Elías Rubio Marcos y su "CAJÓN DE SASTRE"

Recopilación de artículos publicados y otros de nueva creación. Blog iniciado en 2009.

martes, 29 de diciembre de 2020

FELIZ AÑO 2021




FOTOGRAFÍA
: Estela romana en Campolara (enero, 2019)

        Con mis mejores deseos para todos los que tenéis la paciencia de seguir este Cajón de Sastre. Que este annus horribilis que nos ha asolado pronto quede en un mal sueño. Con un recuerdo especial para todos aquellos que nos dejaron por culpa de la malhadada pandemia.  

miércoles, 23 de diciembre de 2020

EL ABAD CON SU BÁCULO


Abad con su báculo esculpido en la peana de la pila


La pila se encuentra en la actualidad en la parroquia de El Rosario, 
en la ciudad de Burgos.
Además del abad con su báculo son reseñables el sogueado del borde de la taza 
y dos grandes rosetas enfrentadas en su circunferencia.


FOTOGRAFÍAS: Pila bautismal de Santa  María de Rioseco (Junio, 2020)

Conocí esta pila bautismal allá a finales de los sesenta. Creo recordar que entonces se hallaba asentada prácticamente a los pies del coro. Por aquellos años el monasterio de Rioseco se encontraba ya en avanzado estado de ruina y solo su altiva y robusta torre, desde la que se dominaba el valle de Manzanedo, mostraba todavía cierta integridad. En años sucesivos seguí visitando las ruinas del monasterio, había algo magnético en ellas que me atraían con inusitada fuerza. Decir Valle de Manzanedo era para mí sinónimo de lugar inexplorado, romántico y mágico, donde perderse en mil ensoñaciones. Durante un tiempo la pila siguió estando en su sitio, hasta que un día dejó de estarlo y perdí su pista. Se la llevaron no recuerdo dónde (ni siquiera hoy sé si lo supe), debió convertirse en pila viajera, como tantos otros elementos del cenobio cisterciense, hasta que no hace mucho aterrizó en la iglesia parroquial de El Rosario, en el barrio nuevo de Las Fuentecillas de Burgos, donde hoy se encuentra y donde he podido fotografiarla.

Siempre me he preguntado que hace una pila bautismal en un monasterio, ¿es que acaso los monjes la usaban a discreción para bautizar a los nacidos en los pueblos de su entorno? No lo creo, si se tiene en cuenta que podría haber otras iglesias en el mencionado valle que tendrían esa función y sus propias pilas. ¿O es que las monacales se utilizaban solo para cristianar a gente noble (de nobleza heráldica o con poder)? En mi ignorancia, no me parece muy descabellada esta hipótesis. Estoy seguro, no obstante, de que alguien habrá que alivie las  incertidumbres de este lego en la materia de un tiempo tan confuso.

Por otro lado, siempre también me ha llamado la atención el hecho de que la susodicha pila tenga esculpida en la peana la figura medieval de un abad con su báculo (¿tal vez una representación de San Bernardo de Claraval?). Me sorprende, digo, porque el ornato cisterciense no se distingue por exhibir imágenes humanas ni animalescas en sus templos, como sucede con el románico clásico, más bien son elementos vegetales los que aparecen en ellos y de manera general. Por tanto, podría decirse que la presencia de esta figura en Rioseco quizá debería ser mirada como una originalidad.

Quedaría una última cuestión, la datación de la pila. En este sentido vemos que, sorprendentemente y a pesar de lo anteriormente dicho, la escultura del abad y su báculo tienen el sello inconfundible del románico que todos conocemos y admiramos, aquel que se muestra repleto de figuras y figuraciones. De ello podría deducirse que pudo ser tallada en los primeros momentos del monasterio en Rioseco (principios del s. XIII). Y digo Rioseco porque no parece lógico pensar que llegara a Manzanedo de los anteriores enclaves que tuvo este complejo monástico. No es imaginable el traslado de una mole como esa siendo arrastrada en carro por montes y morenas, desde Quintanajuar a los Montes de Oca y desde estos a Manzanedo. Pero bueno, no es totalmente descartable que así fuera.

