Elías Rubio Marcos y su "CAJÓN DE SASTRE"

Recopilación de artículos publicados y otros de nueva creación. Blog iniciado en 2009.

martes, 4 de febrero de 2025

PERFORMANCE EN VILLAVETA (BODEGAS XI)

                

Parcial de foto general. Mujeres y hombres, pañolones y sombreros,
coloños y cestos para cargar uva, perros, y hasta un burro.
Todo sirvió para dar verismo a la escena.  


FOTOGRAFÍA: Performance en las bodegas de Villaveta,  de la convocatoria "Mi Pueblo es el Mejor". (fotógrafo desconocido pero que nos gustaría conocer).

Ayer volví a Villaveta, a ese pequeño lugar en el que, el 3 de septiembre pasado, refugiado en el coche con parte de mi familia, temí ser abducido y lanzado a la estratosfera como consecuencia de una descomunal tormenta, de vientos huracanados y torrencial lluvia, como jamás se había visto en el pueblo ni en su contorno. Seguro que lo recordáis, queridos amigos, pues os lo conté en este Cajón de Sastre al día siguiente, cuando la tormenta ya era solo un mal recuerdo. Quizá recordéis también que os hablé de las bóvedas de la iglesia del pueblo, que tanto nos maravillaron cuando se hizo la calma, obras dignas de una catedral y que parece increíble que se encuentren en un pueblecito tan humilde. Pero no es de esto ni de aquello de lo que hoy quería hablaros. He vuelto, digo, con mi compañera, a Villaveta, pues quería ver el rincón donde aparcamos el coche en aquella ocasión creyendo que en él íbamos a estar protegidos del ciclón. No fue así, no fue un buen refugio, ningún lugar en el exterior lo hubiera sido, tal fue la fuerza de la tempestad. En fin, todo aquello son truenos y agua pasada, y en esta nueva visita, al contrario que en la descrita, el sol fue generoso para con el pueblo, paseándose y sembrando de luz plazuelas, callejuelas y el imponente campanario palomar. Ello nos animó a pasear a nosotros también y a buscar el barrio de las bodegas (que no hay pueblo en los partidos de Villadiego y Castrojeriz que no tenga su propio barrio de bodegas, uno o incluso más). No hizo falta ir muy lejos, pronto, a las afueras, por el norte, muñones descarnados de adobe sobre un terreno alzado nos anunciaron que allí debía encontrarse dicho barrio. Como así fue. Aquellos muñones rojos parecían, en efecto, restos de bodegas derrumbadas, o por mejor decir,  de los merenderos que hubo sobre ellas, aquellos donde un día se elevaron porrones y comieron arenques. Pero no todas las bodegas están hoy hundidas y enterradas, algunas hay, mochas y sin merendero, que mantienen sus puertas, lo que permite adivinar que su interior guarda la misma oscuridad y el mismo frío de los siglos pasados, además de algún vino churrillo haciendo edad. Otras pueden verse, muy pocas, sobre las que se han construido merenderos modernos de caprichosa arquitectura. Dar pasos sobre este campito, donde uno puede tropezar con las bóvedas camufladas por la hierba, es un riesgo hoy, pues los derrumbes están al acecho y puedes ser tragado al menor descuido y en cualquier momento.

