Un día no muy lejano se encontraban los fieles de Rioseras en misa y vieron caer una teja delante de sus propias narices. Afortunadamente, no hubo que lamentar desgracias personales en aquella ocasión, pero el incidente sirvió para que los vecinos de este pueblo cogieran miedo y ya no volvieran a escuchar más misas en su iglesia de siempre. No retejaron en su momento y, claro, la ruina pronto se apoderó de la iglesia. En su lugar se construyó una moderna de cemento en medio del pueblo, pasando San Saturnino al olvido. El desastre era evidente ya en 1987, como bien puede apreciarse en las fotografías. Y así, una preciosa iglesia de los siglos XII-XIII, románico-gótica, con bellísima rejería barroca en el pórtico de entrada, pasó a formar parte de las nobles ruinas olvidadas de Burgos. Era interesantísima la llamada Capilla del Cristo, del más puro estilo románico.
Elías Rubio Marcos y su "CAJÓN DE SASTRE"
Recopilación de artículos publicados y otros de nueva creación. Blog iniciado en 2009.
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viernes, 31 de julio de 2009
jueves, 30 de julio de 2009
UNA PINTURA GUARDA LA MEMORIA DEL CASTILLO DE LARA
FOTOGRAFÍAS: pintura en tabla y plano, de distinta época, donde aparece el castillo de Lara con una imagen diferenciada
El descubrimiento casual de una pintura en la iglesia parroquial de un pueblo cercano a las ruinas del castillo de Lara dio pie al siguiente reportaje:
Diario 16 Burgos, 25 febrero 1995
Recientemente se informaba del derrumbamiento ocurrido en el castillo de Lara la noche de fin de año. Todo Burgos lamentó entonces que las ruinas más emblemáticas de la provincia quedaran reducidas a la mínima expresión, pendientes sólo de que una suave brisa acabe por derribarlas en su totalidad. Pues bien, la casualidad ha querido que aquel suceso haya venido a coincidir con el hallazgo de una pintura, con más de 200 años de antigüedad, que muestra cómo era el castillo cuando se encontraba casi entero, un descubrimiento de extraordinario valor documental, por cuanto no se disponía hasta ahora de ningún testimonio gráfico del mismo.
El hallazgo ha tenido lugar días atrás en un fragmento de retablo perteneciente a la pequeña iglesia de un pueblo arrimado a la mítica fortaleza de los Lara. Dicho retablo está datado en 1753. Su pintura, de carácter popular, está realizada sobre tres tablas que conforman el fondo de una hornacina para santo, con unas dimensiones de 1, 20 por =, 60 metros; es de sencillo pero firme trazo, de colores vivos y probablemente ejecutada por algún artista local. En la imagen representada se destacan el mencionado castillo en el famoso Picón, parte de la torre-campanario de la iglesia de Lara de los Infantes y un pueblo de identificación dudosa, en una de cuyas casas aparece la característica chimenea serrana.
De la realidad a la fantasía
Se da también la circunstancia de que al mismo tiempo del mencionado hallazgo, ha aparecido en el desván de una casa en un pueblo próximo al Picón de Lara otra pintura, probablemente de principios del siglo XX, en la que aparece también dibujado el castillo. La figura, en este caso, es totalmente distinta a la del primero, lo cual no debe extrañar si se tiene en cuenta que por esa época ya no debían quedar restos notables del castillo, quizá sólo los mismos que quedaban hasta la noche del 31 de enero pasado; por ello debería ser una imagen considerada salida de la fantasía.
Un castillo con seis torres
La pintura encontrada en un retablo del siglo XVIII, perteneciente a una de las ermitas o iglesias que rodeaban el castillo de Lara en esa época (no se dice el nombre por razones de seguridad), viene a corroborar, en gran medida, la idea mantenida hasta ahora, basada en referencias escritas, de que la fortaleza contaba con seis torres exteriores más la del Homenaje. Si en la visión que el artista popular ofrece del castillo, que es la que presenta por el lado norte, aparecen tres torres, parece del todo probable que en el lado que mira al sur debían existir, por simetría, otras tres. En la pintura descubierta se observa, descarnada, una de las torres exteriores, lo que pone de manifiesto que el autor del dibujo quiso reflejar la ruina que imperaba ya por entonces en el castillo. Una ruina que debe corresponderse, acentuada, con la que le maestro Pedro de Castañeda reflejó en un informe sobre el estado del castillo realizado para el Ayuntamiento de Burgos en 1752. Según este informe, ya en aquella época el deterioro era considerable. Inocencio Cadiñanos, en su obra “Arquitectura fortificada de la provincia de Burgos”, lo manifiesta así: La barbacana corría riesgo de derrumbarse por estar descalza la muralla, amenazando el mismo peligro a las seis torres que el castillo tenía, más la torre del homenaje que llaman archivo “que está en el comedio del castillo desguarnecida de almenas y con ruinosos esquinales”. El mismo Cadiñanos menciona un interrogatorio del siglo XVII, en el que uno de los testigos informaba de que “en los cuarenta años últimos ningún alcaide ha vivido en el castillo, siendo Barbadillo del Mercado su residencia habitual y que por no habitarse save que está caído y derrocado.
Diario 16 Burgos, 25 febrero 1995
Recientemente se informaba del derrumbamiento ocurrido en el castillo de Lara la noche de fin de año. Todo Burgos lamentó entonces que las ruinas más emblemáticas de la provincia quedaran reducidas a la mínima expresión, pendientes sólo de que una suave brisa acabe por derribarlas en su totalidad. Pues bien, la casualidad ha querido que aquel suceso haya venido a coincidir con el hallazgo de una pintura, con más de 200 años de antigüedad, que muestra cómo era el castillo cuando se encontraba casi entero, un descubrimiento de extraordinario valor documental, por cuanto no se disponía hasta ahora de ningún testimonio gráfico del mismo.
El hallazgo ha tenido lugar días atrás en un fragmento de retablo perteneciente a la pequeña iglesia de un pueblo arrimado a la mítica fortaleza de los Lara. Dicho retablo está datado en 1753. Su pintura, de carácter popular, está realizada sobre tres tablas que conforman el fondo de una hornacina para santo, con unas dimensiones de 1, 20 por =, 60 metros; es de sencillo pero firme trazo, de colores vivos y probablemente ejecutada por algún artista local. En la imagen representada se destacan el mencionado castillo en el famoso Picón, parte de la torre-campanario de la iglesia de Lara de los Infantes y un pueblo de identificación dudosa, en una de cuyas casas aparece la característica chimenea serrana.
De la realidad a la fantasía
Se da también la circunstancia de que al mismo tiempo del mencionado hallazgo, ha aparecido en el desván de una casa en un pueblo próximo al Picón de Lara otra pintura, probablemente de principios del siglo XX, en la que aparece también dibujado el castillo. La figura, en este caso, es totalmente distinta a la del primero, lo cual no debe extrañar si se tiene en cuenta que por esa época ya no debían quedar restos notables del castillo, quizá sólo los mismos que quedaban hasta la noche del 31 de enero pasado; por ello debería ser una imagen considerada salida de la fantasía.
Un castillo con seis torres
La pintura encontrada en un retablo del siglo XVIII, perteneciente a una de las ermitas o iglesias que rodeaban el castillo de Lara en esa época (no se dice el nombre por razones de seguridad), viene a corroborar, en gran medida, la idea mantenida hasta ahora, basada en referencias escritas, de que la fortaleza contaba con seis torres exteriores más la del Homenaje. Si en la visión que el artista popular ofrece del castillo, que es la que presenta por el lado norte, aparecen tres torres, parece del todo probable que en el lado que mira al sur debían existir, por simetría, otras tres. En la pintura descubierta se observa, descarnada, una de las torres exteriores, lo que pone de manifiesto que el autor del dibujo quiso reflejar la ruina que imperaba ya por entonces en el castillo. Una ruina que debe corresponderse, acentuada, con la que le maestro Pedro de Castañeda reflejó en un informe sobre el estado del castillo realizado para el Ayuntamiento de Burgos en 1752. Según este informe, ya en aquella época el deterioro era considerable. Inocencio Cadiñanos, en su obra “Arquitectura fortificada de la provincia de Burgos”, lo manifiesta así: La barbacana corría riesgo de derrumbarse por estar descalza la muralla, amenazando el mismo peligro a las seis torres que el castillo tenía, más la torre del homenaje que llaman archivo “que está en el comedio del castillo desguarnecida de almenas y con ruinosos esquinales”. El mismo Cadiñanos menciona un interrogatorio del siglo XVII, en el que uno de los testigos informaba de que “en los cuarenta años últimos ningún alcaide ha vivido en el castillo, siendo Barbadillo del Mercado su residencia habitual y que por no habitarse save que está caído y derrocado.
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RETAZOS DE HISTORIA
miércoles, 29 de julio de 2009
“CASTILLO DE LARA, ¿QUIÉN TE DERRIBÓ?”
FOTOS: antes y después del derrumbe
Diario 16 Burgos, 7 enero 1995
El derrumbe de una parte del castillo de Lara dio pie al siguiente artículo:
En la noche del 30 al 31 de diciembre pasado se produjo un ruido sordo, con arrastre de piedras, en el Picón de Lara, y otro seco que atronó el interior de la iglesia parroquial de Lara de los Infantes. Debió ser aquella una noche de perros, de lluvia y fortísimo viento. Nadie oyó nada, tal vez algún perro ladró unos instantes, pero luego fue el silencio y otra vez aulló el viento. A la mañana siguiente los poquitos vecinos de la Jurisdicción de Lara miraron como cada día hacia las peñas y vieron que el castillo parecía una estaca clavada en el Picón, que su imagen no era la misma que la del día anterior: había desaparecido el gran bocarón que conocían desde niños. También los pasajeros de autobuses La Serrana y los conductores de los coches que circulaban por la N-234 notaron aquella mañana que lago faltaba en el célebre Picón. Y la noticia corrió de pueblo en pueblo, de casa en casa: ¡el castillo de Lara se ha derrumbado!
En la iglesia de la natividad de Nuestra Señora, parroquial de Lara de los Infantes, declarada hace años Monumento Histórico Artístico –no se sabe muy bien para qué, si su abandono es clamoroso-, el huracán de la noche hizo vibrar el edificio y un artístico zócalo barroco, de madera y con angelote, que coronaba un gran cuadro, cayó al suelo con gran estrépito partiéndose en cien pedazos. Don Abel, el cura párroco, lo encontró de esa guisa y recordó, al ver el hueco del cuadro, otra noche que los cacos desvalijaron la iglesia llevándose parte de su arte para ser pasto de especuladores. El zócalo sigue allí, nada de él se ha movido, como si fuera el cadáver de un asesinado esperando la visita de los forenses del patrimonio.
