Elías Rubio Marcos y su "CAJÓN DE SASTRE"

Recopilación de artículos publicados y otros de nueva creación. Blog iniciado en 2009.

lunes, 15 de julio de 2024

BODEGAS (VIII). BODEGAS PASIEGAS


Bodega en Lunada.
Un manantial en su interior genera el frío imprescindible 
para la conservación de los productos lácteos.  



Bodega en Lunada.
Aunque la mayoría de las bodegas pasiegas son de acceso llano,
esta de Mohedillo, en Lunada, dispone de tres escalones para llegar al agua. 

FOTOGRAFÍAS: Bodegas en Cuatro Ríos Pasiegos (Tomadas en 1995).

Existen en la zona burgalesa de Cuatro Ríos pasiegos una serie de subterráneos con evidente parecido a las bodegas tradicionales del vino. Reciben también el nombre de bodegas, y su razón de ser, al igual que en las vitivinícolas,  es el de obtener frío para la conservación de productos, en su caso y fundamentalmente los de la leche. Exteriormente muchas de estas bodegas pasiegas, por estar excavadas en taludes o pronunciados relieves del terreno, y tener accesos con frontis de obra muy semejantes (aunque más reducidos en tamaño), se parecen tanto a las de vino que alguien que no esté avisado puede llegar a confundirlas. Hay, sin embargo, una diferencia notable en ellas. Mientras las del vino tienen una zona hundida para la producción y conservación de los caldos, a la que se accede por un pasillo inclinado con una sucesión de escalones, las pasiegas tienen el acceso llano: llano y sencillo, pues nada más rebasar el umbral de la puerta se está ya en el recinto aprovechado, por regla general mucho más angosto. Interiormente en nada se parecen, y es lógico que así sea, pues si en las del vino el frío es buscado y obtenido en profundidades excavadas, en las pasiegas ese frío se obtiene de aguas subterráneas nacidas en dicho recinto. 

En las bodegas pasiegas la leche, dentro de ollas y cacharras, se dejaba sumergida en el agua, compartimentada o no, y a veces también en pequeñas hornacinas fuera del agua, todo ello con el fin de conseguir la nata; de ahí que a veces se utilizara la expresión “nataderos” para referirse a ellas. Los pasiegos dejaban también, en estos pequeños antros de frío, las mantecas que ellos mismos elaboraban para la conservación hasta el día de su consumo o venta. Y había quien alojaba productos perecederos sin relación con la leche, como si de un frigorífico moderno se tratara.

Muchas de estas bodegas pasiegas, debido a la gran despoblación sufrida en Cuatro Ríos Pasiegos en los últimos años, y la consiguiente falta de usos y cuidados, se hundirán irremisiblemente, y entonces se habrá perdido un patrimonio de extraordinario valor etnográfico.


Bodega en El Bernacho (La Sía). 


Bodega en Peña Negra (Trueba)
Cada bodega tuvo su puerta, pero hoy apenas si
queda alguna como testimonio.  



Bodega en Rioseco 
Algunas bodegas pasiegas contienen en el interior compartimentos de agua
para introducir en ellos recipientes con la leche. 


domingo, 7 de julio de 2024

BODEGAS (VII). BRINDIS POR EL 15 ANIVERSARIO DE MEMORIAS DE BURGOS

Performance: brindis a la entrada de una bodega de Basconcillos de Muñó

FOTOGRAFÍA: Brindis en bodegas de Villahoz y Basconcillos de muñó (Tomadas en julio de 2024)

Hoy, precisamente hoy, queridos amigos de este Cajón de Sastre, se cumplen quince años desde que iniciamos este blog. Fue un 8 de julio de 2009 cuando vio la luz la primera entrada. Su título, “Santa Engracia, un fuerte en las nubes”, fue seguido de otros muchos, más de setecientos, de diversa temática y extensión. Para celebrar tanta vida, tantas fotografías y tanta palabra escrita y transcrita, y aprovechando que ahora estamos inmersos en las bodegas de Burgos, os propongo un brindis salido de la poesía popular del pueblo. Un brindis con el entrañable vino churrillo, por supuesto, aunque también estaría muy bien con un Ribera, un Arlanza o un Chacolí, marcas todas de la casa común burgalesa.

Gracias por vuestras visitas, queridos amigos. Choquemos ahora nuestras copas y brindemos con esta joyita oral recogida en Sotillo de la Ribera hace más de veinte años

         BRINDIS

       “Ven aquí vino valiente,

         dime dónde te has criado.

         Me he criado entre las hojas

         de las cuales me cortaron;

         me metieron en un cesto

         y a una pila me llevaron,

         y a patadas y puntapiés

         allí las tripas me echaron.