 

lunes, 7 de diciembre de 2020

EL GATO DE CEBOLLEROS


FOTOGRAFÍA:
Ventana en Cebolleros (Tomada en diciembre de 2020) 

El gato merodea por lugares oscuros a la busca de algún ratón que llevarse a la boca. En los pueblos hay muchos lugares oscuros en casas vacías, el gato los conoce todos. Al gato le gustan también las ventanas, por eso hace de ellas pedestal de dominio, por eso las ocupa. El gato es un sibarita, tiene refinado gusto pero sabe amoldarse. Cuando no hay ventanas ilustres, le sirve cualquier ventana para vigilar todo lo que se menea, en cambio, cuando puede elegir, prefiere la repisa de una ventana con arte. El gato de Cebolleros, que ha salido de la oscuridad, no es que entienda de arte ni de heráldica, pero desde su repisa barroca y bajo el escudo, se siente marqués de Salazar. Y lo sería, si calzara botas.  


martes, 1 de diciembre de 2020

DE LA ESPAÑA LLENADA A LA ESPAÑA VACÍA

                                                                  Torre de Villapanillo

                                                                     Pasaje de la Torre 

     Ventana en el pasaje 


FOTOGRAFÍAS: Torre y pasaje con artística ventana en Villapanillo (30/11/020)

AÑO 1º, MES 11 del Coronavirus. Todavía Impactado y conmocionado por las imágenes de riadas humanas moviéndose el sábado por el centro de Madrid, no repuesto de los efectos secundarios que el extraño fenómeno de la España Llenada me produjo, decidí tomar un analgésico de Naturaleza, que tan buenos resultados suele darme. Y así, decidí una excursión al Gran Norte, donde hacía tiempo que no pisaba. Pensé que el paisaje me ayudaría a contrarrestar los perversos efectos de aquellas imágenes. Dicho y hecho: aprovechando que el  Confinamiento Perimetral no impedía el movimiento por la provincia, en aquella dirección nos fuimos, sin rumbo fijo. No importaba la meta, lo urgente era salir, salir en busca del analgésico que me hiciera olvidar lo que nunca hubiera querido ver. Los pueblos y su paisaje, que de tan poco usar, por culpa del Aliens que nos acongoja, podíamos llegar a olvidar, aliviarían mi malestar. Salimos de Burgos con gran sol. Fue un buen principio de la excursión, pero pronto vino a unirse a nosotros una incómoda pasajera, la señora niebla, casi siempre enemiga, aunque a veces consumada artista. Pasadas la tierras rojas de Las Torcas hizo acto de presencia y nos acompañó hasta la España Vacía, que en este caso viene a ser lo mismo que decir hasta Villapanillo. Y bien hizo la niebla llevarnos hasta este lugar de Cuesta Urria, pues era un pueblo que no conocíamos. En él descubrimos casonas de otros siglos con grandes portadas, una torre con arco-pasaje adherido y una maravillosa ventana, la que, sin dudarlo, guardé en el ya carcomido arcón de las ventanas singulares de Burgos, el que hacía ya tanto tiempo que no abría.

Embozados como íbamos, espectralmente difuminados por la niebla y envueltos en el silencio sobrecogedor de las callejas, nos pareció formar parte escénica de lo que ahora conocemos como la España Vacía, en contrapunto de la España Llenada. Dolor sobre dolor.

miércoles, 25 de noviembre de 2020

EL CEMENTERIO DE “LA LOMA”

       




FOTOGRAFÍAS: Cementerio de La Loma (tomadas en noviembre de 2020)

En ese afán que todos tenemos de desprendernos de papeles cuando rebasamos cierta edad, motivado sobre todo por un deseo de no dejar rémoras a los que quedan atrás y más queremos, andaba yo revisando tantas y tantas carpetas y papeles como he ido acumulando a lo largo de los años, cuando… (no sé, tengo la sensación de que sobre esto ya he dejado algo escrito, quizá en este mismo blog, que huele ya a tan añejo como el papel que durante años duerme en una bodega). Andaba yo, ya digo, en ese trance de qué papeles guardar y cuáles tirar (esto sí, esto no, este sí, este no), en ese  trágico momento en el que, al  decidir, tienes la impresión de que se te escapa algo, o mucho, de tu ser, porque ves que periodos importantes de tu vida pueden ir a la basura, y tú con ellos. Nombres de personas con historias y de lugares olvidados, apuntes arqueológicos, escritos a bolígrafo, que un día tanto significaron y que de repente aparecen ante ti provocando graves problemas de conciencia. Andaba yo, repito, rebuscando, desenterrando carpetas, cuando ante mis ojos aparecieron cuatro folios escritos a mano, con letra no muy legible, más bien lo contrario, claramente se veía que fueron escritos deprisa, seguramente por la emoción del momento. Y ese momento fue, lo recuerdo ahora, pasada una veintena de  años, en torno a una mesa camilla y con dos mujeres entrevistadas que me contaban una de las historias más tristes y conmovedoras que nunca he escuchado.

