas de Patricio con Villahoz debieron ser grandes, cómo, si no, explicar que ideara una bodega-merendero de ensueño como la que podemos ver hoy en lo más alto del cerro. Entre un bosque de chimeneas y zarceras, totalmente distinta al resto, alguien podría pensar que que se trata de una expresión de art brut, pero parece demasiado "culta" para así catalogarla. En todo caso, con justicia podrá integrarse en el futuro grupo de bodegas con encanto que aquí se aspira a formar.    

  

OTRAS IMÁGENES DE LAS BODEGAS DE VILLAHOZ 

Una calle para circular los carros cargados de uva 


Un lagar hundido, del que pronto solo quedará el recuerdo

Bodegas que enamoran, testigos de como pudo ser el paisaje antes de los merenderos 
  
Sobre las barricas grandes, una pequeña, la del vinagre

Un bosque de chimeneas



miércoles, 12 de junio de 2024

BODEGAS (V). MAPA DEL VINO EN BURGOS


Mapa de la provincia de Burgos con señalización de los lugares
donde se cultivaron  viñedos y se produjo vino.

La llamada "Bodega de Alfonso VIII" en Caleruega

Sector del medio oeste de Burgos con señalización de lugares donde
 se cultivaron viñedos y se produjo vino churrillo.
 


Bodega con fachada de sillería en Villasandino

Bodega y cubas de chacolí en Montejo de San Miguel (Museo Etnográfico)


Sector del noreste de la provincia de Burgos con señalizadores en verde que marcan
los lugares en los que se produjo vino chacolí.
 

Sector del río Arlanza con señalización de los lugares donde se cultivaron viñedos
y se produjo vino.

Merenderos en bodegas de Santa Cecilia

Sector de la ribera del Duero 

Viñedo otoñal en la ribera del Duero

FOTOGRAFÍAS: Bodegas en Caleruega, Villasandino, Montejo de San Miguel, Santa Cecilia y La Sequera de Haza. 


No era mi intención al iniciar el tema de las bodegas llegar tan lejos como ya hemos llegado. El viejo y tradicional mundo vitivinícola tiene tantas y tan curiosas ramificaciones susceptibles de ser abordadas, que te atrapa poco a poco y sin apenas darte cuenta. Cuando ya crees que has aportado todo lo que pretendías, incluso más de lo que en principio esperabas, surgen unos y otros aspectos que te animan a continuar. Viene a ser algo así como la parábola de las cerezas, que pretendes coger de una banasta un simple ramillete de ellas y otros vienen detrás enganchados formando una cadena. Y así, queridos amigos de este Cajón de Sastre, héteme aquí siguiendo una nueva y deshilachada senda de este pequeño universo, ahora componiendo un mapa del vino que ni en sueños hubiera imaginado.

Nunca he sido un especial gustador de vinos, ni burgaleses ni de otros lugares, y mi genética no me ha llevado a ser un sibarita de las cosas, tampoco del vino. En realidad, en este tema solo alcanzo a entender que una botella de vino de cien euros debe ser mejor que otra de cuatro, y punto. Pero, siendo esto así, no quita para que conozca que en la provincia de Burgos hay y hubo amplias zonas geográficas donde se cultivan y cultivaron viñedos y se obtuvo y obtiene vino de ellos, lo sé por mi actividad de curioso y empedernido viajero por la provincia. En algunas de esas zonas, los viñedos ya no forman parte del paisaje (algunos llegué a conocer que ya no existen), quedando como testimonios los cientos o millares de bodegas en las que se produjo vino. Este es el caso de la zona del medio oeste, la del vino churrillo, que fundamentalmente abarca el territorio de los viejos partidos judiciales de Castrojeriz y Villadiego. Otras zonas, en cambio, han tenido más suerte y todavía en ellas los viñedos permanecen y producen vino, al igual que durante siglos lo hicieron, como es el caso de la vega del Arlanza y ribera del Duero, ambos con denominación de origen y formando conjuntos próximos entre sí, aunque visiblemente separados.  

Mención aparte merecen pequeños enclaves del noreste de la provincia en los que se cultivaron viñas para la obtención de vino, tanto el normal como el chacolí, como son La Bureba, el entorno de Oña, Trespaderne y Miranda de Ebro, y en menor grado el valle de Mena. El vino chacolí, expresado así en el Diccionario de Pascual Madoz (1845-50), cuando se relacionan las producciones en cada población o lugar, nos sirve para constatar que tuvo cierta importancia en Burgos, quizá no tanta como para haber podido entrar en las famosas controversias por la denominación de origen (País vasco, Cantabria), pero sí, al menos, con el valor suficiente para recordarnos el hecho histórico de su existencia (32 lugares productores lo avalan).    

El mapa que he podido elaborar, con la inestimable ayuda del citado Diccionario, muestra amplios sectores de la provincia atiborrados de vino, pero también grandes superficies en las que, bien sea por cualidades del terreno no aptas, por factores climáticos o de otra índole que se me escapan, ni se produce ni se produjo. Ver este mapa es un espectáculo, no solo por los 253 puntos productores de vino marcados (1), sino por esos espacios “vacíos de vino”, que nos llevan a hacernos preguntas. Aunque para responderlas, si es que no estuvieran ya respondidas, harían falta especialistas en la materia, posiblemente edafólogos, meteorólogos y alguno más.