Bueno, y todo lo anterior, ¿para qué? ¿Cuál es el motivo de este introito y de esta entrada? Todo tiene su razón de ser, amigos, os cuento. Tras nuestra visita a las bodegas, nos acercamos a la plaza del pueblo, donde nos alegramos de que la cantina estuviera abierta. Entramos, era buena hora para un café. Y allí fue donde saltó la sorpresa de la mañana. En una de sus paredes vimos una fotografía enmarcada que tenía su miga. Cuál no sería nuestra sorpresa al ver en ella a todo un pueblo reunido delante de las bodegas que acabábamos de abandonar. La foto parecía corresponder a una de las convocatorias anuales que en Diario de Burgos se hace cada verano con el título de “Mi Pueblo es el Mejor”. En cada una de ellas los pueblos participantes hacen lo que buenamente pueden para tratar de ser los “mejores”, creando performances de todo tipo, a veces ciertamente interesantes. Este puede ser el caso de Villaveta, que encontró la manera de recordar vendimias pasadas (aunque no olvidadas), recuperar el valor de las bodegas y el costumbrismo ya perdido en torno a ellas. Y así, ataviados con sombreros de paja y ropas de antaño durmientes en los desvanes, y mostrando cestos y útiles de todo tipo necesarios para la vendimia y transporte de la uva, los vecinos de la foto recrean un ambiente pasado que conmueve. Llama la atención el hecho de que en la imagen solo aparezcan tres niños, el resto parece gente de cierta edad, sin duda personas que debieron conocer bien aquella vida de uvas no tan lejana.

Ahora ya solo resta que los vecinos, hecho su cuidado performance, valoren y consoliden los testimonios de bodegas que aún permaneces en pie para que su pueblo pueda seguir presumiendo de su pasado vitivinícola.


Testigos añorantes de una actividad vitivinícola que hace tiempo se perdió. 



lunes, 27 de enero de 2025

UNA BODEGA MULTIUSOS (BODEGAS X)


Sobre una de las dos bodegas se construyó un merendero y un palomar

FOTOGRAFÍAS: Bodega-merendero-palomar en Villangómez (Tomada en julio de 2024)  

                           

 Feliz año, amigos, y perdón por el abandono al que os he sometido. A ver si puedo abrir el Cajón, que seguro que habrá creado óxido por falta de uso. Uf, suenan los goznes, como en una película de terror, pero parece que va a haber suerte. ¡Ya está, el cajón, por fin, se ha abierto! A simple vista todo lo veo tal cuál lo dejé antes de las fiestas navideñas, o sea, como un totum revolutum de cientos de historias menores, muchas de las cuales ya tengo olvidadas. Heme aquí, pues, dispuesto a sumar contenido en este Cajón, mi particular archivo, que bien sabéis que es también el vuestro. Para ir aclimatándome, regreso a las bodegas para dar cuenta de un asuntillo relacionado que en su día me llamó la atención por su indudable valor etnográfico. Me refiero a una bodega antigua en Villangómez que, con el paso del tiempo, fue transformándose hasta convertirse en un edificio de usos múltiples. Primero (de eso hará una eternidad), fue un subterráneo del vino con todos sus pertrechos, una bodega con toda ley; después, el edificio se recreció para dar lugar a un merendero, y más tarde, un poco más para alumbrar un palomar. De esta manera, lo que hoy vemos ha de llamarnos la atención, pues nos habla de cómo, a veces, las necesidades agudizan el ingenio. Por lo que me fue contado, la bodega, con su eclecticismo popular, sufrió dichas transformaciones hacia la mitad del siglo pasado.

 

sábado, 4 de enero de 2025

FELIZ 2025


deseo  a todos los amigos de este Cajón de Sastre, y a los que no lo son, también. Ojalá esta cerradura y esta llave que veis sirvieran para abrirnos a un mundo mejor, libre de odios que solo conducen a la frustración y a la infelicidad.  

martes, 10 de diciembre de 2024

EL CARRO Y LOS AEROGENERADORES, TESTIGOS DE ÉPOCA


FOTOGRAFÍAS: Tomadas en Acedillo, 2004 y 2019 

 

EL CARRO EN SU GARAJE, LA DESPOBLACIÓN GENERA RUINAS 

El garaje se desmoronó y dejó a la vista la joya que guardaba dentro, un carro con su preceptiva matrícula, en este caso de Acedillo. La fotografía es de 2004, queridos amigos, por lo que cabe suponer que del conjunto, una vez transcurridos veinte años, ya no quedará nada. El carro fue en su momento una tecnología avanzada, una modernidad imprescindible. Poco a poco, fue implantándose en la vida de nuestros pueblos he hizo más fácil las actividades campesinas. Los bueyes fueron el mejor motor para su rodar en cualquier terreno, pero los nobles bóvidos se griparon y pasaron a mejor vida, ya no quedan bueyes. Por supuesto que no descubro nada diciendo todo esto, pero hay algo en la insólita imagen que invita a la retrospección, probablemente también a la melancolía. Este carro, en su día, durmió confortable en el garaje que ahora veis arruinado, queridos amigos, como duermen ahora nuestros lamborghinis. ¿Qué habrá sido de él?   


