Elías Rubio Marcos y su "CAJÓN DE SASTRE"

Recopilación de artículos publicados y otros de nueva creación. Blog iniciado en 2009.

miércoles, 16 de diciembre de 2015

FRAGMENTOS DE ROMA EN LARA



Restos del castillo, vestigios de Roma

Una estela fuera de lugar

Restos de arquitectura romana

Escaleras para subir a Roma

FOTOGRAFÍAS: Piedras de Lara de los Infantes (Tomadas en diciembre de 2015) 

Si en un día despejado uno sube a lo más alto de Lara de los Infantes quedará hipnotizado por el paisaje que desde allí se puede contemplar. Hasta donde alcanza la vista y por donde quiera que se mire todo son tierras de Lara, del histórico alfoz de Lara. Si se mira al sur, veremos Peña Carazo, nave de piedra, arca noética en la que un visionario soñó una vez que estaba el origen de la humanidad. Quiso experimentar su sueño en los años noventa del siglo pasado y, sin previa radiografía, excavó durante días y días en lo más alto por ver si llegaba a las tripas de una ciudad enterrada. No lo consiguió, como tampoco en las cumbres níveas de Canales de la Sierra, donde llevó a cabo la misma operación con la seguridad de que allí estaba también dicho origen. Es disculpable lo primero, uno ve Peña Carazo desde Lara y comprende al visionario, tanta peña llana, tanta mesa puesta no puede estar en vano: con nada dentro, sería un despilfarro.

Visiones aparte, abandonamos Carazo y nos situamos sobre el pueblo de Lara, y aquí sí, aquí, debajo de las casas, debe haber una ciudad romana enterrada. No sabemos su nombre, pero sí que debió existir, pues no de otra manera se explica la aparición de tantos restos de aquella época; restos, dicho sea de paso, aprovechados en la construcción de las casas de Lara. Un buen observador que recorra las calles de la pequeña población y escudriñe sus paramentos exteriores no tendrá dificultad en encontrar diversidad de testimonios, ya sean fragmentos de estelas funerarias o cualquier otro resto de la ciudad perdida. No digamos ya en la vieja fragua, que tiene, incrustada en sus rústicas paredes, suficiente colección como para confirmar ella sola la existencia de dicha ciudad. Lo demás, debió ser pasto de expoliadores de los siglos. 

Pero Lara es mucho más que una ciudad perdida, su nombre viene asociado a otros nombres que con solo pronunciarlos uno se estremece. San Pedro de Arlanza, Fernán González y el Condado de Castilla, Santa María de las Viñas, Castillo y Picón de Lara,  los Siete Infantes, Peña Carazo... ¿Nos hemos parado a pensar en el significado de todos estos nombres juntos? Deberíamos hacerlo alguna vez, para sentir la emoción de la historia, del romance y la leyenda. Sus resonancias nos hacen viajar a la primitiva Castilla, no a los orígenes de la humanidad pero sí a los nuestros más cercanos. ¡Cuánto patrimonio reunido en Lara!



En Revilla del Campo, al influjo de Lara



Relieve romano en Arauzo de Salce (1998). 
Lara y Clunia, hermanas de Roma, debieron estar
comunicados por calzada.






jueves, 10 de diciembre de 2015

VENTANAS DE ESPINOSA DE LOS MONTEROS










FOTOGRAFÍAS: Ventanas de Espinosa de los Monteros (Tomadas en febrero de 2012).

