Elías Rubio Marcos y su "CAJÓN DE SASTRE"

Recopilación de artículos publicados y otros de nueva creación. Blog iniciado en 2009.

miércoles, 15 de julio de 2009

CUANDO RETUERTA SE LIBRÓ DE LAS AGUAS



Como tantas veces y en otros lugares de la geografía española ha ocurrido, algunos proyectos de obra pública de los que intentaron materializarse en la provincia de Burgos terminaron por convertirse en un fiasco. Las grandes expectativas de progreso creadas en las regiones o comarcas donde se llevaron a cabo, así como los ingentes esfuerzos humanos y económicos empleados en ellas, acabaron en grandes decepciones. Me estoy refiriendo a dos casos que están en la memoria de todos: el túnel de La Engaña, del ferrocarril Santander-Mediterráneo, por el que jamás llegó a circular ningún tren, y la presa o pantano de Retuerta, que nunca llegó a concluirse a pesar de los casi diez años que se trabajó en ella y del capital dilapidado. Los dos son vivas representaciones del despilfarro de los dineros públicos, y de lo que puede llegar a hacerse cuando se acometen obras sin sopesarlas debidamente y sin rigurosos estudios; y por qué no decirlo, de cómo algunas ocasiones, y en cualquier lugar, se intenta desde la política favorecer a leales amigos. Del mencionado túnel se han vertido ríos de tinta, y poco más puede decirse que no se haya dicho ya, salvo que exista en el futuro alguna intervención para salvar las instalaciones abandonadas dándolas algún uso. En este sentido, parece oportuno señalar aquí que recientemente el Gobierno de Cantabria ha decidido recuperar la estación de Yera, la parte que les corresponde del túnel de La Engaña, para convertirla en un “Observatorio Atlántico” (Diario Montañés, 6 de marzo, 2006.


La presa de Retuerta

Al salir de Covarrubias en dirección al monasterio de San Pedro de Arlanza, a escasos tres kilómetros, desde el lugar donde un cartel anuncia “oficinas y poblado”, puede verse en un altozano rodeado de carrascas y jara, al lado derecho de la carretera, algunos barracones blancos. En el mismo lado, pero pegando a la carretera, se puede ver también un gran bloque de hormigón que sirve ahora de lienzo para mensajes populares de toda índole. Una y otra cosa, así como un par de chalés sumidos en el monte, en el lado opuesto, que fueron construidos para los ingenieros directores de la obra, son huellas recordatorias de un pantano olvidado que, habiéndose ideado ya en los albores del siglo XX, empezó a construirse sobre el río Arlanza en 1965. Un pantano, por cierto, que nacía con la misma vocación que el de Castrovido (regadío de la cuenca baja de dicho río), con dos monasterios de por medio, San Pedro de Arlanza y Alveinte, y con parecidas protestas. Era, en fin, un pantano más en la época de Franco, cuyas obras se paralizaron a los diez años de su inicio. Los barracones, ya en avanzado esto de ruina, pronto desaparecerán, todo lo contrario que el hormigón construido, que permanecerá impasible y para la eternidad de no mediar un cataclismo final.

Cuando a través de internet leo en la web de Historias Gemelas la exposición de Pedro Plana, en la que hace documentada historia de la presa de Retuerta, vienen a mí recuerdos e imágenes de una época pasada y de lucha ciudadana que creí olvidados. Recuerdos de un movimiento para salvar el monasterio de San Pedro de Arlanza, hito primordial en la historia de Castilla, que desaparecería bajo las aguas caso de que el pantano se llenara. Había que evitar aquel desmán como fuera. Esa era la opinión generalizada entre los colectivos burgaleses que se movían en el ámbito de la cultura. Pero, ¿fueron esas movilizaciones las que abocaron a la obra al fracaso o fueron las características del terreno, al parecer poco idóneas para almacenar agua?, ¿o quizá fuera por las dos cosas a la vez? Preguntas a las que quise hallar alguna respuesta al hilo de lo escrito por Pedro Plana. Conocía ya las opiniones de los eruditos de la capital, ahora me faltaba escuchar la versión de las gentes que trabajaron en la presa. Para entrar en materia, decidí efectuar una visita en solitario a la obra abandonada, ya que, pese haber pasado por el lugar en infinidad de ocasiones, nunca me había detenido para comprobar la hondonada en la que iba a levantarse el paredón y hasta dónde éste avanzó en su construcción. Satisfaría, pues, una vieja curiosidad.