Espero, queridos amigos, que disfrutéis con la vista de este mapa de la provincia burgalesa, hasta ahora inédito y que tanto sugiere, como yo mismo disfruté al confeccionarlo. Tomemos un chato de vino de alguna bodega subterránea para celebrarlo.

NOTA: En el Diccionario de Pascual Madoz, quizá por descuido o por no haber querido incluir todas las producciones dadas en ellos, no se mencionan como productores de vino los lugares de Villavieja de Muñó, Villasandino, Villalba de Duero, Tamayo, Santibáñez de Esgueva, Santa María Mercadillo y Mecerreyes. Así que, corrigiendo esta lagunas y para que sea más completo el mapa, se han incluido estos lugares sabiendo que en ellos existen bodegas que atestiguan dicha producción.

 

jueves, 6 de junio de 2024

BODEGAS (IV). EL TUFO


FOTOGRAFÍAS: Hontoria de Valdearados (SF) y Villaverde Mogina (2011).  


Prensando uva en Hontoria de Valdearados 


El mayor peligro en las bodegas era el tufo, ese gas traicionero y silencioso que se produce en la fermentación, capaz de llevar a la muerte a quien no toma precauciones.

Teodoro González pone luz en esta grave cuestión:   

        CON EL TUFO, "SI TE CAES, YA NO TE LEVANTAS"

Mira, en Mahamud había un chico que se llamaba Jeibito, de Ciadoncha, [en cierta ocasión] subieron con el garrafón a por vino a la bodega, y había tufo. [Le dijeron al chico]: “Que no bajes”.  “¡Coño, que mi padre quiere el vino!”. Bajó, y allí se quedó. El tufo si te caes ya no te levantas. Yo en mi bodega, metía una soga con una herrada con gasolina y te la apagaba. Cuando fermenta el vino, como metían cantidad pues había un tufo que te duraba ocho días; y si las cubas las tenías muy llenas, te tiraba. Y entonces había que bajar pa limpiarlas y quitar... Yo, una vez tuve que quitar a la zarcera la piedra y meter una herrada [por el hueco], meterle con una cadena, con gasolina pa ver si se marchaba [el gas]; entonces se dejaban las puertas abiertas, se ponía un palo cruzao pa que no entraría nadie. Se dejaba abierto día y noche, y la zarcera abierta, pa ver si con el aire marchaba.

UNA HERRADA CON FUEGO POR LA ZARCERA.  LUMBRE PARA SACAR AL MUERTO POR TUFO

Como la zarcera es grade, se metía el caldero por ella con fuego pa ver si te la apagaba, pa que se marcharía el tufo, porque a veces te lo apagaba del tufo que había. Si se apagaba, es que había tufo, y si no se apagaba es que estaba bien. Al que le tocaba eso, porque había bodegas que no tenían zarcera. 

Aquí en Santa María también hubo algunos [casos de muertos por tufo], y por to los sitios. [A los que habían muerto] les dejaba tiesos, y después, pa sacarle, había que prender lumbre para poder entrar a por él, [Con la lumbre] se marchaba el tufo, con el humo se marchaba, lo he visto hacer y lo he hecho.


Cuba de vino en bodega


UN MUERTO POR TUFO EN CIADONCHA

Relato de Artemio Pérez, de 86 años

El tufo, eso era peligroso. Aquí, en Ciadoncha, se ahogó uno. Le mandó… Venía de arar, a las doce o la una del mediodía, y su padre le mandó a por vino. Pero ¿qué pasa?, que tenía tufo la bodega. Y era el padre un poco raro, dice “venga, vete a por vino”. Y otro señor le dijo, “mira, no te metas a la bodega, que de la bodega mía te doy un garrafón, ya me lo devolverás”, Y el tío, que no y que no, “que tengo que llevar el vino de mi bodega”; y el tío se metió y allí se quedó; que no sale, que no sale, que no sale… Le sacaron poniendo fuego. Poniendo lumbre, poniendo manojos [de sarmiento encendidos] pues le haces marchar al tufo. Y te lo apaga, ¿eh?, te apaga el fuego el tufo, ¡qué fuerza tendrá!  El tufo se produce porque al fermentar el vino es cuando se forma el gas, y es cuando corre peligro.

[Para saber si había tufo] ¡joder, enseguida te daba a la nariz!, a galope te daba a la nariz. O prendías una cerilla y te la apagaba, y si bajabas con una vela igual te la apagaba. Si prendías una cerilla y te la apagaba, pues ya sabías que eso [que había tufo]. Nosotros en nuestra bodega, que era muy honda, tuvimos que poner cuatro o seis manojos de los palos que cortamos de las cepas. En la bodega que comprendías que había tufo prendías uno o dos manojos y le hacías marchar y podías entrar.

"¡QUÉ FUERZA TENDRÍA!"