Cuando a uno se le ponen los ojos de ventana, ya no ve otra cosa que ventanas. Por mas que busquemos otras historias, siempre, incluso en los sueños de almohada, ellas salen a nuestro encuentro. Vayamos donde vayamos, indaguemos lo que indaguemos, registremos donde registremos, ellas, las ventanas de otros siglos, contadoras mudas de historias ocultas, son inevitables. Su mirada de ojos negros nos persigue, ella y la nuestra se enfrentan sin querer. Y bien que es de agradecer, pues su belleza, apenas reconocida, es algo al alcance de la mano que sería pecado despreciar.
       En marzo de 2012 (¿más de tres años ya?, ay, que me parece que fue ayer) guardamos en este Cajón de Sastre una importantísima -inigualable, podría decirse con justicia-, colección de palacios y torres de Espinosa de los Monteros. En aquella ocasión no bajamos a los detalles y mostrábamos solo las imágenes exteriores de cada conjunto. Hoy, de aquellas torres sacamos las ventanas, hijas más bellas aún que su madres, y las guardamos con sumo cuidado aquí para que ajimeces y parteluces nos den luz cuando el mundo se nos haga vulgar.  








lunes, 7 de diciembre de 2015

LA VENTANA BLANCA DE MODÚBAR DE LA CUESTA


Radiante como una novia radiante

Destaca sobre todo

Un reloj de sol del siglo XVI


FOTOGRAFÍAS: Ventana y reloj de sol en la iglesia de Modúbar de la Cuesta (Tomadas en diciembre de 2015) 

La vi un día a lo lejos, de frente, fue como una aparición, llegando a Modúbar de la Cuesta por el camino de Revilla del Campo. Una ventana blanca, radiante como una novia radiante y en claro contraste con el color general de la iglesia parroquial, un aspecto que llamó mi atención. ¿Era una ventana hecha en tiempo reciente, y su luminosidad era por piedra nueva, o es que la habían blanqueado? Tenía miga la cosa, así que prometí volver para despejar dudas. Y he vuelto, y he comprobado que la rareza no es tanta y tiene fácil explicación. No hace mucho, la iglesia de la cuesta fue restaurada, el presupuesto llegó hasta donde llegó, la obra no pudo ser completada y una gran parte del exterior del templo quedó sin pulir. Hubo alguien, sin embargo, que pensó que la ventana, aun a pesar de las limitaciones presupuestarias, por su indudable arte merecía un decoro especial, y estiró hasta donde pudo para dignificarla. Así, pues, que nadie más se confunda, que la blanca  ventana, la dama blanca de Modúbar, es una muestra renacentista más, una obra del siglo XVI, contemporánea, por cierto, del reloj de sol que puede verse debajo de ella, en edificio anexo que hace de sacristía.  


miércoles, 25 de noviembre de 2015

VENTANAS DE MANCILES


Una ventana eclesiástica

Dos cabezas para un hogar



¿Un hombre y una mujer?


Dos cabezas de madera en el alero y un dintel con inscripción

FOTOGRAFÍAS: En Manciles (Tomadas en noviembre de 2015). 


Si rebuscamos con paciencia en este ya repleto Cajón de Sastre, queridos amigos, nos encontraremos con viejas entradas dedicadas a Manciles. En una ocasión guardamos dos preciosos palomares del Siglo XVIII, en otra, hicimos lo mismo con un letrero anunciador de un mesón, fechado en 1739, y algo más adelante echamos al cajón una leyenda inscrita en el dintel de una ventana presumida que ponía “Viva mi dueño”. Todas esas curiosidades llevábamos guardadas de Manciles. Algo, sin embargo, nos había quedado de ver en este lugar de páramos. Ayer volví a pasear por sus callejuelas, detenidamente, bajo un agradable sol invernal y el manto pacífico de los pueblos callados. Fue así cómo descubrí nuevas y sorprendentes “cosas”, entre todas, dos ventanas, las dos con méritos suficientes para engrosar la larga lista de ventanas notables que aquí llevamos inventariadas. Una parece que alumbró a algún eclesiástico, a juzgar por el escudo con llaves cruzadas que campea sobre el vano (por eso la guardamos en el compartimento de las “ventanas eclesiásticas”). La otra es muy sencilla, apenas los cuatro sillares que la enmarcan, de buena labra, le dan una mínima personalidad; ocurre, sin embargo, que a uno y otro lado del vano, salientes del muro, pueden verse dos cabezas humanas de piedra, lo cual no deja de ser una singularidad. Una cabeza debe ser de hombre, pues parece cubierta con boina, la otra, debe ser de mujer. Pero, ¿quién puso las cabezas? ¿Qué historia se esconde tras ellas? Nadie me lo ha sabido explicar. Conjeturando, podríamos decir que fueron puestas por los constructores de la casa, quizá una pareja de recién casados cuando hicieron casa, de enamorados que estaban. Y en verdad, muy enamorados debían estar, porque sobre la ventana del desván, en dos saledizos del alero de madera, tallaron otras dos cabezas, quizá también las suyas, aunque aún mucho más toscas que las de piedra. Es una pena que los nombres grabados en el dintel de esta ventana,  bajo la sombra del alero, no se alcancen a leer; de poder hacerlo, sabríamos quienes fueron los enamorados que quisieron perpetuarse en piedra y madera.


