Elías Rubio Marcos y su "CAJÓN DE SASTRE"

Recopilación de artículos publicados y otros de nueva creación. Blog iniciado en 2009.

jueves, 31 de diciembre de 2009

SALINAS DE HERRERA, UN PATRIMONIO ARQUEOLÓGICO Y ETNOGRÁFICO OLVIDADO













FOTOGRAFÍAS: Rueda hidráulica. Acueducto. Connjunto de eras y almacenes. (Tomadas en 1983).

        Si la memoria no me falla, cosa que es ya perfectamente posible, hasta no hace tanto tiempo la provincia de Burgos contaba con tres explotaciones salineras: la de Poza de la Sal, Salinas de Rosío y Herrera de Miranda, por no contar algunos manantiales de salmuera ni la de Valmala, que se explotó muy poco tiempo y fue de ínfimo rendimiento. Todas ellas nos han dejado como herencia una cultura de explotación que ahora valoramos como patrimonio etnográfico. Las instalaciones de Poza son hoy recuperadas, visitadas por el público ávido de turismo cultural, y tienen su propio Centro de Interpretación, y eso está muy bien. La de Salinas de Rosío dejó su impronta en el pueblo, que creció y mejoró su caserío con la riqueza de la sal, y aún se debe estar extrayendo salmuera, lo mismo que en Salinillas de Bureba. De todas ellas, la gran olvidada es la de Herrera (de Miranda), y eso que su explotación se remonta hasta, al menos, el siglo XIII. En los años sesenta del pasado siglo dejó de explotarse (en su final solamente se cargaban camiones de salmuera), y apenas si habían trascurrido una docena de años desde que cesó la actividad cuando ya hice mi primera visita a este lugar de reminiscencias cistercienses. En el trascurso de la misma obtuve algunas imágenes en blanco y negro, que son las que hoy saco de mi baúl apolillado. Y si para entonces, cuando todavía me manejaba en blanco y negro, ya estaban abandonadas, olvidadas, y dejadas a su libre caída, cómo estarán ahora, en la era digital y después de un cuarto de siglo trascurrido. En aquella ocasión, cuando aún no había perdido la inocencia, pensé que las instalaciones abandonadas no tardarían en recuperarse para alegría de conservacionistas y amantes del Patrimonio. Pero no, y ya no espero nada.
        El conjunto es impresionante. Todavía pueden verse el pozo para almacenar salmuera y el acueducto por donde circulaba el agua que le llenaba; un edificio para guardar la sal, las eras, no muchas; un laberinto de cuevas que, posiblemente, en tiempo medieval, pudieron servir para almacenar la sal, y que, excavadas artificialmente, podrían confundirse ahora por eremitorios, pues no hay que olvidar que muy próximo se halla el monasterio de Santa María de Herrera, hoy ocupado por los camaldulenses. Pero sin duda, lo que más llama la atención de todo el conjunto es la gran rueda hidráulica, de madera y bajo tejavana protectora, y el pozo salado en el que se vertía el agua para cargarse de la salmuera que se llevaba a las eras. En definitiva, se trata de un conjunto que bien merecería ser rescatado del olvido y restaurado para disfrute de todos.

NOTA: Por si a alguno le interesa documentarse un poco más sobre estas salinas le recomiendo la revista López Gámiz. Boletín del Instituto Municipal de la Historia. Abril, 1991 (Ayuntamiento de Miranda de Ebro).

lunes, 28 de diciembre de 2009

FELIZ 2010

FOTOGRAFÍA: Cabañas y nieve (2003).
Tras el ineludible paréntesis navideño, lleno de compromisos familiares (muchos incumplidos), vuelvo a mi rincón particular de los deshaogos, que es el vuestro. De momento, con una postal de nieve.
Cabañas de la trashumancia, arquitectura tradicional que se ha de perder. Nevazo de 2003, la misma nieve de todos los años, la que sepulta vivencias y recuerdos de las branizas, en los portillos de Lunada, Trueba, La Sía y Rioseco. Esta postal es para mis queridos amigos pasiegos, para aquellos que aún luchan y sobreviven en el olvido de Cuatro Ríos, pero también para vosotros, seguidores de este cajón de sastre, cuyo calor siento tan cercano. A todos deseo un año lleno de sueños cumplidos.

jueves, 17 de diciembre de 2009

TELÉGRAFO ÓPTICO EN BURGOS. EN PELIGRO DE DESAPARICIÓN LAS TORRES DE PRÁDANOS, BUGEDO Y LA PUEBLA DE ARGANZÓN














FOTOGRAFÍAS: Con niebla, la torre de Bugedo de Candepajares. Con sol, la torre de Prádanos de Bureba. En cada una de las fotos se aprecia la ruina, y en la torre de Bugedo, la mano bárbara del grafitero de turno. (Tomadas en otoño de 2009).

        Todavía estamos a tiempo de salvar de la desaparición total algunas torres de Telegrafía Óptica en Burgos.
Próximas a la carretera, con el fin de poder acceder a ellas con facilidad, y clavadas en oteros con buena visibilidad, para que pudieran ser vistas las señales de una torre a otra, desde lejos, parecen torres medievales; y parecen enteras, pero a medida que uno se va acercando a ellas, pronto se da cuenta de que no son medievales, que están en franca ruina y que además falta muy poco para que se terminen derrumbando en su totalidad: un vendaval de viento, un par de nevadas más y estos testimonios de la ciencia o tecnología de las comunicaciones se vendrán abajo y desaparecerán.

