Quintanilla Sobresierra |
FOTOGRAFÍAS: Quintanilla Sobresierra. Cascada del nacimiento. La Terraplena en el Bar Flor (Tomadas en 1996). Puente de Vivar del Cid. Mesón de Mata. La Poza (Tomadas en enero de 2014).
En fecha reciente tuve
ocasión de descubrir en Quintanilla Sobresierra un monumento al pastor Domingo
Fernández, a quien llegué a conocer cuando aún estaba entre nosotros, y algún día más tarde tuve el placer de conocer a un familiar de mi
amiga La Terraplena, memoria viva de Quintanilla. Y hablamos y recordamos. Esta confluencia de encuentros me hicieron recordar un
olvidado y oxidado reportaje que publiqué en 1996 en Diario 16 Burgos. Como quiera
que en este Cajón de Sastre cabe de todo, lo de hoy y lo de ayer, y como es muy
posible que muchos, o la mayoría de vosotros, queridos amigos y seguidores, no
tuvisteis acceso al mismo, me permito la licencia de la recuperación y reproducción.
(PD: Ténganse en consideración los tiempos,
pues fue escrito y publicado hace casi 20 años).
Desde
su nacimiento en el Páramo de Masa, en el término de Quintanilla Sobresierra, el río Ubierna fluye de norte a sur
por el corazón de la provincia de Burgos durante cincuenta kilómetros, hasta su
desembocadura en el Arlanzón, justo al lado de la depuradora de aguas
residuales de Villalonquéjar.
Como
suele ocurrir en la mayoría de los ríos que nacen en zonas calizas, y por tanto
de alta porosidad, el Ubierna no tiene un solo alumbramiento, sino que, por el
contrario, se surte de numerosas surgencias próximas entre sí. Bien es verdad,
sin embargo, que sólo la conocida como La Cueva, de origen cárstico, y La
Poza, a pocos metros de Quintanilla, brotan de manera perenne. Otras
fuentes hay en el pueblo del páramo de Masa en las que los vecinos de Quintanilla
Sobresierra no conceden importancia alguna por estar casi siempre secas; y
algunas más que sólo adquieren cierto relieve en épocas de fuertes
precipitaciones o rápidos deshielos, como la famosa Fuente Maján, situada a dos
kilómetros al oeste de Quintanilla y donde la tradición sitúa un pueblo
desaparecido que se llamó Maján, o la Cueva Rulladera, en el término de
Valdemiguel.
La Cueva, una de las fuentes del Ubierna. |
Todos los aportes citados, y alguna otra “rulladera” (surgencia) ocasional, confluyen en Quintanilla para dar inicio al río Ubierna. En su primer tramo, hasta el barrio de San Martín, donde se le junta el arroyo que viene de Castrillo de Rucios, avena tierras de Sobresierra (Quintanarrío, Mata, Villalbilla y Gredilla de la Polera). A continuación, y tras su salida del angosto callejón de San Martín, se encuentra con el pueblo que encastilló Diego Porcelos en el siglo IX, comenzando en este lugar histórico su singladura por un ancho valle dentro de la Merindad que recibe su nombre.
Su
afluente principal es el río Rioseras, que al decir de algunos vecinos de dicha
Merindad y del Valle de las Navas, es tan importante o más que el propio
Ubierna. El encuentro de los dos tiene lugar, actualmente y a causa de un famoso
cauce molinar, en el puente viejo de Vivar del Cid, dándose la curiosa
circunstancia de que, en el discurrir normal, por unos ojos de dicho puente
pasan las aguas del Ubierna y por otros las del Rioseras.