Se desmoronó el garaje y el vehículo quedó desguarnecido 


 ARROGANTES MOLINOS DE VIENTO ...

No solo transforman el paisaje, también la evocadora imagen de los pueblos. Los aerogeneradores, situado aquí y allá, a veces sin orden ni concierto, se han adueñado del territorio y de nuestro cielo sin compasión. Nos hemos acostumbrado a verlos, arrogantes, recortados en montes y altozanos, también a su grave rugir. Ya no nos queda fuerza moral para enfrentarnos al progreso y dejamos hacer. Pero sospechamos que un día llegará en que estos monstruos se bajen de su pedestal, se humillen antes nuevas energías y se conviertan en deshechos de una época.  

 

,,, transforman el paisaje de nuestros pueblos 

martes, 3 de diciembre de 2024

SUENA EL TELÉFONO..., LLAMADAS EN LA SOMBRA



Algo tan pequeño y... 

 FOTOGRAFÍA: Teléfono móvil (Tomada en diciembre de 2024)

 


El cabreo que tengo por  tantas llamada comerciales como de un tiempo a esta parte vengo recibiendo me lleva a reproducir una entrada escrita hace diez años:


Soy de la opinión de que, en muchos casos, las nuevas tecnologías nos complican la vida, más que facilitárnosla, y nos hacen menos felices. Seguro que alguno de vosotros, queridos amigos de este Cajón de Sastre, habéis pensado lo mismo en alguna ocasión. Tengo un teléfono móvil pequeñito, diría que insignificante, sin más servicios que los de responder y llamar. Apenas mis dedos pueden manejarlo, pues a veces tecleo varios números a la vez y tengo que ponerme las gafas de cerca para ver los números. Pero bueno, no necesito ni quiero más, aun con todas las incomodidades, me voy arreglando. Ocurre, sin embargo, que no es la cuestión de tamaño del aparatillo ni los escasos servicios que me presta lo que más me molesta, sino las veces que me lo pongo en la oreja para contestar a números de teléfonos anónimos que me llaman, cuelgan y no dicen nada. Estas llamadas tramposas y sin identificar, de silencios cortos pero profundos, pueden interrumpirnos en momentos claves de nuestra vida, a veces en nuestros sueños, que tanto nos ha costado conciliar, otras veces en momentos de declaración de amor, y quizá, Dios no lo quiera, en el trance de un drama familiar que necesita de nuestra máxima atención.

Y me pregunto si estas llamadas no pueden ser perseguidas por ley, si esta impunidad con la que algunos nos agrian la vida por teléfono debería ser tipificada como delito (¿Lo es ya?).  

¡Ah, qué tiempos aquellos de Telefónica como único servidor! Recuerdo muy bien al operario de esta empresa que venía presto a casa a reparar o revisar nuestro teléfono de mesa cuando se producía alguna avería. Era como el cartero, el lechero o el panadero o el de Círculo de Lectores, el practicante, alguien entrañable a quien conocíamos bien, como de casa. ¡Que tiempos los de aquellos teléfonos de mesa, de volumen más que digno y de sonido potente y unívoco! Si se averiaban, el operario nos ponía uno nuevo, de manera gratuita, y se acabó el problema. ¡Eso era un servicio! Desgraciadamente, aquello no duró mucho, poco a poco los aparatos iban siendo de peor calidad y más pequeños, hasta que todo acabó con las “nuevas tecnologías” y la eclosión de los móviles.