PARA PROTESTANTES

La Loma es un alto situado al sur de Mozoncillo de Juarros, muy apartado del pueblo, demasiado, donde se juntan los límites de este término municipal y el de Salgüero de Juarros. Un lugar sujeto a los vientos más descarnados y donde el pedregal no admite otra cosa que no sea el encogimiento y el escalofrío. Allí, en esa desolación, existe un cercado de piedra, un cuadrilátero  hecho con rudimentarios muros que alguien no avisado podría llegar a confundir hoy con un aprisco de ganado. Se trata de un cercado repartido en dos mitades, una para Mozoncillo y la otra para Salgüero. A eso se reduce el llamado Cementerio de los Protestantes, aquel que un lejano día, probablemente de principios del siglo XX, debió construirse “para gente pobre  que se moría por los pueblos y que nadie los reclamaba“ (sic. Vecina de Mozoncillo), y probablemente también para suicidados, el mismo cementerio que después fue aprovechado para enterrar a aquellos que  practicaron en estos pueblos dicha rama del cristianismo en una época y en un lugar poco aptos para salirse del nacional-catolicismo. En su interior, entre los hierbajos, hace 23 años encontré algunos ramos marchitos que alguien debió dejar un Día de Difuntos (a saber de qué año) como recuerdo y homenaje a los “dos o tres” allí enterrados. Me produce escalofríos imaginar a alguien escalando hacia este desolado lugar un día de noviembre, cuando en los altos juarreños suele frecuentar la nieve y el viento escuernacabras, para depositar un ramo de flores en el inhumano cementerio. Hoy, al leer aquellos folios con olor a bodega, he vuelto a emocionarme y a sentir el silencio y la soledad de los ramos marchitos en el mortuorio cuadrilátero. Su revisión me ha hecho recordar el triste relato de dos hijas del último protestante de Mozoncillo. Me lo narraron un ya lejano día de 1997. Me hablaron de su abuelo, el último enterrado en La Loma, y de la triste manera en que su cuerpo fue conducido para su eterno descanso en el pedregal, de eso hace ahora 74 años. Mis apuntes con olor a bodega, transcritos de dicho relato, me recuerdan que aquel día había nevado, que el difunto fue trasladado en un carro tirado por una pareja de bueyes y que solo unos pocos familiares acompañaron en el montaraz y áspero camino (quizá también algún protestante llegado de fuera, alguno de los que leyeron en Mozoncillo sus biblias). Ningún convecino acompañó: aquel día los cuartillos de las ventanas del pueblo se cerraron a cal y canto, los visillos se corrieron hasta donde no se podía más y el cortejo fúnebre pasó delante de las casas ante el ostracismo general. Las campanas no tocaron a muerto, alguien lo decidió, pero los que seguían a la carreta fúnebre pasaron “con la cabeza muy alta por medio del pueblo”.

 

martes, 20 de octubre de 2020

EL POZO DE TORRELARA

Obra de ingeniería popular

Abrevadero compartimentado

Una noria de manivela

Enteramente de piedra

Al final, un lavadero y muchos recuerdos


FOTOGRAFÍAS: Pozo en Torrelara (Tomadas en octubre de 2020)

            Tímidamente voy recuperando el hábito de viajar por la provincia y recorrer sus pueblos. Era y es mi oxigeno de supervivencia y esta malhadada pandemia me lo ha estado quitando, limitando durante mucho tiempo (ahora amenaza de nuevo). Poco a poco, sin embargo, voy saliendo a la búsqueda de las emociones que en estos viajes siempre, siempre, me esperan. Un día el escalofrío me lo produce el sonoro vacío de la despoblación absoluta, o un esqueno muerto que conocí lleno de vida; otro día, una flor de piedra grabada en un dintel teñido de liquen centenario; otro día, un superviviente dispuesto a contarme historias de la otra vida. Siempre, siempre, en los pueblos encuentro algo conmovedor al doblar una esquina. Hoy, queridos amigos de este Cajón de Sastre, es un pozo multiusos el que ha colmado mi instinto rebuscador. Un pozo singular, sin duda, pues el agua llega a la superficie mediante una noria actuada con manivela. No son muchos los pozos que conozco con artefactos semejantes (algunos ya hemos visto aquí), de ahí su interés. He dicho pozo multiusos, y he dicho bien, pues con sus canjilones vomitando se surte o surtió de agua a una parte del pueblo, a un original abrevadero, de forma semicircular, y finalmente a un humilde lavadero con piedras “ortostáticas”. Todo ello hecho en piedra y cabiendo en un puño. Y lo que es más admirable, no hizo falta ningún ingeniero de aguas para diseñar semejante maravilla, pues la idea salió de la inteligencia popular.  