Casona de Manciles, patrimonio en peligro
Qué pena.


martes, 24 de noviembre de 2015

LA DIABLA DE AHEDO DE BUTRÓN


En un esquinal del alero, una mujer de grandes y desnudos pechos

Su monstruosa figura puede llevar siglos en el alero

Un súcubo de grandes y desnudos pechos, gran boca,
enormes dientes, ojos saltones..., es La Diabla de Ahedo


FOTOGRAFÍAS: Saledizo en alero de Ahedo de Butrón. (Tomadas en octubre de 2015)


      Se encuentra tallada en uno de los saledizos esquineros que soportan el alero de una casa en Ahedo de Butrón. Es el busto femenino de una mujer monstruosa, con voluminosos pechos al descubierto, de gran boca, abierta y enseñando terroríficos dientes, y con ojos saltones. La inquietante figura recibe el nombre de Diabla, según se nos dijo en Ahedo, un nombre, en verdad, muy apropiado, pero que no lleva aparejado leyenda alguna, lo que no deja de ser extraño; quizá la leyenda se haya perdido, o que no encontramos a personas vivas que la conocieron. La talla-mascarón aparenta ser un súcubo, una figura erótica y a la vez demoníaca, sobrenatural, hecha por alguien con imaginación medieval, quizá como elemento protector de la casa contra fuerzas diabólicas, o, más probable, como reclamo de una casa de placer o lenocinio. Sea como fuere, por su monstruosidad, bien podríamos llamarla hoy La Diabla de Ahedo. 

       Hay que observar también que el viejo y auténtico saledizo fue imitado en otro alero, reproduciéndose con gran fidelidad, como puede verse en una de las fotografías que aquí se adjuntan. Pero tal imitación, al ser de tiempo más  moderno, no debe conllevar otro significado que el de un capricho o del intento de alguien para que la figura original perdure en el tiempo, pues se encuentra ya francamente deteriorada.


domingo, 15 de noviembre de 2015

NUEVAS ESCORIAS

Muro de iglesia en Los Ausines con escorias
en el mortero.

Escorias entre las uniones del sillarejo

Un caso más de una costumbre constructiva


FOTOGRAFÍAS: Escorias en Iglesia de Los Ausines (Tomadas en noviembre de 2015)

El 24 de enero de 2012, con el título “Escorias en el castillo”,  publicaba aquí una entrada que suscitó un interesantísimo debate entre los seguidores de este blog. El tema versaba sobre las escorias que, incrustadas en muros, en en el mampuesto de las junturas, pueden verse en algunos edificios históricos de Burgos. Ponía como ejemplos la iglesia de Vadocondes y el castillo de Huérmeces y prometí que cuando localizara más casos lo haría saber en este mismo Cajón de Sastre. Bien, pues ha llegado ese momento, acabo de descubrir, en la iglesia de un barrio de Los Ausines, un paramento cargado igualmente de escorias en la masa de las junturas. Por lo tanto, hoy puede decirse que Vadocondes y Huérmeces ya no son casos aislados. Seguiremos atentos a nuevos descubrimientos.