Vivar del Cid. Un puente para dos ríos. Por algunos ojos pasa el Ubierna y por otros el Rioseras. Llegaban separados y aquí se unen para caminar juntos. |
UN NACIMIENTO ESCONDIDO
Las dificultades para acceder a la principal y más alta
fuente del Ubierna, serían hoy
suficiente aliciente para que los amigos de la aventura, algún
Livingtone o Stanley burgalés, se lanzara hoy a su descubrimiento. Esto hoy no
sería posible, porque así como los citados exploradores tuvieron que hacer
frente a las múltiples adversidades de un continente salvaje y desconocido para
hallar las fuentes del Congo, los osados burgaleses tendrían que sortear
también obstáculos de grueso calibre, fundamentalmente la infranqueable barrera
de un complejo fabril en el páramo. Únicamente con el oportuno permiso de esa
empresa, obtenido después de bien justificados los motivos de la visita, y con
la compañía obligada de algún guarda de la misma, puede visitarse esta fuente.
Una fuente, por lo demás, cuyas aguas brotan formando una preciosa cascada en
la ladera de un vallejuelo. El nombre de La Cueva que recibe este
nacimiento, posiblemente tenga su origen en una pequeña concavidad que se ha
formado en la cortina de toba depositada en el salto de agua, y en la que
apenas si cabe una persona. Cosa distinta es la Fuente Rulladera, que
situada un poco más debajo de la anterior, forma una caverna en toda regla, en
la cual, según los pastores de la zona, caben bastantes personas en pie.
“LA TERRAPLENA” Y EL BAR FLOR
Existe un
bar en Quintanilla Sobresierra, ya sin actividad, de rancia tradición y
titulado Flor, en donde los posibles seguidores del Ubierna, o simplemente los
amigos de las viejas consejas, pueden degustar las delicias de lo popular y las
emociones de los tiempos pasados, sobre todo si se tiene la suerte de que en la
tertulia participan Monserrat Arnáiz Girón, “La Terraplena”, y los pastores
Domingo Fernández y Francisco Bujedo. (Tuve esa suerte en 1996).
Situado
en una plazuela del pueblo, el Bar Flor (ya he dicho que sin actividad), no fue
siempre un bar, ni tampoco llevó siempre este nombre. La Terraplena,
dueña del establecimiento, presume de que ya su bisabuelo en el siglo pasado
(XIX) tuvo en el mismo lugar un negocio de mercería; más tarde, “mi abuela
Margarita puso un estanco, y finalmente, mis padres pusieron el bar”.
La Terraplena, memoria viva de Quintanilla, en el mostrador apagado del Bar Flor(1996). |
Preguntada
por el origen de su singular apodo, Montserrat se refiere a una ocasión en al
que “mi abuelo paterno, que iba a por vino a Cebreros con los Bárcena de Covanera,
se cayó con los machos por un terraplén y no le pasó nada. Desde entonces a
todos los componentes de la familia nos conocen con ese apodo”.
El
bar fue también tienda de ultramarinos. En él, además de ofrecerse el servicio
tabernil, lo mismo podía encontrase una sardina arenque que una ración de
escabeche, un frasco de brillantina que unas zapatillas de esparto. Todavía hoy
sus paredes rezuman el aroma especial de aquellas tabernas-tienda que tanto
abundaron en los pueblos de Burgos hasta comenzados los años sesenta del XX, y
que generalmente eran regentados por familias dedicadas a la trajinería.
Conviene recordar, en este sentido, que la carretera de Peñas Pardas,
antiguamente Camino Real y hoy N-623, fue de especial tránsito, y que por ello
a su vera se establecieron numerosos comerciantes. “Entonces el negocio se
hacía en los pueblos”, asegura La terraplena, que recuerda también a alguno de
aquellos mercaderes de lo vital:”A Los Petaca, los Marquina y Crespo, de
Pesquera de Ebro y Cortiguera; a los Bañuelos, a los confiteros de Tubilla del
Agua; a los Felicianos, de Masa; a la Dorotea, del Mesón de Mata; a los Marijuanes, de Sotopalacios..., y
nosotros, Los Terraplenes. Pero había pueblos en los que se movía más
dinero”: La Terraplena y el pastor Domingo cuentan que “Los Billetas”,
criadores y tratantes de machos y mulas para las reatas, de los pueblos de
Quintanarrío, Robredo Sobresierra, Gredilla de la Polera, Villalbilla y Mata de
Sobresierra, eran los que más dinero manejaban”, de ahí su apodo de “Billetas”.