lunes, 28 de septiembre de 2020

RÉQUIEM POR EL ESQUENO DE LOS REBULILLOS

 

Ayer, copa esplendorosa y paralela al suelo del cerro,,,


hoy, ramas vacías viajando a las nubes


Tentáculos sin vida



FOTOGRAFÍAS: Esqueno seco en Quintanilla de las Viñas (tomadas en septiembre de 2015 y septiembre de 2020) 

Me lo contaron y no lo creí. El célebre esqueno de Quintanilla las Viñas, el que resistía el paso de los siglos en el cerro de Los Rebulillos, se había secado. ¡Cómo podía ser, si cinco años antes le vimos lleno de vida! (ver entrada en este mismo blog de 20 de septiembre de 2015). Tenía que ir para comprobarlo. Y fui. Y lo que vi me encogió el alma. Aquella esplendorosa copa que entonces se alzaba, inclinada, sobre la pendiente del cerro, se había resumido en un esqueleto. Sus ramas peladas, tentáculos hechos hueso mondo, sin ningún atisbo de vida, parecían clamar a las nubes pidiendo reunirse con las de su hermano gemelo, aquel que creció en el mismo lugar-pedregal hasta no hace medio siglo. Apenas diez metros separaban uno de otro. Cuando el uno murió, y desapareció, el sobreviviente lloró durante años su ausencia, pero no pudo superar la tristeza que le ocasionaba su soledad y ahora, olvidados los siglos, ya sin palabras para contar fabulosas historias de Lara, ni ojos para ver las Mamblas con las que tanto dialogó, lo único que espera es que de él nadie haga astillas.   


Quién le iba a decir al poderoso tronco

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domingo, 20 de septiembre de 2020

DIECINUEVE ROSETAS EN LA ANTIGUA DE GAMONAL

       




FOTOGRAFÍAS: Empedrado en la Antigua de Gamonal (septiembre de 2020)

De nuevo la roseta hexapétala. Cuando por fin ya había dado por acabada la recopilación de rosetas hexapétalas en la provincia de Burgos, cuando  me disponía a ordenar los materiales obtenidos sin ir más allá, y cuando ya creía que había encontrado la más grande de todas las rosetas de seis pétalos (una posible románica en Merindades), hete aquí que se me aparece un espectacular empedrado, no con una, sino con diecinueve rosetas, y además tan grandes o más que la citada. ¡Diecinueve hexapétalas reunidas en un mismo panel hecho con cantos! Tal portento lo descubrí recientemente en Burgos capital, para más señas (¡no os lo creeréis!), en la iglesia de la Antigua de Gamonal, bajo el gran pórtico que antecede y cobija a su no menos maravillosa, y muy descuidada, portada mudéjar, (cuánta ignorancia la mía). No tengo constancia de cuándo fue fabricado este singular empedrado, aunque me inclino a pensar que pudo ser en el siglo XVIII, que es cuando tuvo lugar el gran cañamazo de las hexapétalas. Otra cosa es si esta florida obra estuvo pensada por los ejecutores con un fin simbólico o si,  por el contrario, se realizó con una función meramente decorativa. Eso quizá no lo sepamos nunca. 

viernes, 11 de septiembre de 2020

FOTOS CON HISTORIA, DE NUEVO PEÑAHORADA





    
                                            Trinchera del ferrocarril en Peña el Agujero
            
                                      
                                             Iglesia de San Martín en el Barrio de la Mota


    
                                                        Iglesia de San Martín circa 1925


FOTOGRAFÍAS: Iglesia del Barrio de la Mota. Obras del ferrocarril Santander-Mediterráneo. Peña el Agujero

