Elías Rubio Marcos y su "CAJÓN DE SASTRE"

Recopilación de artículos publicados y otros de nueva creación. Blog iniciado en 2009.

miércoles, 28 de septiembre de 2011

HONTOMÍN, UNA VENTANA AL EMPERADOR



FOTOGRAFÍA: Hontomín (Tomada en agosto de 2011).


        En la Calle Mayor de Hotomín podemos ver hoy, diría que milagrosamente, una deliciosa ventana, probablemente del siglo XVI, enmarcada por una moldura pétrea decorada con bolas y puntas de diamante. ¿Sólo bolas y puntas? No. Si observamos bien el conjunto veremos que en los dos extremos de la línea inferior de bolas aparecen dos figuras distintas, una piña y una concha. A los profanos en simbolismos el tema nos pasaría desapercibido, pero si la curiosidad nos llamara, tal vez averiguaríamos que detrás de estos elementos se escondan los mensajes que el dueño de la casa primigenia quiso lanzar al mundo desde su ventana, uno de buenas intenciones hacia los demás y otro de carácter defensivo. Y es que, durante el Renacimiento, época en la que debió ser construida dicha casa, la piña, que tantas veces puede verse en periodos artísticos anteriores, se convirtió en un signo de hospitalidad y confort y que algunos establecimientos, como albergues o mesones, llegaron a lucir en sus fachadas. Y si bien parece muy extraño que un mesón de camino pueda lucir una ventana tan digna y esbeltamente trabajada, no sería del todo descabellado pensar en esta posibilidad, sobre todo teniendo en cuenta que la Calle Mayor de Hontomín formaba parte del antiguo Camino del Pescado, documentado ya en el XVI. Claro que, por esta última circunstancia, tampoco puede descartarse que estemos ante los restos de un antiguo hospital. Hay camino para la investigación.
        En lo que respecta a la concha, veamos lo que Mircea Eliade, en su “Imágenes y símbolos”, nos dice:


     Por su semejanza con la vulva, la concha marina y otras muchas  
     especies de conchas pasan por preservar de toda magia,
     de la jefatura, o del   mal de ojo.


        Sin duda esta definición puede ser muy acertada también para la concha de Hontomín, sobre todo teniendo en cuenta las muchas supersticiones en las que, a pies juntillas, creían las gentes del páramo en aquella época (no sería serio por mi parte, sin embargo, considerar ni asociar el mensaje apotropaico de la piña a las legendarias brujas de Cernégula, tan cercanas a Hontomín).


        En otro orden y dejando volar la imaginación, podríamos ver a algún habitante de la casa lanzar vivas y flores desde su hermosa ventana al emperador Carlos V en su viaje de Laredo a Yuste. Y es que en verdad tuvo que pasar rozando el edificio.

En fin, una maravilla de ventana.

viernes, 23 de septiembre de 2011

EL RETABLO PINTADO


FOTOGRAFÍA: Iglesia de Villanueva del Grillo (Tomada en 1999).

Ha pasado una docena de años desde que visité por primera vez las ruinas de Villanueva del Grillo, un pueblecito del valle de Tobalina, al pie de la sierra de Árcena, que tuvo la desgracia de convertirse en uno de los pueblos del silencio, también en un montón de ruinas. Entonces a duras penas pude acceder a su iglesia, de tanta maleza y escombros como había. Pero lo hice, con gran riesgo, por cierto, y bien que mereció la pena, pues me encontré con algo que para mi era insólito: ¡un retablo pintado! Nunca antes había visto un caso semejante, lo cual vuelve a poner de manifiesto mi ignorancia sobre tantas cosas. Conocía, eso sí, algunos ábsides medievales con bellas pinturas románicas descubiertas al desmontarse retablos de madera más modernos y descubrirse los revocos, pero no un retablo pintado. El armazón pictórico de Villanueva, con sus columnas y frontones, conforman un trazado clásico, quizá renacentista, pero las pinturas, tan próximas a Herrán, de las que ya hablamos en una entrada reciente, parecen acercarnos más al XVII. Por ello y porque la mano maestra que se aprecia en la ejecución de los murales de Herrán no es percibida en Villanueva del Grillo, soy de la opinión de que no debe existir relación entre ellas. Maestros hay que podrían dilucidar esta cuestión, si es que la iglesia con sus pinturas no se hubiera desplomado ya por entero. Pero bueno, prescindiendo de tecnicismos y autorías pictóricas, el caso es que el descubrimiento me dio motivos para la reflexión. El tema me descolocaba, ciertamente. ¿Fue este retablo pintado en la cabecera de la iglesia, con sus correspondientes calles, el definitivo, el que los vecinos vieron siempre, o fue tan sólo un boceto, algo provisional sobre lo que más tarde se instalaría uno convencional de madera? ¿Había en dicho siglo, o en otros cercanos, la costumbre de pintar los bocetos sobre los ábsides antes de colocar los armazones de madera, con sus nichos para la imaginería incluidos, o fue éste un caso aislado? Demasiada molestia para ser tan solo algo provisional, pienso. Quizá algún vecino de los que moraron en este lugar tobalinés podría decirnos si su iglesia llegó a tener retablo de madera. He vuelto a Villanueva recientemente, pero no encontré a nadie cerca a quien preguntar, sólo hallé escombros ocultos por la maleza, el viento, el silencio y la áspera y despoblada sierra de Árcena.