        Su estado es ruinoso, cierto, pero lo que aún queda es perfectamente recuperable. No harían falta elevadas inversiones para restaurarlas, de hecho, torres iguales a las burgalesas, están siendo rehabilitadas en la Comunidad de Madrid, como por ejemplo la de Arganda del Rey. Existe además en el Gobierno Regional de esta Comunidad un plan de actuación para la recuperación integral de las mismas. Un ejemplo a seguir en nuestra región, desde luego, porque no todo debería ser invertir en iglesias y Atapuerca. Y ya que menciono Apapuerca: se me ocurre que el Museo de la Evolución Humana podría ser el catalizador de iniciativas para salvar de la quema tantos y tantos elementos patrimoniales de la provincia que han supuesto avances de la tecnología y de la ciencia (evolución). Me estoy refiriendo al patrimonio-etnográfico-arqueológico-industrial (viejas centrales de luz, generadores de electricidad antiguos, fábricas de harina, ruedas hidráulicas, turbinas, batanes, telares, molinos hidráulicos, etc., etc.) donde han de inscribirse también, cómo no, las torres de telegrafía óptica que hoy traemos aquí. En fin, es una idea que dejo colgada, aunque con ninguna esperanza de que sea recogida.

Un retazo de historia

        En la segunda mitad del siglo XIX, por necesidades militares, fue establecida en nuestro país una red nacional de telégrafos bajo el sistema Mathe, llegando a contar con tres líneas: la del Norte -Madrid a Irún-, la de Barcelona, por Valencia, y la de Cádiz por Sierra Morena. La llamada del Norte de Castilla, que llegó a contar con 29 torres, y que es la que más nos interesa ahora por estar en ella las de Padrones de Bureba, Bujedo de Candepajares y La Puebla de Arganzón, que son las que habría que tratar de recuperar, pasaba por Valladolid con el fin de unir las Capitanías de esta provincia y de Burgos. Apenas estuvieron diez años en funcionamiento, ya que la electricidad vino pronto a sustituir a este sistema de comunicaciones, pero por su singularidad, por su interés científico, arqueológico y etnográfico, merecen ser puestas en el valor que les corresponde. Desaparecieron ya en Burgos las torres del castillo de Burgos, la de Pancorbo, La Brújula, Cótar, Villazopeque y alguna más, por eso resulta urgente, y de vital importancia, recuperar las que aún queda en pie, aunque sea de manera ruinosa.

El edificio, la torre

        De planta cuadrada y sin puerta (para el acceso se utilizaban escaleras), construidas con piedra (sillarejo en los muros y buenos sillares en los esquinales), constan estas torres de tres plantas, siendo la última de ellas en la cual el torrero al cargo hacía las señales con determinada clave o código numérico. En la planta inferior se alojaba la tropa necesaria para proteger el enclave telegráfico de cualquier posible ataque o asedio; en este sentido son ilustrativas las troneras fusileras que pueden verse en la parte baja de cada lado de la torres.

BIBLIOGRAFÍA: para quien se le haya abierto el apetito de conocer más sobre estas construcciones, les remito a los siguientes trabajos:

 Sebastián Olivé Roig: Historia de la telegrafía óptica en España (Madrid, 1990)

José Ignacio Sánchez Rivera; Eduardo González Fraile. Los telégrafos ópticos del norte: itinerario de ruinas. V JORNADAS SOBRE EL PAISAJE (1992). (celebradas en Segovia).

Mª Antonia Sánchez Martínez; Marta Santamaría Alday. Construcciones olvidadas: torres de telégrafo. López Gámiz XXVIII (1994).

domingo, 13 de diciembre de 2009

DE CADERECHAS AL PÁRAMO. PORTILLOS DE HUÉSPEDA Y DEL INFIERNO











FOTOGRAFÍAS: El cielo del páramo sobre el portillo. Camino de Pesadas a Caderechas. Mirada desde el Portillo de Huéspeda. Ermita de Santa Marina. Ermita de Santa Marina. Camino del Portillo de Huéspeda. Camino del Portillo de Huéspeda. Paredes y corrales del páramo. (Tomadas el 12/12/09)



Allí donde termina el frutero valle de Caderechas por el oeste, comienza la barrera natural que le separa del Páramo de Masa y de los pueblos de Los Altos, aquellos pueblos que, por ser vecinos, estuvieron obligados a mirar por encima del hombro a los caderechanos. Desde la ermita de Santa Marina, convertida hoy en un testimonial muñón, se aprecia con nitidez cómo la depresión del páramo se precipita en pronunciada pendiente hacia Caderechas y sus pueblos. La panorámica es espectacular, inolvidable en un día despejado.

Para aprovecharse de los ricos pastos del páramo, incluso de las pocas tierras cultivables de los fondos de los vallejos parameros, y para dar salida a sus afamadas frutas, los vecinos de Hozabejas, Madrid de los Trillos, Rucandio, Huéspeda y otros pueblos caderechanos necesitaron superar la barrera natural que tenían delante de sus narices. Fue así cómo abrieron caminos por escarpadas pendientes, caminos o sendas montañeras que llegaban a confluir en collados en la cumbre a los que se llamó portillos. Los rebaños de ovejas y pastores de los lugares citados confraternizaron con los de Pesadas y otros pueblos de “arriba”. Un buen número de apriscos o corrales de piedra, cerradas de las ovejas, así como chozos de pastores, pueden verse aquí y allá como testimonios pétreos de la febril actividad que se vivió en el páramo hasta que comenzó la despoblación, que es como decir hasta que empezó el morir de los pueblos.

El Portillo del Infierno y el Portillo de Huéspeda, son los dos accesos más señalados para subir al páramo. El primero lo utilizaron los vecinos de Hozabejas, y el segundo, que confluye a pocos metros de la ermita de Santa Marina, los del pueblo que le da nombre, Rucandio y Madrid de los Trillos.

A vosotros, queridos amigos y seguidores de este cajón de sastre, amigos de lo auténtico, os invito a asomaros desde el borde hacia Caderechas, allí veréis que no hace falta salir de Burgos para sentir la mayor de las emociones: sentiréis cercanos los Picos de Europa, en su versión Montaña Palentina, La Demanda, Amaya..., ¡veréis el mundo! Y os invito también a que os detengáis a contemplar las ruinas de los apriscos, paredes parlantes levantadas con mimo y arte ahora imposibles. A sus pies, no habréis de esforzaros mucho para sentir las noches estrelladas de vigilia pastoril y los aullidos del lobo del páramo, siempre merodeante.

viernes, 11 de diciembre de 2009

BARBARIE EN EL CASTILLO DE SANTA MARTA



FOTOGRAFÍAS: Castillo de Santa Marta, en Pancorbo. (tomada el 11/12/09).

