1994
Un proyecto hoy olvidado y rechazado por el Ayuntamiento de Burgos en 1842, pudo convertir el puente de Santa María en uno de los más notables del mundo. El documento de este proyecto se conserva en el Archivo Municipal de la capital burgalesa.
Si se hubiera materializado la particular iniciativa de Victoriano García, un vecino de Burgos de mediados del siglo pasado, la imagen de esta ciudad sería hoy significativamente distinta, sobre todo en lo tocante al urbanismo de nuestro principal río. Un espectacular proyecto, presentado al Ayuntamiento en 1842 por este imaginativo burgalés, pretendía nada menos que “edificar casas de nueva planta” y “locales para el comercio y las artes”, colgadas sobre el viejo puente de piedra de Santa María. De haberse llevado a efecto y a juzgar por los planos que acompañaba, se hubiera conseguido, sin duda, uno de los `puentes más notables del mundo, comparable al mismísimo Puente Viejo sobre el río Arno, de Florencia.
Un legajo atado de Policía Urbana, referido a edificaciones y reformas, “perdido” entre la inmensidad de viejos expedientes que se guardan en el Palacio de Castilfalé, nos puso sobre la pista de esta idea genial y frustrada que, por su interés, hoy que está llevándose a cabo una total restauración de dicho puente, merece ser rescatada para el conocimiento de todos los burgaleses. Pero antes de pasar a ello, parece obligado hacer una resumida semblanza de la azarosa historia del actual puente.
Breve historia del puente de Santa María
Hasta bien entrado el siglo XVI, “la puente de Santa María” (que en femenino se pronunciaba entonces el invento), fue de estructura poco consistente, como poco consistentes debieron ser también otros puentes de la ciudad, algunos de los cuales estarían constituidos por simples pasarelas de madera. Y tan endebles debían ser, que no pasaba un invierno sin que las riadas se llevaran por delante a alguno de ellos o les ocasionara grandes desperfectos, algo, por lo demás, muy normal, si se tiene en cuenta que en aquellos siglos medievales todavía no estaban construidos los embalses reguladores de Pineda y Úzquiza. Se comprenderá, pues, que fuera precisamente el puente de Santa María el que más dolores de cabeza provocaba a los regidores burgaleses, dado que no sólo era el cordón umbilical que unía al importante barrio de Vega con el meollo de la ciudad, sino que, por él y por la puerta del mismo nombre tenía que pasar todo forastero que llegara a Burgos procedente del sur, bien fuera con la piadosa idea de comprobar la marcha de las obras de la Catedral, bien para cualquier otro menester, comercial, político, militar o religioso.
Esta preocupación del Regimiento por el enojoso asunto de “las puentes” se acentuó con motivo de la terrible riada de 1527, que se llevó por delante, entre otros, al que aquí se comenta, y en la que “perecieron muchas gentes y cayeron muchos edificios y se quebraron muchas puentes, en especial la puente de Burgos que llaman de Santa María, la cual era de piedra y muy antigua”.
En aquel mismo año tomó cuerpo en los muy enfadados munícipes la idea de construir otro de mayor solidez con la intención de que fuera definitivo. A este efecto, y según cuenta el investigador Matías Martínez Burgos en su libro “Puente, torre y arco de Santa María”, “a Siloé y a Colonia conjuntamente, se les encomendó la factura de un puente nuevo”. Se paraliza la obra, no obstante, durante mucho tiempo, con motivo de la llegada a Burgos del emperador Carlos V, construyéndose mientras tanto uno provisional de madera, y se pone en marcha después de los nervios y gastos de la visita imperial, pero ahora ya con el sólo concurso de Francisco de Colonia. Escribe Martínez Burgos, en este sentido, que “en 1528 los regidores mandaron que Colonia aderece la puente de Santa María e que Martín Bocanegra pague lo que costare”; y sigue contando el mencionado cronista que en 1532 “estaba hechos dos pilares con sus arcos, así como que “faltaba todavía para acabar dicho puente, cinco pilares, y arcos, e las paredes e suelos y escaleras”. En este momento y situación, todavía faltaban ocho años para que la obra quedara finalizada.
De lo anterior parece querer desprenderse que el puente trazado por tan ilustres maestros, debió ser una obra muy resistente, se diría que a prueba de bombas, y sobre todo capaz de aguantar los embates del embravecido río. Sin embargo, no todo fue a partir de entonces un camino de rosas, y así, los regidores de la ciudad continuaron teniendo problemas con el susodicho como se desprende de las muchas riadas y reparaciones que hubieron de afrontar desde 1540 (una muy gorda fue la de 1582). Expedientes de Policía Urbana de la ciudad hay que hablan de esas intervenciones, como uno de 1784 “formado para la construcción del zampeado del puente de Santa María”, y otros de 1795 y 1841 “para que los pueblos del partido contribuyan a los reparos de los puentes de Santa María y Malatos” y para “reparación de antepechos derribados de los puentes de San Pablo y Santa María”, respectivamente (A.M.BU).
