Elías Rubio Marcos y su "CAJÓN DE SASTRE"

Recopilación de artículos publicados y otros de nueva creación. Blog iniciado en 2009.

lunes, 24 de abril de 2017

DESPUÉS DE UN LARGO ENCIERRO


Vacas salers recién liberadas

¡Cuidado, parece que vienen hacia mí!



FOTOGRAFÍAS: Vacas salers en Quintanilla Santa Gadea (Tomadas en abril de 2017)

       Permitidme, queridos amigos de este Cajón de Sastre, que comparta con vosotros la increíble experiencia que tuve la suerte y el privilegio de vivir el pasado viernes en Quintanilla Santa Gadea. Nunca antes había visto nada igual, y mira que pude tener ocasiones cuando hace años conviví con mis amigos los pasiegos de Burgos. Me lo encontré por sorpresa, estando entrevistando a un ganadero de este pequeño pueblo. Fue todo un espectáculo, nada más ni nada menos que la primera salida al mundo exterior de las vacas que habían estado estabuladas en una nave ganadera durante medio año. La puesta en libertad, tras el largo encierro invernal sin ver el cielo y la luz del pleno día, ni sentir la más mínima brisa, sin saborear brote alguno de hierba nueva, debió ser para ellas un regalo tan inesperado como fantástico. Sé que esto es una cosa para verlo y no contarlo, pero no he resistido la tentación. Fue total. Las vi salir una detrás de otra, en orden, como despistadas, como cegadas por el sol radiante del mediodía. Solo pasaron unos segundos hasta que se lanzaron, a tumba abierta, a la hierba retoñada de primavera, al inigualable festín de libertad y hierba que no esperaban. Aquel perfecto orden de salida se convirtió en breves instantes en revolución y locura. Aquellas vacas granates y cornilargas, condes de Montecristo cuyo auténtico nombre de raza es salers, recuperada su libertad, ejecutaron, creo que para mí, un espectáculo circense que nunca soñé, un gran repertorio de alegres y sorprendentes cabriolas que no olvidaré. Unas daban saltos a uno y otro lado, como sin saber qué más hacer, otras se amochaban como búfalos, que más que amochar parecía que se felicitaban, otras cabalgaban entre sí, como amorosas, como si las montadas pretendieran ser caricias; ni siquiera los retoños de hierba les hacía detenerse en su febril demostración de libertad. Duró poco pero fue intenso. Luego las perdí de vista, guiadas por sus libertadores hacia otros pastos nuevos.  


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