Reconozcámoslo: somos un país bárbaro (no estupendo, sino lo contrario). La fotografía muestra una pared, excavada artificialmente en la roca, del castillo altomedieval de Santa Marta, de Pancorbo. Sobran más palabras.

domingo, 6 de diciembre de 2009

HERBOSA, ARNEDO Y SAN VICENTE DE VILLAMEZÁN, LA TURBA QUE NOS CALENTÓ








Inédito

FOTOGRAFÍAS (2003): "Peña La Junta", donde antiguamente se reunía la Hermandad de la Ribera (al fondo puede verse el pantano de Arija). "Peña La Junta" y Herbosa. Arquitectura tradicional de Herbosa". Explotación de turba. Camioneta abandonada en turbera. Vieja camioneta de empresa explotadora de turbera. Carro con turba (foto obtenida en Fuente:
"Angeles López
Autor: posiblemente Vicente López
Fecha: desconocida.
Lugar: San Vicente de Villamezán.
Descripción: Marcelino López, con su carro de turba en San Vicente de Villamezán. Personas identificadas: Marcelino López. Ver
http://www.arija-vilga.org/es/index.php?title=Carro_de_turba_en_San_Vicente"

Antes del butano, o sea, en la “era fría”, hubo pueblos burgaleses sin apenas monte, sin apenas leña que cortar que, para no morir sus vecinos de un pasmo invernal, ni de hambre, tuvieron que recurrir a una cosa negra que, sin ser petróleo, aparecía libre y abundante en la naturaleza. Era la turba. Vaya usted a saber quién empezó primero a servirse de este combustible, pero el hecho es que, durante siglos, una buena parte del vecindario del noroeste burgalés, aquella que linda con Cantabria, calentó sus duros inviernos y cocinó sus pucheros con él. Allí, en aquella cornisa de fantasmales rocas de arena, lindando con el famoso Monte Hijedo, donde el gran pantano de Arija ahora lo domina todo, algunos pueblos puede que deban su origen a la existencia de turba, aunque por supuesto también a los abundantes y frescos pastos de la zona (Herbosa).
Arnedo, Herbosa y San Vicente de Villamezán son, entre otros, pueblos que se beneficiaron de esta riqueza natural, que también servía como abono para fincas y huertas. La Turbera Margarita, cuyo nombre es de reciente creación, pues antes de su recuperación como humedal sólo era conocida con el nombre de la turbera, se halla a menos de un tiro de fusil (que dirían los antiguos) de ambos caseríos y fue hasta bien entrados los años sesenta del pasado siglo la carbonería de los dos pueblos y la fábrica de abonos de la cual se surtían. En realidad, y según refieren los lugareños, aunque la turbera natural es o era una sola, puede hablarse de varias, debido a las delimitaciones que los vecinos de los pueblos citados hicieron. Hace seis años (2003), José Díaz Díaz, un vecino de Herbosa, nos decía que

“Aquí había tres turberas; este pueblo [Herbosa] tenía tres turberas. Había una que hacía divisoria de Herbosa con Arnedo; y después teníamos aquí esta otra, mire, que era del pueblo, y que están haciendo en ella un acuífero [un humedal]; y después, a la parte allá de la loma, donde están los pinos, todavía tiene terreno [de turba] Herbosa, que colinda con San Vicente. [De modo que] confluyen en la turbera los tres pueblos: que colinda con Arnedo, la central que era del pueblo, y después la de San Vicente [de Villamezán] con Herbosa, por donde parte el término municipal. Porque claro, un poco antes de llegar a la Ánimas divide el término”.

Otro vecino de Herbosa sin identificar, en cambio, nos decía que

“Hay dos turberas juntas, una de Herbosa y otra de Arnedo”.

Denuncias de la explotación de turba. La razón de Margarita.

En cuanto al nombre de la turbera recuperada, José Díaz nos contó las razones de por qué se llama Margarita: “

“[Resulta que] venía un hombre denunciando [el terreno turbero]; entonces, si no se adelantaba el pueblo a denunciarlo, nos lo llevaban; y ya sabe, cosas de pueblo, no hubo acuerdo [y] lo denunció él. Y algunos, aunque estaba denunciao, quisimos sacar [la turba], y nos llevó a juicio. Una vez que era de él ya no se podía andar allí. Y entonces ese pueblo de San Vicente [de Villamezán], que también tiene parte de una turbera, pues también fueron con eso de que les iba a denunciar. Pero un señor, que era el presidente, que se llamaba Emiliano Arenas, cogió y denuncio [terreno] para el pueblo, y por eso ahí no hay extracción de turbas; y denunció también lo que correspondía en nuestro término, que tenemos allí un trozo, por eso aquella está intacta. Y allí, últimamente, era donde íbamos a sacar nosotros, hasta que llegó el butano. Y por eso sé yo cómo lo sacaban los de San Vicente.

Según el informante herbosino,

“G. del V., ése es el que denunció la turbera a su nombre, porque el pueblo no hacía caso. Y ése es el que bautizó a las turberas, Margarita y Elena, porque anduvo con una chica de San Vicente que se llamaba Margarita. Eso lo he sabido de hace poco. Y ayer lo hemos comentao, cuando ha venido por ahí un biólogo, [que] ha estao ahí por el asunto de la alambrada, buscando bichos y haciendo fotos”.

El proceso a pie de mina

El vecino de Herbosa sin identificar nos explicó el modus operandi de la extracción:

“Hacíamos unos hoyos y [la turba] se extendía por allí alrededor del hoyo. Luego, a la vuelta quince días, había que darlo vuelta. Darlo vuelta y apilarla, y se secaba. Y una vez que estaba seco, se bajaba con el carro y para arriba. Cuando íbamos era sobre julio, que es cuando más calienta el sol, claro. En julio porque se secaba enseguida. Se sacaba con unas palas largas y hasta que se secaba. Al hacer los pozos sacaba agua [por eso nos metíamos] con unas botas de goma. Se sacaba en verano porque en invierno no seca. Había que esparcerlo, unos lo sacaban y otros lo esparcían.
Debajo [de la capa de turba] hay arena.
De un año para otro aquello quedaba, si no raso, sí parecido”.