Un castillo para un alfoz
Entres las sierras del Mencilla y Las Mamblas, se encuentran la Peña de Lara, La Muela y el Picón de Lara, tres míticos alcores en torno a los cuales se han escrito bellas páginas de nuestra Historia y el arte burgalés. Son tierras de alfoz, de infantes decapitados, de leyendas cantadas a través de los siglos; tierras de castros, y dólmenes, de ocupación romana y de filigranas visigodas y románicas. Cada rincón de Lara es una hoja en el libro de la castilla primitiva, un libro cuya portada se muestra en el fabuloso y damnificado castillo. Su imagen, tan familiar a todos los burgaleses, no debe desaparecer nunca, como testigo recortado sobre una historia que nos pertenece y no debemos olvidar.
“Castillo de Lara, ¿quién te derribó?
El castillo de Bocanegra, el de Burgos,
que pudo más que yo”.
Así reza el dicho cantado en los pueblos situados en derredor del famoso Picón, probablemente haciendo alusión a las disputas que por su posesión mantuvieron esta fortaleza y la ciudad de Burgos en el siglo XIII.
El origen del castillo habría que buscarlo en los pedruscos que Gonzalo Fernández, padre de Fernán González, encontró en La Muela cuando se hallaba fundando Lara y tratando de ahuecar a los moros de carazo. Créese que Fernán González nació del vientre de la señora Muniadona en este castillo, un hecho que resalta aún más la necesidad de recuperar su figura, la del castillo, al menos lo que de ella hasta ahora conocíamos.
Reducto, pues, de los señores de Lara, fue este castillo cabeza de un dilatado alfoz, administrando a 67 pueblos o lugares de la comarca. La casa paterna del buen conde creció en poderío y el prestigio y el señorío de Lara también, tal vez por ello en Burgos crecieran las envidias y las apetencias por el dominio de la fortaleza. Así se explica que, en 1255, Alfonso X entregara a Burgos la posesión de la misma. Hubo, sí, rebeldías por aquella afrenta, pero al final Burgos acabó cortando el bacalao en Lara y desde la capital se nombraban los alcaides del castillo. Los Cartagena ostentaron este cargo en el siglo XV, cuando estaba en manos de un “extranjero”, un tal Jofre de Cotanes, era una pura ruina, un a ruina de la cual desde Burgos se trató de poner freno enviándose para ello a un ilustre de la cantería, nada menos que al autor del crucero de la catedral, Juan de Vallejo. Sin embargo, este maestro no debió hacer nada, o muy poco, ya que en 1752 el informe de otro colega, Pedro de Castañeda, decía que la barbacana, las seis torres que tenía el castillo, más la del Homenaje, estaban francamente mal, y se preguntaba si merecía la pena gastar muchos maravedises en un lugar en el que ya no vivía nadie.
Resulta curioso comprobar cómo la historia se repite una vez más, pues así como en el siglo XVI desde la capital se envió a un técnico para ver el estado del castillo y su posible reparación, ahora, tres siglos después, desde el mismo lugar una llamada Comisión de Patrimonio ha enviado a otro para que dé su informe de los desperfectos que se ocasionaron en la noche de autos.
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martes, 28 de julio de 2009
RECUERDO DE LA EXHUMACIÓN EN 1924 DE LAS CABEZAS DE LOS SIETE INFANTES DE LARA
FOTOS: La exhumación de los infantes fue una fiesta para recordar en Salas. El cofre con los restos fue paseado por las calles de la población.
“Y examinado su contenido,
se encontró algunos trozos de cráneo humanos”.
se encontró algunos trozos de cráneo humanos”.
Burgos 7 Días, 1999
En el zaguán de la Casa Consistorial de Salas de los Infantes se hallan expuestas dos viejas fotografías que forzosamente han de llamar la atención a todo aquel que entre en el Ayuntamiento. Son dos imágenes en blanco y negro, distintas pero con igual contenido, en las que puede verse una comitiva cívico-militar por las calles de Salas llevando una especie de carroza o cofre que, según la tradición, contiene los restos de las cabezas de los Siete Infantes de Lara. La escena forma parte de los actos que, con motivo de la exhumación llevada a cabo en la iglesia de Santa María, tuvieron lugar en la villa serrana hace ahora 75 años. Un acta notarial de aquel acontecimiento, custodiada en el Archivo Municipal de Salas, describe los pormenores de la exhumación. Por su indudable interés histórico, y también por su curiosidad, parece oportuno transcribir lo más importante de su contenido. El acta se expresa así:
“En la villa de Salas de los Infantes a nueve de julio de de mil novecientos veinticuatro: Yo Demetrio Méndez Curiel, Notario del Ilustre Colegio e Burgos, con vecindad en Covarrubias, Distrito de Lerma, sustituto legal de la Notaría de Salas de los Infantes, me persono previo y especial requerimiento, en la iglesia parroquial de Santa María de esta villa para levantar acta de la apertura del nicho donde están sepultadas las cabezas de los llamados históricamente “Los Siete Infantes de Lara”, hijos de Gonzalos Gustios de Lara, y estando presentes las autoridades requirentes señores: párroco de dicha iglesia D. Anastasio Elices Moras, Coadjutor D. Melitón Sainz Ortiz, Juez de Primera Instancia e instrucción de este Partido D. José Spiegelberg y Horno, el Delegado Gubernativo D. Mariano Jaquetot Alcobendas, Diputado Provincial por este Distrito D. Jesús Aparicio Rica, Alcalde Constitucional de esta villa D. Julio Vivar Bengoechea, Jefe de Línea de la Guardia Civil.... (nombre borroso) D. Antonio Aristoy Santo, y Secretario del Ayuntamiento de esta villa D. Manuel Huerta de Juan; nos dirigimos al sitio designado en la copia del acta que se levantó para efectuar un registro del nicho y arca cineraria donde se hallan los cráneos de las “Siete Infantes de Lara, acta autorizada en esta villa el día nueve de octubre del año mil ochocientos cuarenta y seis (1846), por el Escribano de la misma, estando presentes entre otras personas, el Jefe Superior Político de la provincia de Burgos D. Mariano Muñoz López; procedió el albañil Juan Casado Martín, de 59 años de edad, de esta vecindad, a tirar con un pico la capa de cal que cubría las piedras de la pared que da al norte, o sea, al lado de del Evangelio, a una altura de un metro ochenta centímetros sobre el nivel del Presbiterio, y a una distancia de un metro veinticinco centímetros de la verja que cierra dicho Presbiterio, y a cincuenta y cuatro centímetros contados desde al arco que forma el nicho; sacando a mi presencia y la de los señores requirentes, una piedra de sillería de cuarenta centímetros de larga y treinta de ancha, dejando al descubierto un nicho que está formado en el remate de un arco de medio punto cuya base y demás hueco hasta aquella elevación fue rellenado al parecer hace mucho tiempo; en el centro del citado nicho se encontró una “caja de madera”, algo agujereada y carcomida por la polilla, estando caída y desclavada la tapa posterior de dicha caja, cuya anchura es de veinticinco centímetros por cuarenta de larga; sacada del nicho fue puesta junto al altar mayor, y examinado su contenido se encontró algunos trozos de cráneos humanos, bastante gruesos, en mayor abundancia fragmentos diminutos, y el resto pulverizados; así como un pedazo pequeño de madera antigua con molduras pintadas de dorado; una vez examinado su contenido procedió el Señor Párroco a rezar un responso; fue puesta en dicha caja la tabla que tenía caída siendo precintada con una cuerda, poniéndole en su remate o nudos un lacre encarnado con un sello cuyas iniciales son C L; a fin de sellarlo mejor se colocó un pequeño papel debajo de la cuerda quedando unido al lacre, fue envuelta después en un lienzo blanco, atándolo de nuevo con otra cuerda; una vez hecho esto se colocó interiormente en un arca de madera que existe en la Sacristía de dicha iglesia, se hizo cargo el Sr. Cura Párroco D. Atanasio Elices. Y no teniendo más que hacer constar se dio por terminado el acto”.
Dudaban de si era verdad
Del manipulado de los supuestos restos de los Infantes existían ya precedentes. En el periódico El Eco de la Sierra, semanario independiente de la villa de Salas (15 de mayo de 1919), Domingo Hergueta, al glosar la iglesia de Santa María, hace mención a las cabezas de los Siete Infantes y a la Crónica General de 1334, según la cual Mudarra “entrando en una iglesia de Salas vio estar allí las cabezas y lloró sobre ellas”. Menciona Hergueta a continuación un manuscrito citado por Menéndez Pidal (Leyenda de los Siete Infantes de Lara), en el que expresa que para motrarle dichas cabezas “abrieron un monimento en que estavan””. Según dicho investigador, los cráneos de los infantes fueron trasladados de ese “monimento” a la iglesia de Santa María y “colocados en un hueco dentro de la pared del lado del Evangelio”, fundándose para afirmarlo en la “información que se hizo” el 16 de diciembre de 1579 por Juan del Río Matienzo, alcalde mayor de la villa de Salas, después de romperse dicho arco por ver si se encontraban dichas cabezas con las de Gustios y Mudarra. Al parecer, según Hergueta, en dicha información se consignaba que procedieron a aquella operación “por haber tantos años que estaban allí y ser los letreros tan antiquísimos que dudaban algunas personas si era verdad”. Los letreros a que hace referencia estaban, al parecer, en una tabla que tenía pintadas las cabezas de los infantes con el correspondiente nombre de cada uno inscrito e ella.
La exhumación fue una fiesta
Según cuenta Eusebio Herrera, un superviviente de los vecinos salenses que vivieron los fastos de la exhumación en 1924, fueron varios días de fiesta los que, con tal motivo, se celebraron en Salas: “Vinieron autoridades y la tropa de Burgos. A los niños de la escuela nos hicieron unas batas para la ocasión y nos llevaron a un tablado que se puso en la campa de la ermita de San Isidro, en donde se hicieron los actos”. Otro testigo de la fiesta de la exhumación es Isidra Molinero, de 93 años, quien recuerda que “vino de Burgos la Jerarquía, un piquete de caballería para llevar la carroza y muchísima gente de los pueblos del Partido. Recuerdo que, como se esperaba tanto personal, fuimos a Castrovido a comprar pollos para que no nos faltaría a nosotros en nuestra casa”.