viernes, 13 de noviembre de 2015

UNA VENTANA DE CASA CARRETERA EN CANICOSA


Elegancia de carreteros 

Casa carretera en Canicosa, una arquitectura 
popular única

Un espacioso porche para cobijar la carreta


Una data para la historia


FOTOGRAFÍAS: Casa carretera en Canicosa de la Sierra (Tomadas en noviembre de 2015)
      

             Vimos en entrada reciente algunas ventanas de la trashumancia, ejemplares de Huerta de Arriba, historiados y con escudo, pertenecientes a casonas de ricos trashumantes. Hoy, siguiendo la estela serrana, guardamos en este Cajón de Sastre el ventanal de una casa carretera en Canicosa de la Sierra. Las casas carreteras son un patrimonio que casi ha pasado a la historia de la arquitectura tradicional de Pinares, por eso los dos ejemplares que se conservan en dicho lugar, singulares y únicos supervivientes, han de ser mimados y protegidos.
          Característica principal de las casas carreteras son sus profundos porches en las fachadas principales, utilizados para resguardo de las carretas, para cobijo de aquellos largos carros, con motor y tracción pareja de bueyes, con los que los carreteros hacían sus trasportes en largos trayectos (Cabaña Real de Carreteros). No está muy lejana la actividad de los carreteros pinariegos, hay gente viva que recuerda su imagen, con su vara GPS transitando por las carreteras blancas, o parados en alguna venta, haciendo noche, con los maderos sobresaliendo de la carreta, los carreteros durmiendo en las cuadras y los bueyes rumiando los kilómetros recorridos.
          Como se ha dicho, existen en Canicosa dos casas carreteras. Las dos son de parecida traza, las dos con parecidos adornos en portadas y las dos con inscripción de los nombres de quienes las levantaron, pero mientras una, la que aquí dejamos, tiene una ventana noble, con elegantes recercados, la otra las tiene sencillas y sin méritos para la galería que seguimos, aunque con inscripción clara y valiosa del mediados del XVIII. Y puesto que casi son iguales, habrá que deducir que las dos casas fueron hechas en fecha parecida, 1741 según la inscripción.  


Mujer vendiendo maderos, probablemente de la zona de Pinares.
(Foto: Archivo Cortés, gentileza de Archivo Municipal de Burgos)


domingo, 8 de noviembre de 2015

EL PINO-ROBLE, UN ÁRBOL PARA EUROPA



Vecinos de Canicosa bajo su Pino-Roble


Canicosa de la Sierra desde el Pino-Roble


FOTOGRAFÍAS: El  Pino-Roble y Canicosa de la Sierra (Tomadas en 6 noviembre 2015).


Los vecinos de Canicosa de la Sierra se reunieron ayer bajo su célebre Pino-Roble para obtener una fotografía de conjunto y publicarla en una revista, como una iniciativa más en su candidatura al concurso “Árbol Europeo 2016”. Fue una casualidad y una suerte que en esa reunión bajo el emblemático árbol serrano estuviéramos presentes, lo que nos permitió obtener las imágenes que en este Cajón de Sastre hoy guardamos. Memorias de Burgos desea toda la suerte del mundo al pueblo de Canicosa en su candidatura; ojalá logre alcanzar el ansiado premio, pues la relación afectiva de sus vecinos con este árbol dual bien lo merece. 


UN ROBLE MADRE, UNA ROBLA

Debe ser una robla y no un roble. Un día su aparato reproductor se puso a crear y, sin bellota, dio a luz una rareza, un pino serrano. Se extrañó, pero no dijo nada y le crió con amor, como lo hubiera hecho cualquier madre; había traído al mundo un bebé de resina, no era lo natural pero ella lo acogió en su regazo y lo alimentó hasta que se hizo mayor. Hoy la madre robla, loba de Roma, parece agotada de tanta leche-savia entregada, pero debe estar satisfecha, su hijo se ha hecho grande y ya ve, desde las alturas de su propia copa, las cumbres de la Demanda.


