FOTOGRAFÍA: Peñahorada, verano 2008.
El arte de los cielos enfurecidos y el arte de las
palabras mágicas, terrible combate entre dos artes-fuerza.
CONJURO
Tente nublo,
tente tú,
que Dios puede más que tú.
Si eres agua, ven acá,
si eres piedra,
vete allá,
vete allá.
CONJURADERO
Me preparo para lo inevitable, Aire, tú ahora
descansas, te adormeces en una extraña calma y no mueves ni una hoja del arce
donde te ocultas. Yo, en cambio,
trabajo, tapizo de grises y negros mi nube, me multiplico y avanzo,
formo temible nublo y cargo mi vejiga. Pero ya no podré aguantar mucho más,
creo que lo que empezó siendo minúsculo y suave como rocío sanjuanero se está
transformando en piedra. Estoy pesada, pronto tendré que soltar. Esos de ahí
abajo quieren hacerme daño, unos encendiendo la vela a Santa Bárbara y poniendo
hachas de punta y otros arrojándome guijarros bendecidos. Ilusos, a ninguno de
ellos temo, porque uno a uno su poder es cobarde; más me preocupan la campana y
el conjurador, al que por cierto ya veo preparándose para sus exorcismos; no
falta mucho para que suba al balcón conjuradero con su asperges y su libro
mágico. Lucirá su gorro de cuatro picos y reunirá a todo el pueblo en el atrio
de la iglesia... temo por la fuerza de la masa. Me dirá cosas horribles en
latín que no sé si podré esquivar. Pero me defenderé, y mi fuerza hará que su
sombrero levite, le haré sudar. Para ti también tendrá algún regalo envenenado,
Aire, para tus cuatro direcciones, cuídate mucho, que ya atruenan las campanas
del tentenublo. Aquí va mi réplica.
De Ecos
de la lluvia y el aire.
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