En el zaguán de la Casa Consistorial de Salas de los Infantes se hallan expuestas dos viejas fotografías que forzosamente han de llamar la atención a todo aquel que entre en el Ayuntamiento. Son dos imágenes en blanco y negro, distintas pero con igual contenido, en las que puede verse una comitiva cívico-militar por las calles de Salas llevando una especie de carroza o cofre que, según la tradición, contiene los restos de las cabezas de los Siete Infantes de Lara. La escena forma parte de los actos que, con motivo de la exhumación llevada a cabo en la iglesia de Santa María, tuvieron lugar en la villa serrana hace ahora 75 años. Un acta notarial de aquel acontecimiento, custodiada en el Archivo Municipal de Salas, describe los pormenores de la exhumación. Por su indudable interés histórico, y también por su curiosidad, parece oportuno transcribir lo más importante de su contenido. El acta se expresa así:
“En la villa de Salas de los Infantes a nueve de julio de de mil novecientos veinticuatro: Yo Demetrio Méndez Curiel, Notario del Ilustre Colegio e Burgos, con vecindad en Covarrubias, Distrito de Lerma, sustituto legal de la Notaría de Salas de los Infantes, me persono previo y especial requerimiento, en la iglesia parroquial de Santa María de esta villa para levantar acta de la apertura del nicho donde están sepultadas las cabezas de los llamados históricamente “Los Siete Infantes de Lara”, hijos de Gonzalos Gustios de Lara, y estando presentes las autoridades requirentes señores: párroco de dicha iglesia D. Anastasio Elices Moras, Coadjutor D. Melitón Sainz Ortiz, Juez de Primera Instancia e instrucción de este Partido D. José Spiegelberg y Horno, el Delegado Gubernativo D. Mariano Jaquetot Alcobendas, Diputado Provincial por este Distrito D. Jesús Aparicio Rica, Alcalde Constitucional de esta villa D. Julio Vivar Bengoechea, Jefe de Línea de la Guardia Civil.... (nombre borroso) D. Antonio Aristoy Santo, y Secretario del Ayuntamiento de esta villa D. Manuel Huerta de Juan; nos dirigimos al sitio designado en la copia del acta que se levantó para efectuar un registro del nicho y arca cineraria donde se hallan los cráneos de las “Siete Infantes de Lara, acta autorizada en esta villa el día nueve de octubre del año mil ochocientos cuarenta y seis (1846), por el Escribano de la misma, estando presentes entre otras personas, el Jefe Superior Político de la provincia de Burgos D. Mariano Muñoz López; procedió el albañil Juan Casado Martín, de 59 años de edad, de esta vecindad, a tirar con un pico la capa de cal que cubría las piedras de la pared que da al norte, o sea, al lado de del Evangelio, a una altura de un metro ochenta centímetros sobre el nivel del Presbiterio, y a una distancia de un metro veinticinco centímetros de la verja que cierra dicho Presbiterio, y a cincuenta y cuatro centímetros contados desde al arco que forma el nicho; sacando a mi presencia y la de los señores requirentes, una piedra de sillería de cuarenta centímetros de larga y treinta de ancha, dejando al descubierto un nicho que está formado en el remate de un arco de medio punto cuya base y demás hueco hasta aquella elevación fue rellenado al parecer hace mucho tiempo; en el centro del citado nicho se encontró una “caja de madera”, algo agujereada y carcomida por la polilla, estando caída y desclavada la tapa posterior de dicha caja, cuya anchura es de veinticinco centímetros por cuarenta de larga; sacada del nicho fue puesta junto al altar mayor, y examinado su contenido se encontró algunos trozos de cráneos humanos, bastante gruesos, en mayor abundancia fragmentos diminutos, y el resto pulverizados; así como un pedazo pequeño de madera antigua con molduras pintadas de dorado; una vez examinado su contenido procedió el Señor Párroco a rezar un responso; fue puesta en dicha caja la tabla que tenía caída siendo precintada con una cuerda, poniéndole en su remate o nudos un lacre encarnado con un sello cuyas iniciales son C L; a fin de sellarlo mejor se colocó un pequeño papel debajo de la cuerda quedando unido al lacre, fue envuelta después en un lienzo blanco, atándolo de nuevo con otra cuerda; una vez hecho esto se colocó interiormente en un arca de madera que existe en la Sacristía de dicha iglesia, se hizo cargo el Sr. Cura Párroco D. Atanasio Elices. Y no teniendo más que hacer constar se dio por terminado el acto”.
Dudaban de si era verdad
Del manipulado de los supuestos restos de los Infantes existían ya precedentes. En el periódico El Eco de la Sierra, semanario independiente de la villa de Salas (15 de mayo de 1919), Domingo Hergueta, al glosar la iglesia de Santa María, hace mención a las cabezas de los Siete Infantes y a la Crónica General de 1334, según la cual Mudarra “entrando en una iglesia de Salas vio estar allí las cabezas y lloró sobre ellas”. Menciona Hergueta a continuación un manuscrito citado por Menéndez Pidal (Leyenda de los Siete Infantes de Lara), en el que expresa que para motrarle dichas cabezas “abrieron un monimento en que estavan””. Según dicho investigador, los cráneos de los infantes fueron trasladados de ese “monimento” a la iglesia de Santa María y “colocados en un hueco dentro de la pared del lado del Evangelio”, fundándose para afirmarlo en la “información que se hizo” el 16 de diciembre de 1579 por Juan del Río Matienzo, alcalde mayor de la villa de Salas, después de romperse dicho arco por ver si se encontraban dichas cabezas con las de Gustios y Mudarra. Al parecer, según Hergueta, en dicha información se consignaba que procedieron a aquella operación “por haber tantos años que estaban allí y ser los letreros tan antiquísimos que dudaban algunas personas si era verdad”. Los letreros a que hace referencia estaban, al parecer, en una tabla que tenía pintadas las cabezas de los infantes con el correspondiente nombre de cada uno inscrito e ella.
La exhumación fue una fiesta
Según cuenta Eusebio Herrera, un superviviente de los vecinos salenses que vivieron los fastos de la exhumación en 1924, fueron varios días de fiesta los que, con tal motivo, se celebraron en Salas: “Vinieron autoridades y la tropa de Burgos. A los niños de la escuela nos hicieron unas batas para la ocasión y nos llevaron a un tablado que se puso en la campa de la ermita de San Isidro, en donde se hicieron los actos”. Otro testigo de la fiesta de la exhumación es Isidra Molinero, de 93 años, quien recuerda que “vino de Burgos la Jerarquía, un piquete de caballería para llevar la carroza y muchísima gente de los pueblos del Partido. Recuerdo que, como se esperaba tanto personal, fuimos a Castrovido a comprar pollos para que no nos faltaría a nosotros en nuestra casa”.
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RETAZOS DE HISTORIA
lunes, 27 de julio de 2009
LA CASA DE JUANA LA LOCA EN PRESENCIO
FOTOGRAFÍAS: Casa de Juana la Loca, Presencio. (Tomadas en 2007).
En la Plaza Mayor de Presencio, junto a un bellísimo rollo-picota gótico-renacentista, se encuentra una de las más bellas muestras de arquitectura civil en la provincia de Burgos. Es la casa blasonada que los vecinos de dicho pueblo conocen como Casa de Juana la Loca. Se justifica esta denominación por el hecho de que la tradición popular asegura que la reina Juana I de Castilla pernoctó en ella en su nocturno viaje por los campos del Arlanzón y del Cerrato, con su marido Felipe el Hermoso muerto, rumbo a Granada.
En la Plaza Mayor de Presencio, junto a un bellísimo rollo-picota gótico-renacentista, se encuentra una de las más bellas muestras de arquitectura civil en la provincia de Burgos. Es la casa blasonada que los vecinos de dicho pueblo conocen como Casa de Juana la Loca. Se justifica esta denominación por el hecho de que la tradición popular asegura que la reina Juana I de Castilla pernoctó en ella en su nocturno viaje por los campos del Arlanzón y del Cerrato, con su marido Felipe el Hermoso muerto, rumbo a Granada.
El estado del edificio es ruinoso, en realidad de su parte noble sólo se conserva la fachada principal. Pero es esta fachada de un porte bellísimo: su organización en tres cuerpos, de ladrillo mudéjar los dos últimos y de piedra sillar el primero, y con zapatas o modillones terminados en curiosos mascarones primorosamente labrados, le dan un porte difícil de encontrar en la provincia de Burgos.
Por nada del mundo habría de perderse esta fachada, aunque, por unos o por otros, me temo que esto pueda llegar a suceder.
Por nada del mundo habría de perderse esta fachada, aunque, por unos o por otros, me temo que esto pueda llegar a suceder.
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DESASTRES DEL PATRIMONIO BURGALÉS,
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viernes, 24 de julio de 2009
EL BURGOS DE MI INFANCIA (MEDIADOS DEL SIGLO XX)
Una locomotora para el recuerdo |
FOTOS: "Ir de merienda" el día de la Virgen de Agosto. Locomotora y depósito de aguadas.
Consciente de que en el listado que sigue faltarán muchos aspectos de la vida en el Burgos que conocí en mi infancia, mediado el siglo XX, y de que cada uno de los elementos señalados merecería ser estudiado en profundidad, espero que sea una ayudita para todo aquel que quiera conocer cómo vivíamos y cómo éramos los burgaleses por aquel tiempo de sabañones y de cara al sol.