La utilidad de la turba, cocinas y huertas. La chapa de la cocina se ponía roja y hervía la paila.
José Diaz nos contó la utilidad de la turba para los usos domésticos y agrícolas de los pueblos:

“Pues valía por ejemplo para quemar, y por ejemplo también, valía para las cabeceras de las tierras, que es [de suelo arcilloso] y pues lo ahueca. Los terrones es la parte superficial [de la turbera], que es berezo y hierba, y después salía ya la turba. Nosotros lo sacábamos con una pala, na más así, [en forma] de barras. De cuadraditos lo sacaban en otro pueblo, los de San Vicente [de Villamezán], como se espala la nieve.
Claro, la usábamos pa quemar también, y esto es muy bueno para prender a lo primero, porque como es así como blanda (hueco) pues penetra mejor el aire y el fuego. Para encender hay que poner unos palucos, como estos que tengo yo aquí.
Sí, sí, claro que da humo, más que la leña.
La chapa de la cocina [cuando había cocina económica] se ponía roja, ¡hervía la paila...!, el depósito que tenía para el agua caliente, hervía.
Y cocíamos el pan también con ello. [La turba] era para acompañar a la leña. Si teníamos algo leña era para cocer el pan. Mi madre cocía [en el horno] cada mes, y la acompañabas un poco turba [a la leña]”.

El tiempo de recogida. “Parece betún o chapapote”. Se ponía a secar, “como las tejas”.
“Entonces, los de San Vicente lo cogían en cuadros, como adobes, como la nieve, y después, cuando ya estaba venteao del aire, y se hacía ya un todo compacto (porque en sí es blando, viene a ser como el chapapote), pues ya cuando estaba tieso, que le había dao el aire, lo partían y lo traían para casa.
Nosotros [lo hacíamos] con la pala, y salían unas barras así, cuadradas, rectangulares, igual que ellos, pero nosotros no lo partíamos, nosotros, una vez que atiesaba, lo poníamos así, como las tejas en las tejeras, y así se secaba. Al darle el aire se ponía duro. Y cuanto más negro, más calor daba”.
En agosto era lo mejor, cuando no había agua. Porque eso, después que se extraía, quedaban pozos y allí se acumulaba el agua de tol invierno y toda la primavera. Entonces, cuando ya el agua se había evaporao, es cuando, en el mes de agosto, o julio, ibas para allá por la mañana pronto, lo sacábamos (igual estábamos allí hasta las once o todo lo más las doce, para después venir a trillar, a trillo, allí a las eras. A las seis o las siete de la mañana estábamos allí [en la turbera]. Y ya cuando abría el sol, pues se iba pa casa a otra faena. Y algunos días que llovía o hacía malo, entonces lo dedicabas tol día a coger turba. Yo de chaval, guardando las yeguas, llevaba una pala y un horcón (porque luego después, se coge con un horcón de esos). Se solía ir pues dos [personas]: igual iba mi hermana conmigo. Entonces: tienes que ir, con la azada, primeramente, quitando el berezo de encima, de la cúspide de arriba, y después, debajo está la turba buena, que es igual que betún, parece betún. Y ya digo que, una vez extraído se pone compacto, y entonces, después de pasarse unos días, unos quince o veinte días, al primer rato que tenías libre pues a apilar la turba; lo ponías así, entonces le corría el aire, se sacaba y lo traíamos.
Pues estaba tendido [al aire] depende del clima, si le daba por llover..., alguna vez ya se estropeó. Normalmente solía estar en torno a un mes. Y estaba así apilao, como las tejas. Era de largo lo que daba el corte de la pala y algo más, pa que pasaría el aire”.

El polvo de la turba, abono para las fincas
“Y claro, después [del secado, la turba] se volvía polvo como esto, mucho de ello. Al estar aquí acumulao y moverlo, y al descargarlo y tal, se produce mucho polvo, se hace polvo; y eso lo empleábamos en las fincas; y eso ahueca y servía de abono”.

La turba roja

“Es como si no estuviera hecho. [Sacabas turba] ande te parecía a ti bien, porque lo que más escaseaba, tanto hacer hoyo, tanto hacer hoyos, la gente siempre iba a buscar la turba negra, porque lo rojo tiene muy poco... Es igual, después de quitar el berezo, te ponías a cavar, y salía rojo, y entonces no te interesaba, es como si no estuviera hecho”.

Un carro de turba para pasar un mes

“Gastábamos mucho, y había que sacar lo menos doce o trece carros para el invierno, pa todo el año; porque todo el año había que hacer lumbre, como no había butano ni nada..., y [hubo un tiempo en que] no había cocinas económicas. Por lo menos..., yo tengo comprobao que un carro cada mes. [cogíamos sobre]]doce carros, o catorce, entre terrones y turba, entre lo uno y lo otro”.

Hasta que llegó el butano

“Hace que dejamos de sacar [turba] nosotros..., desde que llegó el butano”.