Un lago en el pantano

Resulta ardua la tarea de describir muros de hormigón. ¿Tienen algo de poético, o siquiera de estético, los ciclópeos muros de una presa fracasada? Pues eso depende de aquel que los contempla, según sea su sensibilidad, y por supuesto, también del entorno natural donde se encuentran, la luz que los ilumina en el momento de la visita y lo que representaron y representan. En el caso de Retuerta, un artista quizá vea en los fríos muros semiocultos por la fronda una simbiosis entre la modernidad que significaron los pantanos y la naturaleza salvaje; mientras que un correcaminos tal vez pueda sentir la aventura de descubrir ocultas plataformas y columnas de hormigón emergiendo a través de la negrura del encinar, a veces interrumpiéndose en su avance para formar precipicios sobre el río: templos neoclásicos asomados al vacío. En mi caso fueron ambas visiones y sentimientos los que me acompañaron en el primer recorrido por la presa inacabada. De los edificios blancos, hoy desprovistos de todo, con huellas de haber estado alguna vez llenos de actividad, parte un camino hacia el fondo de la cubeta. En el descenso, en ocasiones escarpado, van apareciendo restos hormigonados que jamás pude soñar que existieran. Lo del pantano de Retuerta no fue una broma, no. En el fondo hallé un lago profundo, iluminado por el sol del mediodía y los rayos de la chopera amarilla; nada en el momento de mi visita me hacía pensar en lo siniestro que podría llegar a parecer en un día sin luz. Un lago maravilloso, silencioso, inexplicable, junto al río y sin conexión aparente con él; y en uno de sus costados, en la pared vertical de la pudinga, una cueva artificial inaccesible. Como resto final de la obra, vi un puente de hormigón y hierro que cruza el Arlanza, inservible ahora, pues se encuentra vallado. ¿Qué utilidad pudo tener todo aquello? Enigmas sin resolver, obras y bellezas ocultas cerca de las cuevas rubias que dan nombre al pueblo de doña Urraca. Era necesario encontrar a quien pudiera dar explicaciones.


Los que trabajaron en la presa

Pasado casi un mes desde mi primera visita al lugar del fracasado pantano, volví a encontrarme con sus ruinas enteras en el lugar de las incógnitas, pero esta vez acompañado de Ángel García, un vecino de Retuerta que presume de haber estado en el principio y final de las obras. Durante ocho años fue testigo activo de excavaciones, desbroces y hormigonadas. Él como nadie conoce los pormenores de lo que en aquella parte del Arlanza se vivió, y con él giré mi segunda visita a los puntos donde mi imaginación llegó describir irrealidades. Descendimos hasta el túnel mayor, y supe por boca de Ángel que fue horadado para desviar el río, para que sus aguas no entorpecieran las obras del fondo. ¡Un túnel para desviar el río! Y se logró, y el retuertino descubrió para este profano la verja que protege una de sus bocas, que fue entonces cuando le vi desparecer en la negrura. Volvió al poco, y me invitó a entrar. A los veinte metros de la entrada, la luz del día desparece, nace la oscuridad y empieza el eco. Nuestras palabras retumbaron una y otra vez, como en las cloacas de una gran ciudad, prolongándose centenares de metros más allá, allá, allá, allá... Dice Ángel: “Día y noche, con potentes bombas, estuvimos tratando de llenar de agua este túnel para ver si tenía perdidas y no lo conseguimos”. El agua debía filtrarse por la pudinga con la facilidad que lo hace cuando es vertida en un cedazo. Nunca, a pesar de haber echado colorante, supieron donde iba a salir aquel agua. Esa fue una de las principales causas por las que este pantano no llegó a culminarse. Esa, y tal vez la salvaguarda de las ruinas del monasterio de San Pedro de Arlanza, auque a esto último el de Retuerta no le da mucha importancia: “¡cosa de ecologistas!”. Nos dirigimos después a la otra boca del túnel y comprobamos que estaba inundada, comenzaban entonces a salir de la oscuridad los gritos que proferimos en la otra parte.


La explosión del fin

Según refiere Angel, al poco de morir Franco murió también Portolés, cuya compañía llevaba la responsabilidad de las obras de Retuerta, lo cual, y según este testigo, llevó consigo el abandono del proyecto y delas obras. Cuando ya todo estaba perdido, alguien encargó hacer un gran hoyo e introducir en él todos los explosivos sobrantes. Un valiente se encargó de prender la mecha. La explosión, que dejó mudos de espanto a los vecinos de Covarruubias, e hizo temblar el autobús donde abandonaban los últimos obreros de la presa, dejó mal herido y casi desnudo al de la mecha. Fue el final. Luego vendría Castrovido, pero esa es otra historia.


Arquitectura tradicional salvada

A veces, el fracaso de una obra puede tener efectos colaterales positivos Es el caso de Retuerta, la simple amenaza de que iba a construirse el pantano y de que sus aguas irremisiblemente anegarían el pueblo, sirvió para que algunos de sus vecinos emigraran a lugares más seguros. Y los que quedaron, temerosos de que su caserío un día podía quedar sumergido, frenaron el remozamiento de sus casas, como ya venía detectándose por entonces en la mayoría de los pueblos de Burgos. Nadie emprendía una obra, el pueblo languidecía sumisamente, a pesar de algunas pintadas que amenazaban con goma 2, que todavía hoy pueden verse en algunos lugares del entorno. Que fue así cómo la preciosa y atávica arquitectura de Retuerta, tan sumamente parecida a la de su vecina Covarrubias, pudo salvarse de salvajes agresiones, conservándose hasta hoy como era hace siglos. Lo que ocurra ahora, cuando el peligro ha desaparecido, es otra historia.

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