Por fin en 1888 el puente adquiere la fisonomía actual, bien cimentado y con barandillas de hierro incluidas. En un expediente de 1887, titulado “Proyecto para la reforma del puente de Santa María en idénticas o parecidas condiciones que el de San Pablo”, puede leerse el acuerdo para “sacar a pública subasta el suministro de todo el hierro forjado y fundido necesario para el ensanche del puente de Santa María”. La obra de fábrica sería adjudicada a Félix Landía, quien habría de estar a las órdenes del ingeniero director de la misma, Ramón de Aguinaga, corriendo la provisión de hierro a cargo de la empresa Antonio Averly, de Zaragoza.
Un año después de la colocación en el puente de los antepechos citados, en 1842, se recibe en el Ayuntamiento, dirigido a su alcalde, el escrito que, lleno de superflua retórica, se reproduce a continuación y que se halla contenido en el expediente “sobre la concesión de licencia a don Victoriano García, vecino de esta ciudad, para edificar casas de nueva planta sobre el puente de Santa María conforme al plano presentado”.
Victoriano García expone su proyecto
El escrito dice así: “Victoriano García, vecino de esta ciudad de Burgos, con el respeto debido expone: el movimiento y animación que de algunos años se observa en esta ciudad, que crecen de día en día y se presentan más sencillos, hacen presentir que ha llegado el momento en que la capital de Castilla recobre su antiguo esplendor, y de que Burgos se ostente como uno de los principales pueblos de la joven España. El genio benéfico que aparecía a principios del presente siglo ha venido por fin a reparar sobre esta trabajada nación, y en nuestros días se están significando la regeneración política y social, que el sufrimiento de nuestros abuelos, y la constancia de nuestros padres y nuestros propios esfuerzos supieron conquistarse. La administración política del Estado no podía menos de aprovechar la situación favorable de este pueblo para colocar los establecimientos públicos que el diferente giro del Gobierno hacían necesario, y que atrayendo pobladores han aumentado los consumos y alterado las relaciones anteriores.
Cumple al Gobierno Supremo su misión removiendo los obstáculos que entorpecen la industria, inspirando la confianza y seguridad a los capitales; el interés particular es bastante poderoso para inventar y llevar a cabo las empresas útiles y necesarias a los pueblos: a las autoridades municipales incumbe aprovechar todos los recursos para proporcionar a sus gobernados las ventajas y comodidades posibles. Como tantas pruebas de su patriótico celo por el bienestar de esta población. V.S.Y., empleando diariamente los escasos arbitrios municipales a fin de embellecerla y adornarla. Convencido el exponente de los buenos deseos de la corporación municipal, llevado más que del particular interés de un sentimiento noble y generoso en obsequio de un pueblo agradecido y generosos también, tiene el honor de proponer a V.S.Y. el proyecto siguiente:
EDIFICAR. A su cuenta sobre el puente de Santa María en la forma que se designa el plano que acompaña previa cesión de V.S.Y. del local, bajo condiciones y acomodamiento recíprocos, que igualmente acompaña el pliego separado.
Sería inútil y hasta cierto punto ofensivo de la ilustración de V.S.Y. hacer una detenida demostración de las inmensas ventajas que ofrece a esta capital el proyecto enunciado. No solo se proporcionan con él habitaciones cómodas, que tanto se necesitan, locales para el comercio y las artes que los demandan sin tregua, sino que además es digno de la consideración de V.S.Y bajo un aspecto político e higiénico. Las costumbres de la población han sufrido un cambio considerable, trocando por el lujo y el buen gusto la antigua sencillez de los castellanos. No se mira ya ese instinto de los pueblos modernos con la prevención que la falta de doctrinas económicas le hacían aparecer, se aprecia por el contrario como un manantial fecundo de la pública riqueza, y bien dirigido como el medio de que sea más cómoda y agradable la vida. Nuestra sociedad se ha emancipado ya de las preocupaciones que retardaban sus progresivos pasos, y la capital de la Monarquía, las ciudades de primer orden, todos los pueblos a la vez, escuchan con gusto la relación de las mejoras, que disfrutan pueblos más cultos, y se afanan y se agitan por plantearlas. El exponente ha tenido ocasión de adivinar en el Reyno vecinos establecimientos como el que comprende el proyecto, y al realizarles en esta ciudad satisface un sentimiento de nacionalidad a que V.S.Y. no puede mostrarse indiferente. El Barrio de Vega que cuenta un considerable de vecinos que necesitan acercarse frecuentemente a la ciudad, sufriendo las incomodidades de una distancia penosa en el verano, insoportable en el invierno, molesta e ingrata siempre encontrará en la obra proyectada el remedio de estos males; la abundancia de las tiendas satisfará sus necesidades y sus gustos; proporcionando a todos un camino suntuoso y cómodo en cambio de un tránsito considerando siempre como enemigo de la salud de la población. Si la rigidez de nuestro clima coloca como dos pueblos distintos a dos porciones de un mismo pueblo, y limita su comunicación a los casos en que es preciso sacrificar a las necesidades perentorias de la vida el peligro no muy remoto de una enfermedad, V.S.Y. adoptando el proyecto sometido a su examen se presentará como un mediador ante la naturaleza y el pueblo. Los habitantes todos de esta ciudad, digna por tantos títulos, de ser rica y feliz, bendecirán la solicitud de sus autoridades, el Gobierno Supremo acogerá como muestras de adhesión y títulos de gloria esfuerzos tan sinceramente patrióticos y el exponente recibirá el único premio a que aspira, la satisfacción de haber contribuido en algo al esplendor de su provincia y venturas de su patria”.