“Cada tratante de estos pueblos tenía sobre veinte o treinta animales, aunque
había uno que destacaba sobre todos: Pablo Güemes, de Quintanarrío, que era el
que tenía la parada”.
Detalle modernista en el Mesón de Mata (1919) Mata fue uno de los pueblos "Billeta". |
LAS MESAS DEL CAFÉ
CANDELA
Al
indudable valor histórico de la actividad comercial en lo que es hoy el Bar
Flor, desarrollado durante más de un siglo, hay que sumar como dato de interés
el hecho de que este establecimiento, cerrado desde hace años, cuente con las
mesas y sillas del desaparecido y mítico Café Candela, que estuvo en la Plaza
mayor de Burgos. La feliz e insospechada
coincidencia se debe, según La terraplena, a que “como mis padres eran
amigos del Candela, cuando este cerró nos ofrecieron el mobiliario, los bancos
tapizados, mesas, sillas, cafeteras, etc., y mis padres lo compraron todo”.
Tal vez
sea por lo anterior, por el discreto encanto del mármol de las mesas, y por
apetitosas liebres y ollas podridas preparadas por La Terraplena madre, por lo
que al Bar Flor acudiera en época predemocrática lo más granado de la sociedad
burgalesa, “cuando venían a cazar al coto de Quintanilla”. Y no sólo de Burgos:
“Por aquí han pasado personajes como Iturmendi, que fue ministro de Justicia,
Martín Artajo, López Bravo, el duque de Santa Cristina y el marqués de Pelayo”.
Monserrat se emociona al recordar la lista de “ilustres” de Franco que honraron
con su presencia el establecimiento de sus padres, al evocar el esplendor de
una época en al que “hasta el cuartel general de la Columna Sagardía se
abastecía de víveres en nuestra tienda”. Pero, apagada ya aquella gloria,
todavía hoy el Flor sigue recibiendo la visita de alguna que otra personalidad,
por ejemplo, la de Joaquín Leguina, expresidente de la Comunidad de Madrid,
quien “cuando viene de paso hacia Santander, me llama de vísperas para que le
tenga preparados unos pinchos de morcilla y picadillo”.
EL
PASTOR DEL AJEDREZ
En
torno a las pesadas mesas del Café Candela y del viejo mostrador del Flor,
surge a veces la charla entre personajes de menor prosapia que los referidos,
aunque no por ello de menor dignidad.
Así, no es difícil encontrar en animada conversación con La Terraplena a Domingo Fernández, el único y último
pastor de ovejas de Quintanilla Sobresierra. Conocedor como nadie de las
fuentes del Ubierna y empedernido tallador de boj y otras maderas, este
veterano del zurrón ocupa sus largas jornadas de pastoreo por el páramo en
fabricar preciosas figuras de ajedrez, aunque, ¡oh, paradoja!, ignora los
estratégicos movimientos que han de seguir en el tablero. De sus manos han
salido cientos de perfeccionadas torres y reinas, reyes y caballos, legiones de
peones, pero él no sabe jugar al ajedrez. Conoce a la perfección, eso sí, los
movimientos de su ganado en el tablero de los rastrojos, porque su sabiduría está
más en relación con los rebaños que cuida desde hace más de medio siglo. “MI
taller es el campo, y el uso hace al maestro”, es la filosofía laboral que
justifica el trabajo extra de Domingo. Pero, con todo, su ajedrez verdadero es
el cielo y las estrellas, la tierra y sus inclemencias. Y nada en ese juego,
por muy intelectual que sea la jugada del jaque, puede ser más importante e
inteligente para él que comprender el lenguaje de los animales, saber cuando
éstos, con sus comportamientos, anuncian que dentro de dos días va a nevar, o
que mañana habrá bochorno. Domingo domina este juego, y así, sabe por ejemplo,
que “cuando el ganado se está quieto es que al día siguiente va a cambiar el
tiempo”, que “cuando las ovejas se pasan la noche moviéndose mucho y tocando
los cencerros, al día siguiente sale nevando”, o que “cuando salen del redil
con la cabeza gacha es que va a hacer mucho calor”. Sabe también que este
invierno no tiene trazas de nevar, porque no ha habido caramas, y solo “a los
cuarenta días de una carama fuerte te nieva seguro”, con lo cual y
contrariamente a lo que se ha creído hasta ahora, puede decirse que el invierno
de hoy sí se lo come el lobo. Y ya metidos en el terreno de la “bestia negra”
de los pastores, el de Quintanilla no es que eche de menos la fiereza de los de
antes, que “aquellos sí eran lobos de verdad”, pero los compara con los
actuales y observa sensibles diferencias, quizá una cierta degeneración de la
especie: “Antes, de cien ovejas que te mordía el lobo, una curaba, y ahora curan
todas”.