En ocasiones se dan coincidencias que llegan a sorprendernos, como la que hoy da pie a esta entrada. En la última de estas os hablaba, queridos amigos, de cuatro fotografías decimonónicas del lugar de Peñahorada, hechas por el artista Juan  Antonio Cortés y que llegaron a mí de la manera que ya os conté. Fotos arqueológicas y conmovedoras que nos hablaban de un pasado emotivo y lejano de dicho lugar, a la sazón mi pueblo adoptivo. Pues bien, la casualidad ha querido que dos nuevas fotografías, con parecido cariz arqueológico, vinieran a mi encuentro en días muy recientes, aunque esta vez correspondientes al Peñahorada de Fuera y no al de Dentro, como fueron las cuatro anteriores.
La historia y la arqueología nos hablan, en efecto, de dos poblaciones con el nombre de Peñahorada, una era la que estaba al principio del célebre desfiladero conocido como El Callejón, en el término de Villaverde Peñahorada (Pennaforada de Foras), y otra, la que está casi al final del mismo (Pennaforada de Dintro). Las dos poblaciones son citadas en los documentos (ss. XIV y XI, respectivamente), la segunda, venturosamente todavía con vida, y la primera, ya desaparecida, aunque de ella queden los tristes restos de su iglesia gótica y un nombre nuevo: Barrio de la Mota.  De esta iglesia, para más señas de San Martín, ya hablamos en una lejana ocasión  (2009) en esta misma bitácora, denunciábamos su estado ruinoso y mostrábamos que el gran arco en escalera que precedía a su portada había sido trasladado y asentado en un esquinal de la Facultad de Teología de la capital burgalesa. Por entonces a esta iglesia se la daba como amortizada, ningún futuro, salvo su total desaparición, le esperaba. Por entonces también, por supuesto que el retablo que hoy podemos ver en una de las dos fotografías que adjunto ya no estaba, alguien se lo había llevado fuera de Burgos. La imagen no es muy buena, pero parece apreciarse que era obra renacentista.
La segunda fotografía nos evoca la construcción del ferrocarril Santander-Mediterráneo. Las obras avanzaban en la zona entre los años  1925-28 y el lugar captado de las mismas es precisamente donde se encontraba la ventana natural (Peña el Agujero) que debió dar nombre a los dos pueblos (Pennaforada igual a peña agujereada). Con esa trinchera abierta, a través de la cual se aprecian obras en la apertura de un túnel, la ventana desapareció pero el nombre pervivió.
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Peña el Agujero en el desfiladero, antes de las obras del ferrocarril


FOTOGRAFÍAS: Iglesia y trinchera cortesía de Aurelio Merino 

domingo, 23 de agosto de 2020

FOTOS CON HISTORIA, OTRA VEZ PEÑAHORADA


Carretera blanca, pañolones negros

Posible trillero de Cantalejo, con su ayudante,
atravesando Peñahorada camino de Burgos


Arco hoy desaparecido, procedente de la ermita de 
Nuestra Señora de las Arenas 

Lavadero en laguna hoy desaparecida bajo La Peñuela
¡Tiempos de agua!


FOTOGRAFÍAS: Imágenes de Peñahorada (Archivo Cortés-Archivo Municipal de Burgos)

Siguiendo con la estela de Peñahorada, quiero traer hoy a estas Memorias cuatro fotografías de este lugar que fueron hechas por el artista burgalés Juan Antonio Cortés a finales del siglo XIX. Las cuatro pertenecen al ya muy conocido Archivo Cortés, hoy en propiedad del Archivo Municipal de Burgos. A este respecto puedo confesaros, queridos amigos de este Cajón de Sastre, que descubrí dichas fotografías por casualidad, cuando aún la magna colección apenas era conocida y en el Archivo Municipal, que hacía poco la había adquirido, aún quedaban por identificar convenientemente la totalidad de cada escena y el lugar donde fue tomada. Me encontraba yo mismo revisando la colección, para algún trabajo que ahora no viene cuento, cuando ante mis ojos aparecieron, ¡oh sorpresa!, cuatro fotografías que me resultaban muy familiares, tan familiares que eran escenas captadas en mi querido Peñahorada, el pueblo que me tiene cautivo desde hace casi medio siglo. ¡Qué emoción!, no solo por verlas, en su crudeza decimonónica, sino por poder colaborar con mis amigos del Archivo Municipal al proporcionarles una identificación que no tenían. ¿Lo recuerdas, Yolanda?
La fatalidad quiso que estas fotografías no llegaran a tiempo para haberlas incluido en el pequeño libro que yo mismo publiqué sobre mi pueblo “adoptivo” (“Peñahorada. Dos hermanas de piedra y un camino en el desfiladero”, 2009), pues aparecieron después de ser publicado. Por eso ahora siento la necesidad de compartirlas con todos vosotros, queridos amigos, en cierto modo es una manera de hacer justicia.
Poco hace falta explicar el contenido de las imágenes, pues hablan por sí solas. La foto antigua es el espejo lejano en el que nos miramos y vemos, y en estas en concreto lo que vemos son espejismos de nuestras vidas, sobre todo de los peñatos que nos precedieron.
Que las disfrutéis

viernes, 21 de agosto de 2020

LOS ATARDECERES DEL VIRUS

11 DE MARZO DE 2020

4 DE JUNIO DE 2020

5 DE JUNIO DE 2020

9 DE AGOSTO DE 2020

9 DE AGOSTO DE 2020
18 AGOSTO 2020

18 AGOSTO 2020

26 AGOSTO 2020

6 0CTUBRE 2020

8 OCTUBRE 2020

8 OCTUBRE 2020

FOTOGRAFÍAS: Atardeceres en Peñahorada (2020) 


