Elías Rubio Marcos y su "CAJÓN DE SASTRE"

Recopilación de artículos publicados y otros de nueva creación. Blog iniciado en 2009.

viernes, 18 de marzo de 2016

322 ESCALONES


Un grafiti recuerda al rey José Bonaparte

Anagrama sin datar

Apellido sin datar


Marca de cantero medieval


FOTOGRAFÍAS: Grafitis en el pozo del castillo de Burgos (Tomadas en 2015).


No hace mucho que tuve ocasión de visitar el pozo del castillo de Burgos, esa maravilla de la arquitectura medieval a la que no sé si los burgaleses prestamos la atención que merece. Era invierno, y en el descenso observé que en algunas zonas parte de la argamasa de las junturas de los sillares, no hace tanto revocados, por muchos sitios se había ablandado y desprendido, sin duda como consecuencia de las filtraciones y de la humedad  ambiente, lo que me hizo temer que en cualquier momento podrían producirse derrumbes. “Ojalá no sea ahora, pues quedaríamos sepultados aquí para siempre”, pensé con egoísmo. Mientras seguíamos descendiendo hacia el fondo del pozo, a través de angostos y mareantes husillos, sabiamente diseñados, por inacabables escalones (322 según dicen quienes los han contado) construidos con piedra sillar, pensaba en lo complicado que sería rescatar a alguien accidentado o simplemente que hubiera sufrido un ataque agudo de claustrofobia y sus piernas se negaban a obedecerle. Lo cierto es que mis años de espeleólogo no servían para aplacar mis temores, pues una cosa son las paredes sólidas y seguras que la madre naturaleza ofrece en el interior de las cuevas y otra las construcciones hechas por los hombres bajo tierra. ¡Uf!, a tanta profundidad retorcida,  a más de 60 metros, deseaba salir cuanto antes de allí. Como supongo desearían los que durante siglos tuvieron que descender obligadamente para el asunto del suministro de agua al castillo.
Cuando uno va bajando hacia el pozo espera encontrarse al final con un punto de salida a la plaza de la Catedral, San Fernando, o al río Arlanzón (como aseguran algunos mayores que encontraron en sus tiempos de chicos), para no tener que volver sobre sus pasos. Pero no, la subida hay que hacerla, aunque bien es cierto que ya con más optimismo, pues sabes que cada escalón superado va acercándote más a la salida, a la luz del día.
Todo lo anterior son sensaciones particulares. Pero lo que en realidad me llevó a escribir estas líneas, queridos amigos y seguidores de este Cajón de Sastre, es enseñaros una serie de grafitis que pude ver, incisos, en los sillares de los husillos. Entre anagramas, apellidos y signos lapidarios canteriles, destaca uno en especial de principios del XIX, uno que debió ser grabado por algún soldado francés durante la ocupación gala. En él puede leerse:

AÑO 180?
REY JOSË

(no alcancé a ver el último número, y tampoco puede apreciarse en la fotografía, pero tuvo o tiene que ser el 8 o el 9).

Uno no se imagina al rey José Bonaparte (Pepe Botella), acostumbrado más a las delicatesen de la Corte que a la espeleología, introduciéndose en este antro del castillo (y si lo imagina, le entrará la risa), por eso debemos pensar que el grafiti más bien pudo ser hecho por un mandado o un pelota de rey.


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