Del vientre de la robla salió un pino





martes, 27 de octubre de 2015

LA OBRA DE MANUEL GARRIDO RECOGIDA EN UN LIBRO DE JO FARB HERNÁNDEZ


Una escultura de Manuel parece pregonar el éxito

En este libro se muestran las fantasías de piedra de Manuel Garrido

Páginas del libro, un orgullo para Manuel Garrido



FOTOGRAFÍAS: Portada de libro y obra de Manuel Garrido (Tomadas en octubre de 2015.


           Jo Farb Hernández, profesora norteamericana, del departamento de Arte e Historia del Arte de la universidad estatal de San José (California) y directora de la galería de arte Natalie and James Thompson, es autora de una magna obra sobre las muestras más importantes de España del llamado art  brut  (arte bruto), que ha sido publicada en 2013 con el título Espacios singulares. Desde el excéntrico a lo extraordinario en entornos de arte españoles (Singular Spaces: From the Eccentric to the Extraordinary in Spanisch Art Enviroments) .

            La citada profesora, en sus viajes por España, tuvo ocasión de visitar el jardín de las esculturas de Garrido y, admirada, no dudó en incluir, en un voluminoso libro editado en inglés y  a todo color,  las fantasías de piedra del artista de Villatoro, de cuya vida y obra dejamos aquí constancia en fecha muy reciente. Casi veinte páginas de dicha publicación están dedicadas a él, lo que es todo un honor al provenir el reconocimiento de una de las mayores expertas del mundo.

          No tengo constancia de que la visita de la estadounidense a Burgos, concretamente a Villatoro, fuera recogida en ningún medio local. Por eso, aunque tarde, creo que es de justicia darle el valor que tiene.  En lo que me toca, pues tuve el privilegio y placer de  conocer a Manuel y escribir  sobre su espectacular trabajo hace veinte años, no puedo sino mostrar mi alegría y satisfacción al saber que, a través de dicho libro, será conocido y reconocido mundialmente.

           Enhorabuena, Manuel



Esculturas de Manuel, sueños que perdurarán

lunes, 26 de octubre de 2015

EL PÉNDULO DE VILLATORO

         

Fantasía de Manuel Garrido en su jardín encantado de Villatoro



 FOTOGRAFÍAS: Arte de Manuel Garrido en Villatoro (Tomadas en junio de 1995)

Se reproduce aquí, por motivos que más adelante se justificarán, 
el reportaje publicado en Diario de Burgos el 17 de junio de 1995. 
Han pasado veinte años


Existe en Villatoro una finca muy especial que bien podría llamarse El jardín de las esculturas. Ya el exterior, con una portada y crestería decoradas con todo tipo de sorprendentes figuras de piedra, es un aviso de lo que puede aguardar al afortunado que tenga acceso a su interior. Muchas veces, al pasar delante de ella, llegué a preguntarme quién sería el autor o autores de aquella obra. Y cómo era posible que semejante maravilla, tan cerca de la capital, hubiera pasado desapercibida para el común de los burgaleses. Incomprensible. Durante un tiempo el sueño de una visita se convirtió en una obsesión y un reto para mí. Hasta que, por fin, el pasado 7 de junio tuve la fortuna de conocer al hacedor de tanta escultura, de tanta fantasía labrada. 

Tras unos momentos de espera y después de haber llamado en el timbre, apareció ante mí un hombre de complexión fuerte, de pelo blanco y camisa arremangada. Nos presentamos, él es  Manuel Garrido Villalba, no llegará a los setenta. Noté en su habla la simpatía y el gracejo andaluz. No me equivocaba, pues declaró ser granadino. 


