Cosechadora junto a la hornera de Santa Cruz del Valle Urbión (2007) |
¿Un invento del TBO? |
FOTOGRAFÍAS: Cosechadora en Santa Cruz del Valle Urbión (Tomadas en 2007 y 2019)
¡Crag, crag, crag!, raspando los
caminos, chirriando y echando chispas, la máquina cosechadora llegó rodando a
Santa Cruz del Valle Urbión y se estacionó junto a la hornera. Fue la
admiración de todo el vecindario, nunca antes habían visto cosa igual. Quitándose
el sudor de sus hierros, la extraña se ofreció a trabajar, pero nadie quiso contratarla,
pues todos sabían de ganadería y hierba pero no de estrambóticas máquinas como
aquella, que de tantos tubos, ruedas y poleas les pareció un invento del demonio.
“¿Qué haces”, le preguntaron. “Cosecho el trigo y la cebada”, dijo. “Aquí no sembramos
trigo, nos lo traen de Castilla. Aquí solo cosechamos hierba, así que no nos
haces falta”, le dijeron. Apesadumbrada,
la cosechadora preguntó si podía quedarse allí a descansar, pues era ya muy anciana y no tenía fuerzas para
continuar rodando por los caminos. “Puedes quedarte, pero no hagas mucho ruido al
respirar por las noches”, le dijeron un tanto desconfiados. Al principio sorprendía
a todos contando sus aventuras por lejanos campos de cereal y páramos desolados,
pero pasaron días y semanas y, acostumbrados, ya nadie se arrimaba a escuchar
sus relatos; la saludaban al pasar, eso sí, pero en aquel pueblo de montaña y
nieve, las ocupaciones eran muchas y a nadie parecía interesar ya lo que aquella
especie de monstruo repetía un día y otro. Después pasaron los meses, y los
años, la cosechadora seguía descansando a la sombra de la hornera, los vecinos mayores
se habían acostumbrado a su presencia y ya ni siquiera la saludaban, solo los niños
hablaban con ella los domingos por la tarde y al salir de la escuela. A ellos
les encantaban sus historias, sobre todo una: “Cosechadora -le decían-,
cuéntanos otra vez la historia del pueblo que no conocían la hoz y segaban con
escoplo y martillo”. Y cuando terminaba de contarla, los niños reían como nunca
antes habían reído.
2019 y sigue durmiendo en el mismo lugar |
Una sencilla y ocurrente explicación al porqué tantos utensilios descansan desamparados en nuestros campos, en nuestros pueblos. También fuimos niños que con una imparable curiosidad tratábamos de entresacarles alguna aclaración, gracias.
ResponderEliminarGracias a ti, Rosa, por tu comentario.
ResponderEliminarUn saludo