Monumento al pastor Domingo Fernández en Quintanilla Sobresierra. |
UN CACHARRERO “EN LA POZA”
Como ya se ha dicho, una
de las principales fuentes del Ubierna es La Poza, nombre con el que se
conoce a la surgencia existente a pocos metros del arranque de la carretera que
lleva a la fábrica del páramo y frente
a la gasolinera. Se trata de un profundo pozo, que nadie nunca ha sondeado,
enriquecido por la leyenda del carro tragado, tan habitual en pozos y lagunas
de Burgos (Pozo del Aceite, en el nacimiento del río Odra; el Ojo del
Aranzuelo, en el nacimiento de este río; Pozo Ayrón, en Navas del
Pinar). Según Domingo, el pastor del ajedrez, en cierta ocasión “un cacharrero
que venía con su carro a vender por los pueblos fue a dar de beber a las vacas
y se metieron todos en la poza, el carro, las vacas y el cacharrero. Todavía en
los días claros se ven blanquear las lozas en el fondo”.
La Poza, otro de los nacimientos del río Ubierna. En su fondo, en un día claro, se ve brillar los cacharros. |
EL RÍO JORDÁN, TRIBUTARIO DEL UBIERNA
Cerca
también de la citada fábrica, en el lugar que llaman Los Pleitos, nace
un arroyo al que se conoce con el sorprendente nombre de Jordán. Es tributario
del Ubierna, al cual se une en Villlabilla Sobresierra, siendo por tanto su
recorrido muy corto, apenas cinco kilómetros. Pero si bien son insignificantes su
curso y escaso caudal, no lo son tanto las connotaciones de tipo mágico y religioso
que le acompañan. Hay indicios y coincidencias en la zona que ayudan a
comprender el por qué de esta evangélica denominación. Por un lado está la
iglesia parroquial, bajo la advocación de San Juan bautista, y por otro, está
la costumbre arraigada entre los vecinos de dicho pueblo y entre los de sus
vecino Gredilla de la Polera, de bañarse en sus aguas en la mañana de San Juan,
antes de salir el sol, como prevención de enfermedades para todo el año. Los
habitantes de estos pueblos, conocedores del secreto del agua solsticial de San
Juan, que purifica, hace fértiles a las mujeres y sana a los enfermos, durante
siglos y hasta hace pocos años han acudido puntualmente a la cita con el
salutífero baño en la mañana mágica. Y si bien esta costumbre no es exclusiva
de los dos pueblos, resulta mucho más notorio en ellos que en otros con
parecida costumbre por el hecho de que
el baño se realizaba no con las gotas
del rocío o las aguas de un río cualquiera, sino con las de un río llamado
Jordán, en Burgos. Todavía se recuerda entre los vecinos la expresión “Vamos a
bañarnos al Jordán”.
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