Detalle de la portada


       Cuando le expliqué mi curiosidad por aquel trabajo que se alzaba sobre nuestras cabezas, no culto pero sí algo más que ingenuista, encontré en él una receptividad absoluta y sincera.  Ya dentro del ansiado lugar, se abrió para mí un mundo y un paisaje de fantasía, con árboles de muchas clases, palmeras, castaños, cedros, bambúes, tejos, madroños..., y un estanque con peces de colores...; y entre todo, esculturas por doquier, arriba, abajo, a izquierda y a derecha, vírgenes, santos, animales exóticos, que en cierta manera recordaban a las esculturas románicas... Qué era todo aquello, ¿una especie de Bomarzo burgalés? Dispuesto estaba Manuel a explicarme aquel ensueño, cuando de la vivienda salió una mujer, su mujer, que se acercó para comunicar a su marido que debía ir a recoger a los nietos al colegio.

Marchó Manuel y quedé a solas con Mercedes, granadina también. 
¿Cómo es Manuel?, interrogué. Un hombre hiperactivo, que “no espera a la luna ni espera al sol para ponerse a trabajar”, me dijo.  “Fíjese cómo es, que allá, en Graná, era el primero que llegaba a donde estaba el esparto”. Se refería Mercedes a la época en la que Manuel se dedicaba a la recolección de esa hierba, que, según ella, “se utilizaba para hacer los capachos que llevaban los burros para la recogida de las aceitunas”. 

Manuel es un hombre hiperactivo, sí, pero también creador autodidacta y dotado de una energía especial en cada una de las especialidades en las que destaca. Fue en su tierra pastor de cabras, recogedor de esparto, viverista (trabajó en un vivero de su Granada y acariciaron sus manos muchas de las plantas que adornan el palacio de la Alambra), y constructor de diques en las peligrosas ramblas. Todo eso en la ciudad del Suspiro el Moro, porque cuando llegó a Burgos en 1956, la canalización y exteriorización de su “energía positiva” le llevaron a convertirse en un zahorí de péndulo, después en un “yerbero” (herbolario), y por último, en un escultor de sueños medievales, románicos o góticos, o salidos de las selvas de América Central y del Sur, que de todo parece haber un poco en su imaginativa e inagotable obra. Sin contar su auténtica profesión, que era la de guarda forestal y especialista en plagas.  

De Granada a Burgos pasando por Asturias

¿Cómo recaló en Burgos este polifacético granadino? Mercedes me había explicado que tuvo que salir de su pueblo “en busca de la cagada del lagarto”, expresión utilizada en Granada “cuando alguien sale a buscar trabajo por ahí”. Pero de vuelta del colegio, Manuel mismo contó su historia. Un día de mediados los años cincuenta, quizá cansado de cabras y de hacer diques “para que no se fuera la tierra con las lluvias fuertes”, cogió una rústica maleta de madera de emigrante y, esperanzado, se montó en un tren (“sin billete, porque no tenía dinero para pagarlo”) y emprendió un viaje que habría de llevarle hasta Oviedo. Y de Oviedo a Mieres: “Allí estuve trabajando en las minas, poco tiempo, porque siempre estábamos pringaos de agua y aquello no me gustaba nada”. De las minas se fue Manuel a Avilés, “a meter bloque de cemento en al ría para los cimientos de Ensidesa”. Pero pronto abandonó Asturias, porque “con la crisis de 1955, ENSIDESA cerró”, y el ambiente de huelgas y enfrentamientos se hizo irrespirable para este hombre de campo acostumbrado a los pacíficos jardines agarenos. 

Repoblador de pinos en Burgos 

Ya en tierras burgalesas su trabajo consistió en repoblar de pinos las afueras de la capital, cerca de la fábrica de sedas: “Recuerdo que el primer día de trabajo estaba nevasqueando y me dije: ¡me cagüen diez, pero dónde me he metido yo! Un año y pico estuve en la carretera de Valladolid, plantando pinos y durmiendo en un gallinero con el resto de la cuadrilla, tirados sobre colchonetas”. 