 [Si no se ponía fuego, el tufo duraba] días, semanas, sin poder entrar a la bodega. Nosotros, hasta que metimos tol vino pudimos entrar, pero mal. Pero una vez que metimos tol vino resulta de que ya vio mi padre que había tufo.  Dice “no se puede entrar a la bodega -dice-, hay que llevar manojos, verás que pronto [se quita]”. Pero le ponías el manojo, le prendías en la calle, le metías, y en la escalera te le apagaba. ¡Qué fuerza tendría!, hacía buena llama, pero con todo y con eso te lo apagaba.


Lagar en Villaverde Mogina 


 

CON MI AGRADECIMIENTO A 

Teodoro y Martín González, de Santa María del Campo

Artemio Pérez, de Ciadoncha

Pablo Delgado, de Ciadoncha

Cesáreo Gómez Gómez, de Santa María del Campo   


 

 

domingo, 2 de junio de 2024

BODEGAS (III). CASETAS DE MAJUELO


Caseta de majuelo en el término de Fuentespina,
 en Santa María del Campo


FOTOGRAFÍAS: Casetas de majuelo en Santa María del Campo y Mazuelos de Muñó (tomadas en 2024 y 2014, respectivamente)

CASETAS DEL MAJUELO

         Por los relatos de algunos informantes se puede intuir un paisaje del medio oeste burgalés totalmente distinto al actual, con toda probabilidad de mayor y más variado colorido. Hasta finales de los años sesenta del pasado siglo los viñedos competían en hectáreas con el conjunto de las otras sembraduras tradicionales, como cereales (trigo y cebada), yeros, beza o alholvas, por mencionar solo las principales. Según los testimonios recogidos bien podría decirse que hasta donde alcanzaba la vista su presencia era algo más que notoria, quizá mayor que la que hoy distingue a la ribera del Duero.    

Los trabajos en las viñas requerían su tiempo, y en ese tiempo podía llegar la tormenta o la simple lluvia. Para esa contingencia, para que sirvieran de refugio a los obreros y a los guardas de los viñedos que nombraba la Hermandad de Labradores, se construyeron las llamadas “casetas de los majuelos”, todas de igual estructura y en las que llegaban a caber hasta cuatro personas. De piedra, a hueso o unida con argamasa, con base circular de apenas metro y medio de diámetro, los mismo de altura y rematadas en cono, la mayoría están hoy arruinadas, aunque aún se conserva alguna en pie que nos sirven para conocer cómo eran. Llama la atención en ellas lo reducido del acceso, con apenas 1 metro de alto por 80 centímetros de ancho. Según describen quienes en alguna ocasión se refugiaron en ellas, semejante angostura servía para que animales de cierta alzada no pudieran acceder al habitáculo, lo que no quita para que en alguna ocasión llegara a criar en su interior el jabalí. 



Ya no hay viñedos que guardar y la añosa Caseta de Majuelo de Fuentespina
espera la suerte de otras cercanas que ya desaparecieron.


Así lo recuerdan y describen Teodoro González, de Santa María del Campo, y Artemio Pérez, de Ciadoncha

Había cuatro o cinco sitios que había majuelos, y el pueblo de Mahamud [tenía] más majuelos que Santa María. Igual cada uno tenía diez hectáreas. ¡Más que cereales había! En [el término de] Fuentespina todo eran majuelos, pa ir a Escuderos a la izquierda. Como son tierras pequeñas no se trabajan y se han perdido. Entonces, allí hay casetas redondas de piedra de los majuelos. Eran para cuando iban a podar meterse si llovía. Pa ir a Belbimbre hay otras dos [casetas]. Las de Fuentespina está a unos tres kilómetros. Hay una que va como hacia Villahoz, y otra donde estaba antes la escombrera. [En cada caseta] cogíamos cuatro tíos alrededor. La tenía uno y ahí se metían todos. Esas no tenían puertas, ¿eh? [se hicieron] con la entrada baja pa que no se metería el ganao. Ahí, en esas casetas, ha criao el jabalí dentro de la caseta, como está abandonada… Yo he oído que, al entrar, encontrarse allí con la jabalina. (sic. Teodoro)

TRES GUARDAS PARA VIGILANCIA DE LAS VIÑAS EN CABAÑAS DE MADERA

Aquí, en el tiempo de la uva, se ponían tres guardas más. Uno aquí, otro en Fuentespina y otro ahí ¿…? Los ponía el Ayuntamiento, la Hermandad. Y estos, en un alto, hacían una cabaña de madera, ponían así unos palos, y todo alrededor de madera, pa esconderse, y así se sabía si estaba o no estaba [el guarda]. Y entonces, así vigilaban por si [robaban]. Pero después los quitaron, porque era más lo que robaban ellos que lo que robaba el personal. (sic. Teodoro).

