Elías Rubio Marcos y su "CAJÓN DE SASTRE"

Recopilación de artículos publicados y otros de nueva creación. Blog iniciado en 2009.

martes, 25 de septiembre de 2018

LAS PIEDRAS HABLAN, LAS PIEDRAS CUENTAN, LAS PIEDRAS ANUNCIAN


 

Casa de un herrador en Tubilla del Agua, fechada en 1903.
En el esquinal de la izquierda y en el rombo bajo la ventana,
se aprecian las herramientas propias de la profesión

Martillo y herraduras, con inconfundible sabor
al oficio de herrador 
La casa de un herrador en Arauzo de Miel



FOTOGRAFÍAS: Dinteles grabados en Solarana, Tubilla del Agua, Manciles, Cubillo del Campo (Tomadas en 2018, 2007, 2012). 


Os hablo hoy, amigos de este Cajón de Sastre, de un tiempo (que pudo ser el de nuestros abuelos y bisabuelos), en el que para anunciar una profesión o una actividad comercial en un pueblo o lugar había que grabar la piedra con maza, puntero o cincel y paciencia jobiana. Os hablo, queridos sufridores de esta ya longeva bitácora, de cuando no existían ni se habían inventado letreros luminosos de neón (por no haber, ni siquiera electricidad), ni metacrilatos, bronces dorados y otras modernidades donde llamar la atención sobre cualquier negocio. De cuando la piedra en las fachadas de las casas era expositora de los mensajes comerciales o profesionales que se querían transmitir al vecindario de los pueblos, que en nada se parecen a los de administradores de fincas, médicos y abogados (por citar solo alguna de las más extendidas hoy en los portales de nuestras ciudades). Por lo general eran los poderosos dinteles y jambas de los edificios, de puertas y ventanas, los soportes para esta publicidad. Hoy los vemos con gran nitidez, como si hubiesen sido grabados ayer, y nos recuerdan a profesionales y oficios pasados, tan humildes como trascendentales en su largo momento, como los de cantero o herrador de animales de trabajo, y a negocios hosteleros, como las antiguas ventas y mesones de caminos y pueblos. Contemplar hoy estos anuncios grabados, tan sencillos como directos, cada uno con los símbolos o herramientas que les eran propios e identificaban, llega a enternecer. Y para que sirva de meditación, aquí dejo  algunos ejemplos localizados en distintos pueblos burgaleses.


Casa del veterinario en Nebreda.
Se aprecian herraduras grabadas en los sillares,
con el significado de que fue aquí donde
se acordaba el herrado.


Esclarecedoras herraduras en los sillares.
El potro que se hallaba a pocos metros ya desapareció.



Feliciano Hortigüela,  a punto de cumplir los noventa,
 es ahora la memoria viva de Nebreda.
Recuerda a herradores que llegaban a su pueblo
para ejercer su trabajo:
"Conocí a uno que venía de Pinilla Trasmonte,
y a otro de Puentedura;
venían en los fines de semana".  

Un porrón y un queso (o tal vez una hogaza) como reclamo en el cartel anunciador de una venta en Cubillo del  Campo, junto a la carretera de Soria (1876)
Mesón en Manciles fechado en 1739
Dintel en las viejas escuelas de Solarana, con la maza, el cincel y la roseta hexapétala bajo círculo, probablemente distintivos del oficio de cantero. 
La inscripción debió hacerla el cantero Silverio, 
que fue quien en 1888 trabajó la piedra de dichas escuelas, 
según reza en otro dintel. 





martes, 18 de septiembre de 2018

LOS NEOS DE BÁSCONES DE ZAMANZAS


Báscones de Zamanzas
Calle tallada en la roca


FOTOGRAFÍAS: Báscones de Zamanzas (Tomadas circa de 1970 y setiembre de 2018)