SERVICIOS PÚBLICOS
Biblioteca Pública del Espolón (en el Paseo del Espolón, Casa del Consulado. La puerta de acceso era de dos hojas y se abría como en las tabernas del Fart West)
Servicio de alumbrado (fábricas de electricidad, plaza de Alonso Martínez)
Compañía de Aguas (el depósito viejo del castillo)
Lavaderos públicos (en Barrio Gimeno, pegados a Transeúntes)
Matadero Municipal (de Los Vadillos, en lo que es ahora el colegio de La Salle)
Centro de transeúntes (Barrio Gimeno, junto al hospital de La Concepción, entre el solar de la Fábrica de Gas y los lavaderos)
La sanidad (el Hospital Provincial, lugar de locos; Hospital de Barrantes, Clínica del Carmen (en La Castellana); Clínica del 18 de Julio, en San Pedro de Cardeña.... y otros)
Retretes públicos (el del Teatro Principal, el de La Isla. Pagabas por el servicio y había una señora sentada en una silla que cobraba unos céntimos)
El Cementerio (estaba junto a la antigua prisión, por el paseo de El Empecinado, se desmanteló y al poco se levantó un gran seminario)
Orden Público (los guardias urbanos)
Los serenos (guardaban los barrios por la noche y abrían los portales a los vecinos más rezagados. Se daban palmadas para que acudiera, y se gritaba: ¡Serenooooo!... y él contestaba: ¡Vaaaaaaa! Llevaban consigo, colgado, un gran manojo de llaves, las de todos los portales del barrio que tenían encomendado)
La cárcel (la de Francisco Salinas: desde El Empecinado se veía a los presos jugar a la pelota. Había garitas de madera fuera para los guardias que vigilaban la prisión)
La Comisaría (calle Vitoria, cuartelillo de los municipales en las traseras del Teatro Principal. Por sólo tirar bolas de nieve a las chicas te podían llevar al "cuartelillo" y darte dos buenos guantazos)
Los barrenderos (con sus escobas. Las escobas eran de brezo)
La basura se amontonaba en las calles, haciéndose grandes montañas (se la llevaban en carros)
Los carteros (golpeaban el llamador del portal y gritaban los nombres de los vecinos que recibían cartas para que bajaran a recogerlas)
Faroleros de luz eléctrica (accionaban interruptores de cuchillas con pértigas, encendían y apagaban la luz de las calles, al amanecer y al atardecer)
Los fielatos (para cobrar tasas, a la entrada de la ciudad)
La casa de empeños (por la Plaza Vega)
Los mercados (sur y norte)
Las lecheras (venían con carros tirados por percherones y vendían leche en los portales de las casas. Usaban recipientes y medidas de zinc)
La Alhóndiga (calle de Madrid, frente a San Agustín y Hospital Provincial)
Las caravanas del trigo (carros de los pueblos cargados de cereal que se descargaban en el silo de la carretera de Arcos. Hacían colas kilométricas)
El hospicio y el torno (en plaza de San Agustín. Se abandonaban los niños en él y los chicos jugábamos haciéndole girar, para desagrado de las monjas)
Los alfareros (barrio de Alfareros; la familia Calvo )
Las Tahonas, calle de (había panaderías)
Paragüeros y lañadores (eran los componedores, los "húngaros"; se ponían sentados en las calles y en los puentes a reparar cazuelas y pucheros, paraguas, somieres y otros cacharros)
El afilador (Venían de lejos, andando y con la rueda de afilar. Recorrían las calles y hacían sonar un chiflo; a continuación llovía)
El “Trapero Globero” (recorría las calles con un carrito y repartía enormes y preciosos globos a cambio de trapos viejos. Solía gritar: ¡El trapero, globerooooo!)
El organillero (tocaba el organillo por las calles. Era una bendición oírlo)
Vendedores de helados (el señor Jesús y su locomotora de tren. Tenía unas lentes muy gordas y no veía bien las monedas. Se ponía cerca del arco de Santa María, en la Avenida del Generalísimo)
Repartidores con carros y caballerías (carboneros, lecheros, panaderos, etc. Los orines de los percherones dejaban corros amarillos en la nieve)
Las chachas (con sus uniformes y su carritos de niños en el Espolón Alto. Se las solía ver acompañadas de soldados turutas)
Las castañeras (todos los inviernos y en distintas calles, como ahora pero daban más calor)
MILITARES
Las llegadas de Franco y su guarda mora (un espectáculo; la gente se arremolinaba en las aceras y corría hacia el palacio de la Isla para ver y aclamar al Dictador)
Los cornetines tocando a diana y en el arriado (se oía a través de las tapias de los cuarteles)
Arriado de banderas (los hombres, aunque no fueran militares, se ponían firmes en las calles cercanas mientras duraba el cornetín del arriado)
Los cuarteles (había muchos, muchos, por la calle Vitoria, por el Museo de la Evolución..., y por más sitios)
Soldados por las calles y en los cines (el color caqui inundaba la ciudad en las horas de paseo. Los domingos, en la sesión de las 5, los cines olían a caballerías)
Desfiles militares (abundantes y con cualquier motivo)
Los soldados saludan en las calles a los oficiales y superiores (como en el cuartel; los pobrecitos no paraban de levantar la mano, era de ver)
RELIGIOSOS
El Viático (nos arrodillábamos al pasar. Iba el cura y un monaguillo con una campanilla)
Las Procesiones (colchas en balcones y ventanas; participaba todo Burgos, creo. Había muchas y con cualquier motivo)
Procesiones con militares con casco brillante (jalonaban y protegían las dos aceras de la procesión; en las de verano, les salían goterones de sudor bajo el casco de hierro marrón)
Los “monumentos” (era un entretenimiento para jóvenes y mayores ir a visitar los monumentos de la Semana Santa en las iglesias)
Semana Santa (no se podía cantar ni bailar, ni chiflar; no había cine ni baile)
Navidad, recorrido por los belenes de las parroquias, conventos y colegios (jóvenes y mayores)
Seminaristas de paseo y bonetes (largas comitivas de negro y morado por las calles; el poco tráfico que había se interrumpía para dejarlas pasar de una acera a otra)
Campanadas de la catedral, y otras muchas parroquias (desde muy de mañana ya sonaban, todas coincidían y era un gran concierto)
Captación de vocaciones religiosas en las escuelas (venían los frailes a clase sorpresivamente y animaban a los chicos a seguir la carrera. No era mala cosa, porque te enseñaban y te daban de comer gratis, lo que era ciertamente goloso para algunas casas necesitadas o de familia numerosas)
Besos al anillo del obispo y a la mano de los curas (a veces daban un caramelo)
Arco de San Juan. Los chicos de cada barrio hacíamos un arco en la calle con ramas de árbol, a veces sobre una especie de altarcito. Le llamábamos el Arco de San Juan, y con eso íbamos a pedir con un platito algún tipo de aguinaldo. "Una perrita pal Arco de San juan", decíamos a los mayores que asaltábamos. A veces hasta sin arco, y por eso algunos preguntaban: ¿Dónde está tu arco, majo?
AFIRMACIÓN DEL REGIMEN
La Sección Femenina (daban clases de Formación del Espíritu Nacional, hacían y enseñaban gimnasia, ayudaban a pobres... y otras muchas cosas)
El Hogar de Falange (estaba en la calle Defensores de Oviedo. Para entrar en él había que saludar con el saludo fascista y con taconazo. Tenía salón de cine, futbolines, mesas de billar y de pim pom, y en el invierno hacía algo menos frío que en la calle)
Las coronas de José Antonio en la Catedral (todos los años, el 20 de noviembre, Día del Dolor, había concentración en la plaza del Rey San Fernando; se ponían coronas de laurel a José Antonio, en una pared junto a la puerta del Sarmental, y se cantaba el Cara al Sol con el brazo en alto. Impresionaba, se ponían los pelos de punta)
OTRAS COSTUMBRES
Niños abandonados (en el torno del Hospicio y en los portales)
Peleas en la calle (sobre todo al salir de los bailes en el Club Ciclista)
Borrachos en la calle (se veían muchos, no se tenían)
El luto y los entierros (se ponía brazalete ancho en una manga de la chaqueta)
Los aguinaldos y los guardias de tráfico (los guardias urbanos, con sus cascos blancos, y a veces con largos tabardos, se ponían en las intersecciones de las calles, en una especie de isleta. Y en Navidad los comerciantes de la zona dejaban aguinaldos a su alrededor)
El Espolón (se paseaba para arriba y para abajo, una y cien veces, mañana y tarde. Los chicos y chicas se echaban miradas cómplices y se ligaba, "a la próxima vuelta le digo algo")
Los charlatanes (La Maña en el Puente San Pablo; vendía cosas milagrosas, de todo, y gritaba mucho subida en un pedestal)
Los ciegos adivinadores (Se ponían entre el mercado sur y la estación de autobuses ; hacían trampa, pero dejaban embobado al personal que les hacía corro. Llevaban una ayudanta que estaba al tanto del engaño)
Comida-merienda el día la Virgen de Agosto (se decía “ir de merienda”, iba toda la familia. No faltaba en la cesta de las viandas el melón o la sandía, tampoco el vino y la gaseosa. Generalmente se iba a La Quinta, y se tendían los manteles bajo los chopos)
Los carameleros de los cines (gritaban en los descansos: ¡hay caramelos y bombones!)
Los acomodadores del cine (vestían de uniforme y reñían a los espectadores ruidosos o a las parejas que se sobrepasaban)
Los bebés iban al cine (las madres iban al cine con sus hijos recién nacidos. Y cuando estos lloraban, alguien en la sala gritaba: "¡Que le den la tetaaaa!", y la mujer se salía al vestíbulo hasta que el niño se calmaba, luego entraba otra vez)
Lavanderas bajo los puentes del Arlanzón (tendían las coladas en el verde de las orillas)
Vareo de los colchones (se sacaba la lana de los colchones y se la golpeaba con una vara para ahuecarla; se hacía en cualquier sitio, pero gustaba más en el río, una o dos veces al año)
Las putas de San Gil (soldados haciendo cola en la calle; el agua de cada servicio lo tiraban a la calle)
Los fielatos (para cobrar tasas, a la entrada de la ciudad)
La casa de empeños (por la Plaza Vega)
Los mercados (sur y norte)
Las lecheras (venían con carros tirados por percherones y vendían leche en los portales de las casas. Usaban recipientes y medidas de zinc)
La Alhóndiga (calle de Madrid, frente a San Agustín y Hospital Provincial)
Las caravanas del trigo (carros de los pueblos cargados de cereal que se descargaban en el silo de la carretera de Arcos. Hacían colas kilométricas)
El hospicio y el torno (en plaza de San Agustín. Se abandonaban los niños en él y los chicos jugábamos haciéndole girar, para desagrado de las monjas)
Los alfareros (barrio de Alfareros; la familia Calvo )
Las Tahonas, calle de (había panaderías)
Paragüeros y lañadores (eran los componedores, los "húngaros"; se ponían sentados en las calles y en los puentes a reparar cazuelas y pucheros, paraguas, somieres y otros cacharros)
El afilador (Venían de lejos, andando y con la rueda de afilar. Recorrían las calles y hacían sonar un chiflo; a continuación llovía)
El “Trapero Globero” (recorría las calles con un carrito y repartía enormes y preciosos globos a cambio de trapos viejos. Solía gritar: ¡El trapero, globerooooo!)