viernes, 16 de septiembre de 2011

OJOS DE HIERRO

En un lugar del Ebro
de cuyo nombre no quiero acordarme


Lucía en una vieja puerta de Mahamud.
Ahora, quién sabe dónde.
FOTOGRAFÍAS: Pueblo anónimo y Mahamud (Tomadas en 2007).

Registrando en mi viejo baúl, queridos amigos y seguidores, he encontrado este tesoro. No digo donde se encuentra el original, solo apunto, por razones que todos entenderéis, que se halla en un pueblo burgalés del Ebro, en uno de esos lugares en los que todavía pueden verse bellezas artesanas de otro tiempo. No sabemos quién fue el autor de esta obra de arte, quién el anónimo artista de hierro y fragua que ahora nos deleita y conmueve. Seguramente fue un simple herrero de pueblo, un trabajador de obra negra cuya chispa creativa merecería figurar hoy en cualquier museo y en cualquier catálogo. Las cabezas de gran pico enfrentadas bien pudieran estar inspiradas en los buitres leonados que hacían cabriolas en el cielo de su fragua, o quizá en águilas de mirada seria, atentas en su picacho al sonar del yunque.
Recordemos, pues, con este ojo de hierro y con el desaparecido de Mahamud, siempre visible en la portada de este Cajón de Sastre, que hubo un tiempo en el que el arte vivía sin academia en el más humilde de los rincones y en los más sencillos detalles.

lunes, 12 de septiembre de 2011

PRADOLUENGO INDIANO


Viejo tango de ayer...

que el amigo encontró.

Casa de indianos.

Pradoluenguinos que fallecieron
en Buenos aires.

FOTOGRAFÍAS: Pradoluengo. (Tomadas el 11 de septiembre de 2011).

Hace unos días leí en la prensa local que Pradoluego, esa isla industrial en la provincia de Burgos que siempre fue, iba a celebrar su "4ª Feria indiana". Bueno, el evento era algo que no debía perderme, y mira que soy reacio a asistir a tanta fiesta historicista como, desde hace algún tiempo, se viene celebrando durante el estío en los pueblos de Burgos. Debía asistir aunque nada más fuera como agradecimiento a los muchos seguidores de ultramar que, con cierta asiduidad, siguen este Cajón de Sastre, en su gran mayoría de Argentina y México. Pero no sólo por eso, sino también por propio interés, ya que de siempre he tenido curiosidad por conocer de qué manera el indianismo influyó en la historia de la villa pradoluenguina. Siempre había sospechado que la magnífica y especial arquitectura que puede verse en la calle principal (salida hacia Belorado) podía deberse tanto a obra de potentes industriales del textil como a la de indianos que hicieron fortuna, aunque seguramente en más de una ocasión las dos cosas vayan juntas. Y así debió ser. Ayer, en mi visita a la fiesta indiana me encontré con un librito que me aclaraba algunas cosas. Ya el título del libro, “Pradoluenguinos en Argentina”, obra de Victor Mata Ochoa, era muy sugerente. En él se menciona a varios vecinos de Pradoluengo que cruzaron el Charco entre finales del siglo XIX y principios del XX y que se enriquecieron, seguramente con gran esfuerzo, en aquel país. Por otro lado, la sombra de los indianos en Pradoluengo puede seguirse también en el cementerio de la población, donde una serie de lápidas llevan inscrito el nombre de Buenos Aires como lugar de fallecimiento. De todos modos, el estudio del indianismo en Pradoluengo, como el de toda la provincia de Burgos, está aún por hacerse. Su interés está fuera de toda duda, no sólo por lo que significó en el aspecto social y económico, sino por la influencia en la trama urbana y arquitectura de algunas poblaciones. Pero volvamos a la fiesta. Ayer, queridos amigos y seguidores de ultramar, en la plaza del templete de la música, llena de público, pude asistir a una demostración de vuestro sin par y apretado baile, el tango. La música de allá, los atuendos de los bailarines y las viejas maletas, conformaban un ambiente porteño que impregnaba todo en la laboriosa villa calcetinera y boinera. Como remate de la fiesta indiana, por la tarde hubo concierto de habaneras, ¡como para poner los pelos como escarpias a quien cruzó el gran mar! Aquí os dejo una muestra fotográfica de lo que ayer pude captar.

