Vacas salers recién liberadas |
¡Cuidado, parece que vienen hacia mí! |
FOTOGRAFÍAS: Vacas salers en Quintanilla Santa Gadea (Tomadas en abril de 2017)
Permitidme, queridos amigos de
este Cajón de Sastre, que comparta con vosotros la increíble experiencia que
tuve la suerte y el privilegio de vivir el pasado viernes en Quintanilla Santa
Gadea. Nunca antes había visto nada igual, y mira que pude tener ocasiones
cuando hace años conviví con mis amigos los pasiegos de Burgos. Me lo encontré
por sorpresa, estando entrevistando a un ganadero de este pequeño pueblo. Fue
todo un espectáculo, nada más ni nada menos que la primera salida al mundo
exterior de las vacas que habían estado estabuladas en una nave ganadera
durante medio año. La puesta en libertad, tras el largo encierro invernal sin
ver el cielo y la luz del pleno día, ni sentir la más mínima brisa, sin saborear brote
alguno de hierba nueva, debió ser para ellas un regalo tan inesperado como
fantástico. Sé que esto es una cosa para verlo y no contarlo, pero no he
resistido la tentación. Fue total. Las vi salir una detrás de otra, en orden,
como despistadas, como cegadas por el sol radiante del mediodía. Solo pasaron
unos segundos hasta que se lanzaron, a tumba abierta, a la hierba retoñada de
primavera, al inigualable festín de libertad y hierba que no esperaban. Aquel
perfecto orden de salida se convirtió en breves instantes en revolución y
locura. Aquellas vacas granates y cornilargas, condes de Montecristo cuyo
auténtico nombre de raza es salers, recuperada su libertad, ejecutaron, creo que para mí, un espectáculo circense que nunca soñé, un gran repertorio de alegres y
sorprendentes cabriolas que no olvidaré. Unas daban saltos a uno y otro lado, como sin saber qué más hacer, otras se
amochaban como búfalos, que más que amochar parecía que se felicitaban, otras
cabalgaban entre sí, como amorosas, como si las montadas pretendieran ser
caricias; ni siquiera los retoños de hierba les hacía detenerse en su febril
demostración de libertad. Duró poco pero fue intenso. Luego las perdí de vista,
guiadas por sus libertadores hacia otros pastos nuevos.
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