        Disfrutar de los atardeceres es gratis, no hay que sacar entrada para el acceso al teatro donde se representan (de momento). Se necesita solo cambiar de ambiciones, estar en el preciso momento donde se producen y tener ojos de ver y comprender la belleza; si no hay ojos para ello, no hay nada.
        Desde mi privilegiada platea en Peñahorada he tenido ocasión de aplaudir cada tarde de este agosto de mascarillas (menos mal que no nos tapan los ojos) al espectáculo. Es breve su duración, apenas un cuarto de hora, pero cada segundo cambia de escenario, a cada cual más bello, cosa que ninguna otra obra iguala. 
     Todas las tardes el sol se desploma detrás del montuoso escenario, con distintas pinceladas y contraluces, da lo mismo que haya virus o no. Si os fijáis en las fechas a pie de foto veréis, queridos amigos de este Cajón de Sastre, que el primer ocaso está captado pocos días entes de la declaración del Estado de Alarma. Después vinieron otros, igual de espectaculares, y así hasta hoy, que seguimos igualmente alarmados. "Teniendo un cielo tan lindo, quién lo dijera., un manto negro envuelve a mi pobre tierra..".

(Año del Coronavirus, agosto 2020) 

domingo, 9 de agosto de 2020

PEÑAHORADA CON VUESTRO PERMISO, QUERIDOS PEÑATOS

En estas noches de canícula, contemplando las estrellas en el mismo lugar de todos los veranos, bajo el mismo coro de grillos de todos los años, uno siente la tentación de pensar que son las estrellas las que cantan y los grillos los que brillan. Las dos magias se confunden y se me antojan posibles en este pedazo de cielo que me tocó en suerte, en buena suerte.

Poco antes de que salieran las estrellas de sus escondrijos y antes también de que los grillos se aunaran en coral, un amigo peñato me había pedido una fotografía, una de tantos cientos como guardo de mi elegido y querido lugar en el mundo, de mi pueblo adoptivo. Y aquí, queridos amigos, en ese embrujo de la noche, se desató tal tempestad de recuerdos que no he podido resistirme a reproducir el introito-confesión que un lejano día escribí en un pequeño libro para dar salida a aquello que necesitaba salir.


Dentro del desfiladero existió un agujero en la roca, una ventana  natural que fue la que dio nombre a Peñahorada. Desapareció en los años veinte del pasado siglo al hacerse una trinchera para el ferrocarril Santander-Mediterráneo, hoy también desaparecido.





 PEÑAHORADA CON VUESTRO PERMISO, QUERIDOS PEÑATOS


"Un agujero en la roca, desaparecido por culpa de las vías de un tren que también han desaparecido. Un desfiladero entre calizas que costó millones de años en horadar, callejón de sombras con riachuelo y un viejo camino que lo atraviesa. Un menhir prehistórico, de roca madre engendradora de hermanas de piedra y leyenda. Dos manantiales, uno de salud y otro de vida. Mézclese todo y se obtendrá la razón de ser de Peñahorada. Todo lo demás son voces del cielo y la tierra, susurro de pasos perdidos, de recuerdos. 