         Y ahora que me veo suelto

corro más que una liebre

y vuelo más que un milano,

me subo a la cabeza de los hombres

y puedo más que mi amo”.       

        Informante recitador: Manuel Meruelo, de 74 años, de Sotillo de la Ribera, 28/2/2005


 

Y por si nos hubiéramos quedado cortos en el libar con este brindis, aún nos quedaría el que sigue, que es extracto de una larga bendición paródica de la comida en tono macarrónico recogida en Melgar de Fernamental en 2001.


Brindemos, pues, de nuevo:

¡Mujeres!, ¿por qué aguáis el vino? ¿sois vosotras aguadas por ventura?

dice Galeno en su arte de cocina que el agua solo debe tomarse por medicina,

y con moderación, porque no sea causa que cause aplicación.

Alegraos, fieles, que el río viene turbio, sin duda nos anuncia otro diluvio.

Pero tengo entendido por el doctor Longines,

de que el segundo diluvio ha de ser de buenos vinos,

de que los arroyuelos crucen los caminos, las fuentes manen mistela,

y el Ebro se convierta en buen vino de Tudela.

Y tú, bota que has de colgar, no consentirás en tu seno ni una sola gota de agua,

sino de vino que sea puro y bueno.

Y te queremos como hermano, de verte siempre entre las manos,

y lo que a nosotros nos pena, es que de cada vez que te veamos no estés llena,

y verte a ojos ciegas por eternidades, por eternidades en las bodegas”.

 

Informante recitador: Claudio Gutiérrez del Olmo, de Melgar de Fernamental.

Tenía 73 años cuando fue entrevistado por E. R. M. el 3/10/2001


Performance: brindis en bodega de Villahoz.

lunes, 1 de julio de 2024

EL INCANSABLE BAILARÍN DE SAN MILLÁN


En grupo, solo o acompañado, bailar en las fiestas de los pueblos
es la pasión de Daniel.


FOTOGRAFÍAS: Fiesta de San Juan en Villazopeque (Tomadas el 24 de junio de 2024)


Interrumpo la serie sobre bodegas que aquí llevamos para contaros, queridos amigos de este Cajón de Sastre, una experiencia que recientemente he tenido ocasión de vivir, y de disfrutar; involucra a una persona extraordinaria que de un tiempo a esta parte viene haciéndose popular en las fiestas de nuestros pueblos. Os cuento:

Invitado por dos buenas amigas a las fiestas patronales de su pueblo, Villazopeque, el día de San Juan acudí a este lugar, y como un participante sanjuanero más asistí a la programación con buen ánimo, pues lo tradicional y festivo de los pueblos, con sus reuniones familiares, gaitas, tamboriles y ropas de domingo, suele emocionarme; hay algo  de auténtico en ello que me hace creer que no todo está perdido. Por la mañana, a la salida de misa, hubo convite en el ayuntamiento, y mucha gente, mucha más gente que habitantes de a diario en esta villa nos arremolinamos en torno a pinchos y bebidas.     

Por supuesto, cuando recibí la invitación a la fiesta ignoraba que en su transcurso habría de conocer a un curioso personaje que, si no fuera de carne y hueso, como bien pude comprobar, pues le estreché la mano y sentí su calor, hubiera pensado que se trataba de un muñeco mecánico de cuerda larga, por no decir de movimiento continuo.


Daniel baila y baila sin parar, como si en ello le fuera la vida


San Juan de Villazopeque tiene quien le baile.


Por la tarde, tras la comida, cuando el sol más apretaba y sobraban las chaquetas, voltearon las campanas, sonó la música y se organizó la procesión. San Juan, el de la noche parrandera y la mañana mágica, fue sacado de su largo encierro como siempre se sacó en este día. Yo mismo recorrí las callejuelas del pueblo detrás de él, como un vecino más, mientras redoblaba el tamboril, sonaba la gaita y algunos danzantes bailaban la jota delante. Un cuadro que invitaba a la ternura, queridos amigos. Pero más conmovedor aún fue el hecho de que un danzante, a quien nadie conocía y con chaqueta y pantalón oscuros, bailara en el grupo sin parar, con la solvencia de un profesional y con tantas ganas que parecía que en ello le fuera la vida. ¿Pero, quién era aquel admirable bailarín que con tanta vehemencia y arte se movía? ¿Era acaso alguien contratado para la fiesta? Entre sorprendido y admirado, pregunté a varias personas que seguían la procesión y nadie supo darme razón de quien era aquel auto-invitado que, empapado de sudor, bailaba y no paraba de bailar. Nadie le conocía, nadie sabía de dónde había venido. “No es de aquí, he oído que debe ser alguien que va por los pueblos a bailar en las fiestas”, fue lo más que pudieron decirme.

