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Tamayo, el doloroso encanto de las ruinas |
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El moral de la plaza sigue vivo |
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El abrazo de la hiedra. Ventanas del Siglo de las Luces |
FOTOGRAFÍAS: Imágenes de Tamayo (Tomadas en marzo de 2018)
De nuevo en Tamayo. Otra vez en
las mismas ruinas, y en algunas más que nacieron y crecieron después. Han pasado más de
veinte años desde la última vez que sentí la emoción y el escalofrío que producen las ruinas de este pueblo del silencio, los espectros de las casas caídas, los agujeros negros de sus bodegas, que se prolongan hacia fondos ignotos. Hoy, los fantasmas de sus habitantes siguen despiertos, sobrevolando el
esqueleto de la memoria que se esconde entre abrazos de poderosas yedras.
Sigue vivo el moral de la iglesia, como guardián impotente de todo lo muerto,
compañero del espacio vacío y grafiteado del gran templo gótico. Las ventanas, asomadas a los caminos, a aquellos que un día fueron calles transitadas, son
muchas, todas con ojos vacíos por los que pasan los vientos de un
lado a otro a su libre albedrío. Tanto tiempo pasado y las sensaciones son las mismas,
no pueden ser otras. Deben ser esas que genera la desolación de
grandezas milenarias venidas a menos, la belleza de las ciudades y templos rotos, llámense Palmira, acrópolis ateniense o Pompeya enterrada. En su
humildad, pero también en sus residuales y sobrecogedores muros, Tamayo produce
ese magnetismo del que uno queda preso, esa fuerza telúrica que nos hace sentir
extrañas ensoñaciones, tal vez las mismas que se diagnostican en el “Síndrome de
Stendhal”.
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Algo más que un dintel |
UN VITOR EN EL DINTEL
Si se escudriña bien, por más visitas que uno haya podido hacer, siempre podrá encontrar algo nuevo en una ruina histórica, algún detalle que pasó inadvertido en anteriores ocasiones. Hoy, queridos amigos de este Cajón de Sastre, puedo mostraros una reliquia en forma de dintel de ventana que encontré en días pasados mirando a lo más alto de las casas de Tamayo. La piedra no tiene desperdicio, pues todo su frente está ocupado por variopintas inscripciones, algunas solo trazos decorativos. Llama la atención en el centro un gran VITOR inciso flanqueado por una data: AÑO DE 1782. Y en torno a este vitor una serie de representaciones, igualmente incisas, que nos llevan a un horizonte de símbolos siempre de arriesgada interpretación. Contiene una roseta hexapétala, tan recurrida como elemento protector en infinidad de edificios; lo que parece un pavo real, que quizá, al igual que el vitor, represente un pavoneo más del constructor de la casa por haber logrado su obra o alcanzar alguna dignidad; más dos figuras, quizá árboles, tal vez palmeras, que podrían abundar igualmente en el vanidoso deseo de ostentación por el triunfo alcanzado. En resumen, se trata de un dintel de gran interés, por lo que tiene de original, que entre otras cosas pone de manifiesto el conocimiento que el cantero labrador o el dueño de la casa tenían sobre el mundo de los símbolos. Aunque, bien mirado, quizá todo lo expresado puedan ser meras especulaciones.
Buenos días, en mi caso son trece años los que hace que no vuelvo a Tamayo, ahora gracias a su precioso reportaje he regresado a los mismos rincones, a la morera que puede sobrevivir más de 120 años. Hasta el dintel que también ví me devuelve a ese septiembre pasado en el que estuve a punto de retomar una visita a Tamayo, regreso doloroso donde se ubican las pérdidas, como sombras que pululan fuera del alcance del sol. Es cierto que no están vacíos,
ResponderEliminarlas formas del pasado intercambian su aspecto, solo hay que saber mirar. Enhorabuena. Un saludo.
Tienes razón, Rosa Cruz, lugares como Tamayo en su estado actual son para personas que saben ver más allá de las casas caídas.
ResponderEliminarSaludos
hola a todos!, tengo un dato no se si verídico que no se de donde he sacado: de algún blog burgales? del libro Tamayo , que compre a un vecino joven , extranjero creo, por 3 euros hace bastante tiempo... literatura popular!!: al grano (perdón): ...en la parte alta del pueblo, al pie del castillo de este pueblo mana una fuente del interior de una cueva en la que hizo penitencia un tal San Iñigo y en el interior del recinto un pozo ,cerca de la entrada...
ResponderEliminarde existir que sugerente parece!!
aprilio
hola de nuevo! como ya tengo correo y entiendo lo de los comentarios anonimos, vuelvo a hacer la pregunta anterior ahora debidamente identificado.... a ver si alguien me saca de dudas (perdón por la insistencia)
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