TODAS MIRANDO A LA SALIDA DEL SOL

Pues esas Servían… porque entonces, en aquellas épocas, en to los términos había una. Ahí había una que llamábamos la Caseta de Valdehazadón, allí otra que llamábamos la Caseta del Tío Ramón, otra había para ir a Santa María… Servían para refugiarse si venía un nublao o cosas de esas…. Y tenían la boca muy baja y todas mirando a la salida del sol. Se ve que de este lao venían menos nublaos, azotaba menos. [para] los guardas, que ponían tres guardas para el viñedo, los ponía la Hermandad los tres meses, desde San Pedro hasta septiembre. Claro, si ibas por ahí y cogías un racimo y te pillaba el guarda, te ponían una multa y te sacaban en aquellos tiempos dos o tres pesetas. To los años eran los mismos [guardas]. Estaban tol día, desde que salía el sol hasta que se metía. Por la noche, no (sic. Artemio).


Caseta de majuelo en los campos de Muñó, vieja conocida de este blog (30/5/2012) .


miércoles, 29 de mayo de 2024

BODEGAS (II) COSTUMBRISMO

Merenderos en las bodegas de Ciadoncha.
Apenas una familia frecuenta el barrio de las bodegas de esta población. 


FOTOGRAFÍAS:  De época, Santa María del Campo. Ciadoncha, tomada en mayo 2024)


SOCIALIZAR EN LAS BODEGAS

        Como tantas cosas en la vida de los pueblos, la costumbre de socializar en las bodegas se ha ido perdiendo, si es que no se ha perdido del todo, como se perdieron los viñedos en tantos sitios, hasta el punto de que hoy son contados los vecinos o personas que acuden a ellas como lugar de esparcimiento. Ahora uno pasea por el laberinto de calles y recovecos de los tres barrios de bodegas de Santa María del Campo y se encuentra con el silencio atronador de las puertas cerradas. Tampoco se escuchan entre la gente las expresiones “vamos a merendar a la bodega”, o “vamos al merendero”, que de las dos maneras podía decirse cuando estos últimos ya habían nacido.

LAS [BODEGAS] MOCHAS TENÍAN UN PORTALITO

Teodoro nos habla de un tiempo de esplendor bodeguero cuando todavía no existían los merenderos:

 Las [bodegas] mochas tenían un portalito, de 2x1. Estaba cerrao por la puerta, no tenía ventanas.  Y allí se metían. Y en el tiempo bueno, se juntaban veinte viejos y allí cada uno llevaba su jarra de vino y allí a charlar. La gente mayor que estaba jubilada, al mediodía se juntaba allí y se lo pasaban bien. Todos los días iban a un mismo sitio, un sitio que a todos les pillaba bien, y cada uno llevaba su jarra de vino, allí a un abrigaño.

DE TRABAJAR EN EL CAMPO A LA BODEGA

Y los labradores, [cuando] venían del campo se iban a comer el pan a la bodega, comerse un mordisco, echar dos vasos de vino; se juntaban dos o tres y charlaban: “oye pues yo mañana voy a ir a tal sitio…”, hablaban del campo, y uno llevaba un cacho tocino, otro llevaba un arenque…  Por la noche, cuando venían de trabajar del campo iban a por el vino y ya pasaban un rato; iban a por vino, pa traer pa cenar y pa llevar a otro día [al campo].

LAS FAMILIAS IBAN A LAS BODEGAS LOS DÍAS DE SANTIAGO Y DE LA VIRGEN DE AGOSTO

         Resulta curiosa y entrañable la costumbre de acudir en familia a las bodegas los días de Nuestra Señora (la Virgen de agosto)y de Santiago [patrón de España y festivo]. Coincidía con la misma costumbre en la capital, donde en estos mismos días las familias burgalesas acudían en masa a comer o merendar a distintos lugares, aunque preferentemente a la chopera de La Quinta y Fuentes Blancas (“Ir de merienda” es una expresión que ha quedado en el recuerdo de los más mayores). Cabe imaginar en esas ocasiones el bullicio y la alegría que pudo vivirse en los tres barrios de bodegas de Santa María, en las Del Hoyo, La Fuente y Marichica.

         Teodoro González lo recuerda así:       

         Iban el día Santiago y el día Nuestra Señora, que era en verano, iban a merendar por la tarde a la bodega con to la familia. El día Santiago, como ese día no trabajaban los labradores, pues iban [también] a merendar, y el que tenía criao pues llevaba al criao a merendar, [se reunía mucha gente].  Los curas no dejaban trabajar ese día [el día de Nuestra Señora] y entonces se iba to la familia a la bodega.

También lo recuerda Pablo Delgado, de Ciadoncha y 78 años

“Parecía una romería”

El día Santiago y el día la Virgen se venía aquí por la tarde. Ya te digo yo que parecía una romería, porque tol mundo con su capazo, su cesta y eso, se mataba un pollo, un conejo o… Yo eso lo he vivido.


DE LA BODEGA AL BAILE

[la costumbre de ir a las bodegas] se ha perdido mucho. En veinte años se han perdido mucho. Yo llevo jubilao 24 años, me jubilé el año 2000. Y [hasta] entonces íbamos a la bodega la cuadrilla. Ahora, de mi cuadrilla no queda na más que yo. Hace veinte años…, ¡[pues] porque la juventud ya no bebía vino! Cuando nosotros éramos jóvenes, nada más salir de misa poníamos un euro cada uno y a la bodega. Comprábamos en el bar de la carretera, cacahueses y cosas de esas, unas patatas, y a la bodega hasta las tres. Por la tarde íbamos a merendar, y después al baile. Todos los domingos había baile.