Al volver de la procesión hubo un alto a la entrada de la iglesia, los joteros siguieron bailando al santo, y el infatigable y desconocido bailarín, seguía moviéndose como si nada bajo el inclemente sol de las cinco de la tarde. Pararon los demás y él seguía y seguía bailando, solo o con quien quisiera acompañarle, al tanto que chorros de sudor brillaban y corrían por su cuello.  A continuación, junto al ayuntamiento, se preparó el baile formal y un disk-jokey animó al personal (por lo general gente joven), con toda suerte de “piezas”, desde el obligado pasodoble al reguetón, pasando por “el serrucho”, “la mahonesa” y otros que ni conozco ni recuerdo. El bailarín no perdía comba, conocía los pasos de cada una y los interpretaba con tanta maestría y dedicación que a todos dejaba atónitos. Paró por unos instantes el dj y fue cuando, no pudiendo contener por más tiempo mi curiosidad, me atreví a dirigirme a él para saber sobre su persona, sobre el porqué de su especialidad bailona y sobre su presencia en Villazopeque. Me dijo su nombre, Daniel Arce, que era de San Millán de Juarros, que tenía 25 años, que su afición al baile le venía de muy chico, que le gustaban las tradiciones de los pueblos y que por eso, siempre que sabía de una fiesta,  acudía a ella con su coche para animar el cotarro y ayudar a que lo tradicional no decaiga. “Ah -le dije-, a mí me gustan también las tradiciones populares, incluso he llegado a escribir alguna cosilla sobre los pueblos”. Me preguntó mi nombre, y al dárselo fue cuando me estrechó la mano y me dio su permiso para escribir. 

Daniel Arce, el incansable bailador de los pueblos 

 

viernes, 21 de junio de 2024

BODEGAS (VI). BODEGAS DE VILLAHOZ, EL CAPRICHO DE PATRICIO

Patricio Echeverría vio realizado su sueño de una bodega distinta

FOTOGRAFÍAS: Bodegas de Villahoz (Tomadas en junio de 2024)

    Subir al cerro de las bodegas de Villahoz es adentrarse en el sugestivo mundo de las oscuridades y aromas del vino, sumergirse en cuevas excavadas donde dormitan al frío barricas centenarias y viejos lagares, donde huecos verticales buscan el aire de la vida sin llegar a dar luz, donde escalones tenebrosos descienden a santuarios del churrillo alumbrados con sombrías velas. Hoy, este mundo catecúmeno ha sido revestido  de merenderos, de edificios que parecen casas y no lo son, pero que ha generado una maraña de chimeneas, un bosque multiforme de materiales pobres que ennoblecen a los respiraderos tradicionales de piedra, a esas chimeneas de hadas con sombrero que viven permanentemente prisioneras en los antros de la fermentación. Villahoz tiene muchas bodegas subterráneas, más de 200, tantas o más que casas, centenares de cuevas que conviven juntas y apretadas, milagrosamente sin estorbarse unas a otras. Donde termina una, empieza otra,  y solo las calles para los carros de las uvas se libraron de las perforaciones. Agrimensores del pasado y del sentido común, sin más inteligencia artificial que los picachos, fueron horadando sin conflicto hasta construir un complejo entramado de sombras subterráneas que hoy resulta admirable.  Entre todas las bodegas que hay en Villahoz, algunas conservan su aspecto tradicional, con sus pintorescas y rupestres fachadas, lo cual es de agradecer. Otras, en cambio, han sido ocultadas por merenderos modernos de toda laya arquitectónica que nacieron sin más control ni aspiraciones estéticas que el gusto personal de cada dueño, algo que se repite en tantos lugares bodegueros de Burgos. Y entre todo el conjunto, destaca una bodega en los más alto del cerro con luz especial, la que construyó o mandó construir Patricio Echeverría.   


Escaleras para subir a la cumbre de una obra mágica 

 

 LA BODEGA DE PATRICIO 

      Es bien conocida la relación del industrial vasco Patricio Echeverría con Villahoz. Muchas personas de este pueblo y su entorno encontraron trabajo a su vera, tanto en la cercana Granja del Cristo de Villahizán, durante mucho tiempo propiedad de la familia Echeverría-Aguirre, como en la importante industria Patricio Echeverría, S.A., dedicada en Legazpia a la fabricación de herramientas agrícolas (aceros Bellota). Las relaciones afectivas de Patricio con Villahoz debieron ser grandes, cómo, si no, explicar que ideara una bodega-merendero de ensueño como la que podemos ver hoy en lo más alto del cerro. Entre un bosque de chimeneas y zarceras, totalmente distinta al resto, alguien podría pensar que que se trata de una expresión de art brut, pero parece demasiado "culta" para así catalogarla. En todo caso, con justicia podrá integrarse en el futuro grupo de bodegas con encanto que aquí se aspira a formar.    

