Pintoresca y tradicional bodega en Santibáñez de Esgueva. |
FOTOGRAFÍAS: Merenderos (Santa María del Campo y Ciadoncha, 2024) .
Bien
puede decirse que Burgos cuenta con dos mundos subterráneos. Uno es el de las
cuevas naturales, cuyo número es incontable, y otro es el de las bodegas vitivinícolas, excavadas artificialmente a millares en amplias zonas de la provincia. Dos
mundos subterráneos, uno natural y otro artificial, sobre los que todos los
burgaleses habremos pisado alguna vez, aunque sea solo sobre sus respectivas
techumbres. Del primer mundo, más ignoto, sabemos algo de sus maravillas
esculpidas por el agua por los trabajos de grupos espeleológicos y
habilitaciones turísticas, del segundo conocemos algo más y nos resulta más
familiar, aunque nada más sea por el hecho de que el uso de las bodegas ha sido
continuado, desde hace siglos y hasta nuestros días, y porque a la vista están los
millares de ojos salidos de la tierra que nos miran en superficie a nada que
nos movemos por los pueblos donde hay o hubo viñedos. La asociación entre ambos
mundos es clara, nace de la oscuridad que ambos comparten. Sin embargo, no es
hablar de las cuevas naturales, de las que tantos recuerdos guardo por mis años
de exploraciones bajo tierra, lo que me trae hoy aquí. Más bien quiero referirme
a las bodegas del vino, o quizá debería decir a las construcciones con forma de
casa que desde mediados del siglo XX han ido adosándose a ellas, aquellas que
ahora se conocen como merenderos y de cuyo origen, utilidad, disposición y arquitectura
hasta ahora poco o nada yo mismo sabía.
MERENDEROS DE LAS
BODEGAS
Parece generalizado, en algunos lugares, llamar bodega al
conjunto formado por el subterráneo y el edificio que algunas tienen adosado, el
merendero con forma de casa que sirve para reuniones gastronómicas de sus propietarios y amigos. Pero esta designación puede llevar a los no iniciados al
equívoco, pues una cosa es la verdadera y tradicional bodega, con su nave, su
lagar, sus pilas de pisado, escaleras e incluso su puerta de acceso, y otra es
la mencionada construcción adosada que oculta la verdadera bodega. Me parece
obligado hacer esta distinción, pues son estas últimas construcciones las que
suscitaron mi curiosidad y me llevaron a ciertos lugares burgaleses de bodegas donde
su presencia es generalizada. Tan notoria es esta presencia que a veces llegan
a formar conjuntos con la apariencia de núcleo poblacional; conjuntos de
edificios con una, dos e incluso tres plantas, que vistos en la lejanía y casi siempre ocupando cerros, ofrecen una imagen de pequeños pueblos con sus calles (faltaría
en ellos una torre de iglesia sobresaliendo sobre dichos edificios para terminar
de confundirnos.
Barrio de bodegas en Ciadoncha. Visto en la lejanía aparenta ser un pueblo |
Merenderos en el barrio de bodegas de La Fuente, en Santa María del Campo |
UNA EXCURSIÓN POR LAS BODEGAS DEL VINO CHURRILLO
Recientemente (29/4/2024) hablábamos aquí de siete bodegas
en Basconcillos de Muñó, de siete ojos arruinados que nos miraron retadores desde
una ladera de este pueblo olvidado (no así su memoria). Por esos ojos profundos
decidí aquel día que ya era tiempo de que en esta humilde bitácora las bodegas,
siquiera tangencialmente y como un patrimonio histórico y etnográfico fundamental
de Burgos, ocuparan un espacio que sin duda les correspondía (más de
setecientas entradas y hasta ahora ni una palabra sobre ellas, no hay perdón).
No está muy lejos tampoco otro día de mayo, de ahora hace un
año, en que visité el conjunto de bodegas de Ciadoncha. Fue en aquella ocasión,
impresionado por las “casas” que ocultaban lo que eran las auténticas bodegas,
cuando comencé a hacerme preguntas sobre ellas. Muchos porqués surgían por
culpa de mi total ignorancia. Tenía que indagar. En el pueblo seguro que
encontraría respuestas. Pero el señor Artemio, a quien alguien me remitió por
ser la persona del lugar que más conocía del tema de viñas y bodegas, había ido
ese día a Burgos.
Aún está caliente el día en que me acerqué de nuevo a
Ciadoncha, con la misma intención y el mismo interés de hacía un año. Y de
nuevo sucedió que no pude establecer contacto con el señor Artemio. Decidí
entonces acercarme a Santa María del Campo, tan cercano, seguro que allí habría
también bodegas, quizá muchas más por ser una población mayor, y seguro que
encontraría alguien a quien interrogar. Acerté de plano. Me dirigí a la
Residencia de la Tercera Edad, sabiendo que estas instituciones son depósitos
de la memoria de los pueblos, y allí encontré a Teodoro González, de 89 años, que
fue reparador de cubas y de quien obtuve inapreciables testimonios que paso a
hilvanar.
BODEGAS MOCHAS
Ha
sido tan espectacular el cambio de imagen sufrido por algunos conjuntos de
bodegas en algunas zonas de Burgos, por la inclusión de los susodichos merenderos,
que hubo de inventarse un nombre para designar a las bodegas que no los tienen,
o lo que es lo mismo, para aquellas que no sufrieron esta transformación y que
guardan su imagen primigenia y tradicional. Así, en lo que concierne a Santa
María del Campo, a estas bodegas, ya de muy escasa presencia, cuando no muy
difícil de encontrar alguna, se las conoce como “bodegas mochas”. Según
Teodoro,
Antes de hacer los merenderos todo eran [bodegas] mochas. [Lo que veías era] la boca de la nave con una puerta. El merendero nuestro le hizo mi abuelo. Los otros eran de adobe, nosotros la tiramos entera y la hicimos de ladrillo, porque era baja y se subían los chicos al tejao. La tiramos y la hicimos nueva. Todavía existe una mocha, en [el barrio de bodegas de] La Fuente. Había quien tenía merendero dentro, pero la bodega mocha…, la bodega de mi suegro era mocha. Los merenderos se empezaron a hacer después de la guerra, por ahí, antes de 1950 no había ninguno. Entonces se puso el portal de cemento y se ponía una prensa (que las hacíamos nosotros), de madera con dos husillos, y allí hacían el vino, el que tenía lagar, y el que no… y de la pila, a las cubas. Eran mochas todas. [Yo lo he conocido]. Eran mochas todas. Veías o tenían la boca de la nave con una puerta. Y al bajar, en medio, tenían en un lao el lagar y en el otro la pila para el vino. Y entonces, al bajar te pegabas con la viga.
Bodega mocha. Antes de hacerse los merenderos, las bodegas de Santa María del Campo pudieron lucir así. |
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