El organillero (tocaba el organillo por las calles. Era una bendición oírlo)
Vendedores de helados (el señor Jesús y su locomotora de tren. Tenía unas lentes muy gordas y no veía bien las monedas. Se ponía cerca del arco de Santa María, en la Avenida del Generalísimo)
Repartidores con carros y caballerías (carboneros, lecheros, panaderos, etc. Los orines de los percherones dejaban corros amarillos en la nieve)
Las chachas (con sus uniformes y su carritos de niños en el Espolón Alto. Se las solía ver acompañadas de soldados turutas)
Las castañeras (todos los inviernos y en distintas calles, como ahora pero daban más calor)
Lavaderos públicos de barrio Gimeno. A su derecha el centro de transeúntes |
MILITARES
Las llegadas de Franco y su guarda mora (un espectáculo; la gente se arremolinaba en las aceras y corría hacia el palacio de la Isla para ver y aclamar al Dictador)
Los cornetines tocando a diana y en el arriado (se oía a través de las tapias de los cuarteles)
Arriado de banderas (los hombres, aunque no fueran militares, se ponían firmes en las calles cercanas mientras duraba el cornetín del arriado)
Los cuarteles (había muchos, muchos, por la calle Vitoria, por el Museo de la Evolución..., y por más sitios)
Soldados por las calles y en los cines (el color caqui inundaba la ciudad en las horas de paseo. Los domingos, en la sesión de las 5, los cines olían a caballerías)
Desfiles militares (abundantes y con cualquier motivo)
Los soldados saludan en las calles a los oficiales y superiores (como en el cuartel; los pobrecitos no paraban de levantar la mano, era de ver)
RELIGIOSOS
El Viático (nos arrodillábamos al pasar. Iba el cura y un monaguillo con una campanilla)
Las Procesiones (colchas en balcones y ventanas; participaba todo Burgos, creo. Había muchas y con cualquier motivo)
Procesiones con militares con casco brillante (jalonaban y protegían las dos aceras de la procesión; en las de verano, les salían goterones de sudor bajo el casco de hierro marrón)
Los “monumentos” (era un entretenimiento para jóvenes y mayores ir a visitar los monumentos de la Semana Santa en las iglesias)
Semana Santa (no se podía cantar ni bailar, ni chiflar; no había cine ni baile)
Navidad, recorrido por los belenes de las parroquias, conventos y colegios (jóvenes y mayores)
Seminaristas de paseo y bonetes (largas comitivas de negro y morado por las calles; el poco tráfico que había se interrumpía para dejarlas pasar de una acera a otra)
Campanadas de la catedral, y otras muchas parroquias (desde muy de mañana ya sonaban, todas coincidían y era un gran concierto)
Captación de vocaciones religiosas en las escuelas (venían los frailes a clase sorpresivamente y animaban a los chicos a seguir la carrera. No era mala cosa, porque te enseñaban y te daban de comer gratis, lo que era ciertamente goloso para algunas casas necesitadas o de familia numerosas)
Besos al anillo del obispo y a la mano de los curas (a veces daban un caramelo)
Arco de San Juan. Los chicos de cada barrio hacíamos un arco en la calle con ramas de árbol, a veces sobre una especie de altarcito. Le llamábamos el Arco de San Juan, y con eso íbamos a pedir con un platito algún tipo de aguinaldo. "Una perrita pal Arco de San juan", decíamos a los mayores que asaltábamos. A veces hasta sin arco, y por eso algunos preguntaban: ¿Dónde está tu arco, majo?
AFIRMACIÓN DEL REGIMEN
La Sección Femenina (daban clases de Formación del Espíritu Nacional, hacían y enseñaban gimnasia, ayudaban a pobres... y otras muchas cosas)
El Hogar de Falange (estaba en la calle Defensores de Oviedo. Para entrar en él había que saludar con el saludo fascista y con taconazo. Tenía salón de cine, futbolines, mesas de billar y de pim pom, y en el invierno hacía algo menos frío que en la calle)
Las coronas de José Antonio en la Catedral (todos los años, el 20 de noviembre, Día del Dolor, había concentración en la plaza del Rey San Fernando; se ponían coronas de laurel a José Antonio, en una pared junto a la puerta del Sarmental, y se cantaba el Cara al Sol con el brazo en alto. Impresionaba, se ponían los pelos de punta)
OTRAS COSTUMBRES
Niños abandonados (en el torno del Hospicio y en los portales)
Peleas en la calle (sobre todo al salir de los bailes en el Club Ciclista)
Borrachos en la calle (se veían muchos, no se tenían)
El luto y los entierros (se ponía brazalete ancho en una manga de la chaqueta)
Los aguinaldos y los guardias de tráfico (los guardias urbanos, con sus cascos blancos, y a veces con largos tabardos, se ponían en las intersecciones de las calles, en una especie de isleta. Y en Navidad los comerciantes de la zona dejaban aguinaldos a su alrededor)
El Espolón (se paseaba para arriba y para abajo, una y cien veces, mañana y tarde. Los chicos y chicas se echaban miradas cómplices y se ligaba, "a la próxima vuelta le digo algo")
Los charlatanes (La Maña en el Puente San Pablo; vendía cosas milagrosas, de todo, y gritaba mucho subida en un pedestal)
Los ciegos adivinadores (Se ponían entre el mercado sur y la estación de autobuses ; hacían trampa, pero dejaban embobado al personal que les hacía corro. Llevaban una ayudanta que estaba al tanto del engaño)
Comida-merienda el día la Virgen de Agosto (se decía “ir de merienda”, iba toda la familia. No faltaba en la cesta de las viandas el melón o la sandía, tampoco el vino y la gaseosa. Generalmente se iba a La Quinta, y se tendían los manteles bajo los chopos)
Los carameleros de los cines (gritaban en los descansos: ¡hay caramelos y bombones!)
Los acomodadores del cine (vestían de uniforme y reñían a los espectadores ruidosos o a las parejas que se sobrepasaban)
Los bebés iban al cine (las madres iban al cine con sus hijos recién nacidos. Y cuando estos lloraban, alguien en la sala gritaba: "¡Que le den la tetaaaa!", y la mujer se salía al vestíbulo hasta que el niño se calmaba, luego entraba otra vez)
Lavanderas bajo los puentes del Arlanzón (tendían las coladas en el verde de las orillas)
Vareo de los colchones (se sacaba la lana de los colchones y se la golpeaba con una vara para ahuecarla; se hacía en cualquier sitio, pero gustaba más en el río, una o dos veces al año)
Las putas de San Gil (soldados haciendo cola en la calle; el agua de cada servicio lo tiraban a la calle)
Lavanderas en el Arlanzón
DOMÉSTICOS
Habitaciones con derecho a cocina (pues eso mismo)
Cocina económica (la paila y el agua caliente. Los pies fríos o los calcetines mojados dentro del horno producía sabañones)
Cocinas de petróleo (olor pestilente que lo impregnaba todo)
La carbonería (carbón de piedra y de bolas, granza, sacos de astillas; el carbonero subía los sacos a los pisos, en su espalda y con gran esfuerzo, como ahora los butaneros suben la bombona)
Rebuscadoras de carbón en la estación de tren (generalmente mujeres vestidas de negro)
Retretes colectivos en las casas (en el último piso)
Sardinas arenques (se las quitaba la piel en los quicios de las puertas o con papel de estraza y a manotazos)
La radio (se ponía colgada en una pared de la cocina, sobre unas palomillas, a modo de altarcillo. También las había de galena, en cuyo caso la antena se enganchaba al somier de la cama)
Chinches (salían en las uniones de los travesaños de las camas y se combatían con unos polvos)
Cucarachas (vivían en las carboneras de las casas y por las noches salían a merodear por la cocina)
Ratones (lo mismo)
DIVERSIONES, JUEGOS Y PICIAS DE NIÑOS/AS
Los niños en las calles (no había en las casas ni televisión ni ordenadores; la calle era la televisión y el Internet de entonces)
Los juegos (muchos y todos en la calle; El Guincho, La Tala, la Trompa, el Huevo (con bolas y calinches, y dinero, ¡hasta de peseta!), la meta (en medio de la carretera), las Chapas, los Cacos, el Guá; Tres navíos en el mar, y más...)
El Aro (corriendo y haciendo rodar el aro, íbamos hasta La Milanera cuando allí jugaba nuestro equipo de fútbol en la liga de barrios... San Felices, San Pedro, la SESA, Los Vadillos....)
La Cueva del Moro (exploraciones en la cueva del castillo. Había quien decía que desde la cueva se podía salir a la catedral. A la entrada hacíamos muros con piedras para dejar cerrados a otros que estaban dentro)
Las dreas (batallas con piedras entre las pandillas de los barrios. Para provocarla o concertarla, se gritaba: "¡Queremos drea, queremos drea!")
Petardos de clorato potásico y azufre (la mezcla se ponía debajo de un canto rodado, se daba un zapatazo al canto y ... ¡pummmm!; este se partía por la explosión)
El Bote (se hacía un hoyo en el suelo, se introducía un pedazo de carburo, se echaba agua, se metía un bote con un agujero, se le sellaba con barro, se prendía fuego al gas que salía por el agujero y el bote salía disparado como un cohete a la luna)
La tramilla en los llamadores (se ataba una tramilla al llamador de cualquier piso alto y se tiraba desde el portal. Salía el vecino y no veía a nadie, y así durante un rato)
Palo a las huertas (“dar palo”, robar (mangar) fruta de los árboles en las huertas era un entretenimiento más de los chicos)
Captura de pájaros con liga (se ponía liga en juncos y se dejaban en pequeños arroyos o charcas donde se sabía que los pájaros iban a beber; por lo general se cogían colorines, verdelones y gorriones
Los Trampones (pequeña cascada en el Arlanzón aprovechada para el baño por los chicos; las chicas miraban, sentadas en el malecón)
Cines en el Liceo y el Círculo (era los domingos por la tarde y valía una peseta: a la entrada y salida se cambiaban novelas; en "Los tachuelas" se rezaba el Rosario antes de empezar la película)
DIVERSIONES DE ADULTOS, HOMBRES Y MUJERES
Bailes de los barrios, en la calle (cada barrio tenía su fiesta y baile en la calle)
El cine, los cines (había unas ocho salas de cine comercial, el más popular era el "Pulguero")
Las barracas (se ponían en La Quinta, a continuación del Cuartel de Sementales)
Circos y teatros (Teatro Circo Cirujeda, Circo Americano, Circo Atlas, con sus zoológicos)
Fútbol en el Campo Zatorre (vecinos veían los partidos desde las ventanas de las casas colindantes. Había dos equipos en la ciudad, El Burgos y el Juventud. Venían a jugar equipos como el Astorga, el Hullera, etc. había un portero muy famoso que le llamaban El Trucha, que lo mismo hacía paradas increíbles que metía goles de puerta a puerta.
