Elías Rubio Marcos y su "CAJÓN DE SASTRE"

Recopilación de artículos publicados y otros de nueva creación. Blog iniciado en 2009.

viernes, 29 de octubre de 2021

ESPLENDOR DEL OTOÑO BURGALÉS

Dos ríos, uno amarillo y otro azul, desde Covanegra

Puente sobre el río San Antón

Jardín vertical sobre el río Rudrón 

Chopos encendidos en la ribera del Arlanza 

Esplendor del quejigal en Las Torcas 

Hojas y reflejos en Jaramillo de la Fuente 

Una trucha saltó en el Rudrón y produjo reflejos de otoño 
en movimiento



Moral de Tañabueyes, un viejo conocido 




FOTOGRAFÍAS: Otoño burgalés (Tomadas en octubre de 2021)

Llegaron las lluvias, pronto los colores otoñales de nuestros bosques y jardines desaparecerán y el gris húmedo se apoderará del ramaje desnudo. Pero su recuerdo perdurará entre nosotros a través de las fotografías que hayamos hecho. La policromía del otoño suele ser un fenómeno efímero, aunque este año, por una climatología seca en Burgos, con días continuados de pleno sol, hemos podido disfrutar como pocas veces de ella. Arces, chopos, hayas, frutales…, casi todos los árboles, se embellecieron para nuestro regocijo, quizá para contrarrestar la calamidad del Covid que nos aflige. Y lo disfrutamos, ¡vaya si lo disfrutamos! Este Cajón de Sastre se siente contento y satisfecho de guardar, junto a otras de otoños pasados y de distintos lugares, algunas imágenes del esplendoroso otoño burgalés. Son imágenes para la memoria, y son para vosotros, queridos amigos, especialmente para los que, por uno u otro motivo, habéis tenido la desgracia de no poder salir en su busca. Que las disfrutéis. 


jueves, 14 de octubre de 2021

UNA VENTANA EN LA TORRE CAÍDA DE ESPINOSA DE LOS MONTEROS


  


Ventana en Torre Caída


Escudo tapado en Torre Caída




Ventana en el muro occidental de la torre
A la derecha se puede ver el escudo



Un muro de hormigón como fondo

 


FOTOGRAFÍAS: Torre caída en Espinosa de los Monteros (Tomadas en octubre de 2021)

Nadie le presta atención, es una ruina y punto. Pasamos delante de ella y pasamos de ella, ni se sabe desde cuándo. Pero no deberíamos ser tan despreciativos con ella, pues se trata de una ruina histórica, de tanta importancia como la que tienen todas las demás hermosas torres y casonas, enteras, que tanto abundan en Espinosa de los Monteros (en un aparte os digo, queridos amigos y seguidores de este Cajón de Sastre, que a poco que lo intentara la villa pasiega, y si es que así lo quisiera, podría entrar en el libro Guinness de pueblos con mayor número de estas edificaciones históricas en su casco urbano, en relación a su población, claro).

Llamo a esta ruina “La torre caída”, por su estado y porque no conozco su nombre de pila, quizá el escudo que luce en el esquinal de unos de los muros en pie podría darnos alguna pista de su primigenio origen. Lo dejo para los estudiosos de la heráldica. Esta ruina, este noble resto entre el inmenso patrimonio arquitectónico de Espinosa, probablemente de los siglos XV o XVI, se encuentra en el arranque de la carretera a Picón Blanco. Visto de frente llama la atención por un agresivo y moderno paredón blanco, probablemente de hormigón, que sustituye a uno de los muros caídos. Una pena de imagen.

En cualquier caso, traigo hoy aquí dicha ruina porque en ella descubrí recientemente una ventana merecedora de ocupar lugar en el ya dilatado repertorio de ventanas nobles que llevamos guardadas. La ventana, con original arco conopial y situada en muro occidental, tiene un escudo de los que aquí siempre hemos llamado “vacíos”, pues, como tantos que tenemos localizados, no tiene armas incisas, solo la superficie lisa, aunque pienso que ni falta que le hacía, ya que a su derecha, en un esquinal del mismo muro, se conserva el escudo antes mencionado, y esta vez sí, esta vez con sus armas y correspondiente timbre heráldico, que será lo que delate el señorío de esta torre.   

Bien harían los espinosiegos en consolidar los restos de esta torre, para que no llegue a perderse en su totalidad.   

domingo, 10 de octubre de 2021

EL CHOPO GRABADO

                                                


Ermita grabada en tronco de chopo, con campanario resquebrajado
y a punto de derrumbarse.  


Virgen grabada en el mismo tronco.


FOTOGRAFÍAS: Un chopo de las Merindades (Tomadas en octubre de 2021)

 “Hay gente pa`tó”, suele decirse, y es verdad. Referido a los árboles, hay quien graba en ellos el nombre o las siglas de su enamorada (casi siempre es enamorada y no enamorado), por lo general acompañado de un corazón atravesado por una flecha a la manera de Cupido. Hay también quien gusta de grabar su nombre allí donde la corteza del árbol lo permite, a veces acompañado de una fecha, un año, quizá en un afán de pervivencia (Infelices, ¡como si los árboles fueran eternos!). Andando el tiempo, hay quien vuelve al árbol para comprobar si lo grabado sigue allí, y puede suceder que a veces sigue, quizá envejecido y desdibujado por el paso de los años, y a veces, no, como el amor no cuidado. Pero hay también quien se aparta de los estándares, se explaya y hace grabaciones que llaman la atención por sus caprichosas y esmeradas maneras artísticas. De estas dan fe las dos descarnaduras que descubrí ayer mismo en un chopo que empezaba a vestirse de otoño (no digo donde está este chopo por si al cafre de turno se le ocurriera borrar lo inciso, ya llegará el día en que árbol y grabados desaparezcan por sí mismos).