  

OTRAS IMÁGENES DE LAS BODEGAS DE VILLAHOZ 

Una calle para circular los carros cargados de uva 


Un lagar hundido, del que pronto solo quedará el recuerdo

Bodegas que enamoran, testigos de como pudo ser el paisaje antes de los merenderos 
  
Sobre las barricas grandes, una pequeña, la del vinagre

Un bosque de chimeneas



miércoles, 12 de junio de 2024

BODEGAS (V). MAPA DEL VINO EN BURGOS


Mapa de la provincia de Burgos con señalización de los lugares
donde se cultivaron  viñedos y se produjo vino.

La llamada "Bodega de Alfonso VIII" en Caleruega

Sector del medio oeste de Burgos con señalización de lugares donde
 se cultivaron viñedos y se produjo vino churrillo.
 


Bodega con fachada de sillería en Villasandino

Bodega y cubas de chacolí en Montejo de San Miguel (Museo Etnográfico)


Sector del noreste de la provincia de Burgos con señalizadores en verde que marcan
los lugares en los que se produjo vino chacolí.
 

Sector del río Arlanza con señalización de los lugares donde se cultivaron viñedos
y se produjo vino.

Merenderos en bodegas de Santa Cecilia

Sector de la ribera del Duero 

Viñedo otoñal en la ribera del Duero

FOTOGRAFÍAS: Bodegas en Caleruega, Villasandino, Montejo de San Miguel, Santa Cecilia y La Sequera de Haza. 


No era mi intención al iniciar el tema de las bodegas llegar tan lejos como ya hemos llegado. El viejo y tradicional mundo vitivinícola tiene tantas y tan curiosas ramificaciones susceptibles de ser abordadas, que te atrapa poco a poco y sin apenas darte cuenta. Cuando ya crees que has aportado todo lo que pretendías, incluso más de lo que en principio esperabas, surgen unos y otros aspectos que te animan a continuar. Viene a ser algo así como la parábola de las cerezas, que pretendes coger de una banasta un simple ramillete de ellas y otros vienen detrás enganchados formando una cadena. Y así, queridos amigos de este Cajón de Sastre, héteme aquí siguiendo una nueva y deshilachada senda de este pequeño universo, ahora componiendo un mapa del vino que ni en sueños hubiera imaginado.

Nunca he sido un especial gustador de vinos, ni burgaleses ni de otros lugares, y mi genética no me ha llevado a ser un sibarita de las cosas, tampoco del vino. En realidad, en este tema solo alcanzo a entender que una botella de vino de cien euros debe ser mejor que otra de cuatro, y punto. Pero, siendo esto así, no quita para que conozca que en la provincia de Burgos hay y hubo amplias zonas geográficas donde se cultivan y cultivaron viñedos y se obtuvo y obtiene vino de ellos, lo sé por mi actividad de curioso y empedernido viajero por la provincia. En algunas de esas zonas, los viñedos ya no forman parte del paisaje (algunos llegué a conocer que ya no existen), quedando como testimonios los cientos o millares de bodegas en las que se produjo vino. Este es el caso de la zona del medio oeste, la del vino churrillo, que fundamentalmente abarca el territorio de los viejos partidos judiciales de Castrojeriz y Villadiego. Otras zonas, en cambio, han tenido más suerte y todavía en ellas los viñedos permanecen y producen vino, al igual que durante siglos lo hicieron, como es el caso de la vega del Arlanza y ribera del Duero, ambos con denominación de origen y formando conjuntos próximos entre sí, aunque visiblemente separados.  

Mención aparte merecen pequeños enclaves del noreste de la provincia en los que se cultivaron viñas para la obtención de vino, tanto el normal como el chacolí, como son La Bureba, el entorno de Oña, Trespaderne y Miranda de Ebro, y en menor grado el valle de Mena. El vino chacolí, expresado así en el Diccionario de Pascual Madoz (1845-50), cuando se relacionan las producciones en cada población o lugar, nos sirve para constatar que tuvo cierta importancia en Burgos, quizá no tanta como para haber podido entrar en las famosas controversias por la denominación de origen (País vasco, Cantabria), pero sí, al menos, con el valor suficiente para recordarnos el hecho histórico de su existencia (32 lugares productores lo avalan).    

