FOTOGRAFÍAS: Arca de agua con inscripción en el monasterio de San Pedro de Arlanza. Jinete en acción de aplastar, a la entrada del monasterio. (Tomadas el 27 de noviembre de 2010).
Dentro de la serie de fuentes olvidadas que aquí vienen apareciendo merece figurar con luz propia la magnífica arca de agua que se encuentra a la entrada del monasterio de San Pedro de Arlanza. En su momento, cuando en 1994 publiqué mi libro “Arquitectura del agua. Fuentes de la provincia de Burgos”, desconocía la existencia de esta obra, seguro que por no haber observado con detenimiento el sistema de abastecimiento a dicho cenobio. Naturalmente, de haber sabido de ella la hubiera incluido con la dignidad que merece en el capitulo del libro que titulé “Fuentes conventuales”, o mejor, en el de “Fuentes cambijas”; en los dos apartados hubiera encajado perfectamente. Así, el pasado día 27, en una visita que realicé con mi familia a las ruinas de Arlanza, donde la soledad permite que los cacos puedan llevarse el cobre de las techumbres, pude fijarme en una construcción que nunca antes había observado con suficiente atención, a pesar de las incontables visitas a este lugar que llevo en mi haber. Me refiero a una torrecilla, construida con buenos sillares, que se encuentra adosada al arco por el que se accede al gran patio del edificio principal. La torrecilla en cuestión tiene una inscripción en la parte superior, en un pequeño frontón coronado, que nos delata su utilidad. Por ella intuimos que pudo tratarse de un arca de agua, y que fue construida en 1628, junto con otras arcas menores de registro y conductos del interior del monasterio, por el maestro de obras Pelayo de Benito. En dicha inscripción he creído leer:
Esta fuente y la de dentro del claustro con sus conductos y arcas la hizo el maestro de obras F. Pelayo de Benito. Año de 1628.
Naturalmente, por no hallarse suficientemente claras alguna letras, esta lectura está sujeta a la más correcta interpretación de quienes la estudien en profundidad.
Sin duda, dicha fuente debía ser un arca de agua, y debía ser la que captaba o recibía el agua de algún manantial lejano, a través de encañados de cerámica o barro, y que desde ella se hacía llegar al interior del convento para el suministro normal de la comunidad y para surtir a la maravillosa fuente del claustro, la que hoy se encuentra en el Paseo de la Isla de la ciudad de Burgos. Hacia la tercera hilada de sillares partiendo del suelo, y por el lado que mira al monasterio, puede verse una hornacina cuadrada de aproximadamente medio metro de lado y de profundidad. En su interior puede verse un desagüe con acanaladura que es por donde debía verterse el agua a las conducciones de barro que iban desde aquí al convento. Por el lado opuesto se puede ver, a la altura del frontón, otra ventana de similares características, que debía ser por donde entraba el encañado o tubería que llegaba del manantial.
Se trata, pues, de una obra de ingeniería hidráulica de no poca importancia, y un patrimonio histórico artístico más dentro lo que ya en sí representa el fabuloso monasterio de San Pedro de Arlanza.
Parece oportuno señalar aquí que, en muy poco tiempo, han salido a nuestro paso dos sistemas de abastecimiento de agua a monasterios burgaleses que hasta ahora debían ser totalmente desconocidos. El otro, como ya se dejó constancia aquí, es el que surtía a Santa María de Rioseco. (ver etiqueta "OTROS", entrada “LAS FUENTES OLVIDADAS", 5/9/2009).
