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Arenillas de Villadiego, "Palacio de Platón". |
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Palomar junto al palacio. |
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"Palacio de Platón", la vegetación se lo come. |
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Escudo en la fachada del palacio. |
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"El Torreón", Tobar |
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Solo una ventana en El Torreón. |
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Palomar en Manciles |
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Otro palomar en Manciles. |
FOTOGRAFÍAS: Tomadas en julio de 2011.
Hay un palacio en Arenillas de Villadiego, indistintamente llamado “Palacio de Platón” o “Casa de Platón”, que se consume en su ruina. Su techumbre está hundida, la maleza invade y oculta sus muros, y apenas el escudo heráldico que luce en su fachada certifica su carácter palaciego. No es, sin embargo, esta ruina histórica lo que más me atrae ni la que me trae hoy aquí, sino un edificio anexo, en forma de torre, construido con maravillosa sillería y rematado con pináculos en las esquinas, al que los vecinos llaman El Torreón. Pero no es una torre al uso defensivo, ni siquiera un lugar habitable, como podría parecer en una primera vista, sino un palomar, un palomar que quizá sea el más noblemente construido, elegante y señorial de Burgos, una auténtica joya del siglo XVIII que merece ser preservada.
En otro lugar de Páramos, no muy lejos de Arenillas, existe otra edificación, probablemente del S. XVIII, a la que se conoce también con el nombre de “EL Torreón”. Se encuentra en el centro urbano de Tobar, es cuadrada, tiene solo una ventana, sobre la que luce un pequeño escudo, más dos ventanucos con repisa en la parte superior de la fachada principal para entrada y salida de palomas. El acceso es muy simple, una puerta sin carácter y para nada evocadora. En su interior nada delata la utilidad que debió tener la construcción. Totalmente vacía y sin divisiones originales de pisos, da la sensación de que es una obra inacabada, quizá nacida con vocación de palomar. Los vecinos de hoy no han conocido persona alguna viviendo en ella, ni saben nada sobre su historia, recuerdan tan solo que en los últimos tiempos, una mujer, que al parecer debía ser la dueña, la cedió al cura del pueblo, quien guardaba dentro una cabra (La cabra del señor cura es bien recordada por los vecinos más mayores del pueblo). En mi humilde opinión, una torre de semejante envergadura, blasonada pero con tan solo una ventana, da para la especulación. Por eso la traigo aquí, por si alguien puede y quiere aportar algún dato.
Los dos torreones me traen a la memoria otro que conocí muy cerca de ellos, en Villalibado, uno de mis pueblos del silencio. En 1999 lo encontré derrumbado, o semiderrumbado, al igual que la iglesia, pero me comunican ahora que ambos edificios han sido restaurados. Qué bien. Por lo demás, ha de llamar la atención la proliferación de la expresión torreón, aplicada en la zona descrita a sencillas torrecillas como las que acabamos de ver. El aumentativo parece quizá un exceso.
Finalmente, y ya que salieron a nuestro encuentro los palomares, permitidme, queridos amigos y seguidores de este Cajón se Sastre, que os traiga aquí dos preciosos ejemplares. Me refiero a dos que se hallan en la localidad de Manciles, bien cerca de los lugares anteriormente citados. Dos palomares que, según refiere una leyenda, fueron construidos por dos hermanos (o dos cuñados, que de las dos versiones se nos habla) que compitieron entre sí para ver quién lo hacía más bonito y mejor. De eso han pasado ya al menos dos siglos. Construidos siguiendo un modelo medieval, con cubierta a un agua e inclinada, y rematados con pináculos, uno de ellos presenta signos de incipiente ruina. Los palomares burgaleses son un patrimonio etnográfico poco o nada estudiado que habría que preservar.
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