Campanario de la iglesia de Barrio de Bricia. con huellas de la metralla. |
FOTOGRAFÍAS: Barrio de Bricia (Tomadas en 1996).
Con motivo de haber publicado la
entrada “Escorias en el castillo” (24 enero 2012), se ha suscitado un
interesante debate sobre por qué ciertas escorias aparecen adheridas a los
muros de algunos edificios históricos, así como también por el origen de las
mismas. Nos referíamos, concretamente, al castillo de Huérmeces y a la iglesia
parroquial de Vadocondes, ambos edificios salpicados por estos restos de
fundición. Entre las versiones que se vienen ofreciendo en el citado debate hay
una que es hasta cierto punto verosímil, aunque no definitiva; la idea es que
las escorias son restos de metralla, producto de alguna contienda bélica:
alguien desde fuera dispara con armas de fuego contra alguien que se defiende
dentro de los edificios. El tema es interesante, desde luego, y en él habrá que
profundizar, pero para ello ya existe su cauce en la citada entrada. El hecho
es que este asunto me ha hecho recordar otro edificio burgalés que, sin tener
restos de metralla en sus paredes exteriores, sí pueden verse con claridad los
estragos que aquella causó. Me estoy refiriendo a la iglesia de Barrio de
Bricia, junto al puerto de Carrales y límite con La Descampada, donde tuvieron
lugar cruentas batallas entre Nacionales y Republicanos en el trascurso de
nuestra Guerra Civil. Picado por una especie de viruela de odio, el campanario
herido es una muestra más de la saña con la que se combatió en esta zona cuando
en ella quedó establecido el frente de guerra. Es también un “monumento”
trágico que nos recuerda cómo, una vez
más, la brutalidad imperó sobre la razón. No sería malo trasladarlo a nuestro
rimbombante Museo de la Evolución Humana, allí luciría por derecho propio como
una muestra más de nuestros progresos evolutivos.
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