En 1956 comenzaron las repoblaciones y la construcción de senderos en el castillo e Burgos, momento en el que Manuel pudo demostrar sus amplios conocimientos como viverista. Por ello, “Cuando me vieron trabajar me enviaron como encargado de vivero a Villacomparada de Medina, donde estuve siete años. De  allí, a las repoblaciones de Agüera de Montija, donde me nombraron guarda”

Por fin, en 1966 tomó posesión de castillo de Burgos; allí vivió varios años, en una casa que estaba junto a los depósitos de agua, y desde allí extendió sus dominios, sembrando de pinos los montes de Cortes, Villalonquéjar, La Abadeasa, Villalón y otros.  

Un solar en Villatoro

Enterados los guardeses del castillo de la venta de un solar en Villatoro,  decidieron comprarlo para hacer su vivienda definitiva. Recuerda Manuel que en este solar “no había nada, solo unos árboles secos y algunas paredes para tirar rodeadas de cardos”. Pero aquel erial poco a poco fue convirtiéndose en un oasis. En la soledad de los pinos, viviendo en apartadas casetas forestales, el guarda debió soñar cada noche con jardines encantados, añorando quizá la Alambra que un día abandonó, y maduró la idea de construir uno para su morada definitiva y la de su familia. Así llegó 1976, y con este año su inspiración y la primera escultura. Desde aquel día no ha cesado de labrar con mimo y arte personal la piedra, la que adquiría de los derribos. No tiene estudiadas las bellas artes y nunca recibió educación canteril alguna o que tuviera relación con ese jardín encantado que ha logrado crear en Villatoro. Un jardín-museo que quizá en un futuro podrán llegar a disfrutar todos los burgaleses, porque la idea de Manuel es no vender nunca ninguna de sus esculturas, románico-aztecas, como él mismo las define.




Con su péndulo, Manuel Garrido  localiza corrientes de agua


Energía positiva, el péndulo mágico 

En un momento del recorrido por su laberinto escultórico, al mencionarle la palabra energía para definir el trabajo que allí se adivinaba, se detuvo Manuel muy serio, y en tono solemne dijo: “Bueno, pues mire, le voy a decir una cosa [respecto a la energía], yo, con un péndulo, la enfermedad de una persona, cualquier cosa, en la vista, en el oído...., con el péndulo, si usted ha tenido una operación, con el péndulo yo le digo donde la ha tenido; y si usted quiere, ahora mismo  yo le digo si tiene una enfermedad....”. No, no, gracias, que uno es muy aprensivo, acerté a decir tras aquella revelación.

Interrogado por cómo aprendió el oficio de zahorí de aguas y enfermedades, me dio su explicación. Al parecer todo ocurrió en una visita que llevó a cabo en 1968 al monasterio de Bujedo (de Miranda). Allí conoció a un fraile marista que “era uno de los zahoríes más importantes de España”. Este le regaló un péndulo después de haberle hecho una serie de pruebas sobre su potencialidad energética; y es que “para esto hay que tener una energía positiva; si la persona no la tiene no hay nada que hacer, ni con todos los péndulos del mundo, y yo sí la tengo”, dijo. A continuación, inquieto y ávido de hacerme una demostración, me llevó hasta su coche, del que sacó  un péndulo: “Tengo dos, uno para aguas y otro para enfermedades; este es para buscar agua, pero también para encontrar cosas o personas; por ejemplo: si usted ha dejado el coche en el centro de la ciudad y se lo roban, yo con el péndulo y una fotografía del coche, o un objeto del mismo, le digo exactamente la dirección que ha tomado el coche; el péndulo me va marcando por donde se fue, y si el coche está dentro de la ciudad, no lo encuentro, pero si está fuera, sí”.  

Sabiendo ya con certeza por donde circulan las corrientes de agua bajo su finca, Manuel apoyó el péndulo sobre su dedo índice, el cual permaneció quieto en los primeros pasos, pero al llegar al lugar de aguas comenzó a dar vueltas rápidas, y... ¡oh, prodigio!, ”¡Aquí está la corriente!", exclamó ufano.