Indianos en el trasatlántico Principessa Mafalda,
en el que también viajó a España Carlos Gardel.
El Principessa Mafalda, lleno de pasajeros,
naufragó el 25 de octubre de 1927 en las costas de Brasil.
(Foto obtenida del libro "En la villa de Pradoluengo.
Crónica gráfica 1889-1942").

miércoles, 7 de septiembre de 2011

LOS MURALES DE HERRÁN, ESPLENDORES DEL XVI





FOTOGRAFÍAS: Pinturas de Herrán (2000). 

En el valle de Tobalina, a orillas del río Purón, justo a la entrada de un angosto desfiladero que desemboca en tierras alavesas, se encuentra Herrán, uno de los pueblos que más y mejor han hecho en los últimos tiempos por la conservación de su patrimonio. Recuerdo mis visitas de hace ya treinta años, con motivo de algunas exploraciones eremíticas en la sierra de Árcena; entonces todavía vivía gente nativa, aunque ya había empezado la despoblación. Tan escondido como estaba, en lugar tan abrupto y tan alejado de la metrópoli, creía que su fin no tardaría en llegar. Pero, afortunadamente, eso no ha ocurrido. Hoy, Herrán, gracias al turismo rural, ha renacido y se ha convertido en uno de los puntos de referencia de la provincia de Burgos. Entre sus atractivos, además de los paisajísticos, están sus diversas y viejas casonas. Algunas son palaciegas y blasonadas, otras, valiosas representaciones de la arquitectura tradicional de la zona. Entre estas últimas figura una casa-torre en cuya presencia uno se traslada fácilmente al siglo XVI. Esta casa siempre había llamado mi atención, por eso la recordaba bien cuando en cierta ocasión, creo que puede hacer ya más de veinte años, me llegó la noticia de que, encontrándose en obras para su rehabilitación como casa de agroturismo, habían aparecido unas pinturas murales del siglo XVI. ¿Y quién supervisa la recuperación y el estudio de esas pinturas?, pregunte a mi informante, no recuerdo quién. “Pues creo que son dos profesoras o estudiantes de arte de Vitoria”, creo que me dijeron. Ah, ya. Pero el descubrimiento bien mercería ser controlado por parte de los responsables del Patrimonio en Burgos... Sí, pero... Ya sabes cómo son estas cosas, en fin ... Ahí dejé el tema aparcado. Pasó algún tiempo desde que recibí aquella información hasta que por fin visité la casa y sus pinturas. Tengo que decir que no esperaba aquel milagro, aquella visión. ¡Una habitación de unos 12 o 14 metros cuadrados con sus paredes decoradas de arriba abajo con maravillosas pinturas policromas con temas religiosos! Estábamos en una casa rural,  estábamos en una especie de sala biblioteca para los hospedados. Había alguna butaca en la estancia, me senté para no caerme de admiración. Miré y remiré, escudriñé los murales. Recuerdo el momento como algo inolvidable. Y pensé: qué suerte que esto se haya conservado, qué suerte que haya habido alguien sensible que haya recuperado, con enorme respeto y profesionalidad, aquellas pinturas del siglo XVI. Cerré los ojos y por un momento me situé en una habitación romana llena de frescos. Luego los abrí, y comprobé que estaba en Burgos, ante el Renacimiento pictórico. ¿Un tesoro enorme como éste es lo suficientemente conocido y protegido? ¿Es, siquiera, Bien de Interés Cultural? No conozco algo semejante en la provincia. Juzgad vosotros mismos, queridos amigos y seguidores de este Cajón de Sastre, enamorados del arte.