Elías Rubio Marcos y su "CAJÓN DE SASTRE"

Recopilación de artículos publicados y otros de nueva creación. Blog iniciado en 2009.

jueves, 18 de enero de 2024

RETRATOS DE LA MEMORIA


Peñón de La Cernolica (Monte Hijedo)


FOTOGRAFÍA: Portada libro (Tomada 15/8/2023)


Alguien dijo o escribió, no recuerdo quién (¡ay, la memoria!), que

LAS PERSONAS SE OLVIDAN EN EL MOMENTO

EN QUE SE OLVIDAN SUS NOMBRES.

No puedo estar más de acuerdo con semejante aserto, queridos amigos de este Cajón de Sastre. Por eso mi nuevo libro, Retratos de la memoria, ha nacido para que nombres y personas que tanto significaron en mi vida, que me dieron toda la sabiduría popular que atesoraban, no caigan en el olvido.  

En algún momento pensé que este sería mi último libro, y quizá lo sea, porque las nubes del tiempo corren deprisa, azotadas por el implacable viento del páramo de la desmemoria. Por eso sentí que no había más tiempo que perder, que era tiempo de reconocimiento, de homenaje y agradecimiento a estas personas que tanto Patrimonio Oral y con tanta generosidad nos transmitieron a todos.  

Tuve la suerte y el privilegio de encontrarme con ellas, y más aún de que me hicieran partícipe del tesoro que llevaban escondido en su memoria; y más aún, que muchas me dieran también su amistad. Fue en verdad una legión de sabios del pueblo los que, a lo largo de los años, me fui encontrando por la provincia burgalesa. Ocurre, sin embargo, que para las páginas de este libro he seleccionado solo veinticinco nombres, aquellos que más resuenan en mi propia memoria. La mayoría de ellos ya se fueron, unos pocos quedan, pero el recuerdo de todos y el tesoro que nos legaron quedarán para siempre entre nosotros. 

 

EL LIBRO

EDITADO POR: Diputación Provincial de Burgos

TÍTULO: Retratos de la memoria

CONTENIDO: Momentos vividos. Testimonios y manera de contar

NÚMERO DE PÁGINAS: 170

FOTOGRAFÍAS: 25 retratos en blanco y negro, uno por cada persona glosada, más 45 fotos en color.

PRECIO: 18 euros


EXPLICACIÓN PORTADA:  

El peñón que se ve en la portada es un testigo geológico en el Monte Hijedo, en el lugar que llaman Pedrogosu-La Cernolica, del Alfoz de Santa Gadea. Quiero ver en esta monumental roca el brazo de alguno de los hombres sabios de pueblo que, con los dedos de su mano señalando al cielo, parece querer esparcir sabiduría y conocimientos de lo que fuimos, de lo que perdimos.  

                

martes, 9 de enero de 2024

LA CHICA DURMIENDO EN EL TRILLO

Arada, siembra, siega, carga de lo segado, trilla

Trabajos de ayer para el pan llevar

Exposición mural en la nave

FOTOGRAFÍAS: Murales en Tapia de Villadiego (Tomadas el 6/1/2024)                               

