Moradillo del Castillo, principio de la epopeya |
FOTOGRAFÍAS: Ruta de Moradillo del Castillo a La Rad (Tomadas en 2016)
Acudir a la escuela no siempre fue
fácil para algunos. Y no lo digo en referencia a países del tercero, cuarto o
quinto mundo, sino a lugares más cercanos, tan cercanos como algunos pueblos de la zona del Rudrón.
Atender a
los recuerdos de los sobrevivientes en pueblos de La Lora y El Tozo es
sumergirse en historias que hoy cuesta creer que llegaron a ocurrir. ¡No es posible, pero si no ha pasado tanto
tiempo, si esto que me cuentan fue ayer!, exclamamos en nuestra incredulidad.
Pues sucedió, y no hace muchos años, para nuestra admiración. Hoy, queridos
amigos de este Cajón de Sastre, os traigo una historia que desde que me la
contaron no he dejado de pensar en ella. Se trata de una historia de abnegación y sacrificio como pocas he conocido, una historia de esfuerzo por un grande y simple afán, tan grande y tan simple como el de acudir a la escuela.
Cruzar el
río Rudrón, a veces loco de bravura, subir cuestas de máximo desnivel,
atravesar pandos y cuetos, caminar por estrechas sendas entre riscos, bordeando barrancos, entre el sombrío de las
carrascas, combatiendo vientos invernales, en amaneceres nevados de ida y
anocheceres de lluvia de vuelta. Todo eso y más fue la normalidad de chicos de
algunos pueblos del Rudrón para ir a la escuela, la misma normalidad que para
el resto de vecinos que querían ir a la ciudad. Es una epopeya de cuando nadie
tenía coche, de cuando algunos escolares de Moradillo, Rasgabragas, San Andrés,
Ceniceros o Santa Coloma habían de desplazarse andando, o como mucho en
borriquillos guiados por algún mayor, a la parada de autobús más próxima, a la
de aquel coche de línea (¡coche de línea, qué expresión tan
bonita y ya casi olvidada!) que habría de llevarles la escuela en la capital. Y
no un día, sino todos los días del curso. Gente brava aquella, que recorría
entre doce y catorce kilómetros hasta las paradas en los cruces de las
carreteras de La Rad y Santa Cruz con la de Aguilar, todos los días, escalando
con sus cuadernos y libros escolares. Los vecinos de estos dos pueblos los
veían pasar a la ida si estaban despiertos, y los veían pasar al regreso si aún
no había caído la noche. Era algo normal y así me lo contaron, no uno, sino dos
sobrevivientes, dos guardianes de la memoria que lo conocieron, uno de La Rad
(Jesús) y otro de Moradillo del Castillo (José Antonio).
Para los amigos del senderismo, propongo como una nueva ruta el
trayecto que los chicos del Rudrón hacían para ir a la escuela. Creo que os
resultará emocionante.
El camino pasa por la cascada de La Calzadilla |
Comienza la ascensión |
Poco antes de la parada del autobús los chicos pasaban por La Rad |
Y cuando haces un sendero de estos te sientes bien contigo mismo, estás en forma... joder con estos chavales! Volver por esos caminos de noche puede poner los pelos de punta al más pintado!
ResponderEliminar