TURBERAS EN EL PANTANO. LA “HERMANDAD DE LA RIBERA”. DIEZ PUEBLOS DE UNA HERMANDAD QUE NACE EN TIEMPOS DE LOS REYES CATÓLICOS.
La gran masa de agua del pantano de Arija oculta la turba y los buenos pastos de los que se beneficiaron los pueblos de su entorno antes del llenado de la cubeta. A este respecto, José Díaz sigue aportándonos sabrosas noticias para la historia de la turba burgalesa:

“Pues que había turba también [en La Virga] y nosotros, como socios de la Hermandad (porque cada vecino es un socio, ¿eh?)... Después, dentro de los socios, está el vocal, y después está el Presidente y el secretario, y cada dos por tres están haciendo juntas.
(...) También se sacaba [turba] ahí abajo, [que] en el pantano también hay turberas ¿eh? Me acuerdo yo con mi padre... que ya digo, tenía yo once años, u ocho o nueve, y arrancaba mi padre con un carro grande pa`llá, a buscar terrones de estos. Pues porque aquí a lo mejor tenían miedo de que se acabase. Porque usté no sé si sabrá, [pero] ande está el pantano es de la HERMANDAD DE LA RIBERA, que lo componíamos diez pueblos, sólo de Burgos; eran Arija, San Vicente, Herbosa (que es la sede, que no sé si habrá visto, junto a la carretera, una caseta que pone HERMANDAD DE LA RIBERA, donde la peña esa; y ahí precisamente el sábado han estao [reunidos] en Junta. Hay un vocal de cada pueblo, más un secretario y el presidente. Y es una hermandad de cuando Isabel la Católica, sólo que, después, con el Gobierno de Franco, lo invadieron todo con el pantano, lo expropiaron y...), Arnedo, Villamediana, San Román, Quintanilla San Román, Bezana, Montoto, Virtus y Cilleruelo de Bezana. Se lo donó Isabel la Católica [y] hay escritos de ella [sobre este particular]..

Los buenos pastos de La Virga. Turnos de pastores

“[En La Virga] había praos, y allí iban sólo los socios. Y allí iban [a sacar turba] lo mismo de Bezana y de Virtus, y de Montoto (¡y eso que tenían monte!). Con mi padre iba pa` llá, pa llá, en dirección a Corconte. Sale [turba]en los vallejos, en todos los sitios, no.
Pues ganadero [sí que] es, ahí [en ese terreno] había cantidad de ganao antes de venir el pantano. El pantano vino hacia el año cincuenta. Ahí pasteaban muchísimas cabras, yeguas, vacas, ovejas.... Se juntaban digamos hacía el centro del pantano, en La Virga. Se juntaba todo el ganao ahí. Ahí había cantidad de yeguas, cuando aquello que valían tanto las yeguas. El ganao lo guardaban los vecinos de los pueblos: cada cuatro reses de ovejas se guarda un día, que tenías que ir de pastor para guardar de todo el pueblo, se iba corriendo [el turno] casa por casa. Iba el pastor de vacas, o dos pastores de vacas, y otros dos de bueyes, y otro de cabras, y se juntaban allí. Y mi madre sale, en albarcas, a lo mejor a las cinco y media de la mañana, o [a] las seis, ¡hasta Corconte!, que todo ese terreno era de la Hermandad.
Se dice que las nieblas [que ahora son frecuentes en la zona] han venido después del pantano, y mi madre ya sabe perderse por allá. Los praos (que había praderas), se segaban algunas veces pa Cristalería Española, pa embalajes pal vidrio; yo lo que he oído.
La caseta [de la Hermandad] está aquí arriba, está en la carretera de Arija a Cilleruelo, junto a esa peña que llamamos “Peña Alta”.

Peña La Junta”
“Pero esa peña no tiene nada que ver. Hay otra peña que se llama “Peña la Junta”, que está ahí, frente a la iglesia. Entonces, allí se juntaban para hacer sus asambleas los de esos diez pueblos; se juntaban el vocal de cada pueblo, presidente y secretario. Y cuando llovía, se bajaban a la casa contigua, que hoy ya era muy antigua, a un portalón, para no mojarse. En la cúspide de la peña hay como un nicho cuadrao donde había una cruz.
Aquí tienen un número [¿de reuniones?] determinado cada año. Pero, si hay que hacer juntas extraordinarias... [pues lo hacen en las caseta]. [Yo las reuniones en la peña] no lo he visto. Y cuando hacía malo, que no podían levantar aquí escritos o levantar actas, pues se bajaban ahí a esa casa, que era una casa vieja (esta nueva la ha hecho un chico) y en un portalón hacían la juntas, tengo entendido. Ahora yo siempre lo he conocido bajar ahí donde ese Gerardo.

Las turberas de Arnedo-Herbosa surtieron a Güisqui Dik

Los fabricantes de güisqui empleaban (o emplean) la turba para calentar en sus destilerías los hornos, lo que daba (o da) cierto y apreciado aroma a este licor. La destilería española de güisqui Dik se surtió de las turberas burgalesas. Así nos lo cuenta José Díaz:

“Fue el mismo G. del V., [el] que se puso a explotarlo hace veinte años, [o más]. Entonces, puso ahí un tramo, ahí en la Margarita, empezó a explotarlo [en] un trozo. Tenía obreros y todo, y puso una línea de vagonetas. Hizo una caseta donde guardaba la herramienta y por si llovía, y la bautizó como Lumumba; cuando aquello del Congo [1961] fue cuando lo explotaba él. En aquellas peñas donde han puesto el paso ése, allí lo tenía como secadero. Y venían camiones de [la] destilería Dyk y se lo llevaban pa Segovia. Pues para hacer el güisqui será. Yo creo que será para darle sabor”.

La turba para sustrato

Cabe decir, por último, que la turba de la zona descrita se sigue explotando (al menos se seguía explotando en 2003), por una empresa de Sotopalacios y otra de Torrelavega, las dos para obtener sustrato para mantillos. Al menos eso es lo que se nos contó en aquel año:

“Los de Sotopalacios llevan poco [sacando], por ahí tres o cuatro años. Un piquito se lo han vendido los de Arnedo a los de Sotopalacios, y esto otro lo llevan los de Torrelavega. “[Los de Sotopalacios] traen [turba] también del extranjero, y lo envuelven con esto. Traen en barcos pa envolver con esta. Lo utilizan como abono".

lunes, 30 de noviembre de 2009

CINES CORDÓN Y TÍVOLI, LOS ÚLTIMOS DE LA FILA









FOTOGRAFÍAS: cabinas de proyección, pasillo planta superior del Cordón, pantalla cine Cordón, vestíbulo del Cordón, escenario-pantalla de Cordón. (Tomadas en 2008).