De un tiempo a esta parte vengo dándole vueltas a un tema que no es que me preocupe, pero sí que me invita a la reflexión. Me refiero a la moda que se ha instalado en los pueblos de decorar sus caseríos con murales, más o menos afortunados, pintados por artistas locales o foráneos. Cuando empecé a verlos, en mis constantes viajes por los pueblos, pensé que dicha moda podría ser algo transitorio y que la cosa no iría más allá del explayamiento puntual de aficionados a la pintura que además sentían nostalgia por unas formas de vida perdidas, las que conocieron ellos mismos en su niñez o las que les relataron sus padres y abuelos. Sucede, sin embargo, que se ha llegado a un punto en el que ya no son únicamente artistas locales los que, con mayor o menor acierto artístico, convierten medianas de las casas, almacenes agrícolas o rincones de todo tipo en exposiciones al aire libre, generalmente de contenido etnográfico, si así pudiera decirse, dados los temas por lo común pintados. Ya no solo son artistas nativos de los pueblos los que desarrollan estas obras pictóricas, sino que al convite se han agregado artistas de gran preparación, que trabajan por encargo y ejecutan obras de gran calidad e impacto visual. Y aquí es donde se me presentan las dudas, la principal de ellas es la posible afectación de estas obras a la personalidad de los pueblos. Me pregunto: ¿alteran, de alguna manera, estos murales la visión y formas tradicionales de los caseríos que hemos conocido? ¿Cambian estas pinturas nuestra manera de ver o mirar los pueblos? ¿En las visitas que hacemos o hagamos a partir de ahora los capitalinos, iremos buscando y fijándonos más en estas exposiciones al aire libre que en las sugerentes tramas urbanas, la arquitectura y materiales constructivos tradicionales, sus principales valores? ¿Nos fijaremos más en la iglesia pintada que en la de verdad, teniéndola a pocos metros? Probablemente seremos capaces, de momento, de valorar, distinguir y asimilar todo a la vez, veremos si más adelante, cuando la moda se haya generalizado o masificado, seguirá siendo así. Habrá quienes piensen que es más atractivo ver la gran nave agrícola decorada con escenas perdidas de nuestros antepasados que contemplar los vacíos y fríos enlucidos de cemento, o que el arte de los muros será una manera de revitalizar los pueblos y que todo vale para ayudar a frenar la despoblación, incluso si se pintan de rojo o azul todas las casas y la iglesia de amarillo. Quizá tengan razón. Si lo último llegara a suceder mis reflexiones habrán sido una simple divagación, cuando no una provocación, y deberán ir directamente al basurero de la extravagancia pensante.

       Al hilo de mi visita a Tapia de Villadiego el 6 de enero de 2024

 

    Plácido sueño en el trillo, al arrullo del perfume de la gavilla 


LA CHICA DURMIENDO EN EL TRILLO

Todo lo anterior ha venido a cuento por los magníficos murales que tuve la oportunidad de contemplar en Tapia de Villadiego el pasado día de Reyes. Junto con mi inseparable, me desplacé a este lugar por un comentario anónimo recibido en este blog, concretamente en la entrada titulada “Los pueblos como galerías de arte. Muralidad de la nostalgia”, donde se informaba de la existencia en Tapia de unos “murales muy interesantes”. Y en honor a la verdad, tengo que decir que razón no le faltaba al informante anónimo.

Fue el día de Reyes, antes del mediodía, el sol debatía y se batía con los nubarrones, la pequeña población estaba en silencio, dormida todavía en su quietud invernal. Algunos árboles pelados tenían colgados en sus ramas adornos navideños, bolas de distintos colores que parecían sustituir a las hojas caídas, señal de que hubo celebraciones navideñas y de que el pueblo aún se mantenía con vida.

Buscando los citados murales recorrimos las calles mudas. Nada, ni un alma a quien preguntar. Fuimos observando las paredes de las casas y ninguna estaba pintada. Cuando ya desesperábamos de encontrar pintura alguna, dimos con el yacimiento al salir del pueblo por el oeste, una gran nave cuya pared del mediodía lucía un interesante panel, dividido en cuadrículas, representando escenas campesinas, a todo color y de gran realismo. La arada, la siembra, la siega, la carga de la mies en el carro, la trilla, todo un compendio de actividades perdidas y ejecutado con gran verismo. Se notaba la profesionalidad del artista (Hoy me dicen que se deben a Cristian Sasa, no sé si lo escribo bien).   

Recorrimos la nave, y al llegar a su ala oeste se nos presentó un nuevo mural que ocupaba toda la pared. La escena, en escala de grises, es una visión de la cosecha en la era, de grano apilado y sacos llenos, en la que llama la tención una chica dormida en el trillo, una chica de expresión relajada que disfruta con el sueño de lo cosechado apoyada su cabeza en una gavilla. Pese a la desproporción de una de sus manos, me quedo con esta figura, hay algo en ella verdadero que, en cierta manera, me reconcilia con este arte mural campesino, el que puse en cuestión al principio de todo.