        Creo que fue a finales de los sesenta cuando una nutrida excursión de amigos nos presentamos en Báscones de Zamanzas con el simple afán de conocer aquel lugar tan bello como escondido. Por aquel tiempo ya este pueblo debía estar totalmente despoblado, o eso creíamos, o tal vez eso es lo que queríamos averiguar, no recuerdo bien. El dramático silencio, la nula presencia humana, la ausencia de humo y ladridos, la incipiente ruina de algunas casas..., todo aparentaba un evidente y total abandono. Sin embargo, un hecho extraño vino a sacarnos de este convencimiento. Mientras dos de nosotros “explorábamos” el interior de un edificio arruinado, sin tejado, vimos y sentimos caer grandes piedras a nuestros pies, y no eran desprendimientos de los muros que permanecían todavía en pie, no, eran pedruscos arrojados por alguien. ¿Qué era aquello? ¿Quién lanzaba estos proyectiles a ciegas (o no tan a ciegas), que en caso de haber caído sobre nuestras cabezas quizá ahora no lo estaría contando? ¿Es que acaso el pueblo no estaba tan abandonado como pensábamos? La visita, pues, se tornó peligrosa, más habiendo niños en la excursión, por lo que decidimos escapar de aquel misterioso ataque y salir a todas prisa del pueblo. Pasaron los años, bastantes, hasta que un día, relatando estos hechos a alguien de algún pueblo cercano supe que habíamos estado a merced del último habitante de Báscones, de un solitario y "eficaz" guardián del pueblo que no quiso mostrarse de cuerpo presente. 



Báscones de Zamanzas circa 1970

Casona en Báscones de Zamanzas circa 1970


Lo que queda de la misma casona en 2018


        Al poco de aquella historia llegaron a repoblar este lugar gente de Valladolid (siempre pensé que fueron dos parejas jóvenes, o dos jóvenes simplemente, no lo supe bien), huidores de la gran ciudad en busca del sosiego del campo y con el afán de emprender una nueva vida acorde con su pensamiento libre y ecológico. Durante años tuve curiosidad por saber cómo sería su vida allí, pues pensaba que llegando de la ciudad no tendrían experiencia campesina. Yo era escéptico, creía que pronto aprenderían lo que me parecía inevitable, que con el cambio eran más libres pero estarían encadenados a una tierra pobre que poco les podía reportar. Alguien me dijo que su Modus Vivendi era hacer trabajos por los pueblos, de albañilería, carpintería, etc. Han tenido que pasar muchos años más, sin embargo, para saber que de aquellos neovecinos solo ha quedado uno, Nino, excelso artista de la madera, que llegó de Medina de Rioseco y que, entre otros oficios, durante dos años ejerció como cartero por los pueblos de Zamanzas.


La iglesia en el alto y casa restaurada

        Después de aquellos pioneros fueron más los neocolonos que llegaron a este atractivo lugar, con parecida mentalidad y similares afanes, algunos de los cuales no resistieron la presión del aislamiento y se fueron. Uno de estos últimos, tras cinco años en Báscones, restauró una vieja casa y decoró sus muros exteriores con curiosas tallas. Especialmente notables son las que labró en dinteles y jambas de las ventanas, al mejor estilo de los maestros canteros zamanceños, que tantos hubo y que dieron carácter a los pueblos del valle. En una de dichas ventanas dejó grabado el símbolo que identifica a las farmacias, (copa con serpiente enroscada) con la variante de tener además, junto  a  la copa, el añadido de una flor. Junto a este símbolo grabó también la curiosa leyenda: “SIMILA SIMILUS CURENTUS”, que puede ser equivalente a la locución latina “Similia Similibus Curantur” (lo similar se cura con similares). Todo los cual nos induce a pensar que este colono, si no la practicaba sí debía estar al tanto de la homeopatía. 
        Algún día, en un futuro no muy lejano, cuando la piedra oscurezca, quizá algún despistado confunda estas tallas y las meta en el mismo saco de las verdaderamente antiguas. Para que eso no suceda, aquí queda dicho lo  dicho.