Ciclismo (El Velódromo de La Quinta; la Carrera del Pavo en Navidad; la Carrera de los Puentes)
ESCUELA PRIMARIA
Los colegios (San Pablo, Liceo, Círculo, San Antonio, El Zapatito, San José (Los Cagones), etc, etc.).
Colegios en casas particulares (cualquier señora medianamente ilustrada, sin ser maestra, podía dar clases en su domicilio)
En el aula de la escuela estaban presentes Franco, José Antonio y la Inmaculada Concepción, y para el encerado se gastaba tiza de yeso de mina.
La Tarela (Se llamaba “hacer la tarela” cuando, voluntariamente y sin motivo que lo justificara, no se iba a clase)
La estufa en invierno (Para empezar la clase por la mañana había que encender una estufa, Si no tiraba bien y echaba mucho humo (cosa corriente) los chicos salíamos al patio hasta que aclarara la niebla. Y en ello se nos iba la mañana).
EL HAMBRE
El chusco y las algarrobas en el Parque de Intendencia de San Francisco (los chuscos eran sólo para militares y su familia; a veces, apiadados, los soldados daban algarrobas a los chicos que no eran allegados a los militares)
Leche en polvo y queso americanos del Plan Marshall (nos entretenía las mañanas en la escuela, sobre todo cuando había que encender la estufa para hervir el perol de la leche; se nos iba la mañana en ello)
Los gatos de los túneles del Arlanzón (algunos con más hambre que otros se los comían como si fueran conejos)
La pesca a mano en el río (los chicos conocíamos cada cueva, cada piedra, cada ladrillo donde vivían los cangrejos en el Arlanzón)
Los escaparates con cestas de Navidad (a través del vaho de los cristales, los chicos las devorábamos con los ojos)
EL FRÍO Y SUS CONSECUENCIAS, ALIVIOS
El Frío Industrial (fábrica de hacer refrescos en la calle Madrid)
El frío hacía salir sabañones (los sabañones eran muy frecuentes y molestos; ahora, con el cambio climático, ya casi no se dan)
La fábrica de hielo (en la calle El Tinte. Se compraban barras de hielo para los bares, las casas y para cuando se iba de merienda a La Quinta en verano)
Los frigoríficos de hielo (los debía haber, pero debía ser sólo en las casas de los más pudientes)
Flores y hojas de hielo en los cristales (la condensación producía arte en los cristales. Ahora, con el calor de las calefacciones, eso se ha perdido. Una pena, porque era un arte muy bonito)
Los caleros y hornos de cal (estaban en la calle de Los Alfareros, servían también para calentarse en invierno las personas y para hervir los pucheros las mujeres)
La paila (era un depósito para agua caliente que tenía la cocina económica, una bendición)
El brasero (funcionaba con carbón vegetal; tenía una alambrera que lo cubría y se ponía debajo de la mesa camilla; producía un tufo que podía llegar a ser mortal)
LOS BARRIOS
Del centro y "pudientes" (los chicos del sur generalmente no solíamos acercarnos a ellos, no sé por qué, quizá porque nos pillaba lejos. Ir al otro lado del río era ya mucho viajar, toda una aventura y expedición)
Lejanos y al otro lado del río (al sur, San Isidro, Alfareros, carretera de Arcos y compañía, éramos los mejores)
Barriada Yagüe y San Esteban (las pandas de aquellos barrios daban miedo; tenía que ser muy osado cualquier otro barrio para enfrentarse en drea con ellas)
MEDIOS DE COMUNICACIÓN
La radio colgada en un altar de la cocina (el Parte “por Dios por la patria y el rey”, “Viva Franco”, “Arriba España”)
Los programas de la radio (Matilde, Perico y Periquín; Pepe Iglesias “El Zorro”, y “ustedes pueden ser formidables”, de Alberto Oliveras, con la Sinfonía del Nuevo Mundo)
La prensa (El Diario, La Voz de Castilla, La Hoja del Lunes)
Vendedores de periódicos (gritaban en las calles agitando un ejemplar. Lupita era uno de ellos, "¡Ha muerto el Santo Padre", gritó una mañana, agitando el periódico cuando murió Pío XII)
LA ESTACIÓN DEL TREN
Las locomotoras de vapor (echaban mucho humo y niebla y hacían un ruido tremendo, que era algo así como ¡fa, fa, fa, fa!
Los depósitos de aguadas (eran, altos, redondos, plateados de purpurina, y tenían una manguera que giraba con la que se cargaba el agua en las máquinas de los trenes)
Las vías del tren (había una que llevaba a la gente a los pueblos del norte y del sur de Burgos; por ella circulaba el ferrocarril Santander-Mediterráneo. Después había otra vía que llevaba a los emigrantes hacia Europa. El Correo, El Rapidillo, El Expreso, trenes para la memoria)
Los maleteros de la estación (tenían un carrito de mano para llevar las maletas a los usuarios que se lo pedían)
El Guarda Jurado de la estación (llevaba uniforme y escopeta; era el terror de los chicos que jugábamos en los vagones)
Y muchas más cosas que ahora no recuerdo, porque la memoria es frágil.
EL HAMBRE
El chusco y las algarrobas en el Parque de Intendencia de San Francisco (los chuscos eran sólo para militares y su familia; a veces, apiadados, los soldados daban algarrobas a los chicos que no eran allegados a los militares)
Leche en polvo y queso americanos del Plan Marshall (nos entretenía las mañanas en la escuela, sobre todo cuando había que encender la estufa para hervir el perol de la leche; se nos iba la mañana en ello)
Los gatos de los túneles del Arlanzón (algunos con más hambre que otros se los comían como si fueran conejos)
La pesca a mano en el río (los chicos conocíamos cada cueva, cada piedra, cada ladrillo donde vivían los cangrejos en el Arlanzón)
Los escaparates con cestas de Navidad (a través del vaho de los cristales, los chicos las devorábamos con los ojos)
EL FRÍO Y SUS CONSECUENCIAS, ALIVIOS
El Frío Industrial (fábrica de hacer refrescos en la calle Madrid)
El frío hacía salir sabañones (los sabañones eran muy frecuentes y molestos; ahora, con el cambio climático, ya casi no se dan)
La fábrica de hielo (en la calle El Tinte. Se compraban barras de hielo para los bares, las casas y para cuando se iba de merienda a La Quinta en verano)
Los frigoríficos de hielo (los debía haber, pero debía ser sólo en las casas de los más pudientes)
Flores y hojas de hielo en los cristales (la condensación producía arte en los cristales. Ahora, con el calor de las calefacciones, eso se ha perdido. Una pena, porque era un arte muy bonito)
Los caleros y hornos de cal (estaban en la calle de Los Alfareros, servían también para calentarse en invierno las personas y para hervir los pucheros las mujeres)
La paila (era un depósito para agua caliente que tenía la cocina económica, una bendición)
El brasero (funcionaba con carbón vegetal; tenía una alambrera que lo cubría y se ponía debajo de la mesa camilla; producía un tufo que podía llegar a ser mortal)
LOS BARRIOS
Del centro y "pudientes" (los chicos del sur generalmente no solíamos acercarnos a ellos, no sé por qué, quizá porque nos pillaba lejos. Ir al otro lado del río era ya mucho viajar, toda una aventura y expedición)
Lejanos y al otro lado del río (al sur, San Isidro, Alfareros, carretera de Arcos y compañía, éramos los mejores)
Barriada Yagüe y San Esteban (las pandas de aquellos barrios daban miedo; tenía que ser muy osado cualquier otro barrio para enfrentarse en drea con ellas)
MEDIOS DE COMUNICACIÓN
La radio colgada en un altar de la cocina (el Parte “por Dios por la patria y el rey”, “Viva Franco”, “Arriba España”)
Los programas de la radio (Matilde, Perico y Periquín; Pepe Iglesias “El Zorro”, y “ustedes pueden ser formidables”, de Alberto Oliveras, con la Sinfonía del Nuevo Mundo)
La prensa (El Diario, La Voz de Castilla, La Hoja del Lunes)
Vendedores de periódicos (gritaban en las calles agitando un ejemplar. Lupita era uno de ellos, "¡Ha muerto el Santo Padre", gritó una mañana, agitando el periódico cuando murió Pío XII)
LA ESTACIÓN DEL TREN
Las locomotoras de vapor (echaban mucho humo y niebla y hacían un ruido tremendo, que era algo así como ¡fa, fa, fa, fa!
Los depósitos de aguadas (eran, altos, redondos, plateados de purpurina, y tenían una manguera que giraba con la que se cargaba el agua en las máquinas de los trenes)
Las vías del tren (había una que llevaba a la gente a los pueblos del norte y del sur de Burgos; por ella circulaba el ferrocarril Santander-Mediterráneo. Después había otra vía que llevaba a los emigrantes hacia Europa. El Correo, El Rapidillo, El Expreso, trenes para la memoria)
Los maleteros de la estación (tenían un carrito de mano para llevar las maletas a los usuarios que se lo pedían)
El Guarda Jurado de la estación (llevaba uniforme y escopeta; era el terror de los chicos que jugábamos en los vagones)
Y muchas más cosas que ahora no recuerdo, porque la memoria es frágil.
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Ciudad de Burgos
miércoles, 22 de julio de 2009
LAS CANTERAS DE HONTORIA-CUBILLO, OLVIDO, BARBARIE Y POSIBILIDADES
Desde que a finales del siglo pasado un destacamento militar abandonara las canteras llamadas de Hontoria, la barbarie se ha cebado en ellas. Primero fue el desguace a conciencia de las instalaciones militares, que por su buen equipamiento y excelente conservación podrían haber sido utilizadas como colonias veraniegas o cualquier otro digno uso. Después, tocaba a las mismas canteras: se quema una furgoneta en su interior, se hacen todo tipo de bacanales dentro, dejando basura por todos lados, se grafitea aquí y allá, se rompen las alambradas de protección... en fin, para qué seguir.