Los domingos, después de misa, se subía a las bodegas.
Bodegas de la Fuente en Santa María del Campo, 1967
(Gentileza de Cesáreo Gómez Gómez) 



Después de la bodega, al baile.
Plaza Mayor de Santa María del Campo, circa 1945.
(Gentileza de Cesáreo Gómez Gómez) 


DE MISA A LA BODEGA

Los domingos veníamos por las mañanas. Aquí, se salía de misa (hace muchos años) y en vez de ir a tomar el vermú al bar, se venía aquí a las bodegas. Se cogía una bolsita de aceitunas, una latilla, unas patatas, un poco queso, y a pasar la mañana aquí. Los hombres solo. Y por la tarde, la juventud íbamos a merendar, unas chuletas, las asábamos fuera. Cada vez tocaba en uno [un merendero] “Hoy me toca a mí las llaves”, cogíamos… éramos una cuadrilla… cada uno teníamos nuestra cuadrilla y cada uno su bodega. Pero había casas que éramos cuatro o cinco hermanos y casi siempre estaba abierta, porque hoy le tocaba a uno, que era de una cuadrilla, a otro día le tocaba a otro, que era de otra. Y después de merendar había la costumbre, que es cuando igual te emborrachabas un poco, de ir a “vamos a tirar de tapa”; después de merendar [se decía] “vamos a la bodega de tal”, que tiene una cuba que está muy buena, y “a tirar de tapa”, en vez de la canilla [de la cuba], cogíamos el vaso, que era la costumbre de golpearlo un poco en la misma cuba, porque si no... dice que el alcohol está todo arriba; cogías, lo golpeabas y eso era “tirar de tapa”. (sic. Pablo Delgado) 

SE DEJÓ DE IR A LAS BODEGAS   

        Aquel bullicioso ambiente en las bodegas, tan gráficamente descrito en los testimonios recogidos, no hace tanto tiempo que desapareció. Artemio tiene claras las causas, aunque no sean las únicas: 

         Se ha dejao de ir porque se rompieron [abandonaron] ya los majuelos… porque ya la gente no quería trabajar en el viñedo, no era rentable. Ahora, en estas fechas, tenías que estar en el majuelo tapándoles, echar tierra alrededor de la cepa para que los racimos engordarían más. Y eso ya..., ha llegao la generación de esta juventud que no quiere trabajar y se han marchao todos, y el que ha podido meterse en la fábrica pues se ha metido en la fábrica.   


Santa María del Campo. 
Señoritas por las Bodegas del Hoyo, circa 1945.
(Gentileza de Cesáreo Gómez Gómez)

viernes, 24 de mayo de 2024

DE BODEGAS MOCHAS Y MERENDEROS (I)


Pintoresca y tradicional bodega en Santibáñez de Esgueva.

 

FOTOGRAFÍAS: Merenderos (Santa María del Campo y Ciadoncha, 2024) .

Bien puede decirse que Burgos cuenta con dos mundos subterráneos. Uno es el de las cuevas naturales, cuyo número es incontable, y otro es el de las bodegas vitivinícolas, excavadas artificialmente a millares en amplias zonas de la provincia. Dos mundos subterráneos, uno natural y otro artificial, sobre los que todos los burgaleses habremos pisado alguna vez, aunque sea solo sobre sus respectivas techumbres. Del primer mundo, más ignoto, sabemos algo de sus maravillas esculpidas por el agua por los trabajos de grupos espeleológicos y habilitaciones turísticas, del segundo conocemos algo más y nos resulta más familiar, aunque nada más sea por el hecho de que el uso de las bodegas ha sido continuado, desde hace siglos y hasta nuestros días, y porque a la vista están los millares de ojos salidos de la tierra que nos miran en superficie a nada que nos movemos por los pueblos donde hay o hubo viñedos. La asociación entre ambos mundos es clara, nace de la oscuridad que ambos comparten. Sin embargo, no es hablar de las cuevas naturales, de las que tantos recuerdos guardo por mis años de exploraciones bajo tierra, lo que me trae hoy aquí. Más bien quiero referirme a las bodegas del vino, o quizá debería decir a las construcciones con forma de casa que desde mediados del siglo XX han ido adosándose a ellas, aquellas que ahora se conocen como merenderos y de cuyo origen, utilidad, disposición y arquitectura hasta ahora poco o nada yo mismo sabía.  

MERENDEROS DE LAS BODEGAS

         Parece generalizado, en algunos lugares, llamar bodega al conjunto formado por el subterráneo y el edificio que algunas tienen adosado, el merendero con forma de casa que sirve para reuniones gastronómicas de sus propietarios y amigos. Pero esta designación puede llevar a los no iniciados al equívoco, pues una cosa es la verdadera y tradicional bodega, con su nave, su lagar, sus pilas de pisado, escaleras e incluso su puerta de acceso, y otra es la mencionada construcción adosada que oculta la verdadera bodega. Me parece obligado hacer esta distinción, pues son estas últimas construcciones las que suscitaron mi curiosidad y me llevaron a ciertos lugares burgaleses de bodegas donde su presencia es generalizada. Tan notoria es esta presencia que a veces llegan a formar conjuntos con la apariencia de núcleo poblacional; conjuntos de edificios con una, dos e incluso tres plantas, que vistos en la lejanía y casi siempre ocupando cerros, ofrecen una imagen de pequeños pueblos con sus calles (faltaría en ellos una torre de iglesia sobresaliendo sobre dichos edificios para terminar de confundirnos.