 En fin, vamos sobreviviendo como podemos. 

domingo, 1 de diciembre de 2024

EL MORAL APUNTALADO

         

Apenas un puñado de hojas resisten como testigos del otoño. 


FOTOGRAFÍAS: Moral de Revenga (Tomadas en noviembre de 2024

       Quise fotografiar el moral de Revenga en su versión otoñal, que es cuando se viste de amarillo y ofrece una de sus más bellas versiones, por no decir la más bella, pero por una causa y por otra lo fui dejando, y cuando por fin pude visitarlo, hace apenas tres días, ya era demasiado tarde, pues apenas un puñado de hojas escondidas podían verse a resguardo de su inmenso y arrugado tronco. He dicho viejo y arrugado, aunque también podría haber dicho anciano y decrépito, ya que, para que os hagáis una idea, queridos amigos de este Cajón de Sastre, el moral necesita ahora media docena de gruesos postes para sujetar tan solo una de sus ramas, la principal. Han pasado siete años desde mi última visita. Entonces todavía el árbol, creo recordar, no usaba cachava para mantenerse en pie, pero hoy necesita no una, sino seis. Los siglos le pesan, y por eso los vecinos de Revenga, quizá pensando que su monumental moral ha de durar tanto como su iglesia románica, pues creen que ambos son hermanos y que nacieron y plantaron al mismo tiempo, hacen lo posible para mantenerlo erguido y con cierta dignidad.


La inmensa Rama de la Fuente necesita hoy seis cachavas para sostenerse

Se fueron las hojas amarillas. Otro otoño ha de venir, espero.


Sobre el gigantesco y viejo moral de Revenga escribíamos en el verano de 2015:  

 EL MORAL DE REVENGA                    

En 300 años no quedará un solo árbol en el planeta, nos lo acaban de decir los que estudian y saben del tema. La demoledora y creíble noticia está caliente aún, como recién salida del horno, y nos ha golpeado donde más debe dolernos. Por eso me ha parecido oportuno traer hoy aquí, a modo de homenaje a nuestros bosques y arboledas, un nuevo monumento vegetal de los numerosos que atesoramos en Burgos, un ejemplar singular más que acompañará a los muchos que llevamos ya guardados en este Cajón de Sastre. Se trata del viejo moral de Revenga, otro de los que crecieron al amparo de las iglesias y ermitas de nuestra provincia, románicas o góticas. Un desvencijado y retorcido árbol que acabo de descubrir, que se resiste a morir y que durante siete siglos ha abastecido de moras al campo de Muñó y aledaños. Se le conoce como El Moral, sin más sobrenombres, aunque algunas de sus hijas-ramas, tres, que llegaron a ser descomunales, pero que ya cayeron por su peso y volumen, fueron merecedoras de nombres propios; Rama de las Campanas, llamaban a la que se dirigía hacia el campanario; Rama de la Fuente, a otra que se enfilaba, desafiando la gravedad, hacia el venero, y Rama de las Tralleras, a la que no producía moras, quizá por su juventud y múltiples ramificaciones venosas.

De Presencio, de Ciadoncha, de Villaverde, de Villafuertes, de otros pueblos de la zona, se acercaban a partir del día de Santiago para hacer acopio de moras del famoso moral de Revenga, que no sabe que dentro de tres siglos ya no existirá.   

jueves, 21 de noviembre de 2024

DE NECRÓPOLIS ALTOMEDIEVALES (II)

 

Peña de San Clemente en Quintana María,           .
espolón rocoso sobre el que se asienta una necrópolis rupestre.

Necrópolis rupestre en la Peña de San Clemente.

Necrópolis en la Peña de San Clemente.
Se advierte un grupo de enterramientos infantiles,
alguno pudo pertenecer a bebé o mortinato.