Pero todavía el desastre no es total. Todavía se puede recuperar este patrimonio histórico-natural con enormes posibilidades para el disfrute de la gente civilizada que, pese a lo que pueda pensarse, todavía queda, y mucha. Cabe recordar, en este sentido, la iniciativa de Aurelio Rubio Marcos en 1998, que fue secundada con entusia
Pero todavía el desastre no es total. Todavía se puede recuperar este patrimonio histórico-natural con enormes posibilidades para el disfrute de la gente civilizada que, pese a lo que pueda pensarse, todavía queda, y mucha. Cabe recordar, en este sentido, la iniciativa de Aurelio Rubio Marcos en 1998, que fue secundada con entusia
smo por el Ayuntamiento de Cubillo del Campo, para la recuperación de las canteras y su posterior uso. Desgraciadamente, tras el fallecimiento de mi querido hermano, aquella iniciativa pasó al olvido.
Siguiendo en la línea de Aurelio, aprovecho para lanzar la idea de crear un gran CENTRO DE INTERPRETACIÓN DE LAS CANTERAS DE HONTORIA-CUBILLO.... pero sin ninguna esperanza de que alguien recoja el guante.
Siguiendo en la línea de Aurelio, aprovecho para lanzar la idea de crear un gran CENTRO DE INTERPRETACIÓN DE LAS CANTERAS DE HONTORIA-CUBILLO.... pero sin ninguna esperanza de que alguien recoja el guante.
NOTICIA CALIENTE:
La red Construrock, una propuesta creada por el Instituto Geológico y Minero de España (IGME) para restaurar las canteras, tiene preparado un amplio equipo de trabajo que dará servicio tanto a los arquitectos como a la administración, para que los monumentos se restauren con materiales originales. Los equipos de trabajo de investigación son públicos y privados. En cuanto a los materiales se dará una mayor prioridad a la piedra.
José Manuel Baltuille, responsable de esta iniciativa y jefe del Área de Infraestructura Minera del IGME señala que “el primer paso es la elaboración de un catálogo o inventario de los huecos mineros que han surtido de piedra al patrimonio monumental e histórico de España. Todavía no existe ninguna figura de protección para las canteras históricas, ya que no entran en el marco del patrimonio minero ni en los lugares de interés geológico”.Muchas canteras de valor histórico están amenazadas por vertidos y urbanizaciones. “Un inventario no sólo evitaría restauraciones con materiales inadecuados sino que, además, impediría que estas canteras fueran arruinadas por vertidos, urbanizaciones, infraestructuras, etc., como ya ha sucedido en algunos lugares”, continúa Baltuille.
José Manuel Baltuille, responsable de esta iniciativa y jefe del Área de Infraestructura Minera del IGME señala que “el primer paso es la elaboración de un catálogo o inventario de los huecos mineros que han surtido de piedra al patrimonio monumental e histórico de España. Todavía no existe ninguna figura de protección para las canteras históricas, ya que no entran en el marco del patrimonio minero ni en los lugares de interés geológico”.Muchas canteras de valor histórico están amenazadas por vertidos y urbanizaciones. “Un inventario no sólo evitaría restauraciones con materiales inadecuados sino que, además, impediría que estas canteras fueran arruinadas por vertidos, urbanizaciones, infraestructuras, etc., como ya ha sucedido en algunos lugares”, continúa Baltuille.
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DESASTRES DEL PATRIMONIO BURGALÉS
martes, 21 de julio de 2009
CASONAS DE HIDALGO Y RECTORALES
Casonas de Pesadas de Burgos y de Pedrosa de Río Urbel
Por estar en lugares despoblados o abandonados; por el desconocimiento, que sería tanto como decir por la dejadez e indolencia de los responsables del patrimonio; por la incuria de los dueños o de los Ayuntamientos; por la falta de sensibilidad y concienciación de la ciudadanía en general; por el egoísmo, barbarie o incultura de muchos; porque nos faltan años luz para ponernos a nivel de países que, como nuestra vecina Francia, valoran, miman y conservan su patrimonio; porque los políticos y las administraciones prefieren actuaciones de relumbrón y no por otras con visión de conjunto; porque a muy pocos políticos y ciudadanos quita el sueño que una o cien ermitas románicas, un castillo o cien castillos, una o cien casas palaciegas, uno o cien monasterios medievales, una muestra o mil de arquitectura popular incomparable e insustituible desparezcan.
Por eso -y no me hablen de dinero, que hace ya tiempo que perdí la inocencia-, nuestro patrimonio va degradándose y/o desapareciendo.
Por estar en lugares despoblados o abandonados; por el desconocimiento, que sería tanto como decir por la dejadez e indolencia de los responsables del patrimonio; por la incuria de los dueños o de los Ayuntamientos; por la falta de sensibilidad y concienciación de la ciudadanía en general; por el egoísmo, barbarie o incultura de muchos; porque nos faltan años luz para ponernos a nivel de países que, como nuestra vecina Francia, valoran, miman y conservan su patrimonio; porque los políticos y las administraciones prefieren actuaciones de relumbrón y no por otras con visión de conjunto; porque a muy pocos políticos y ciudadanos quita el sueño que una o cien ermitas románicas, un castillo o cien castillos, una o cien casas palaciegas, uno o cien monasterios medievales, una muestra o mil de arquitectura popular incomparable e insustituible desparezcan.
Por eso -y no me hablen de dinero, que hace ya tiempo que perdí la inocencia-, nuestro patrimonio va degradándose y/o desapareciendo.
No se da importancia a las magníficas casas rectorales y de hidalgos del siglo XVIII que, en gran número, existen en la mitad norte de Burgos. Y sin embargo es un patrimonio de incalculable valor. Preciosas ventanas deliciosamente remarcadas, sillares labrados con el mimo de una época de canteros artistas, perfectos arcos de piedra que hablan con elocuencia de la hidalguía castellana, se derrumban ante la indiferencia de los ayuntamientos, de las administraciones y de los propios habitantes de los pueblos. Nos da igual, pero seguimos hablando de lo importante que es el turismo para asentar población.
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DESASTRES DEL PATRIMONIO BURGALÉS
LA IGLESIA ROMÁNICA DE VALDEARNEDO
Antes y después del ábside de Valdearnedo. Han transcurrido 20 años de una fotografía a otra.
Despoblados como Valdearnedo son lugares en los que los expoliadores actúan con entera libertad, dejando el patrimonio existente hecho unos zorros. Y si a ello se suma el desinterés de quien debe velar por su protección o rescate, entonces la tragedia se consuma indefectiblemente.
En 1989 el delicioso ábside de la iglesia de Valdearnedo todavía presentaba un aspecto aceptable y apto para su recuperación. Hoy, 20 años después, la iglesia es ya irrecuperable. Por eso hay que insistir en la necesidad de crear un parque románico en la ciudad o en algún lugar elegido, en donde se puedan ubicar y proteger las manifestaciones románicas que todavía quedan pero que les queda poco tiempo de permanencia.
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DESASTRES DEL PATRIMONIO BURGALÉS
CASAS NOTABLES DE BURGOS (II)
CASA DE PRUDENCIO DORRONSORO O
CUANDO EL LADRILLO SE HACE ARTE
Diario 16 Burgos, 12 diciembre 1993
El paseo sosegado por la calle Santander, si es que el tráfico de esta transitadísima rúa burgalesa permite tal lujo en el día de hoy, depara al buen observador el regusto de la contemplación de una serie de edificios de vieja y espléndida factura y no menos interesante diseño. Algunos son propios de una época dorada de la arquitectura doméstica en Burgos, cual fue el final del siglo pasado (XIX) y los primeros del XX. Destaca entre todos ellos uno, con fachadas a las calles de Santander, avenida del Cid y San Juan, que en el momento de su construcción recibió el nº 51 de la última calle citada. Se trata de una ejemplar edificación en la que se conjugan, de manera armoniosa, ladrillo, piedra, hierro y madera, incluso algunas labores escultóricas y bandas de azulejos, cuya autoría hay que atribuir al maestro de obras Eduardo Olasagasti Irigoyen. A él hay que agradecer la magistral utilización del ladrillo en esta casa y de él podían haber tomado buena nota algunos arquitectos de hoy, cuando de forma masiva, desnuda e impersonal han hecho y hacen uso del caravista.
El nacimiento de esta casa se remonta a 1853, año en el que el Ayuntamiento Constitucional concede licencia de construcción en un solar de su propiedad a José Martínez de Velasco. La obra, empero, quedó paralizada por espacio de diez años, ignorándose los motivos, siendo reanudada en 1894 por el nuevo dueño del solar, Prudencio Dorronsoro, a quien el Consistorio da permiso para edificar según planos, en expediente de 22 de julio de ese año. (AMBU).
No es común que un edificio se resuelva a tres calles, como es este el caso (Santander, San Juan y Plaza del General Santocildes), por ello, y debido a que cada una tenía su propia catalogación, existió algún problemilla en la resolución De la altura que debía tener, que al final quedó establecida en 18 metros. Por lo demás, su alzado no originó ninguna otra cuestión conocida. La presencia de un edificio de estas características debió suponer, para la época en que fue construido, un toque de modernidad. Por el lado oriental se abría a grandes espacios no urbanizados y ocupados por huertos lindantes con los ríos Vena y Pico. Los vecinos que ocuparon la fachada orientada hacia Los vadillos serían testigos de excepción, durante medio siglo, de los movimientos de tropas y piezas de artillería en el Parque de Artillería de San Idelfonso, que entonces estaba situado a los pies de la casa, en la Plaza del General Santocildes. Igualmente, asomados a las ventanas, serían observadores de privilegio del trasiego en el gran casetón del mercado norte que estuvo presente hasta 1967 en la misma plaza.