El mapa que he podido elaborar, con la inestimable ayuda del citado Diccionario, muestra amplios sectores de la provincia atiborrados de vino, pero también grandes superficies en las que, bien sea por cualidades del terreno no aptas, por factores climáticos o de otra índole que se me escapan, ni se produce ni se produjo. Ver este mapa es un espectáculo, no solo por los 253 puntos productores de vino marcados (1), sino por esos espacios “vacíos de vino”, que nos llevan a hacernos preguntas. Aunque para responderlas, si es que no estuvieran ya respondidas, harían falta especialistas en la materia, posiblemente edafólogos, meteorólogos y alguno más.

Espero, queridos amigos, que disfrutéis con la vista de este mapa de la provincia burgalesa, hasta ahora inédito y que tanto sugiere, como yo mismo disfruté al confeccionarlo. Tomemos un chato de vino de alguna bodega subterránea para celebrarlo.

NOTA: En el Diccionario de Pascual Madoz, quizá por descuido o por no haber querido incluir todas las producciones dadas en ellos, no se mencionan como productores de vino los lugares de Villavieja de Muñó, Villasandino, Villalba de Duero, Tamayo, Santibáñez de Esgueva, Santa María Mercadillo y Mecerreyes. Así que, corrigiendo esta lagunas y para que sea más completo el mapa, se han incluido estos lugares sabiendo que en ellos existen bodegas que atestiguan dicha producción.

 

jueves, 6 de junio de 2024

BODEGAS (IV). EL TUFO


FOTOGRAFÍAS: Hontoria de Valdearados (SF) y Villaverde Mogina (2011).  


Prensando uva en Hontoria de Valdearados 


El mayor peligro en las bodegas era el tufo, ese gas traicionero y silencioso que se produce en la fermentación, capaz de llevar a la muerte a quien no toma precauciones.

Teodoro González pone luz en esta grave cuestión:   

        CON EL TUFO, "SI TE CAES, YA NO TE LEVANTAS"

Mira, en Mahamud había un chico que se llamaba Jeibito, de Ciadoncha, [en cierta ocasión] subieron con el garrafón a por vino a la bodega, y había tufo. [Le dijeron al chico]: “Que no bajes”.  “¡Coño, que mi padre quiere el vino!”. Bajó, y allí se quedó. El tufo si te caes ya no te levantas. Yo en mi bodega, metía una soga con una herrada con gasolina y te la apagaba. Cuando fermenta el vino, como metían cantidad pues había un tufo que te duraba ocho días; y si las cubas las tenías muy llenas, te tiraba. Y entonces había que bajar pa limpiarlas y quitar... Yo, una vez tuve que quitar a la zarcera la piedra y meter una herrada [por el hueco], meterle con una cadena, con gasolina pa ver si se marchaba [el gas]; entonces se dejaban las puertas abiertas, se ponía un palo cruzao pa que no entraría nadie. Se dejaba abierto día y noche, y la zarcera abierta, pa ver si con el aire marchaba.

UNA HERRADA CON FUEGO POR LA ZARCERA.  LUMBRE PARA SACAR AL MUERTO POR TUFO

Como la zarcera es grade, se metía el caldero por ella con fuego pa ver si te la apagaba, pa que se marcharía el tufo, porque a veces te lo apagaba del tufo que había. Si se apagaba, es que había tufo, y si no se apagaba es que estaba bien. Al que le tocaba eso, porque había bodegas que no tenían zarcera. 

Aquí en Santa María también hubo algunos [casos de muertos por tufo], y por to los sitios. [A los que habían muerto] les dejaba tiesos, y después, pa sacarle, había que prender lumbre para poder entrar a por él, [Con la lumbre] se marchaba el tufo, con el humo se marchaba, lo he visto hacer y lo he hecho.


Cuba de vino en bodega


UN MUERTO POR TUFO EN CIADONCHA

Relato de Artemio Pérez, de 86 años

El tufo, eso era peligroso. Aquí, en Ciadoncha, se ahogó uno. Le mandó… Venía de arar, a las doce o la una del mediodía, y su padre le mandó a por vino. Pero ¿qué pasa?, que tenía tufo la bodega. Y era el padre un poco raro, dice “venga, vete a por vino”. Y otro señor le dijo, “mira, no te metas a la bodega, que de la bodega mía te doy un garrafón, ya me lo devolverás”, Y el tío, que no y que no, “que tengo que llevar el vino de mi bodega”; y el tío se metió y allí se quedó; que no sale, que no sale, que no sale… Le sacaron poniendo fuego. Poniendo lumbre, poniendo manojos [de sarmiento encendidos] pues le haces marchar al tufo. Y te lo apaga, ¿eh?, te apaga el fuego el tufo, ¡qué fuerza tendrá!  El tufo se produce porque al fermentar el vino es cuando se forma el gas, y es cuando corre peligro.