Llevaban muchos años cerrados a cal y canto, ya su historia se había acabado. Dentro de los cines Cordón y Tívoli reinaba la oscuridad y el silencio (que siempre fue lo suyo, salvo interferencias), hasta que se decidió su demolición para construir un bloque de viviendas. Es el signo de los tiempos: construir casas y más casas, aunque sea a costa de borrar nuestro pasado. Las obras de derribo de estas salas, que tantas emociones pueden traer a muchos burgaleses, comenzaron en 2008. Alguien me dio el soplo de que se estaban llevando a cabo y, con gran fortuna, pues se me permitió acceder a ellas, llegué a tiempo de ver, ya por última vez, el interior de aquellos míticos cines de la calle del Cordón, que tantos recuerdos me traían (en delantera preferencia del Cordón vi, de estreno en Burgos y junto a mis hermanos, El Gran Dictador, ¡casi nada! Y en el Pulguero -más tarde Astoria y Tívoli-, películas que no me atrevo a nombrar, de gravemente peligrosas como eran ). Pero fueron unas imágenes penosas, pues todo estaba manga por hombro: los techos prácticamente desprendidos, con colgajos aquí y allá, las butacas desvencijadas, el polvo cubriéndolo todo, como si las cenizas de los últimos días de Pompeya se hubieran colado por las rendijas, obreros por aquí y por allí, con su trajín, decididos a convertir aquello en escombros. Lamentable, fueron momentos dolorosos para mí. Puedo dar gracias, eso sí, a que se me permitió también ver las cabinas de proyección de las dos salas, que no conocía y que estaban intactas, tal y como fueron dejadas en la última proyección; lugares mágicos de celuloide, angostos cubículos que parecían fotocopias del Cinema Paradiso, pero sin Alfredo, el inolvidable “cámara”. En fin, que aquí van, queridos amigos y seguidores de este cajón de sastre, unas evocadoras y desgarradoras imágenes de lo que vi en aquel día de autos.

jueves, 26 de noviembre de 2009

EL TIEMPO DETENIDO EN ZAEL



FOTOGRAFÍAS: Reloj estático de Zael (Tomadas en 2006)

En la fachada de una casa de Zael puede verse un reloj que siempre marca la misma hora: las doce menos cuarto, no sé si de mediodía o de medianoche, es la que quiso marcar el albañil que le fabricó. No tiene maquinaria, sólo números y agujas estáticas. A la vista de este sorprendente artilugio, por llamarle de alguna manera, a uno se le ocurren cosas, elucubraciones, preguntas... La primera y fundamental pregunta ha de ser: ¿qué mensaje se esconde detrás de este tiempo detenido? Y a continuación: ¿qué acontecimiento importante sucedió o sucederá en el pueblo de Zael a esa hora de cualquier día? O algo más simple: ¿qué tristeza o qué alegría pudo ocurrirle al artífice relojero a las doce menos cuarto; puede ser que a esa hora de un afortunado día se enteró de que le había tocado un premio gordo de la lotería, y ello cambió el rumbo de su vida? ¿Quizá es la hora en que le nació algún hijo? Preguntas, mil preguntas, posiblemente sin respuesta, podrían hacerse a este reloj de agujas estáticas, a este reloj sin vida, pero que bien podría encerrar algún mensaje trascendental para la humanidad. Aunque, bien pensado, acaso el albañil relojero, a la hora de obrar, estaba tarareando aquel viejo, pero eterno, bolero de Roberto Cantoral

“Reloj no marques las horas,
porque voy a enloquecer...”

lunes, 23 de noviembre de 2009

DAMIÁN MONTERO ("EL PESETA"), EL ÚLTIMO MULERO















Inédito



FOTOGRAFÍAS: Damián Montero, El Peseta, en su casa de San Martín de Elines, tocado con su sombrero de tratante. Portillo del Tez. Los muleros bajaban al Rudrón por estrechos caminos entre la espesura, algunos ya perdidos. Retrato. Restos del Molino Rasgabragas (Tomadas en octubre de 2009).

Entre la larga lista de personas que ejercieron un oficio de los que ahora podrían considerarse arqueológicos, y que he tenido la gran fortuna de entrevistar a lo largo de mi andadura, no se encontraba todavía la figura del mulero, o si se prefiere la del tratante de ganado mular, aquel que frecuentaba las ferias de aquí y de allá para la venta y compra de ganado. ¡Casi nada!, aquellos míticos muleros que, en su incansable trajín, hacían caminos al andar, con sus caballos, yeguas y reatas, atravesando inhóspitos parajes, angostos desfiladeros, escalando portillos, cuetos y pandos, lugares en donde ahora sólo reina la soledad y el viento. Hoy me complace traer aquí a Damián Montero, uno de aquellos tratantes muleros que tenía (y aún tiene) su casa en San Martín de Elines, en Cantabria, pero que ejercía su oficio también por tierras de Burgos. Hacía muchos años que tenía el deseo de encontrarme con Damián, o si se prefiere “El Peseta”, que es así como se le conocía en las ferias de Burgos, de Valderredible y de buena parte del norte de España. Hoy, por fin, he podido reunirme con él en su bonita casa de San Martín y charlar largo y tendido sobre sus experiencias con las mulas por ferias y caminos ya perdidos, por esas largas rutas que hoy son mis particulares Caminos de Santiago. Tiene 89 años, pero una memoria que ningún viento ni ventisca del páramo han podido borrar. Como se negó a ser un buen estudiante, su padre, Estanislao Montero, el auténtico “Peseta”, que también fue mulero, un día de 1930 le dijo:

“Ya que no quieres estudiar, te vas a Villacarriedo a vender estos cerdos”.

Y ahí comenzó su aventura junto a las mulas. Desde entonces, hasta que el mundo de las ferias se extinguió, no paró, junto con sus cuatro hermanos, de negociar y tratar con el ganado, de conducir reatas por caminos imposibles, un hermano por aquí y otro por allá, cada uno dirigiéndose a su destino. Y tan célebres fueron los Peseta, que hasta llegó a decirse que

“éramos los fundadores de las ferias en Burgos”.