Ventana en casa restaurada  ("SIMILA SIMILUS CURENTUS")


Tallas en otra ventana de la misma casa 

  

domingo, 16 de septiembre de 2018

LOS BURGOS PERDIDOS, LO QUE PERDEMOS


Cuando la belleza era de uso normal y común

FOTOGRAFÍAS: El Toro de Arroyuelo. Arquitectura de Valdebezana (setiembre de 2008)


Acabamos la pequeña serie “De ruta por el Gran Norte” habiendo remontado el puerto de Angulo. Podría haber seguido en aquella ocasión describiendo cosas que me salieron al paso en tierras de Losa. Podría haberos contado, por ejemplo, la fuerte impresión que me causó Villalba de Losa cuando vi sus casas pintadas de colores. (Me dicen que ya no se pinta de blanco, que ha de ser de cualquier color menos blanco. (¿De quién fue tan luminosa idea?). Aquella Villalba amurallada ya no es la Villalba que conocí cuando exploraba cuevas por  aquellas tierras de piedra seca, eran tiempos de cuando Zaballa se vendía por módico precio, como símbolo de la despoblación que ya por entonces causaba estragos. Podría haberos hablado de eso, querido amigos, o del toro de Arroyuelo, ese que  imita al de Osborne en una altozano a la entrada del pueblo (hoy los vecinos mayores de Arroyuelo, han interiorizado perfectamente el negro morlaco,  tanto que cuando al atardecer salen a pasear se dicen unos a otros: “vamos hasta el toro”.  De eso y más podría haberos hablado, pero preferí cambiar de aires.


El Toro de Arroyuelo, a imitación del Osborne


Hoy es otro día, hoy es el Gran Norte también pero por otro extremo. Os hablo, queridos amigos, desde los hondones de Zamanzas y Bezana, os cuento desde lugares perdidos, sumergidos, envallados, abismados, soñados, donde el abandono era de esperar tras siglos de penurias ancladas, ancestrales, donde la vida hoy es imposible, donde la arquitectura vernácula, ya sin uso, muere sin remisión, siendo el patrimonio más importante de las Montañas de Burgos, y diría que de toda la provincia. En Villaescusa Escondida, sumergida en selvático pozo, entre nogales imposibles y tras los que se vislumbre la majestuosa Peña Dulla, siento que mi corazón se sosiega y enfada, al mismo tiempo y con la misma intensidad. No, no es posible que tanta belleza construida pueda desparecer por nuestra incuria. Así va a ser, ay. Buscaba ventanas y me encontré con un paraíso ignoto, con un paisaje de ensueño que solo debe anidar en los sueños, al que quizá este burgalés errante ya nunca volverá y al que quizá nunca vuelva nadie.   


Aldeas escondidas de Valdebezana,
testigos de un tiempo que se fue para no volver

Arquitectura tradicional de las Montañas de Burgos,
 un patrimonio de inmenso valor que desaparecerá



¿Quién defiende o protege tanta belleza?



miércoles, 5 de septiembre de 2018

DE RUTA POR EL GRAN NORTE (Y V) ENTRE LA PEÑA DE ARO Y EL PUERTO DE ANGULO


Santiago de Tudela  en primer término
Al fondo, Santa María del Llano de Tudela,
y más al fondo, Araduenga

Panorámica desde el Puerto de Angulo



FOTOGRAFÍAS: Paisaje del llano de Tudela, ventana con escudo, salto de San Miguel el Viejo (Tomadas en 2018 y 1971)  

La ruta que seguimos me ha llevado del valle de Tudela al de Angulo, a tierras que descubrí hace muchos, muchos años. He pasado bajo el monte Gurdieta y he recodado la durísima ascensión de 1972 por la ladera en que se asientan sus escarpados farallones. Buscábamos, qué si no, una cueva, la de Moriquillos, que se halla en la base del cortado, y otras camufladas en el intrincado hayedo. Éramos jóvenes los del Edelweiss entonces y no había cuesta ni pendiente que se nos resistiera. Hoy, desde el coche, veo la inclinación y siento escalofríos, aunque quizá sea más por el tiempo pasado y  los amigos que se fueron que por la mareante inclinación. 