[Para saber si había tufo] ¡joder, enseguida te daba a la nariz!, a galope te daba a la nariz. O prendías una cerilla y te la apagaba, y si bajabas con una vela igual te la apagaba. Si prendías una cerilla y te la apagaba, pues ya sabías que eso [que había tufo]. Nosotros en nuestra bodega, que era muy honda, tuvimos que poner cuatro o seis manojos de los palos que cortamos de las cepas. En la bodega que comprendías que había tufo prendías uno o dos manojos y le hacías marchar y podías entrar.

"¡QUÉ FUERZA TENDRÍA!"

 [Si no se ponía fuego, el tufo duraba] días, semanas, sin poder entrar a la bodega. Nosotros, hasta que metimos tol vino pudimos entrar, pero mal. Pero una vez que metimos tol vino resulta de que ya vio mi padre que había tufo.  Dice “no se puede entrar a la bodega -dice-, hay que llevar manojos, verás que pronto [se quita]”. Pero le ponías el manojo, le prendías en la calle, le metías, y en la escalera te le apagaba. ¡Qué fuerza tendría!, hacía buena llama, pero con todo y con eso te lo apagaba.


Lagar en Villaverde Mogina 


 

CON MI AGRADECIMIENTO A 

Teodoro y Martín González, de Santa María del Campo

Artemio Pérez, de Ciadoncha

Pablo Delgado, de Ciadoncha

Cesáreo Gómez Gómez, de Santa María del Campo   


 

 

domingo, 2 de junio de 2024

BODEGAS (III). CASETAS DE MAJUELO


Caseta de majuelo en el término de Fuentespina,
 en Santa María del Campo


FOTOGRAFÍAS: Casetas de majuelo en Santa María del Campo y Mazuelos de Muñó (tomadas en 2024 y 2014, respectivamente)

CASETAS DEL MAJUELO

         Por los relatos de algunos informantes se puede intuir un paisaje del medio oeste burgalés totalmente distinto al actual, con toda probabilidad de mayor y más variado colorido. Hasta finales de los años sesenta del pasado siglo los viñedos competían en hectáreas con el conjunto de las otras sembraduras tradicionales, como cereales (trigo y cebada), yeros, beza o alholvas, por mencionar solo las principales. Según los testimonios recogidos bien podría decirse que hasta donde alcanzaba la vista su presencia era algo más que notoria, quizá mayor que la que hoy distingue a la ribera del Duero.    

Los trabajos en las viñas requerían su tiempo, y en ese tiempo podía llegar la tormenta o la simple lluvia. Para esa contingencia, para que sirvieran de refugio a los obreros y a los guardas de los viñedos que nombraba la Hermandad de Labradores, se construyeron las llamadas “casetas de los majuelos”, todas de igual estructura y en las que llegaban a caber hasta cuatro personas. De piedra, a hueso o unida con argamasa, con base circular de apenas metro y medio de diámetro, los mismo de altura y rematadas en cono, la mayoría están hoy arruinadas, aunque aún se conserva alguna en pie que nos sirven para conocer cómo eran. Llama la atención en ellas lo reducido del acceso, con apenas 1 metro de alto por 80 centímetros de ancho. Según describen quienes en alguna ocasión se refugiaron en ellas, semejante angostura servía para que animales de cierta alzada no pudieran acceder al habitáculo, lo que no quita para que en alguna ocasión llegara a criar en su interior el jabalí. 



Ya no hay viñedos que guardar y la añosa Caseta de Majuelo de Fuentespina
espera la suerte de otras cercanas que ya desaparecieron.


Así lo recuerdan y describen Teodoro González, de Santa María del Campo, y Artemio Pérez, de Ciadoncha

Había cuatro o cinco sitios que había majuelos, y el pueblo de Mahamud [tenía] más majuelos que Santa María. Igual cada uno tenía diez hectáreas. ¡Más que cereales había! En [el término de] Fuentespina todo eran majuelos, pa ir a Escuderos a la izquierda. Como son tierras pequeñas no se trabajan y se han perdido. Entonces, allí hay casetas redondas de piedra de los majuelos. Eran para cuando iban a podar meterse si llovía. Pa ir a Belbimbre hay otras dos [casetas]. Las de Fuentespina está a unos tres kilómetros. Hay una que va como hacia Villahoz, y otra donde estaba antes la escombrera. [En cada caseta] cogíamos cuatro tíos alrededor. La tenía uno y ahí se metían todos. Esas no tenían puertas, ¿eh? [se hicieron] con la entrada baja pa que no se metería el ganao. Ahí, en esas casetas, ha criao el jabalí dentro de la caseta, como está abandonada… Yo he oído que, al entrar, encontrarse allí con la jabalina. (sic. Teodoro)