Dentro de la serie de fuentes olvidadas que aquí vienen apareciendo merece figurar con luz propia la magnífica arca de agua que se encuentra a la entrada del monasterio de San Pedro de Arlanza. En su momento, cuando en 1994 publiqué mi libro “Arquitectura del agua. Fuentes de la provincia de Burgos”, desconocía la existencia de esta obra, seguro que por no haber observado con detenimiento el sistema de abastecimiento a dicho cenobio. Naturalmente, de haber sabido de ella la hubiera incluido con la dignidad que merece en el capitulo del libro que titulé “Fuentes conventuales”, o mejor, en el de “Fuentes cambijas”; en los dos apartados hubiera encajado perfectamente. Así, el pasado día 27, en una visita que realicé con mi familia a las ruinas de Arlanza, donde la soledad permite que los cacos puedan llevarse el cobre de las techumbres, pude fijarme en una construcción que nunca antes había observado con suficiente atención, a pesar de las incontables visitas a este lugar que llevo en mi haber. Me refiero a una torrecilla, construida con buenos sillares, que se encuentra adosada al arco por el que se accede al gran patio del edificio principal. La torrecilla en cuestión tiene una inscripción en la parte superior, en un pequeño frontón coronado, que nos delata su utilidad. Por ella intuimos que pudo tratarse de un arca de agua, y que fue construida en 1628, junto con otras arcas menores de registro y conductos del interior del monasterio, por el maestro de obras Pelayo de Benito. En dicha inscripción he creído leer:
Esta fuente y la de dentro del claustro con sus conductos y arcas la hizo el maestro de obras F. Pelayo de Benito. Año de 1628.
Naturalmente, por no hallarse suficientemente claras alguna letras, esta lectura está sujeta a la más correcta interpretación de quienes la estudien en profundidad.
Sin duda, dicha fuente debía ser un arca de agua, y debía ser la que captaba o recibía el agua de algún manantial lejano, a través de encañados de cerámica o barro, y que desde ella se hacía llegar al interior del convento para el suministro normal de la comunidad y para surtir a la maravillosa fuente del claustro, la que hoy se encuentra en el Paseo de la Isla de la ciudad de Burgos. Hacia la tercera hilada de sillares partiendo del suelo, y por el lado que mira al monasterio, puede verse una hornacina cuadrada de aproximadamente medio metro de lado y de profundidad. En su interior puede verse un desagüe con acanaladura que es por donde debía verterse el agua a las conducciones de barro que iban desde aquí al convento. Por el lado opuesto se puede ver, a la altura del frontón, otra ventana de similares características, que debía ser por donde entraba el encañado o tubería que llegaba del manantial.
Se trata, pues, de una obra de ingeniería hidráulica de no poca importancia, y un patrimonio histórico artístico más dentro lo que ya en sí representa el fabuloso monasterio de San Pedro de Arlanza.
Parece oportuno señalar aquí que, en muy poco tiempo, han salido a nuestro paso dos sistemas de abastecimiento de agua a monasterios burgaleses que hasta ahora debían ser totalmente desconocidos. El otro, como ya se dejó constancia aquí, es el que surtía a Santa María de Rioseco. (ver etiqueta "OTROS", entrada “LAS FUENTES OLVIDADAS", 5/9/2009).
APÉNDICE A LO DICHO ANTERIORMENTE: (información obtenida el 4 de diciembre)
Leo en el libro de mi querido amigo César Javier Palacios “Árboles singulares de la provincia de Burgos" (pgs. 49-50).
“En el año 1628 fray Pelayo de San Benito, abad de San Pedro de Arlanza, inauguraba las nuevas obras de abastecimiento de agua para el monasterio. Para ello se construyó un gran aljibe a la salida de una potente fuente en el conocido como Valle del Huerto, a 400 metros del monasterio. Desde allí se instaló una tubería, compuesta por centenares de tubos hechos de barro cocido, con su interior vitrificado, que encajaban perfectamente uno en otro Así, el agua llegaba a una robusta torre cambija levantada en sillares de caliza a la entrada del compás, desde donde el preciado líquido se distribuía después por todo el monasterio”.
Leo en el libro de mi querido amigo César Javier Palacios “Árboles singulares de la provincia de Burgos" (pgs. 49-50).
“En el año 1628 fray Pelayo de San Benito, abad de San Pedro de Arlanza, inauguraba las nuevas obras de abastecimiento de agua para el monasterio. Para ello se construyó un gran aljibe a la salida de una potente fuente en el conocido como Valle del Huerto, a 400 metros del monasterio. Desde allí se instaló una tubería, compuesta por centenares de tubos hechos de barro cocido, con su interior vitrificado, que encajaban perfectamente uno en otro Así, el agua llegaba a una robusta torre cambija levantada en sillares de caliza a la entrada del compás, desde donde el preciado líquido se distribuía después por todo el monasterio”.
Con esta información vemos más clara la incripción.