Elías Rubio Marcos y su "CAJÓN DE SASTRE"

Recopilación de artículos publicados y otros de nueva creación. Blog iniciado en 2009.

martes, 12 de noviembre de 2024

ATARDECERES DEL COVID, LOS DÍAS QUE SE FUERON


Monte del Arreadero, escenario fijo para los días que se van.

FOTOGRAFÍAS: Atardeceres en días de Covid (Tomadas en 2020)

Testigos del sufrimiento de los mortales que habitamos este planeta (amenazado por cualquier esquina que miremos, todo sea dicho) los días del malhadado Covid se fueron marchando a la chita callando, ocultándose detrás de montañas y horizontes lejanos. Su manera de irse fue silenciosa y melancólica, como era y es su costumbre desde que el mundo es mundo. “Ahí os quedáis, humanos, aliviad vuestro infortunio con mi arte, mañana os visitaré de nuevo y veré cómo va vuestra fiebre”, parece que decían, uno tras otro, al despedirse con retazos pictóricos de ensueño. Los días que se iban, con sus cautivadores atardeceres, recreaban y suavizaban una miga los forzados aislamientos a los que se nos había sometido.

Tuve el privilegio de contemplar aquellas despedidas siempre en el mismo lugar, siempre con el mismo fondo, queridos amigos de este Cajón de Sastre. Aquí os dejo un breve recuerdo, una bella muestra de los días que se fueron en tiempos de Covid, que la disfrutéis.


11 DE MARZO DE 2020


11 DE MARZO DE 2020

2 DE MAYO DE 2020

MAYO DE 2020

1 DE JUNIO DE 2020

9 DE AGOSTO DE 2020

18 DE AGOSTO DE 2020

28 DE AGOSTO DE 2020

      

domingo, 3 de noviembre de 2024

RAÍCES INMORTALES


Muñón de un gigante en Quintanilla de Santa Gadea


FOTOGRAFÍAS: Muñón de roble en Quintanilla de Santa Gadea (Tomadas en 2024 y 2016). 

Se acabaron los caminos nuevos, o es que ya no sé encontrarlos. Transito por aquellos que hollé en un pasado tristemente lejano. Ya nada por descubrir, solo los cambios invisibles y naturales que el tiempo depara. Vuelvo a pisar sobre lo pisado, una y otra vez, nada ha cambiado, solo las ruinas, quizá la mía. Ese roble gigante desmochado, ruina persistente en Quintanilla de Santa Gadea, lo conocí lleno de brazos que se apagaban en el tiempo feliz de los descubrimientos. "Poca vida te queda", le dije un día abrazando su rugoso corpachón. Y él me contestó: “Cuida de la tuya, pues yo soy de raíces inmortales”. Debió equivocarse.


En 2016 el gigante aún respiraba.