Por tratarse de un proyecto tan singular, interesa, en nuestra opinión, reproducir también lo que de él opinaba el arquitecto municipal, quien no hizo ascos a la idea, sino más bien todo lo contrario, como puede verse en el siguiente escrito:
El Ayuntamiento opina
“Hecha la ocular con el plano presente no cree que haya inconveniente en construirse con arreglo a él lo que solicita el exponente pudiendo sufrir alguna modificación los detalles como para que sea para mejorar el aspecto; las fachadas que miran al río descansarán sobre arcos de madera o de piedra y serán de tabique sencillo o cuando más de media asta de ladrillo bien forrado exteriormente de tabla pintada al óleo con objeto de que no trabajen tanto los tajamares del puente y de que al poco tiempo azotadas por la intemperie presenten un aspecto desagradable; el tránsito para el público podrá ser más ancho en lo que se diferencian de fondo las casas que a derecha y a izquierda se proyectan y esta mayor anchura iguala a ambos fondos mejorando los arcos de entrada este tránsito deberá embaldosarse y en caso de que pasen caballerías deberá cruzarse de líneas hechas con puntero para que no resbalen tanto; la cañería de la fuente de Santa María que pasa hoy por debajo de la acera del puente que mira al norte debe dirigirse por la parte exterior de las casas en el centro o a uno de los costados del tránsito del público; el terreno del puente que se ceda en el supuesto de aprobarse el proyecto teniendo en consideración la obra que el exponente hace de su cuenta para el público y el capital que representa los gastos que anualmente debe hacer para su conservación según mi cálculo vale catorce mil reales de vellón, y con estos antecedentes acordarán lo más conveniente. Burgos 16 de agosto de 1842. Francisco Angoitia. El arquitecto”.
Por su parte la Comisión de Obras, visto el informe del arquitecto municipal, dio su opinión e impuso que “Las casas del lado izquierdo o sea del puente de Santa María han de tener igual anchura a la del frente, con lo que se conseguiría más extensión en el puente y que los arcos de entrada se hallen en perfecta canalización. Estos deberán ser de piedra de sillería lisa [...] El embaldosado del puente se cruzará en los términos que refiere dicho arquitecto para que puedan sin riesgo pasar las caballerías [...] poniéndose en ambos lados, a la altura de media tercia o lo que se crea conveniente acerca de la extensión que se fije, por donde las personas puedan transitar sin obstáculo o imposición alguna...”.
Decía también la Comisión de Obras, y esto debió ser la gota que colmó el vaso de Victoriano, que “Tratándose de la enajenación de un terreno sito sobre una obra pública de considerable coste, como es el mismo puente, es de parecer de esta comisión que si llegara a verificarse la cesión, sea precisa condición que si el Ayuntamiento por causas que en el día no pueden preverse quisiera o le interesara volverse hacer con el terreno cedido lo pueda hacer cuando le parezca”.
Ante todo ello, Victoriano García, en un escrito de menor encendido patriótico y de menos jabón que el de la presentación, dijo que verdes las han segado, manifestando también que no estaba conforme con algunas de las condiciones que se le imponían, especialmente con aquella del dominio, del terreno del puente “que de ninguna manera puede ser aceptada por el contratista porque su dominio quedaría inseguro y a merced de cualquier capricho”. Se mostraba disconforme además con el canon a pagar (14. 000 reales de vellón), así como con la tercera, porque decía Victoriano, “cambia enteramente el objeto de la obra, haciendo dificultoso el paso del puente e incómoda la situación de los habitadores de las casas porque el tránsito de caballerías cargadas con efectos de crecido volumen obligaría a los transeúntes a refugiarse en las tiendas”.
Es obvio, a juzgar por el aspecto actual del puente, que el Ayuntamiento no aceptó retocar sus condiciones, y que por ello el proyecto se fue al traste, con lo cual se perdió una oportunidad de oro de haber cambiado, quizá en sentido positivo, la faz de Burgos. Se dirá que la ciudad de Burgos es ya bastante bella tal y como está, pero imagínese el lector ahora tomándose una cañita en medio del puente, mientras su señora o compañera adquiere una ropita o un avalorio en una de las múltiples tiendas que al efecto en él se propusieron construir. Estaría protegido, al menos, de los fríos aires que en el invierno suelen soplar aprovechándose de la corriente del Arlanzón. Precisamente para aliviar a los burgaleses del eólico problema, un concejal del Consistorio burgalés presentó en 1907 a la consideración de sus compañeros una moción para “que se estudie u proyecto de coraza o pantalla que defienda a los que tienen necesidad de pasar el puente que existe sobre el río Arlanzón de los helados vientos que sobre ellos cruzan en el invierno”. Pero eso es otra historia.
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