Yeguas de Holanda al acabar la guerra. De contrabandistas en Francia
Damián presume de la potencia comercial de su actividad familiar:

“La primera importación que se trajo del extranjero después de la guerra fuimos nosotros. [Llegaron] de Holanda en barco dos mil y pico yeguas, desembarcaron en Santander. Eso fue a raíz de la guerra, después de la guerra. [Las yeguas eran] para el campo y para criar..., entonces las yeguas valían muchísimo dinero... eran unas yeguas terribles, buenísimas”.

Pero sus actividades en el extranjero no se pararon en el país de los tulipanes, Damián cuenta también su experiencia en Francia:

“¡Y en Francia [nos movíamos] mucho también!, que algunas veces íbamos allí. [Íbamos] pues como podíamos, como los contrabandistas. No ha habido gobierno que haya podido con ellos, ni pueden. [Íbamos] por Pamplona, [por los Pirineos] Íbamos tranquilamente, y las mulas las comprábamos a los paisanos. A la parte de Tarbes, [a] to la parte de Po [Pau] y todo eso, donde estaban las mulas, to la parte baja, y to la parte de Las Landas. [Íbamos por esa zonas] bastante. Y luego, esas mulas las traíamos a vender a Castilla. Nosotros teníamos cuadra en Valladolid, en Palencia, en Frómista, y aquí, en San Martín, [aunque] en Frómista, más. Nosotros comprábamos [mulas] pequeñas pa casa. Nosotros criábamos unas cincuenta mulas, y una vez criadas, las vendíamos. Pero las otras, las del trato, las traíamos de to los sitios”.

RUTAS POR BURGOS, LOS CAMINOS DE LOS MULEROS

El trajín de Damián Montero por la provincia burgalesa fue incesante, primero con su padre, después solo o con algún hermano:

“Íbamos muchísimo a Burgos, miles de veces..., íbamos a las ferias de San Pedro, de San Martín, Santiago..., a todas las ferias”.

Pero además de Burgos capital, tenían otras rutas, siendo las principales las de Villadiego, Melgar, Lerma y Miranda de Ebro. Cada una de ellas tenía sus caminos establecidos, y eran siempre los mismos, quizá buscando la línea recta, aunque ésta estuvieran llena de dificultades. Bien es cierto, sin embargo, que algunas veces, según Damián, el seguimiento se hacía “a ojo de buen cubero”:

“No sabíamos los kilómetros que hacíamos, no los contábamos”.

Ruta de Villadiego: Dos jornadas
Primera jornada: San Martín de Elines- La Rad


Partían de San Martín de Elines, subían por el Portillo del Tez y atravesaban una inmensa paramera de La Lora hasta llegar a Sargentes. Desde aquí bajaban al Rudrón, entre Moradillo y Ceniceros; cruzaban el río cerca de del molino de Rasgabragas y subían a La Rad, donde hacían noche.

Segunda jornada:
La Rad-Villadiego

De amanecida, desde La Rad seguían hasta Talamillo del Tozo, pasaban por el cercano despoblado de Cuevas, siguiendo el llamado Camino de los Estraperlistas, y seguían hasta Villadiego pasando por Hormicedo y Villalbilla de Villadiego:

“La hacíamos en dos tiradas, una íbamos a quedarnos pues a La Rad; dormíamos allí, en una caseta que había... y las mulas las dejábamos abajo, tiradas en el campo... Por cierto: una vez me pasó un caso cojonudo: llevábamos una pareja de mulas encolleradas, atadas la una a la otra, y no las pude [¿soltar?]... y así se quedaron toda la noche, y no pasó nada”.

Ruta de Melgar y Lerma
“[A Melgar y Lerma], pues por Villadiego, siempre íbamos por el mismo sitio”.

No me fue especificado al completo, sin embargo, parece que los muleros iban hasta Villadiego por los caminos ya citados, y desde aquí a Melgar y Lerma, por rutas distintas pero que bien se pueden adivinar.

Ruta de Miranda de Ebro. Dos jornadas
Primera jornada: San Martín de Elines-Poza de la Sal:



Al amanecer del primer día salían de San Martín, subían el portillo del Tez, se internaban en La Lora, llegaban a Sargentes y de aquí bajaban a San Felices; cruzaban el Rudrón por Valdelateja, subían por el camino de Siero, pasaban por Nocedo y de este pueblo seguían hasta Poza de la Sal, donde hacían noche.

Segunda jornada: Poza de la Sal-Miranda de Ebro
“En marzo era [la feria]. La mejor feria que había en Miranda era la de marzo... Antes de San José era..., sí, porque luego hacíamos la de Melgar, que era en San José...”.

Damián explicó la ruta así:

“Pues íbamos por ahí en eso, por San Felices; subíamos por la ermita de Siero, por Valdelateja arriba, pa pasar a.... pues tol tiempo a ojo de buen cubero. [Eran] dos jornadas a Miranda, dos de ir y otras dos de venir. La primer tirada era Poza, y allí dormíamos, en Casa la Niña, que la llamaban. Una casa particular que nos daba... y claro, como nosotros llevábamos tanto... tenía una cuadra grande que era de ovejas, y...”.

Un habitante en Siero

El Peseta nos aporta un dato bien jugoso para la historia del ahora despoblado Siero:

“[En Siero] todavía vivía una persona. Me acuerdo porque subí muchas veces por allí, que había una persona allí. No me acuerdo si era hombre o mujer, una persona decían que había. Ver echar humo [por la casa] sí [que vi]. Casi siempre pasé [por allí] nevando, ¡caguen diez!

Después de Siero pues íbamos a ese pueblo... cómo se llama...¡Nocedo! Y de Nocedo, a bajar a Poza; y de Poza a Cornudilla, a coger al carretera hasta Miranda”.

Ruta de Burgos

“A Burgos íbamos por aquí abajo, por Orbaneja [del Castillo] y por ahí; como entonces había poco coche, había veces que íbamos a Burgos por ahí [siguiendo el curso del Ebro]. Y otras veces íbamos por ahí [arriba], por el camino de Sargentes pa bajar a San Felices”.

