FOTOGRAFÍAS: Mayo, 2010
Es verano, tiempo de descanso y viajes para quien se lo pueda permitir. Obligaciones y pereza son fuerzas que presionan por igual en el pálpito de este Cajón de Sastre. Para vosotros, queridos amigos y seguidores, que habéis quedado o vais a quedar varados frente a la pantalla de vuestro ordenador, permitidme que os traiga aquí, como recurso veraniego y continuación de pasadas entradas, algunos retazos de las memorias turcas que tuve ocasión de hilvanar con motivo de un inolvidable viaje a Turquía en compañía de mi familia. Serán retazos, ya digo, sin ningún rigor de orden ni de concierto, ni de exposición. Un día podré mostraros ciudades rupestres, otro, maravillosas pinturas bizantinas, otro, conjuntos eremíticos excavados en Capadocia, y quizá también os pueda hablar del laborioso, extendido y pintoresco barrio de zapateros de Estambul; de todo ello y más encontraré escarbando en mi baúl de memorias.
Es verano, tiempo de descanso y viajes para quien se lo pueda permitir. Obligaciones y pereza son fuerzas que presionan por igual en el pálpito de este Cajón de Sastre. Para vosotros, queridos amigos y seguidores, que habéis quedado o vais a quedar varados frente a la pantalla de vuestro ordenador, permitidme que os traiga aquí, como recurso veraniego y continuación de pasadas entradas, algunos retazos de las memorias turcas que tuve ocasión de hilvanar con motivo de un inolvidable viaje a Turquía en compañía de mi familia. Serán retazos, ya digo, sin ningún rigor de orden ni de concierto, ni de exposición. Un día podré mostraros ciudades rupestres, otro, maravillosas pinturas bizantinas, otro, conjuntos eremíticos excavados en Capadocia, y quizá también os pueda hablar del laborioso, extendido y pintoresco barrio de zapateros de Estambul; de todo ello y más encontraré escarbando en mi baúl de memorias.
NOTA: Para datos históricos tendréis que buscar
en otros lugares.
OZLÜCE SUBTERRÁNEA
Ozlüce Es una diminuta aldea turca donde
existe una ciudad subterránea, una de las decenas que, al parecer, han sido
descubiertas en Capadocia. Es famosa la de Derincuyu, pero nos apetecía también
ver otras no tan conocidas, y Ozlüce es una de ellas. A nuestra llegada, ya en
la puerta de la undergraund city, una anciana con indumentaria atávica
barre encorvada, con una escoba sin mango, manteniendo aseado el entono de la
entrada. Otra mujer atiende a unos niños que lloran en la calle. No hay nada en
el ambiente que distinga el lugar como un destino turístico. Quizá esta ciudad
todavía no ha sido suficientemente publicitada. Llegan al tiempo que nosotros
dos mujeres extranjeras en moto, parece que quieren visitar también el
subterráneo. Suena estridente la alarma de nuestro coche alquilado y no
acertamos a apagarla, al final lo conseguimos, seguramente tras haber puesto de
los nervios al apacible pueblo anatolio. Ni una protesta. La entrada al hipogeo
artificial, abierta en un rústico muro de piedras sin labrar y con la consabida
bandera roja de la media luna y la estrella, es de lo más humilde, tal vez un poco surrealista a nuestros ojos; pero nada lo explicaría mejor que la fotografía que se adjunta.
Acceso a la ciudad subterránea de Ozlüce. |
Una
especie de hall oscuro, tenebroso, da paso a la entrada a la “ciudad” excavada.
Somos los únicos visitantes, junto a las dos mujeres de la moto. Pagamos la
entrada a la mujer de la escoba y nos sumergimos, solos, en un hábitat hipógeo
del que nunca antes habíamos oído hablar. Recibe el nombre de Yeralt Sehir.
No tenemos guía que nos acompañe, nos dejan a nuestro aire. La iluminación es
muy pobre, y la negrura de las paredes, a consecuencia de largos y viejos
hollines, acentúa lo tétrico del hábitat. En la oscuridad fría, lo
primero que vemos es una sala con una gran piedra circular al fondo tras la
cual se ve continuación de galería; esta rueda debió servir como cierre para la
ciudad en momentos de peligro o asedio, o quién sabe, quizá se ponía todas las
noches; en todo caso, sólo se podía cerrar desde dentro. Por algún lado debía
haber orificios de ventilación o respiraderos. No progresamos mucho, en
realidad, la parte habilitada es pequeña, aunque seguro que debe haber otras
salas, conductos y niveles inferiores que se desconocen, o que se han acotado
porque está en vías de investigación. Hititas, selyúcidas, bizantinos y
cristianos viejos, son nombres que se entrecruzan en la historia cuando se
quiere buscar el origen de estas ciudades o a quienes las ocuparon en diferentes
épocas. Imaginemos.