Barrio de bodegas en Ciadoncha.
Visto en la lejanía aparenta ser un pueblo 



Merenderos en el barrio de bodegas de La Fuente,
en Santa María del Campo



Calle de bodegas en el Barrio de la Fuente, en Santa María del Campo.
Podría parecer la calle mayor de un pueblo,
pero se trata de merenderos que ocultan bodegas.
 "Es que las calles son para entrar a las bodegas con los carros,
pa descargar la uva. Entonces traían la uva con los carros"
(sic. Teodoro).

UNA EXCURSIÓN POR LAS BODEGAS DEL VINO CHURRILLO

         Recientemente (29/4/2024) hablábamos aquí de siete bodegas en Basconcillos de Muñó, de siete ojos arruinados que nos miraron retadores desde una ladera de este pueblo olvidado (no así su memoria). Por esos ojos profundos decidí aquel día que ya era tiempo de que en esta humilde bitácora las bodegas, siquiera tangencialmente y como un patrimonio histórico y etnográfico fundamental de Burgos, ocuparan un espacio que sin duda les correspondía (más de setecientas entradas y hasta ahora ni una palabra sobre ellas, no hay perdón). 

         No está muy lejos tampoco otro día de mayo, de ahora hace un año, en que visité el conjunto de bodegas de Ciadoncha. Fue en aquella ocasión, impresionado por las “casas” que ocultaban lo que eran las auténticas bodegas, cuando comencé a hacerme preguntas sobre ellas. Muchos porqués surgían por culpa de mi total ignorancia. Tenía que indagar. En el pueblo seguro que encontraría respuestas. Pero el señor Artemio, a quien alguien me remitió por ser la persona del lugar que más conocía del tema de viñas y bodegas, había ido ese día a Burgos.    

         Aún está caliente el día en que me acerqué de nuevo a Ciadoncha, con la misma intención y el mismo interés de hacía un año. Y de nuevo sucedió que no pude establecer contacto con el señor Artemio. Decidí entonces acercarme a Santa María del Campo, tan cercano, seguro que allí habría también bodegas, quizá muchas más por ser una población mayor, y seguro que encontraría alguien a quien interrogar. Acerté de plano. Me dirigí a la Residencia de la Tercera Edad, sabiendo que estas instituciones son depósitos de la memoria de los pueblos, y allí encontré a Teodoro González, de 89 años, que fue reparador de cubas y de quien obtuve inapreciables testimonios que paso a hilvanar. 

BODEGAS MOCHAS

Ha sido tan espectacular el cambio de imagen sufrido por algunos conjuntos de bodegas en algunas zonas de Burgos, por la inclusión de los susodichos merenderos, que hubo de inventarse un nombre para designar a las bodegas que no los tienen, o lo que es lo mismo, para aquellas que no sufrieron esta transformación y que guardan su imagen primigenia y tradicional. Así, en lo que concierne a Santa María del Campo, a estas bodegas, ya de muy escasa presencia, cuando no muy difícil de encontrar alguna, se las conoce como “bodegas mochas”. Según Teodoro,

Antes de hacer los merenderos todo eran [bodegas] mochas. [Lo que veías era] la boca de la nave con una puerta. El merendero nuestro le hizo mi abuelo. Los otros eran de adobe, nosotros la tiramos entera y la hicimos de ladrillo, porque era baja y se subían los chicos al tejao.  La tiramos y la hicimos nueva. Todavía existe una mocha, en [el barrio de bodegas de] La Fuente. Había quien tenía merendero dentro, pero la bodega mocha…, la bodega de mi suegro era mocha. Los merenderos se empezaron a hacer después de la guerra, por ahí, antes de 1950 no había ninguno. Entonces se puso el portal de cemento y se ponía una prensa (que las hacíamos nosotros), de madera con dos husillos, y allí hacían el vino, el que tenía lagar, y el que no…  y de la pila, a las cubas. Eran mochas todas. [Yo lo he conocido]. Eran mochas todas. Veías o tenían la boca de la nave con una puerta. Y al bajar, en medio, tenían en un lao el lagar y en el otro la pila para el vino. Y entonces, al bajar te pegabas con la viga.