Diario 16 Burgos, 12 diciembre 1993
El paseo sosegado por la calle Santander, si es que el tráfico de esta transitadísima rúa burgalesa permite tal lujo en el día de hoy, depara al buen observador el regusto de la contemplación de una serie de edificios de vieja y espléndida factura y no menos interesante diseño. Algunos son propios de una época dorada de la arquitectura doméstica en Burgos, cual fue el final del siglo pasado (XIX) y los primeros del XX. Destaca entre todos ellos uno, con fachadas a las calles de Santander, avenida del Cid y San Juan, que en el momento de su construcción recibió el nº 51 de la última calle citada. Se trata de una ejemplar edificación en la que se conjugan, de manera armoniosa, ladrillo, piedra, hierro y madera, incluso algunas labores escultóricas y bandas de azulejos, cuya autoría hay que atribuir al maestro de obras Eduardo Olasagasti Irigoyen. A él hay que agradecer la magistral utilización del ladrillo en esta casa y de él podían haber tomado buena nota algunos arquitectos de hoy, cuando de forma masiva, desnuda e impersonal han hecho y hacen uso del caravista.
El nacimiento de esta casa se remonta a 1853, año en el que el Ayuntamiento Constitucional concede licencia de construcción en un solar de su propiedad a José Martínez de Velasco. La obra, empero, quedó paralizada por espacio de diez años, ignorándose los motivos, siendo reanudada en 1894 por el nuevo dueño del solar, Prudencio Dorronsoro, a quien el Consistorio da permiso para edificar según planos, en expediente de 22 de julio de ese año. (AMBU).
No es común que un edificio se resuelva a tres calles, como es este el caso (Santander, San Juan y Plaza del General Santocildes), por ello, y debido a que cada una tenía su propia catalogación, existió algún problemilla en la resolución De la altura que debía tener, que al final quedó establecida en 18 metros. Por lo demás, su alzado no originó ninguna otra cuestión conocida. La presencia de un edificio de estas características debió suponer, para la época en que fue construido, un toque de modernidad. Por el lado oriental se abría a grandes espacios no urbanizados y ocupados por huertos lindantes con los ríos Vena y Pico. Los vecinos que ocuparon la fachada orientada hacia Los vadillos serían testigos de excepción, durante medio siglo, de los movimientos de tropas y piezas de artillería en el Parque de Artillería de San Idelfonso, que entonces estaba situado a los pies de la casa, en la Plaza del General Santocildes. Igualmente, asomados a las ventanas, serían observadores de privilegio del trasiego en el gran casetón del mercado norte que estuvo presente hasta 1967 en la misma plaza.
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Ciudad de Burgos
CASAS NOTABLES DE BURGOS (I)
UNA ALINEACIÓN CON PROBLEMAS
Historia inédita del edificio del hotel Norte y Londres
Diario 16 Burgos, 28 noviembre 1993
A punto estuvo la calle Laín Calvo, en Burgos, de tener una embocadura angosta, tanto que no se hubiera parecido en nada a la que ahora tiene, bien amplia por cierto.
Durante casi dos años (1862-1864), el Ayuntamiento Constitucional de la ciudad mantuvo una reñida pugna con la condesa viuda de Bornos, a través de su apoderado Modesto López de la Riva, por insistir la nobiliaria dama, afincada en Madrid, en levantar un edificio sobre el solar que se liberó después de que una casa torre, también de su propiedad, se arruinara hacia la mitad del siglo pasado (XIX) en la Plazuela de la Audiencia, actualmente nº 1 de la plaza de Alonso Martínez. El Ayuntamiento, por aquel entonces contrario ya al desarrollo espontáneo de la ciudad, con buena lógica y mirando por la conveniencia el ornato público y la mejor circulación de personas y carruajes, “así como la mayor ventilación de la calle más larga y concurrida de la ciudad”, defendió a través de su Comisión de Obras, con uñas y dientes, que la nueva casa que se pretendía “con un ángulo extraordinario”, se ajustara a la línea recta que marcaban las casas que ya estaban de Primitivo Navaes y Jalón (las que comienzan en la calle del Arco del Pilar) y que en aquel momento llegaban hasta cerca del establecimiento EL Castellano.
Por su parte, la mencionada condesa, aferrándose a unas “líneas acordadas”, en un pleno de 1850, de reñida votación, pretendía irrumpir, según planos que se adjuntaban en la solicitud de la licencia de obras, hasta prácticamente la mitad de la anchura que ahora tiene la calle. A lo que, de haberse llevado acabo, hubiera provocado, según la sensata Comisión de Obras, “las murmuraciones de todos cuantos nacionales y extranjeros repararan en semejante deformidad” (Archivo Municipal)
Afortunadamente, y después de que incluso fuera solicitada la mediación del Gobernador Civil de la provincia, debió prevalecer el buen juicio del Ayuntamiento Constitucional, porque ya en el último cuarto del siglo XIX la casa, una de las más bellas de Burgos, estaba levantada y destinada a sucursal del banco de España. Algo más tarde y luego de que esta oficina bancaria fuera trasladada al paseo de La Isla, el precioso edificio se convirtió en el actual hotel Norte y Londres, a cuyo dueños, Máximo y Germán Manzanedo, el Ayuntamiento concede en 1910 licencia para colocar un rótulo de bronce y una marquesina en la puerta principal de la casa.
Historia inédita del edificio del hotel Norte y Londres
Diario 16 Burgos, 28 noviembre 1993
A punto estuvo la calle Laín Calvo, en Burgos, de tener una embocadura angosta, tanto que no se hubiera parecido en nada a la que ahora tiene, bien amplia por cierto.
Durante casi dos años (1862-1864), el Ayuntamiento Constitucional de la ciudad mantuvo una reñida pugna con la condesa viuda de Bornos, a través de su apoderado Modesto López de la Riva, por insistir la nobiliaria dama, afincada en Madrid, en levantar un edificio sobre el solar que se liberó después de que una casa torre, también de su propiedad, se arruinara hacia la mitad del siglo pasado (XIX) en la Plazuela de la Audiencia, actualmente nº 1 de la plaza de Alonso Martínez. El Ayuntamiento, por aquel entonces contrario ya al desarrollo espontáneo de la ciudad, con buena lógica y mirando por la conveniencia el ornato público y la mejor circulación de personas y carruajes, “así como la mayor ventilación de la calle más larga y concurrida de la ciudad”, defendió a través de su Comisión de Obras, con uñas y dientes, que la nueva casa que se pretendía “con un ángulo extraordinario”, se ajustara a la línea recta que marcaban las casas que ya estaban de Primitivo Navaes y Jalón (las que comienzan en la calle del Arco del Pilar) y que en aquel momento llegaban hasta cerca del establecimiento EL Castellano.
Por su parte, la mencionada condesa, aferrándose a unas “líneas acordadas”, en un pleno de 1850, de reñida votación, pretendía irrumpir, según planos que se adjuntaban en la solicitud de la licencia de obras, hasta prácticamente la mitad de la anchura que ahora tiene la calle. A lo que, de haberse llevado acabo, hubiera provocado, según la sensata Comisión de Obras, “las murmuraciones de todos cuantos nacionales y extranjeros repararan en semejante deformidad” (Archivo Municipal)
Afortunadamente, y después de que incluso fuera solicitada la mediación del Gobernador Civil de la provincia, debió prevalecer el buen juicio del Ayuntamiento Constitucional, porque ya en el último cuarto del siglo XIX la casa, una de las más bellas de Burgos, estaba levantada y destinada a sucursal del banco de España. Algo más tarde y luego de que esta oficina bancaria fuera trasladada al paseo de La Isla, el precioso edificio se convirtió en el actual hotel Norte y Londres, a cuyo dueños, Máximo y Germán Manzanedo, el Ayuntamiento concede en 1910 licencia para colocar un rótulo de bronce y una marquesina en la puerta principal de la casa.
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Ciudad de Burgos
SAN MARTÍN DE UBIERNA TIENE UN TRANSFORMADOR
A veces, los transformadores, postes y cables de la luz se ponen en lugares poco acertados. El ejemplo de San Martín de Ubierna que aquí se trae, con los tres elementos citados pegados a la iglesia, es paradigmático y habla de nuestra nula sensibilidad hacia el patrimonio.
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DESASTRES DEL PATRIMONIO BURGALÉS
lunes, 20 de julio de 2009
FUENTE VIEJA DE TREVIÑO
Un fuente del siglo XIII, la única fuente medieval con forma de auténtica capilla eclesial que conocemos en Burgos, se degrada a pasos agigantados y sin que nadie haga nada por remediarlo. Las fuentes es un patrimonio al que ni se le ha concedido ni se le concede valor alguno, pero en el caso de Treviño, de extraordinaria originalidad y de icalculable valor arquitectónico y artístico, su conservación y dignificación es de obligado cumplimiento por parte de las administraciones.
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DESASTRES DEL PATRIMONIO BURGALÉS
TORRE DE SANTA CRUZ DE ANDINO
La visión que hoy ofrece este torreón medieval es inaudita, degradante, aberrante... Es una manifestación más del cariño con el que tratamos a nuestro patrimonio histórico artístico. Pajares, cochiqueras y contenedores de la basura adosados, torretas de hormigón de la luz, puertas metálicas aliñadas con ladrillo... en fin, un desastre. Y todo ello mientras la torre está al acecho de derrumbarse.
Publicado por Elías Rubio Marcos en lunes, julio 20, 2009 0 comentarios
Publicado por Elías Rubio Marcos en lunes, julio 20, 2009 0 comentarios
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DESASTRES DEL PATRIMONIO BURGALÉS
PORTADA ROMÁNICA DE VILLAESCUSA DE BUTRÓN
La iglesia hundida tras la despoblación del pueblo, y su portada románica esperando también su fin ante la impasibilidad de quien debería velar por nuestro patrimonio. Villaescusa, un pueblo lleno de casonas de hidalgo, donde se podrían hacer grandes cosas para beneficio de la industria turística, es la imagen de la desolación y de nuestra propia dejadez.
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DESASTRES DEL PATRIMONIO BURGALÉS
PALACIO DE CADIÑANOS
El soberbio palacio renacentista de Cadiñanos sigue su inexorable camino hacia la ruina total. Y no sólo eso, para más burla hacia el arte y la historia que encierran sus muros, un burdo chiringuito oculta desde hace años una de sus bellas portadas (ver fotos comparativas). Y no sólo eso, torretas de hormigón y cables de la luz por doquier ocultan y degradan su imagen. Por no hablar de una horrible urbanización cercana que "decora" el ambiente renacentista. En fin un auténtico insulto hacia el arte burgalés y hacia nosotros mismos.
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DESASTRES DEL PATRIMONIO BURGALÉS
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