FOTOGRAFÍAS: Necrópolis de Quintana María (Tomadas en noviembre de 2024)

La elección del lugar para el asentamiento de las necrópolis rupestres de la Repoblación podría ser un interesante motivo de estudio. Queda sugerido. Ya hemos visto cómo esos cementerios sin hoyo en tierra debieron estar separados de los poblados, decíamos que por motivos de salubridad, para no estar sujetos a la mala influencia de los cuerpos enterrados y en descomposición. Quedaría por saber por qué se excavaron en roca y no en tierra, y por qué están situados en los lugares en que se encuentran y no en otros. Para lo primero, la respuesta podría estar en el hecho de que aquellos grupos pensaran que en roca los cadáveres serían mejor conservados, sin opción a que los animales pudieran desenterrarlos y devorarlos, mientras que, en tierra, si no se hacía un hoyo muy profundo, dicha posibilidad sí podía existir. Podría ser esta una explicación, y también que se creyera que en roca las tumbas rupestres serían para siempre. Ambas soluciones estarían dictadas por nuestra propia y actual lógica, pero en aquel cristianismo remoto de la Repoblación el pensamiento pudo tener su propia idiosincrasia y pudo regirse por otros indicadores. Este es un asunto que nos llevaría muy lejos, queridos amigos de este Cajón de Sastre, conformémonos aquí en hacernos preguntas y no dar respuestas para las que no estamos preparados, que para esto doctores tiene la Iglesia.  

Sigamos con las tumbas. Decíamos que, excavadas en roca, debieron llevar pesadas losas (hoy desaparecidas), como sugieren los rebajes para su asentamiento, aunque no en todas. Ojo, no confundir estos rebajes con las acanaladuras para desviar el agua de lluvia, lo que ha de plantearnos otra duda más: los enterramientos infantiles, que en gran cantidad pueden verse en este tipo de necrópolis, ¿llevarían igualmente losas como cubierta?  Sobre esto cabría pensar que algunos si las tendrían y otras no, y en este sentido podría decirse que no podía ser lo mismo el enterramiento del cuerpo de un niño de seis años, por ejemplo, que el de un bebé de meses o un mortinato, suponiendo que estos mortinatos, se enterraran, cosa que, si así fuera, podría deparar nuevos campos de estudio y problemas para resolver. Sobre este asunto vendría a poner una pequeña luz la necrópolis de Quintana María, donde se observan, junto a pequeñas cazoletas excavadas y arrimadas a las tumbas, que bien pudieron servir para ofrendas, alojamientos para todo tipo de cuerpos, desde adultos hasta los más pequeños, con alta incidencia de los medianos, lo que llevaría a pensar en una alta mortandad del grupo en algún determinado momento. En todo caso, cuarenta sepulcros, que son los que están a la vista, no son muchos como para hacer una evaluación en este sentido. Quedaría por responder a la pregunta de por qué algunas de estas necrópolis se excavaban en lugares despejados (Revenga, Quintanilla de Santa Gadea) y otras en lugares escarpados y con  amplios horizontes, como es el caso de Quintan María, localizada en el borde de un cortado rocoso (“Peña San Clemente”) y desde el cual se domina una impresionante cadena montañosa, con el Monte Humión y la Muela de Frías como hitos lejanos, o como es el caso también de la necrópolis de Pajares, situada en la parte superior de una escarpada peña (“Peña el Mazo”), un lugar que hoy nos parecería imposible para implantar un cementerio. Ambos casos se explicarían por razones de ventilación, aunque no es descartable que podría tener un significado más simbólico o profundo, algo que pudiera tener que ver con el pensamiento mágico en un tiempo de oscuridad como el de la Alta Edad Media; así, una necrópolis con vistas tan amplias podría estar en ese trasfondo.  