TRES GUARDAS PARA VIGILANCIA DE LAS VIÑAS EN CABAÑAS DE MADERA

Aquí, en el tiempo de la uva, se ponían tres guardas más. Uno aquí, otro en Fuentespina y otro ahí ¿…? Los ponía el Ayuntamiento, la Hermandad. Y estos, en un alto, hacían una cabaña de madera, ponían así unos palos, y todo alrededor de madera, pa esconderse, y así se sabía si estaba o no estaba [el guarda]. Y entonces, así vigilaban por si [robaban]. Pero después los quitaron, porque era más lo que robaban ellos que lo que robaba el personal. (sic. Teodoro).

TODAS MIRANDO A LA SALIDA DEL SOL

Pues esas Servían… porque entonces, en aquellas épocas, en to los términos había una. Ahí había una que llamábamos la Caseta de Valdehazadón, allí otra que llamábamos la Caseta del Tío Ramón, otra había para ir a Santa María… Servían para refugiarse si venía un nublao o cosas de esas…. Y tenían la boca muy baja y todas mirando a la salida del sol. Se ve que de este lao venían menos nublaos, azotaba menos. [para] los guardas, que ponían tres guardas para el viñedo, los ponía la Hermandad los tres meses, desde San Pedro hasta septiembre. Claro, si ibas por ahí y cogías un racimo y te pillaba el guarda, te ponían una multa y te sacaban en aquellos tiempos dos o tres pesetas. To los años eran los mismos [guardas]. Estaban tol día, desde que salía el sol hasta que se metía. Por la noche, no (sic. Artemio).


Caseta de majuelo en los campos de Muñó, vieja conocida de este blog (30/5/2012) .


miércoles, 29 de mayo de 2024

BODEGAS (II) COSTUMBRISMO

Merenderos en las bodegas de Ciadoncha.
Apenas una familia frecuenta el barrio de las bodegas de esta población. 


FOTOGRAFÍAS:  De época, Santa María del Campo. Ciadoncha, tomada en mayo 2024)


SOCIALIZAR EN LAS BODEGAS

        Como tantas cosas en la vida de los pueblos, la costumbre de socializar en las bodegas se ha ido perdiendo, si es que no se ha perdido del todo, como se perdieron los viñedos en tantos sitios, hasta el punto de que hoy son contados los vecinos o personas que acuden a ellas como lugar de esparcimiento. Ahora uno pasea por el laberinto de calles y recovecos de los tres barrios de bodegas de Santa María del Campo y se encuentra con el silencio atronador de las puertas cerradas. Tampoco se escuchan entre la gente las expresiones “vamos a merendar a la bodega”, o “vamos al merendero”, que de las dos maneras podía decirse cuando estos últimos ya habían nacido.

LAS [BODEGAS] MOCHAS TENÍAN UN PORTALITO

Teodoro nos habla de un tiempo de esplendor bodeguero cuando todavía no existían los merenderos:

 Las [bodegas] mochas tenían un portalito, de 2x1. Estaba cerrao por la puerta, no tenía ventanas.  Y allí se metían. Y en el tiempo bueno, se juntaban veinte viejos y allí cada uno llevaba su jarra de vino y allí a charlar. La gente mayor que estaba jubilada, al mediodía se juntaba allí y se lo pasaban bien. Todos los días iban a un mismo sitio, un sitio que a todos les pillaba bien, y cada uno llevaba su jarra de vino, allí a un abrigaño.

DE TRABAJAR EN EL CAMPO A LA BODEGA

Y los labradores, [cuando] venían del campo se iban a comer el pan a la bodega, comerse un mordisco, echar dos vasos de vino; se juntaban dos o tres y charlaban: “oye pues yo mañana voy a ir a tal sitio…”, hablaban del campo, y uno llevaba un cacho tocino, otro llevaba un arenque…  Por la noche, cuando venían de trabajar del campo iban a por el vino y ya pasaban un rato; iban a por vino, pa traer pa cenar y pa llevar a otro día [al campo].