Bodega mocha.
Antes de hacerse los merenderos,
las bodegas de Santa María del Campo pudieron lucir así. 


lunes, 29 de abril de 2024

LA MUJER DEL CUADRO RECUERDA BASCONCILLOS

Ludivina Vegas, memoria de la Granja Basconcillos


FOTOGRAFÍAS: Ruinas de Basconcillos de Muñó (2024) 

Como todos los años por estas fechas acostumbro a hacer un recorrido por la comarca de Muñó, con el simple propósito de saborear el color de sus campos. La primavera tiñe de verde intenso el largo periodo ocre de esta campiña donde crecen torres, verde fertilizado, todo hay que decirlo, que, al mezclarse con las tonalidades de la tierra sufriente, forma cuadros de especial belleza. Para esta ruta tengo dos opciones, una es la carretera que lleva a Santa María del Campo, y otra es la que conduce a Mahamud.  Las dos rutas parecen calcadas en su paisaje-valium, así que tanto da elegir una que otra si lo que se quiere es disfrutar de belleza y relajarse. En esta ocasión elegí la segunda, pues la excursión tenía una doble finalidad, la de llegar a Santa Cecilia para enseñar a mi querida acompañante una bodega con construcción adosada que a cualquiera puede llegar a confundir (ya hablamos de ella en otro lugar de este Cajón de Sastre, y comentamos su gran parecido con las obras de Gaudi). Esa era la intención, pero algo habría de cambiar nuestros planes, algo se cruzaría en el camino que nos llevaría a vivir momentos para el recuerdo.



Restos de Basconcillos de Muñó



GRANJA BASCONCILLOS 

        Ya en ruta, a unos quince kilómetros de Burgos llegamos al punto donde resisten unas ruinas, a un lado y otro de la carretera, que siempre llamaron mi atención pero en las que nunca llegué a pararme, no tengo claro por qué.  En esta ocasión íbamos con tiempo sobrado y nos detuvimos, siete ojos de bodegas destartaladas en una ladera nos incitaron a ello. Había que fotografiar los restos de lo que en verdad parecía un naufragio. Qué tendrán las bodegas, queridos amigos, que tanto nos atraen, ¿será tal vez su aspecto prehistórico?, ¿megalítico tal vez? Y si esto no fuera, ¿podríamos decir que las bodegas son una especie de catacumbas del vino? Miles de ellas se distribuyen por casi toda la provincia, miles también las que si no están caídas están a punto de hacerlo. Sin duda, el conjunto de todas, con sus lagares, es un patrimonio de enormes dimensiones que, en mi opinión, aún no ha sido suficientemente valorado. Picados por la curiosidad, quisimos saber detalles sobre este lugar de almas perdidas, así que procedía visitar el pueblo más cercano, Villafuertes, dos kilómetros más adelante, considerando que allí podríamos obtenerlos. No nos equivocábamos. Encontramos en esa hora de la soledad temprana a un vecino que se disponía a partir con su coche. Hicimos que se detuviera y preguntamos. Y así supimos que las mencionadas ruinas se corresponden con lo que fue la Granja Basconcillos. ¿Y usted sabe de alguien vivo que vivió allí?, inquirimos sin mucha esperanza de encontrar una respuesta afirmativa. Pero se obró el milagro: “Pues sí, en Villangómez hay una mujer mayor que vivió allí, se llama Diluvina”. ¿Diluvina? Extraño nombre, debía ser un error, sospechamos que tal vez sería Ludivina.  


Bodegas de Basconcillos, una para cada vecino


Y fue así cómo, una vez más, nuestro rodar nos llevó al pueblo de los pollos, famoso ya por los murales en sus medianías y ruinas, donde nosotros mismos habíamos estado en septiembre de 2023 al reclamo de dicho arte. En aquella ocasión quedamos impresionados sobremanera por un cuadro de gran viveza, el de una mujer mayor de afable presencia en acción de pelar una gallina, o un pollo, que vaya usted a saber las plumas. Una mujer que podría haber salido de la imaginación del artista, pero que, en realidad, y como a continuación se podrá ver, se trata de una vecina que venturosamente vive en Villangómez.


Cuando la iglesia de Basconcillos todavía estaba en pie.
Posan los vecinos Leopoldo Revilla y Benedicta Barriuso. 
(Foto: gentileza de Ángel Custodio)


LUDIVINA, LA MUJER DEL CUADRO (nada que ver con la película)

Todavía en las beatíficas horas de la mañana, callejeamos por Villangómez con intención de encontrar un alma a quien preguntar por Ludivina. Afortunadamente no tardó mucho en aparecer, A lo lejos vimos a una mujer que parecía entrada en años. Corrimos hacia ella, no fuera a ser que la perdiéramos al doblar cualquier esquina. Buenos días, saludamos a cierta distancia. Ella se paró. ¿Sabe usted dónde vive la señora Ludivina?, interrogamos. “No sé si en estos momentos les podrá atender”, dijo ella, con cierta y castellana sorna, ante nuestra sorpresa, aunque en seguida se identificó como la mujer que buscábamos: "Soy yo. ¿Qué desean?"