Otras muchas preguntas sería lícito hacerse y para las que tampoco encontraríamos respuestas definitivas. Una última aquí sería si cuando había alta mortandad y morían a la vez o en pequeños intervalos distintos miembros de una misma familia estos se enterraban igualmente en tumbas antropomorfas individuales. Dado este caso, ¿quién horadaba los huecos?, ¿dónde permanecían los cadáveres mientras aquellos se hacían y cuánto se tardaba en hacer cada uno? Y aún más: supuesto que no había panteones familiares, ¿se colocaban juntos los fallecidos o simplemente se enterraba cada uno donde todavía quedaba sitio? Sobre esto, llama la atención en la necrópolis de la Peña San Clemente una suave elevación en el centro del promontorio rocoso donde se pueden ver, muy arrimadas unas a otras, media docenas de tumbas de niño; ¿acaso murieron en brevísimo espacio de tiempo?, ¿serían de la misma familia? Nunca lo sabremos. 

Estas preguntas y muchas más, todas a mi juicio oportunas, pueden surgir al visitar las “pintorescas” necrópolis rupestres de Burgos.


Sobre la tumba de un niño se aprecia una cazoleta, posiblemente para ofrendas.

 

Desde la Peña y tumbas de San Clemente puede verse en el horizonte
el Pico Humión y el cerro de La Muela (Frías)
envueltos en la niebla.


Necrópolis en Quintanilla de Santa Gadea.
¿Hueco para mortinato, o vaso para ofrendas?


sábado, 16 de noviembre de 2024

DE NECRÓPOLIS ALTOMEDIEVALES (I)

 

Necrópolis de Cuyacabras (Quintanar de la Sierra).

FOTOGRAFÍAS: Necrópolis de Cuyacabras (2022), Quintanilla de Santa Gadea (2017) y Villanueva Soportilla (2024).

Recientemente he visitado varias necrópolis altomedievales excavadas en roca (Quintanamaría, Villanueva Soportilla, Cuyacabras, Revenga). Hay algo en estos cementerios de tumbas antropomorfas, de la época de la Repoblación, que me atrae especialmente; tal vez por mi vocación frustrada de arqueólogo, o quizá por la cantidad de dudas que siempre me surgen cuando estoy pisando sobre ellos. Se me dirá que mis dudas han sido estudiadas y respondidas por especialistas y que poco o nada puede añadirse ya. No estoy seguro de ello. Hay aspectos que, en mi opinión, y en mi ignorancia, creo que no se han tratado con suficiente claridad, lagunas que quedarían por despejar y que son las que siempre me han llevado a especular y a plantearme preguntas, seguramente las mismas o parecidas preguntas que os habréis hecho vosotros, queridos amigos de este Cajón de Sastre, cuando habéis visitado alguno de estos cementerios. En este sentido, la primera de las interrogantes surgidas a un profano en la materia sería la de conocer la localización del poblado, asunto fundamental pero casi siempre complejo de concretar. Cabe pensar que se encontraran prudencialmente apartados de las necrópolis, por la simple razón de protegerse de los malos efluvios e insalubridad que podía emanar de los cuerpos en descomposición enterrados (es muy probable que los sellados de las tumbas, con losas o capas vegetales,  no serían del todo herméticos). Pero esta ubicación, a veces, cuando no se ven restos arqueológicos en superficie, no es fácil de situar, pues si algún resto hubiera quedado, después de más de mil años transcurridos estará muy enterrado e imposible de descubrir si no es con métodos de rastreo y localización modernos, lujo que, intuyo, quizá nunca se van a emplear en yacimientos que, por lo general, deparan muy  pobres hallazgos. Abundando en ello, pienso que ni aun conociéndose los aportes histórico-documentales sobre grupos y movimientos de la Repoblación, ni ayudados por la toponimia (tan valiosa en ocasiones) serviría para situar con precisión dicha localización. Arqueólogos hay a los que compete esta cuestión.