Una gran piedra circular cerraba el paso al interior de la ciudad subterránea. |
DERINKUYU LA CÉLEBRE
Al
abandonar Yeralt Sahir volvemos a la carretera general, la que nos
llevará a Derinkuyu. Permitidme que os diga que siento una emoción muy grande
al conducir por estas tierras de la Anatolia Central, me parece estar viviendo
una aventura como la que pude soñar cuando aún era un adolescente, influido por
extrañas lecturas. No sé por qué, pero asociaba este territorio con el de
Mongolia, quizá fuera por los caballos que trajeron los mongoles cuando invadieron
y arrebataron a los bizantinos toda Anatolia. Me dejaba llevar por un ambiente
que quizá yo mismo me había creado. Y mientras conducía por la carretera sin
tráfico, esa nube de confusa historia que me envolvía no me impedía disfrutar
de los colores de la tierra volcánica a izquierda y derecha, en algunas partes
estratificados y semejando un trozo de tocino de buenas vetas; me hubiera
gustado parar y hacer fotos, como también me hubiera gustado acercarme a una
línea de seis o siete mujeres musulmanas que, con azadas, escarbaban y quitaban
malas hierbas de una pedregosa finca, al igual que lo hacían mujeres burgalesas
no hace tanto tiempo. Seguimos por la carretera tranquila hasta llegar a
Derinkuyu. Me pareció un pueblo plano y diseminado. Aparcamos el coche en una
gran explanada, a modo de plaza mayor, donde había algunos autobuses de
turistas y algunos puestos de recuerdos. Aquí es donde debe estar la más famosa
ciudad subterránea, pensamos, como así fue. Para ser uno de los grandes lugares
de turismo en Turquía, no había mucha gente, quizá por la época del año, no tan
de masas en movimiento. De todos modos, algo de movida sí encontramos en el
hipogeo, gente que subía de los pisos inferiores echando el bofe. Nosotros,
como siempre, en sentido contrario, esperando a que salieran. Me resulta
costoso describir o hilvanar sobre algo que ya está ampliamente escrito y
descrito (de Derincuyu creo que debe estar todo dicho). Pero sí
que me parece oportuno resaltar nuestro sentir tras la visita: ¡pues no es para
tanto! Pero claro, es esta una percepción con malas influencias, quizá porque
nosotros, de laberintos subterráneos, sabemos un montón, los hemos mamado en
Ojo Guareña y otros antros burgaleses. Aun así, creo no equivocarme si digo que
lo que más nos impresionó fue la escuela, o madrazza, con sus arcos a
modo de iglesia, y sus enormes bancos corridos labrados en la roca. Y es que
cabe imaginarse a los tiernos infantes, en su noche eterna, aprendiendo cómo
era la vida en el exterior al tiempo que recibían un ramalazo de aire fresco
procedente de alguna chimenea de aireación. “¿Qué es esto que me acaricia la
cara y que tanto me agrada?”, preguntó un niño a sus padres. “Es el aire que
respira el enemigo en un lugar en el que vive la luz”, contestó el patriarca
hitita en su vieja lengua cuneiforme, o el imán suffí, o el profe bizantino, o
el eremita casado. Uno se imagina la vida y encierro en estos antros oscuros y
le entran escalofríos de terror. Pero, en fin, era la opción: convertirse en
gusanos, hormigas o topos lapidados si se quería sobrevivir, en aquellos
tiempos de continuas invasiones, que parece que invadir era el deporte mundial
por excelencia entre las grandes “civilizaciones”. Y es que los pueblos son
como los terremotos que van asentando con sus respiraciones y latidos el
planeta tierra, tienen sus propios movimientos tectónicos hasta que logran, o
creen lograr, el más perfecto asentamiento. Digo yo, porque vaya usted a
saber...
Un pequeño recorrido por el caserío de Derinkuyu nos permitió saborear la arquitectura tradicional de la zona, llamándonos especialmente la atención un casa, que más nos pareció palacio delas mil y una noches, decorada su fachada con suma elegancia. ¿Y qué pasa con esta arquitectura civil tan bella?, ¿las guías de turismo no la conceden interés alguno? Pues no saben lo que se pierden. Una viejecita turca, sentada junto a la entrada del monumento, le da un colorido especial, y hubiera sido una casa digna de figurar en una postal, con dibujo romántico de David Roberts, por ejemplo, si no fuera por los artilugios de nuevas tecnologías que la envuelven y que también hacen su juego. Fijaos en la portada de la casa, ¡pero si parece la entrada a una iglesia románica castellana!
Madrazza subterránea (Derinkuyu). |
Un pequeño recorrido por el caserío de Derinkuyu nos permitió saborear la arquitectura tradicional de la zona, llamándonos especialmente la atención un casa, que más nos pareció palacio delas mil y una noches, decorada su fachada con suma elegancia. ¿Y qué pasa con esta arquitectura civil tan bella?, ¿las guías de turismo no la conceden interés alguno? Pues no saben lo que se pierden. Una viejecita turca, sentada junto a la entrada del monumento, le da un colorido especial, y hubiera sido una casa digna de figurar en una postal, con dibujo romántico de David Roberts, por ejemplo, si no fuera por los artilugios de nuevas tecnologías que la envuelven y que también hacen su juego. Fijaos en la portada de la casa, ¡pero si parece la entrada a una iglesia románica castellana!
Buenos días, Elías Rubio Marcos:
ResponderEliminarTienes razón. En nuestra geografía estamos acostumbrados a ‘cuevas’ parecidas y laberintos subterráneos. Y las construcciones se repiten, como las gentes y los pueblos.
Qué pinturas tan bonitas las de David Roberts.
He visto que hay un cuadro -de Burgos- en el Museo del Prado: “La celebración de la Santa Cruz en la Capilla del Condestable, óleo sobre lienzo, 46,5 x 64 cm, firmado, 1855”.
Saludos.