Elías Rubio Marcos y su "CAJÓN DE SASTRE"

Recopilación de artículos publicados y otros de nueva creación. Blog iniciado en 2009.

domingo, 22 de julio de 2018

JARAMILLO DE LA FUENTE CANTA AL “ARBOL DE LA PROVINCIA”

La iglesia y el árbol...

...dos compañeros que caminan juntos

Los vecinos se reúnen en torno al Árbol de la Provincia...

... y colocan lazos pidiendo deseos.

En nueve años ha habido muchos deseos...


...quién sabe los que se habrán cumplido

Los vecinos posan junto a su árbol, la encina de todos.
Han interiorizado que forma parte 
del Patrimonio de Jaramillo

Cintas cargadas de deseos, 
los niños aprenden a querer a su árbol



FOTOGRAFÍAS: ´Homenaje al Árbol de la Provincia en Jaramillo de la Fuente (Tomadas el 21 de julio de 2018).   

Como cada año desde que fue plantado, el pueblo de Jaramillo de la Fuente se reunió una vez más en torno al Árbol de la Provincia para cantarle el “cumpleaños feliz”, esta vez en su noveno aniversario. Como viene siendo costumbre, los vecinos engalanaron de nuevo la famosa encina, que crece junto a la bellísima iglesia románica de esta localidad serrana con tierra de todos los pueblos de Burgos (1233), y depositaron en ella sus deseos en forma de lazo. La encina crece con buena salud, prueba de ello es su ya magnífica copa, que en poco recuerda aquel pobre tronco pelado que fue plantado el 14 de marzo de 2009. El año próximo se cumplirán sus diez años de vida, y para este señalado aniversario Jaramillo de la Fuente ya está pensando en un homenaje muy especial.


HACE NUEVE AÑOS



Vecinos de Jaramillo de la Fuente construyendo el círculo que había de albergar el Árbol de la Provincia.

domingo, 8 de julio de 2018

POR LA CUESTA DE LA TESLA, DOS VENTANAS Y UN ESCUDO




Ventana geminada en Quintanalacuesta

Escudo con leyenda en Quintanalacuesta 

Ventana en Paralacuesta



FOTOGRAFÍAS: Ventana y escudo en Quintanalacuesta. Ventana en Paralacuesta (Tomadas en julio de 2018)

Valdelacuesta, Quintanalacuesta, Paralacuesta..., tres pueblos burgaleses que se reconocen en la ladera norte de la Sierra de la Tesla, al pie y abrigaño de una cuesta protectora donde se acurrucaron hace mil años gentes que tenían miedo a los vendavales que llegaban de los altos. Los tres llevan el mismo apellido, y los tres su seña personal: Valle, Quinta y Para. De las tres, la que más me gusta es la última, pues su acepción podría estar aludiendo a cómo la cuesta de dicha sierra “para” los vientos (¿la cuesta que detiene los vientos?). La toponimia de los pueblos es así de maravillosa, y casi siempre clarificadora.
Hace nada que veíamos aquí el naufragio de Valdelacuesta, de cómo a lo poco que quedaba de este pueblo se lo había engullido la floresta. Era la viva imagen de la desolación, una triste visión de las que cuesta recuperarse. Por eso, del “val” de la cuesta seguimos bordeando La Tesla norte con intención de encontrar algo de vida que nos alegrara la mañana. Y así, al poco, llegamos a Quintanalacuesta, donde nos esperaba la sorpresa-regalo del día, una preciosa ventana hidalga; una más de las muchas hidalgas que en Merindades llevamos guardadas en su correspondiente cajón. Se trata de un magnífico ejemplar geminado, con su correspondiente parteluz y arcos mixtilíneos, digna de cualquier casona del siglo XV o XVI. Una joya, sin duda. Pero no contenta con ello, Quintanalacuesta nos iba a regalar con otra maravilla en la parte alta del pueblo, un espectacular escudo labrado en 1725 con las Armas Díaz, Trechuelo y Yedra. Y a la vista de tanta perfección escultórica y de tanta filigrana como contiene y adorna este escudo, uno no puede por menos que preguntarse quién o quienes lo esculpieron; item más: quiénes eran los escultores de escudos, a qué gremio o logia pertenecían, de dónde procedían, dónde estaban su talleres, quién les enseñó las directrices heráldicas..., pues de todo eso y de más, lo reconozco, me siento ignorante. Se ha estudiado bien la heráldica en su vertiente de pertenencia, linaje, simbología y distribución de los motivos en los escudos, etc., pero, que yo sepa, nada se ha dicho de los artesanos anónimos que los labraron, algunos, como el que ahora nos ocupa, verdaderas obras de arte. ¿Alguien conoce el nombre y apellido de algún constructor de escudos de la Baja Edad Media, o incluso de siglos posteriores hasta el XVIII?
Sin abandonar la estrecha carretera llegamos a Paralacuesta, donde otra maravilla de ventana nos esperaba. Fechada en 1724 y con el apellido Serna, alusivo sin duda al dueño de la casa, su decoración pertenece a esa constante de líneas geométricas sumamente elegantes que tanto abundan en el periodo dieciochesco.

miércoles, 4 de julio de 2018

VALDELACUESTA NÁUFRAGO

Restos de Valdelacuesta en 1998
Solo una casa en pie y una iglesia que se desmoronaba

Valdelacuesta bajo el Portillo de Medina
Al menos, en 1998 se veían las ruinas de las casas

Ruinas de Valdelacuesta vistas de cerca (1998)


FOTOGRAFÍAS: Valdelacuesta 1998- julio 2008

Han pasado veinte años, ni mucho ni poco tiempo, según se mire. El pueblo náufrago de Valdelacuesta se debatía en 1998 entre sumergirse definitivamente en el abisal fondo de la desaparición total y el olvido y la posibilidad de mantener a flote sus ruinas mientras algún salvador llegaba al rescate. Nadie llegó, ¿para qué ya, en aquella desarboladura? Para entonces, el capitán y toda la tripulación habían abandonado y ya solo quedaban flotando restos del frágil barco de piedra, entre los cuales se encontraba, milagrosamente y aunque dañado, el puesto de mando, la iglesia. Hoy, nada se ve desde los puntos de observación de aquel año. Un tsunami verde de vegetación salvaje ahoga las casas que fueron, y solo una de ellas, en su desesperación, saca todavía sus manos sillares entre el furor de las olas, aun sabiendo que nada ni nadie llegará en su auxilio. Del puesto de mando, de la iglesia que aún flotaba veinte años atrás, ni señal, debe encontrarse bajo una gran ola, o ahogado por la maraña de los sargazos que desde tierra alcanzamos a ver.
Desde la orilla, nuestros ojos ven una cosa, la nada verde bajo la gran montaña de La Tesla; eso y un letrero flotando donde se lee VALDELACUESTA, el  nombre que llevaba grabado la quilla del barco. Pero lo que nuestros ojos ven es una cosa y lo que sentimos en nuestra propia hondura es otra muy distinta. ¿Pues es que acaso no conocimos a los marineros del barco? Los conocimos, ¡vaya si los conocimos!, ¡y los quisimos! Ellos nos contaros la aventura de remar contra corriente en el océano de la indiferencia. Nos contaron de malos vientos, muchos, y de otros felices, menos. Nos hablaron de esperanzas que se hallaban en tierras lejanas a la suya, paraísos de promisión soñados en su penitente soledad. (para Eloísa). 


(2008) Lo que pueda quedar ahora de Valdelacuesta
se halla escondido

Algo testimonial en Valdelacuesta (2008)

Camino junto  a la iglesia que ya no se ve ni es