Por los pueblos sin haber ferias

“Aunque no había ferias, pues también ibas por los pueblos. Íbamos por los pueblos con mulas para ver si las querían comprar. Hombre, ibas por los pueblos grandes, por ejemplo, Castrogeriz, Melgar... y te quedabas allí unos días. Los pueblos pequeños no, esos venían a donde estábamos nosotros a comprárnoslas.
Es que decías: pues voy a estar unos días en Villadiego, voy a estar unos días después de la feria; y se lo decías a la gente. Cuatro días, o seis, según fuera la venta que tenías ... Yo, en Paredes de Nava he estao igual doce días”.

CONDUCCIÓN DE LAS MULAS

No debía ser fácil la conducción de las mulas, y mucho menos por los lugares más difíciles. Uno se imagina, por ejemplo, a una reata de mulas subiendo o bajando por el escarpado Portillo del Infierno, y le entran escalofríos de pensar en los esfuerzos sobrehumanos que tal operación podía conllevar. Damián pone algo de luz a aquél trajín, a los procedimientos.

“[Llevábamos] 50 o 60 mulas, sí, sí..., según fuera la feria. A esas ferias [a las de Villadiego, Melgar o Lerma] igual llevábamos 30 mulas, y a la de Burgos, igual 70.

“Generalmente, [los muleros] solíamos salir juntos. De aquí, del valle de valderredible, pues salían los Rojo, de Polientes, Cipriano, el de Villota... Solíamos salir juntos por El Tez, por el portillo del Tez”.

Y cuando no salían juntos

“casi siempre nos juntábamos por el camino”.

Un caballo delante, con un campano, para guiar a las mulas

“Íbamos siempre uno delante, con un caballo. [Llevábamos] el caballo de montar; generalmente todos los tratantes teníamos un buen caballo.
Si íbamos cinco tratantes, los cinco llevábamos nuestro caballo. Si iba sólo, iba en el caballo... El de alante era el muchacho [el criado], que llevaba otro caballo que ya estaba domao pa ir delante. Y detrás del muchacho iba una yegua, atada y con un campano, porque aquí, como se las tenía sueltas por aquí, pues había que [guiar a las mulas] con el cencerro. [Y es que] las mulas iban sueltas, no atadas, sueltas, sueltas...”.

Las mulas se comen los trigos. Las gallegas eran las más díscolas

“Las mulas, por ejemplo en marzo, había veces que no les poníamos los bozales, y ya estaban los trigos un poco altos, y hacían estropicios. Teníamos disputas con el guarda más que nada; y claro, había alguno que era comprensivo y te ayudaba, pero había algún borde, algún payaso, que te hacía perder el tiempo, y mientras, se te metían todas [en los trigos]. Los caballos nuestros sabían hablar, pero una mula..., se las controlaba muy mal. Las mulas gallegas son las malas. Las francesas se las llevaba mejor, ¡con esas ibas al fin del mundo, hombre!”.

INCIDENCIAS

Las incidencias más notables en las rutas de los muleros casi siempre se refieren a la nieve. Tenían lugar en los lugares más inhóspitos y donde más cargaban las nevadas. Ha de tenerse en cuenta, en este sentido, que muchas de las ferias importantes tenían lugar en los meses de invierno. Damián Montero cuenta alguna de sus experiencias:



Descalzo en la nieve, agarrado a la cola de la yegua
“Ahí tengo yo dos escenas... en ese camino, de Siero a Poza... Pues una es que venía con las mulas de Santo Domingo de la Calzada, que habíamos hecho la feria. Y resulta que, pues eso, yo tenía unas botas ya malas, y fui y compré allí unas en Santo Domingo de la Calzada. Pues eso, parecía que eran buenas, no sé lo que pagué, y arranqué... Se lía a nevar, y nieva, y nieva, y nieva... ¡caguen la madre que lo parió! Y ya me cansaba de estar en el caballo, y cogí y me tiré del caballo, y eché delante la yegua, que era una yegua, la yegua delante y las otras [las mulas] detrás de la yegua la mar de bien (traía creo que cinco mulas). Pero ¡rediós!, se me despega la suela, que estaba cosida con alambre ¡caguen la puta que las parió! Y tenía yo una corbata de cincho, y la até, y la primera pues muy bien, ¡pero ¡ay rediós!, después la otra... Y después ¡descalzo! ¡por la nieve! Y no me pasó nada. (Eso sería al año de terminar la guerra [entonces debía tener 20 años]). Llegué a Valdelateja y allí me dieron unas alpargatas, y pa casa. ¡Bah!, andando no pasa nada, lo malo es si te paras, eso es lo criminal; y si estás mojao, no se te ocurra montarte en un caballo, porque te mueres; es mejor andando, yo me agarraba a la cola de la yegua y zarpazo pa allá y zarpazo pa acá, como Dios...”.

Un congelado metido en estiércol

“[Una vez en Valdelateja] no querían dejarnos salir [por la nieve] Había uno que tenía tienda allí [en Valdelateja], Primo [se llamaba]. Y “¡que no salís de aquí, que está nevando coño!”. ¡Pero, cómo no vamos a marchar, si en Miranda no se hace [la feria] nada más que una vez al año! Bueno, pero arrancamos. Pero ¡ay!, se lía a nevar, y a nevar... y yo no me había montao a caballo, y el otro, un muchacho que iba conmigo, un criao, sí: [le digo]: ¡que no te montes, que no te montes! La cosa es que se me montó a caballo y al poco tiempo, al dar vista a Poza, allí le monté, y dice que se muere y que se muere, que se congelaba ¡me caguen la madre que lo parió! ¡Tiene cojona! Bueno, la cosa [es] que bajábamos a Poza, y yo, corriendo a buscar al médico, allí en Poza. Y claro, pues no... que si está allí, que si está allá... Pero mientras, la gente, a éste [criado], le cogieron y le metieron en un basurero [para descongelarle]. No se me olvida a mí mientras viva...”.