Hermosa fachada con rosetas en Pradilla, ejemplar restauración |
Santuario de la Virgen de la Cueva en Hontangas Dos rosetas estrelladas acompañan al sol y la luna |
FOTOGRAFÍAS: Casa en Pradilla. Sol y luna en la Virgen de la Cueva. Rosa Brítez en Itá (Tomadas en 2020 y 2002)
En la emocionante búsqueda de rosetas
hexapétalas que hoy me lleva, últimamente se han empeñado en salir a mi encuentro el sol y la luna. Pareciera,
queridos amigos, que una mística conjunción entre los dos astros se haya dado para
hacerme ver que de los cielos han descendido y que se les puede tocar sin
necesidad de ser astronauta. Pareciera, digo, que todo se ha conjugado en estos
últimos días para que la luna y el sol se hayan colado en mi diletante vida.
Ayer, en ruta por el sur de la provincia, persiguiendo a dichas rosetas llegué a
los confines; visité Pradilla y Fuentenebro, y también Hontangas; sí,
Hontangas, ese lugar santuario de la Virgen de la Cueva en cuya extraordinaria
fachada conviven dos hexapétalas en forma de estrella con los siempre hermanados
astros, el sol y luna, el día y la oscuridad. Ambos, con sus vibrantes y
simbólicos rayos no consiguieron cegarme sino emocionarme. Conocía el
santuario, pero de tiempos en que otros temas y no el de las rosetas me
guiaban. El problema es que una cosa te lleva a otra, y otra a otra más, como
dice mi amiga Egeria, y en esa
diversificación uno corre el riesgo de perderse. Y es que el mundo de
los símbolos es tan infinito como el espacio. Pero ahí estamos.
El sol y la luna de Rosa Brítez |
Decía que todo parecía que se hubiera
conjugado para que el sol y la luna se convirtieran, de la noche a la mañana, en
compañeros del viaje que tengo emprendido porque algo más ha sucedido. Hoy,
buscando una grabación de canciones del Paraguay, que obtuve en un viaje de 2002,
entre canción y canción guaraní me ha aparecido una entrevista que hice entonces
a Rosa Brítez, la famosa “ceramista de América”, como llegó a ser conocida, y
ello me ha hecho recodar que el mismo sol y la misma luna que ella modeló me
miran sin pestañear desde el altillo de uno de mis muebles. Tantos años allí
colocados, los dos astros de Rosa con el tiempo hicieron costumbre, y como suele suceder los ojos acostumbrados llegan a no mirar. Ah, pero
al escuchar aquella entrevista todo volvió a cobrar vida. ¿Qué fue de Rosa? ¿Qué
fue de aquella laboriosa y galardonada mujer paraguaya que tan primorosamente, en
su taller de Itá, modelaba el barro negro? (“Es tierra negra y se llama ñaycú
en guaraní, tierra medicinal, muy buena para la artritis”, nos contó).
Por Internet he sabido que Rosa
Brítez murió en 2017 a los 76 años. Y por saberlo, hoy quiero rendirle mi
particular homenaje, no solo por su arte, sino por el bello momento que nos
hizo vivir viendo cómo domesticaba el barro a la par que nos contaba
tradiciones guaraníes. Reproduzco un fragmento de aquella inolvidable entrevista,
mezcla de cuento y mágica realidad. Me he permitido titularlo
La luna y el sol se pelean en un
eclipse
“Sé un cuento de mi sol y mi luna,
que antes me dijeron [me
contaron]. Bueno, cuando era niña me he criado curiosa, y después entré a la
escuela a la edad de seis años. Después se murió mi mamá cuando yo tenía siete
años. Entonces había un eclipse y nos corremos [refugiamos] todo el día
en casa, porque se oscureció, porque estaba la luna nueva a la sombra y era de
día. Después, yo le pregunté a mi tía:
-¿Qué
es lo que le pasó?
Y me dijo:
-Es el eclipse de
luna y sol. Entonses, el sol le dice… El sol era hombre y la luna era mujer, y
se encontraron en un mismo camino -me dijo- y vamos a ver quién gana.
-Pero después de
tanto tiempo, yo le dije: Yo quiero hacer la luna y el sol.
Y me dijo:
-Ahora vas a hacer,
pero más tarde, ahora eres muy chiquitita, todavía vas a entrar a la escuela y
no vas a poder hacer todavía, porque es difícil, no se puede mirar al sol, no
se nota la cara -me dijo- Acá en la luna también se nota un burrito y una
señora que está ensima del burro.
Entonses yo le dije:
-Sí, le he visto, y [también] una montaña. Entonses
yo hago, cuando pasan los tiempos, y estoy prácticamente sola con mi hijo, ya
independiente, y pienso por mi tía: Voy a hacer el sol y la luna, y voy a poner
los rayos, pero no voy a ponerla orejas, para que sepa la gente que era sol, y
para que entienda que tiene el ojo, la nariz y la boca, menos la oreja. Y a la
luna voy a ponerle en el cabello rulitos. Y por eso se nota [en] mi sol y
mi luna que es varón y mujer. [Desde]
entonces hago el sol y la luna”.
Rosa Brítez modelando en su taller de Itá (2002) |