Así nació una conversación que habría de depararnos interesantes detalles sobre el despoblado de Basconcillos, a la sazón “Granja de Basconcillos", que es como ahora y desde hace mucho tiempo se conoció y conoce a lo que un día fue un pueblo normal y ahora es un conjunto insignificante de muñones, de casas, de la iglesia y de las bodegas. Ludivina Vegas, nacida en Villafuertes, vivió en esta Granja de colonos renteros, a donde la llevaron siendo niña pues allí trabajaba su padre, veinte años, desde los siete hasta los veintiocho, que es cuando marcharon a Villangómez. Fue un periodo suficiente para crear raíces, recuerdos y afectos. Por eso hoy bien se la puede considerar como guardiana de la memoria de aquel lugar yermo. Ahora, a sus 89 años, esta mujer, de carácter abierto y cordial, rememora, cuenta y transmite con gran generosidad:Me acuerdo mucho [de Basconcillos], porque hemos vivido tanto y tan bien allí que lo añoro de verdad. Me acuerdo mucho, porque hubo una convivencia tan buena con todos los vecinos, y lo pasábamos tan bien…”. 


SIETE VECINOS, SIETE CASAS, SIETE BODEGAS

“Éramos siete vecinos [viviendo] en siete casas de adobe que, como no eran nuestras, nadie se gastaba un duro para arreglarlas. Eran casas malonas, de planta y piso, y encima había un palomar”. Así describe Ludivina la Granja Basconcillos, un humilde lugar de colonos, a cuya dueña (o a una de las dos dueñas, pues eran dos hermanas y cada una con una parte de las fincas), María Varona, la misma que tuvo en propiedad el palacio de Villaverde Mogina, pagaban rentas.

ESCUELA EN VILLAFUERTES

        “A la escuela bajábamos a Villafuertes, 2 kilómetros, que teníamos ahí la abuela. Bajábamos to los días a Villafuertes a la escuela, cuatro o cinco niños juntos, y alguno no quería bajar y tenía que bajar la madre con él”.   

CEMENTERIO, LADRONES DE CRUCES

        “Había cementerio, estaba pegado a la iglesia, lo que pasa es que los chatarreros se han llevado las cruces”.

ÚLTIMOS ENTERRADOS

        “Unas niñas de un señor, que nacían mal cuando nacían, que no sé qué le pasó [al señor], que esas niñas no se le criaron. Y luego una señora, que se mató yendo en la bici y creo que trajeron [allí] las cenizas”.

 ULTIMO NACIDO

José Ramón Vegas, un hijo de Ludivina.  Su nacimiento tuvo lugar el 1 de mayo de 1966.

EL FINAL

Sucedió cuando había dos mujeres viviendo solas, circa 1970.  Ludivina lo recuerda así: 

[La última viviendo en la Granja] fue una abuela mía. Nosotros nos fuimos un poco más pronto. Una abuela mía, tenía una tía soltera, y mi abuela, y esas se quedaron solas. La abuela se llamaba Leonor Temiño, y la hija Clementina González. Y luego ya, cada uno nos fuimos a un sitio. Estuvieron poco tiempo la abuela mía y la tía, estuvieron muy poco tiempo solas, porque ellas se quedaron solas allí, y entonces luego las trajeron aquí, y aquí murieron luego ellas”.

LA IGLESIA Y LA FIESTA

La iglesia está todo hundida. Aquí [en Villangómez] está la Virgen del Rosario, que era la patrona de allí, esa la trajeron aquí. Allí to la vida fui a la fiesta allí… la fiesta de Villafuertes es el mismo día, y entonces había música, subían los músicos a darnos diana a las chicas, porque éramos entonces cuatro o cinco mozas de mi tiempo allí, y subían a darnos diana los mozos. Y luego, [para] el baile bajábamos a Villafuertes. [Venían] los almendreros, que entonces los almendreros y aquellos del bote subían por la mañana. Y luego, ya por la tarde, bajábamos a misa a Villafuertes, y a la procesión y al baile.      

A LA CHARLA SE AGREGA ÁNGEL CUSTODIO

Casi al final de la conversación con Ludivina se agregó Ángel Custodio, vecino de Villangómez pero que tuvo especial relación con la Granja Basconcillos. No en vano, cuenta, “Yo tengo allí enterraos a mi madre, a mi abuela, la madre de mi madre, una hermana de mi madre, que murió aquí y las cenizas las llevó allí, un sobrino y una sobrina hijos de ella”.  

CASETA DEL MAJUELO, “COMO LA DE LOS INDIOS”

        Ángel Custodio nos recuerda también que en la Granja se trabajaron viñedos. Y para ilustrarlo pone como ejemplo la existencia de casetas donde se apostaban vigilantes para evitar la sustracción de racimos: “Yo me acuerdo que tenían una caseta como la de los indios. Y es que pasaban los coches [por el pueblo] y cogían racimos. Cuando iba con mi difunto abuelo to los domingos y los sábados al majuelo, que tenía ahí, y tenía una caseta hecha como las de los indios, porque decía que pasaba la gente con los coches y se paraban a coger los racimos. Tenían una caseta los majuelos, y recuerdo que cuando iba allí…”.

SEÑORA LUDIVINA, LA MUJER DEL CUADRO

Cuando la conversación estaba llegando a su fin surgió un instante de asombro:

Pero… pero… usted [por Ludivina] ¡es la mujer del cuadro que está pelando un pollo… el famoso y premiado mural!”. “Esa soy yo”, dijo. ¡Cómo pudo ser que no lo advirtiéramos antes!  Seguramente por la emoción que nos transmitía su relato.   


Ludivina Vegas, la mujer del cuadro