29 de noviembre de 1972, comenzamos la ascensión 
a Moriquillos  



Abandono Santa Olaja, y lo hago con la decepción de no haber encontrado ni una humilde ventana que llevar a mi Catálogo; no sé, tenía yo la sensación de que en este lugar me esperaba algún ejemplar notable, pues no, no lo encontré. Al poco, aparece ante mí la majestuosa y dominadora Peña de Aro, dios rocoso en cuyos divinos pies descansa un bucólico paisaje, de verdes praderíos y pequeñas aldeas regadas por las aguas de San Miguel el Viejo, como Las Fuentes, Cozuela, Encima Angulo... Aquí, en estos parajes de las profundidades, uno tiene la impresión de hallarse fuera de Burgos, y aún más, de encontrarse en un país ignoto, en un pequeño e independiente Shangri-La sometido solo a las normas que dictan las enormes peñas que le rodean. En el primero de los lugares citados encontré huella de hidalgos campesinos, al menos así parece manifestarlo una ventana con escudo en una de sus casas. 



Ventana con escudo en Las Fuentes


(Y ahora, por lo bajito, sin que se entere nadie más, os diré, queridos amigos, que bien por las sombras del arbolado o por la emoción de estar en rincones que había olvidado, y otros desconocidos, tuve un lapsus de orientación y en lugar de encaminarme hacia el Puerto de Angulo, me fui en dirección contraria hasta aparecer en Añes, lugar de la Cuadrilla alavesa de Ayala y desde el cual la Peña de Aro parece aún más dios. ¿Fue un lapsus o fue que el magnetismo de esta divinidad ejerció sobre mí su poder de atracción?, quién sabe). 


Añes

Peña de Aro

Peña de Aro desde Las Fuentes

De vuelta sobre mis rodadas regaladas, y ya en la carretera general (Trespaderne-Arceniega), de nuevo vuelve a alzarse sobre mí cabeza el cortado de Gurdieta, y en él un entrante lugar donde se hizo famosa la tirolina por la que, mediado el pasado siglo, se precipitaba la madera que cortaban los leñadores del bosque, aquellos hombres de hacha y de las sombras que pasaron al olvido. Al poco aparece el túnel del puerto, y es cuando tengo un recuerdo para una carretera aún sin túnel, con unas curvas endiabladas en las que uno tenía la impresión de que, en algún momento, podía caer en el abismo. Costó Dios y ayuda hacer este túnel, pero después fue una bendición. Ya coronado el puerto, no puedo por menos que tener un recuerdo para San Miguel el Viejo, la gran cueva manantial escondida muy cerca de allí, mitad de kilómetros subterráneos burgaleses y la otra mitad alaveses. De aquí llevaban el agua, en tubería de larga travesía, hasta Quincoces de Yuso. Sus cascadas invernales en escalera, despeñándose por el gran tajo separador de las tierras altas y húmedas de Burgos, eran y son de las que no se olvidan. Pero ya estamos arriba, vamos camino de Losa.



Salto de San Miguel el Viejo (1971) Foto: Pedro Plana



domingo, 2 de septiembre de 2018

DE RUTA POR EL GRAN NORTE (IV) DE MEDIANAS AL VALLE DE TUDELA EN BUSCA DE NUEVAS VENTANAS


FOTOGRAFÍAS: Vallejo de Mena, Medianas, La Llana,  Santa María del Llano de Tudela, Santiago de Tudela (tomadas en agosto de 2018).  