Dicho lo anterior, permitidme, queridos vecinos de Peñahorada, los que ya fallecisteis y os llevasteis vivencias y recuerdos imposibles de recuperar, los que os marchasteis a la ciudad porque creísteis que en ella seríais más felices, y los que de manera heroica aún permanecéis en el pueblo, saboreando el cielo que os vio nacer, llorando las puertas cerradas, permitidme, digo, que os tutee.  Dejadme también tener la osadía de hilvanar algunos retazos de la historia de vuestro pueblo, que es también el mío, el de mi esposa y el de mis hijas, aunque sólo lo sea como consecuencia de una larga y cálida adopción.
Antes de ahondar en esa historia, sin embargo, os pido lugar para una confesión. Seguramente, muchos de vosotros, sabios del sol y la luna, los que un día me acompañasteis en el huerto y en los paseos campestres, y los que aún lo hacéis, los que compartisteis conmigo indescriptibles, felices reboradas al alcance de la mano, allá por donde asoman las tierras de Ubierna, los que escuchasteis conmigo el silbato del tren cuando se acercaba a La Peñuela, seguramente, digo, os habréis preguntado alguna vez el porqué de mi llegada a vuestro pueblo hace ya cuatro décadas. Cuál o cuáles fueron los motivos que nos llevaron a mí y a mi familia a recalar en vuestra aldea entre montañas y a convertirnos en peñatos. Os cuento. 
Siendo yo niño, lo cual viene a coincidir con una Era de necesidades, eran muchas las distracciones que los chicos de Burgos teníamos, y todas en la calle, porque entonces no existía la locura colectiva de los autos, y además había muchos espacios libres de casas, que es como decir mucho campo. Una de las distracciones era la de alquilar bicicletas por un determinado tiempo, generalmente una o dos horas, en talleres que en distintos puntos de la capital había al efecto. Ahora me viene a la memoria uno de estos establecimientos bicicleteros, el que había a mediados de los cincuenta junto al Banco de España, lo que ahora es la Subdelegación del Gobierno, y que es al que yo solía acudir para mis alquileres. Las bicis... ¡vaya bicis!, todas de deshecho, la mayoría sin frenos, sin guardabarros, con cubiertas desgastadas y tubulares con infinitos parches. ¡Parecían esqueletos rodantes! Con decir que casi siempre las devolvíamos con las ruedas sin aire, y a veces (creédmelo) hechas un ocho... Pero bueno, con aquellos artefactos aprendimos los chicos de mi generación a rodar en bici, eso sí, a fuerza de recibir un sinfín de trompazos, por aquello de la falta de frenos.
El precio del alquiler no era excesivo. Por un duro, a la sazón cinco pesetas de las de Franco, podías pedalear durante un par de horas por donde más te apeteciera. Lo más normal era ir hasta Fuentes Blancas, o más allá, pero había quien gustaba de desplazarse a los pueblos cercanos. Con dos horas, y a pesar de la cochambre de bicis que te dejaban, podías incluso llegar hasta Peñahorada, beber en su fuente y regresar sin más al punto de partida. Que fue así cómo, queridos convecinos y amigos peñatos, en una de estas expediciones heroicas llegué a sentir fascinación por vuestro pueblo, que es ya el mío. Repetí el viaje en varias ocasiones y después dejé de ser chico para hacerme mayor, pero la imagen de Peñahorada entre montañas ya no se alejaría nunca de mí, y andando el tiempo tuve la feliz oportunidad de poder acompañaros en vuestras alegrías y penas. Hice casa, y mis hijas dicen ahora: “mi pueblo”, porque en él crecieron.  
El librito que aquí os presento es de consumo interno, es solo para vosotros y para aquellos por los que doblaron ya las campanas, porque es vuestra voz y vuestros recuerdos los que le han hecho posible. No esperéis otra cosa: es vuestra voz".  



Peñahorada, un pueblo-camino bajo Peña Monte



martes, 16 de junio de 2020

VENTANA DE LA DESESCALADA





FOTOGRAFÍA: Ventana en Renedo de la Escalera (15 de junio de 2020)

Han pasado los días más duros de la Pandemia y la Desescalada me ha permitido el Reencuentro con el paisaje y sus pueblos. En mi primera excursión, tras este sunami vírico que padecemos, he comprobado lo que ya suponía, que la primavera generosa en lluvias ha decorado nuestros campos llenándolos de maravillas, y que los pueblos menudos se han convertido en jardines gracias a los Confinados que tuvieron la suerte de estar presos en ellos. Las mascarillas nos taparon nariz y boca, pero no los ojos, afortunadamente. Y así, hoy podemos disfrutar de las bellezas de la primavera. Ayer, en el paseo por el occidente, vi algunos abuelos y abuelas transitar por carreteras solitarias entre pueblos, con y sin mascarillas; debían inspeccionar el granado de los espigales de uno y otro lado del camino, y quizá también soñar con el pronto abrazo de hijos y nietos confinados en la ciudad. ¡Quién les iba a decir!
La ruta me llevó hasta el límite con Palencia. Quería ver el enclave de La Rebolleda, pues lo mal-recodaba de hace muchos años, y comprobé lo poco que allí hay; pensaba encontrar la magia de un condado, pero todo quedó en un sueño. Antes había pasado por Renedo de La Escalera, y allí sí, allí me salió al paso una ventana de fantasía, una de arco conopial y repisas de bolas encajada en la torre de su iglesia, una anomalía por lo extraño. Fue un chute de nostalgia por el trabajo arrinconado, una emoción más para la colección de ventanas que llevo guardada en el apretado baúl que ya conocéis, queridos amigos. Ventana de la Desescalada, la bauticé.   

viernes, 22 de mayo de 2020

JERGA PARA UN CONFINADO

Pueblo del valle de Zamanzas, tierra de canteros

FOTOGRAFÍAS: Báscones de Zamanzas. Jesús Fernández (2018 y 1997 respect.) 

