En la Hoya de Huidobro, José Luis lo vio venir (1997). |
Hoy aventarán las cenizas de José Luis
Estrada Liébana en tierras de Sanabria, paisaje de devoción de mi insustituible
amigo. Y un viento fresco llegado de la sierra Segundera, convertido en suave
brisa, quizá las lleve hasta Truchas,
lugar donde nació, allá por La Cabrera. Será el mismo viento fresco y pacífico
que con él llegó a Burgos para traernos un periodismo sin ataduras a poderes,
libre, independiente. Fueron años de esperanza y de lucha en Diario 16 Burgos
por conseguirlo, difíciles, con zancadillas de aquí y de allá, y al final no
pudo ser. José Luis se fue a León en la creencia de que su batalla y sueño por
una sociedad más justa y solidaria la había perdido en la Cabeza de Castilla.
Lo volvería a intentar en el reino leonés, pero otra vez muros infranqueables
de sinrazón y egoísmos le llevaron a la frustración. Y entre pérdida y pérdida,
en José Luis iba anidando la lucidez total para comprender dónde estaba el
refugio de la bestia que ordena el mundo de la injusticia y cuáles eran las
claves de su éxito. Sin ser ni un profeta ni un visionario, guiado sólo por la
lógica y el estudio, apartado de todo sectarismo, él vio venir, hace muchos
años, lo que ahora llamamos La Gran Crisis, la tormenta perfecta que angustia a
los que menos tienen y que enriquece más y más a los que la provocaron. Me lo
contó un día en Huidobro, al pie de un ábside románico en ruina, mirando al
hayedo otoñal del arroyo Turrientes. Esto va a ocurrir, me decía, y ha
ocurrido. Por eso su última batalla fue para mostrarnos a todos de dónde
provenía y cómo se organizaba el Mal. Por eso publicó sus tres imprescindibles
panfletos de “A LA PLAZA”, su testamento intelectual, el catecismo laico que
todos deberíamos hoy aprender.
Hasta siempre, José Luis. Fuerza y ánimo,
Esther, Hiral, Rayani.
No se ha ido pues sus ideales, que ya son los nuestros, seguirán aferrados a nuestros corazones para siempre. Gracias amigo José Luis por todo lo que nos diste. Por todo lo que nos enseñaste.
ResponderEliminarGracias, Elías, yo no lo habría dicho mejor.
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