Con el regusto de haber saboreado las deliciosas ventanas de la Torre del Abad, sigo ruta por el valle de Mena, un paisaje que siempre enamora y que a tantos y tantos lugares, recuerdos y vivencias me lleva. MI destino ahora es Medianas, donde tengo previsto conocer otra torre con ventanas ilustres. En el camino me sale al paso Vallejo, y aquí hago un alto, junto al molino que conocí aún en activo. ¡Cómo no detenerme, si arriba del pueblo se encuentra una de las más extraordinarias iglesias románicas de Burgos! Sería intolerable desprecio ignorarla, y además sentía curiosidad por ver en qué condiciones se encontraba su entorno, tan degradado hace años. Y si os digo la verdad, queridos amigos, tampoco en esta ocasión me satisfizo. Pues me pregunto qué pinta una torre de hormigón y un contenedor de basura alumbrando la magnificencia del incomparable ábside, y mucho cemento demasiado cemento. Bueno, al menos ya no está aquel tractor adosado, amigo de los fotógrafos y que tantas maldiciones debió cargar en su galera. Pienso que un monumento de semejante brillantez debería estar mimado hasta lo imposible, incluso su entorno. Valorar y dignificar nuestro Patrimonio como se merece es una asignatura que todavía no tenemos interiorizada. En fin, sigamos. 


Esplendores del románico en Vallejo de Mena

Ahora estamos en Medianas, donde se alza una torre cuadrada sobre un espectacular mirador orientado hacia la parte de valle que hemos dejado atrás. Como “Casa Lomanillo” se conoce a esta casa-torre del siglo XV, ahora blanca más que gris. Recientemente ha sido restaurada, o mejor, sacada de su ruina, y sus ventanas blasonadas, cuyos dueños actuales aseguran fueron hechas a imagen y semejanza de las que había, lucen hoy  como en su momento original. Por eso, y siendo así,  creo que no debe haber inconveniente para que formen parte del gran Catálogo de Ventanas Singulares de la Provincia de Burgos que estamos creando. Su belleza lo requiere. 



Medianas. Torre del siglo XV restaurada
Ventanas góticas en la torre de Medianas 

En La Llana hacemos un alto para deleitarnos con una de las torres más bellas de Burgos. El balcón de su fachada principal es un alarde de elegancia neoclásica, qué pena que no sea ventana para incluir en nuestro Catálogo. Aunque..., ya veremos.


Balcoventana en la torre de La Llana

Proseguimos. Nos encontramos ahora en tierras del valle de Tudela, un valle dentro de otro, el de Mena. En Santa María del Llano de Tudela nos sale al paso, en su diminuto cementerio, un gran panteón de mármol gris digno de algún indiano. Lo pudo ser, pero este es un tema que queda pendiente de investigar. Lo que más llama la atención es la desproporción entre su monumentalidad y la humildad del recinto (¿deseos de indianos que hicieron fortuna en América y amaban los pueblos que les vieron nacer?). 


Panteón indiano
en Santa María del Llano de Tudela

De Santa María saltamos a Santiago de Tudela, y aquí, querido amigos, tuve la mayor sorpresa de la ruta. Ya hemos visto cómo las datas epigráficas en los dinteles de las ventanas, donde se hacen ver pertenencia y fecha, están siempre grabadas a golpe de maza y buril sobre piedra, con gran perfección, por cierto. Pues bien, en una casa de dicho pueblo localizamos una data ¡manuscrita! junto a una ventana, fechada en 1780 y con la siguiente leyenda:

Año de 1780
Me fizo Feliziano de Oseguera

Ejecutada con pintura roja, tradicional por aquella época, su interés radica en que es la primera que encontramos de estas características en la provincia. Anotado queda para arqueólogos epigrafistas. 


Pobre ventana, insólita epigrafía

Casa de Santiago de Tudela con la data manuscrita


Continuará. Próxima parada: Por tierras de Angulo. Ventanas bajo la Peña de Haro