El zahorí de Villatoro 

Educado uno en el racionalismo y en el supuesto orden de las cosas, y por ello más proclive a las dudas de Tomás que a la fe ciega, no podía dar crédito a semejante maravilla. Manuel, que seguramente adivinó mis pensamientos, me aligeró de incertidumbres, y mostrándome las manos llenas de llagas por el roce de los péndulos, me advirtió de que es un “zahorí muy conocido en Burgos” y que su fama se debe a sus aciertos: “Todo el mundo me conoce como El zahorí de Villatoro, y de muchos sitios me han llamado para hacer pozos; no hace mucho que saqué agua para el Ayuntamiento de Mozoncillo”. Presume también de haber descubierto venas de agua en los viveros de Burgos y Palencia, en varias fábricas del “Polo” y en una finca de Ciudad Real en la que “concursó” con otros zahoríes y “solo yo encontré el agua”.  


Un arte muy personal

Una extraña pareja nos recibe en el portón de la casa

El taller de los bonsáis 

          Por senderos llenos de fantásticas figuras de piedra, el escultor-zahorí me condujo hasta un invernadero cuya puerta se halla flanqueada por dos guerreros: “Son los guardianes de Herodes”, dijo. En el interior, un calor sofocante alimentaba a un bosque de árboles enanos, árboles y arbustos de todos los gustos. Y entre la espesura del resumido y contrahecho botánico se entremezclaba un sin fin de esculturas de piedra, algunas con nombre propio:  “El Niño Jesús, la Virgen”, gallinas, patos, tortugas, águilas..., algunas salidas de la imaginación y otras inspiradas en estampas parroquiales; todo un conjunto “románico-azteca”, confundido entre hayas, robles, pinos, abedules, romeros, jaras..., sin duda un espectáculo. 

El yerbero en su herbolario


          Al salir del invernadero insistió Manuel en sus poderes como descubridor y sanador de enfermedades, aunque quiso dejar bien claro que sus actuaciones como sanador se limitaban a él mismo y a su mujer. Ya Mercedes me reconoció que desde que su marido se había iniciado en el conocimiento de las propiedades de las plantas ella no había tomado ni una simple aspirina, nada para aliviar la gota que le aquejaba, solo los preparados de Manuel.  

          Entramos en el herbolario, una construcción de piedra repleta de plantas extendidas en el suelo para su secado. Una farmacopea en ciernes para un hombre renacentista con poderes que solo algunos privilegiados llegan a tener. Y como guardianas de las plantas, en un ambiente impregnado de mil olores que hacían uno, numerosas tallas de madera aquí y allá daban al espacio un aspecto extraño, mágico. Era allí, en aquel laboratorio de la salud donde Manuel guardaba su baúl de los recuerdos, su maleta de pino, la que le acompañaba cuando salió de su Granada natal, la que guardaba fotos sepias de su vida inquieta y el diploma por sus méritos forestales.



Manuel señala una escultura que dedicó a
Félix Rodríguez de la Fuente



martes, 20 de octubre de 2015

FELIZ OTOÑO BURGALÉS






FOTOGRAFÍAS: Otoño en Burgos, Paseo de la Isla y Escuela de Arte (Tomadas en 2014-15)


A todos vosotros, compañeros y leales seguidores de este Cajón de Sastre, debo pediros perdón por el abandono al que os estoy sometiendo. Ocupaciones de las que quizá pronto tendréis noticias me han obligado y obligan a dejar en suspenso mis salidas por la provincia. ¡Cuánto las hecho de menos! Y para que veáis que mi pensamiento está con vosotros, os dejo bellas estampas del otoño en la capital burgalesa para que las gocéis como yo las estoy gozando.  Nuestros paseos por la ciudad en esta época se convierten en visitas a galerías de arte sin pinceles, donde se exhiben bellísimas obras que nadie sería capaz de igualar ni mucho menos mejorar. Bien podríamos simular aquí el verso granadino y decir:

Dale limosna, mujer, que no hay en la vida nada como la pena de ser ciego en la otoñada