        En el obligado confinamiento que hoy nos toca vivir siento añoranza de mis andanzas por la provincia. Siento la falta de los pueblos, el oxígeno de su paisaje, de sus cielos y de las viejas palabras cuyo eco todavía resuena por callejuelas despobladas. Lo añoro hasta la extenuación, y eso que rosetas y ventanas han llenado, y están llenando, vacíos en mi soledad frente a la pantalla. Algo inesperado, sin embargo, sucedió hace poquitos días que vino a aliviarme de los efectos de la reclusión, una especie de milagro por el que aquello que tanto añoraba vino a mi encuentro sin haberlo llamado ni buscado. Por correo electrónico, queridos confinados y amigos de este Cajón de Sastre, me llegó una carta firmada por alguien que no conocía y que me hablaba de un tema que en su día me dio muchas satisfacciones. Era una carta bilingüe, escrita en castellano y en un lenguaje extraño que me resultaba familiar, el de la jerga de los canteros. Como os podéis imaginar, la misiva me produjo un agradable cosquilleo, pues me retrotraía a veinte años atrás, a una tarde de verano en un jardín de Brizuela anotando las palabras de la Jerga que Jesús Fernández, cantero que fue en Munilla, casi ciego y centenario, me fue transmitiendo. Fueron aquellos momentos mágicos, de esos que se quedan pegados en la piel de la memoria. Han pasado veinte años, y ahora recibo una carta de su nieto, ofreciéndome una ampliación de aquella Jerga recogida, la que él mismo grabó a su abuelo siendo un chaval. Por su gran interés, reproduzco la carta para el disfrute de todos.


Jesús Fernández Martínez, de Munilla,
 nos transmitió la Jerga que hablaron los canteros 



LA CARTA

Hola, miaíres aire Jesús Roca Fernández.
El jabárdu Mieres aireé Jesús Fernández Martínez, erguín  de Munilla que ploró a Brizuela, con el que garleáste face 22 ñorténes, y endrepés papeloseaste  el papelosu “Jerga de los canteros en el pueblo de Munilla”. En mi ciba he burniadú un cipruquín diccionario de garleandéras que recugí de murguecíllu. Si iriequíres te andámo las garleandéras que ñéto.
Sidos
Txus

¿Qué, os ha extrañado su lectura, queridos amigos? Bueno, como intuyo vuestro asombro, y probablemente no estéis versados en este lenguaje, viene a decir lo siguiente:



TRADUCCIÓN

“Hola, soy Jesús Roca Fernández.
El abuelo mío era Jesús Fernández Martínez, cantero de Munilla, que fue a Brizuela, con el que hablaste hace 22 años y después escribiste un libro “Jerga de los canteros en el pueblo de Munilla”. En mi casa he visto un pequeño diccionario de palabras que recogí de chaval. Si quieres te mando las palabras que tengo”.
Saludos
Txus


Quizá vosotros, queridos amigos confinados, os preguntaréis: ¿Y qué pasará con ese “pequeño diccionario” recogido por Txus de boca de su abuelo? Os participo que se compone de casi 500 palabras, de las cuales más de 200 ya fueron publicadas en el “libro” que cita nuestro amigo recopilador, aquellas que me fueron transmitidas en el jardín de Brizuela en 1997. El resto son expresiones nuevas que merecerán ir a descansar junto a sus hermanas, aunque tendrá que pasar este confinamiento, y que todo llegue a la “nueva normalidad”, para ver la manera de juntarlas. 



NOTA: Como no sé en qué momento vais a leer esta extraña entrada, os mando saludos como lo haría un buen erguina (un cantero) según si fuera por la mañana, por la tarde o por la noche.

Sidos digunes  (Buenos días)
Sidas retalias  (Buenas tardes)
Sidas rachas    (Buenas noches)


Desde mi confinamiento
(Año del Coronavirus, mayo 2020)