Otras muchas interrogantes pueden plantearse, entre ellas las de cuánto tiempo de vida tuvo el poblado en un mismo lugar, de cuánto “vecindario” se compuso o cuáles fueron las causas de su desaparición, si fue por política de los conductores-directores de la Repoblación (por lo general monjes), por traslado a lugar más seguro o por haber sufrido algún fuego o epidemia de especial incidencia que los consumió, entre otras posibles causas, en realidad, todas las que podamos imaginar. Pudo suceder también que cuando decidieron moverse no se desplazaran a lugares lejanos y que, por el contrario, se establecieran cerca y dieran lugar así al nacimiento de alguno de los pueblos hoy existentes en su entorno. Podría ser. En cuanto al número de pobladores que componían el núcleo creo que sería muy difícil hacer una aproximación, ya que por aquellos tiempos oscuros (ss. IX y X) no debían hacerse padrones, y si por algún tipo de milagro se hubiera hecho algo parecido no ha llegado hasta nosotros. Resulta evidente, eso sí, que por el número de enterramientos que están a la vista, puede deducirse que unos poblamientos tuvieron mayor o menos número de habitantes. Así, grupos de mayor población debieron ser los de La Sierra (Revenga y Cuayacabras), con cientos de tumbas, y más reducidos los norteños de Quintanamaría y Pajares, por citar solo algunos.    

Sirvan las reflexiones anteriores como marco para situarnos en dichos cementerios de la Repoblación excavados en roca, monumentos singulares que tanto nos llaman hoy la atención, que sirven como reclamo turístico y que tantas interrogantes pueden plantear al visitante curioso, como es el caso de quien suscribe. Lo veremos en siguiente entrada.


Necrópolis de Santa María de Tejuela  (Villanueva Soportilla).

"Tumbas de los Moros", necrópolis en Quintanilla de Santa Gadea.


martes, 12 de noviembre de 2024

ATARDECERES DEL COVID, LOS DÍAS QUE SE FUERON


Monte del Arreadero, escenario fijo para los días que se van.

FOTOGRAFÍAS: Atardeceres en días de Covid (Tomadas en 2020)

Testigos del sufrimiento de los mortales que habitamos este planeta (amenazado por cualquier esquina que miremos, todo sea dicho) los días del malhadado Covid se fueron marchando a la chita callando, ocultándose detrás de montañas y horizontes lejanos. Su manera de irse fue silenciosa y melancólica, como era y es su costumbre desde que el mundo es mundo. “Ahí os quedáis, humanos, aliviad vuestro infortunio con mi arte, mañana os visitaré de nuevo y veré cómo va vuestra fiebre”, parece que decían, uno tras otro, al despedirse con retazos pictóricos de ensueño. Los días que se iban, con sus cautivadores atardeceres, recreaban y suavizaban una miga los forzados aislamientos a los que se nos había sometido.

Tuve el privilegio de contemplar aquellas despedidas siempre en el mismo lugar, siempre con el mismo fondo, queridos amigos de este Cajón de Sastre. Aquí os dejo un breve recuerdo, una bella muestra de los días que se fueron en tiempos de Covid, que la disfrutéis.


11 DE MARZO DE 2020


11 DE MARZO DE 2020

2 DE MAYO DE 2020

MAYO DE 2020

1 DE JUNIO DE 2020

9 DE AGOSTO DE 2020

18 DE AGOSTO DE 2020

28 DE AGOSTO DE 2020

      

domingo, 3 de noviembre de 2024

RAÍCES INMORTALES


Muñón de un gigante en Quintanilla de Santa Gadea


FOTOGRAFÍAS: Muñón de roble en Quintanilla de Santa Gadea (Tomadas en 2024 y 2016). 

Se acabaron los caminos nuevos, o es que ya no sé encontrarlos. Transito por aquellos que hollé en un pasado tristemente lejano. Ya nada por descubrir, solo los cambios invisibles y naturales que el tiempo depara. Vuelvo a pisar sobre lo pisado, una y otra vez, nada ha cambiado, solo las ruinas, quizá la mía. Ese roble gigante desmochado, ruina persistente en Quintanilla de Santa Gadea, lo conocí lleno de brazos que se apagaban en el tiempo feliz de los descubrimientos. "Poca vida te queda", le dije un día abrazando su rugoso corpachón. Y él me contestó: “Cuida de la tuya, pues yo soy de raíces inmortales”. Debió equivocarse.


En 2016 el gigante aún respiraba.