LAS FAMILIAS IBAN A LAS BODEGAS LOS DÍAS DE SANTIAGO Y DE LA VIRGEN DE AGOSTO

         Resulta curiosa y entrañable la costumbre de acudir en familia a las bodegas los días de Nuestra Señora (la Virgen de agosto)y de Santiago [patrón de España y festivo]. Coincidía con la misma costumbre en la capital, donde en estos mismos días las familias burgalesas acudían en masa a comer o merendar a distintos lugares, aunque preferentemente a la chopera de La Quinta y Fuentes Blancas (“Ir de merienda” es una expresión que ha quedado en el recuerdo de los más mayores). Cabe imaginar en esas ocasiones el bullicio y la alegría que pudo vivirse en los tres barrios de bodegas de Santa María, en las Del Hoyo, La Fuente y Marichica.

         Teodoro González lo recuerda así:       

         Iban el día Santiago y el día Nuestra Señora, que era en verano, iban a merendar por la tarde a la bodega con to la familia. El día Santiago, como ese día no trabajaban los labradores, pues iban [también] a merendar, y el que tenía criao pues llevaba al criao a merendar, [se reunía mucha gente].  Los curas no dejaban trabajar ese día [el día de Nuestra Señora] y entonces se iba to la familia a la bodega.

También lo recuerda Pablo Delgado, de Ciadoncha y 78 años

“Parecía una romería”

El día Santiago y el día la Virgen se venía aquí por la tarde. Ya te digo yo que parecía una romería, porque tol mundo con su capazo, su cesta y eso, se mataba un pollo, un conejo o… Yo eso lo he vivido.


DE LA BODEGA AL BAILE

[la costumbre de ir a las bodegas] se ha perdido mucho. En veinte años se han perdido mucho. Yo llevo jubilao 24 años, me jubilé el año 2000. Y [hasta] entonces íbamos a la bodega la cuadrilla. Ahora, de mi cuadrilla no queda na más que yo. Hace veinte años…, ¡[pues] porque la juventud ya no bebía vino! Cuando nosotros éramos jóvenes, nada más salir de misa poníamos un euro cada uno y a la bodega. Comprábamos en el bar de la carretera, cacahueses y cosas de esas, unas patatas, y a la bodega hasta las tres. Por la tarde íbamos a merendar, y después al baile. Todos los domingos había baile.


Los domingos, después de misa, se subía a las bodegas.
Bodegas de la Fuente en Santa María del Campo, 1967
(Gentileza de Cesáreo Gómez Gómez) 



Después de la bodega, al baile.
Plaza Mayor de Santa María del Campo, circa 1945.
(Gentileza de Cesáreo Gómez Gómez) 


DE MISA A LA BODEGA

Los domingos veníamos por las mañanas. Aquí, se salía de misa (hace muchos años) y en vez de ir a tomar el vermú al bar, se venía aquí a las bodegas. Se cogía una bolsita de aceitunas, una latilla, unas patatas, un poco queso, y a pasar la mañana aquí. Los hombres solo. Y por la tarde, la juventud íbamos a merendar, unas chuletas, las asábamos fuera. Cada vez tocaba en uno [un merendero] “Hoy me toca a mí las llaves”, cogíamos… éramos una cuadrilla… cada uno teníamos nuestra cuadrilla y cada uno su bodega. Pero había casas que éramos cuatro o cinco hermanos y casi siempre estaba abierta, porque hoy le tocaba a uno, que era de una cuadrilla, a otro día le tocaba a otro, que era de otra. Y después de merendar había la costumbre, que es cuando igual te emborrachabas un poco, de ir a “vamos a tirar de tapa”; después de merendar [se decía] “vamos a la bodega de tal”, que tiene una cuba que está muy buena, y “a tirar de tapa”, en vez de la canilla [de la cuba], cogíamos el vaso, que era la costumbre de golpearlo un poco en la misma cuba, porque si no... dice que el alcohol está todo arriba; cogías, lo golpeabas y eso era “tirar de tapa”. (sic. Pablo Delgado) 

SE DEJÓ DE IR A LAS BODEGAS   

        Aquel bullicioso ambiente en las bodegas, tan gráficamente descrito en los testimonios recogidos, no hace tanto tiempo que desapareció. Artemio tiene claras las causas, aunque no sean las únicas: 

         Se ha dejao de ir porque se rompieron [abandonaron] ya los majuelos… porque ya la gente no quería trabajar en el viñedo, no era rentable. Ahora, en estas fechas, tenías que estar en el majuelo tapándoles, echar tierra alrededor de la cepa para que los racimos engordarían más. Y eso ya..., ha llegao la generación de esta juventud que no quiere trabajar y se han marchao todos, y el que ha podido meterse en la fábrica pues se ha metido en la fábrica.   


Santa María del Campo. 
Señoritas por las Bodegas del Hoyo, circa 1945.
(Gentileza de Cesáreo Gómez Gómez)