Elías Rubio Marcos y su "CAJÓN DE SASTRE"

Recopilación de artículos publicados y otros de nueva creación. Blog iniciado en 2009.

martes, 26 de junio de 2018

LAS FLORES DE QUINTANILLA VIVAR

                        

¿Quién siembra flores en Quintanilla?

La amapola siempre presente

 
 FOTOGRAFÍAS: Flores en Quintanilla Vivar (Tomadas en 2018 y 2002)

        De nuevo, la sorprendente floración que cada poco tiene lugar en Quintanilla Vivar ha vuelto estos días a convertirse en espectáculo natural. Hay años que, por no se sabe bien qué suerte de magia, algunas fincas de este pueblo se llenan en primavera de flores de distinta condición y color para conformar obras de arte difíciles de igualar. El milagro de este floración se produce en fincas situadas bien a la entrada o salida de este pueblo, a izquierda o a derecha indistintamente, y quienes frecuentamos esta carretera tenemos la suerte de disfrutar de la visión cada vez que circulamos por ella. ¿Qué tienen estas tierras, que no tengan otras, para crear esta indiscutible obra de arte? ¿Es algo espontáneo o quizá un atractivo turístico que las autoridades de Quintanilla han creado? ¿Por qué en lugar de flores no hay trigo, o cebada en las fincas? Preguntas para las que todavía no tengo respuesta. Aún estáis a tiempo, queridos amigos de este Cajón de Sastre, de disfrutar de esta muestra floral. Aquí os dejo algunas imágenes de este año y de la floración de 2002.


Floral de Quintanilla Vivar en 2002

Margaritas y amapolas, ¿qué tipo de cosecha es esta?



viernes, 15 de junio de 2018

UN PASEO POR EL BAJO ARLANZA


 
Los Balbases
      Una gran torre almenada...

y dos campanarios que escoltan una maravillosa portada


Rosetón en la otra iglesia, una ventana excepcional
(¿Abriremos una carpeta para los rosetones?)  



FOTOGRAFÍAS: Los Balbases. Revilla Vallejera. Villaverde Mogina. Ciudad jardín Soto Real (Tomadas en junio de 2018)

Tormentas sin fin y amenazadores nubarrones me han tenido varado largo tiempo en  “Puerto Casero”. Ayer, por fin, salió el sol para quedarse. Y fue ayer cuando me di cuenta de que el paisaje invernal había cambiado, que alguien lo había transformado y pintado de verde (la primavera había venido y yo sin enterarme). Las pocas nubes ya no amenazaban, salieron solo para embellecer. Así que, sin pensarlo dos veces, rompí amarras y salí gozoso del encierro con mi compañera. No importaba dónde ni a qué, lo urgente  era salir, salir, aunque solo fuera por la tarde, para ver cómo estaban mis pueblos en la nueva primavera.  “Pinto, pinto, gorgorito”, eché a suertes. Y me salieron los campos del bajo Arlanza. Eran caminos andados, lo sabía, pero siempre podría encontrar algo nuevo, quizá alguna ventana nueva que guardar. Y si no fuera así, que nada habría de encontrar, el paseo serviría para recordar y revivir pasos de otros tiempos, recordar los campos con sus llanos y lomas espigados. Que fue así como nuestra primera parada fue en Los Balbases, donde de nuevo sentí (sentimos) asombro por la espectacularidad de sus iglesias, una de ellas, la de San Esteban, con gran torre almenada, la otra con un rosetón digno de una catedral (¿hemos valorado suficiente este inmenso patrimonio?). Nada  voy a decir que no se haya dicho ya, mejor hago mutis y dejo que hablen las imágenes que obtuvimos. Por supuesto, y como bien podréis imaginar, queridos amigos de este Cajón de Sastre, escudriñé el pueblo, en la hora tranquila de las cinco de la tarde, barrio por barrio, calle por calle, casa por casa, en busca de ventanas singulares, una actividad que, como de sobra sabéis, me ocupa desde hace años. Y vaya, no es que fueran gran cosa, pero encontré dos ejemplares que guardar en el baúl de su negociado. Una de ellas en el esquinal de una mísera y noble ruina, las dos con las llaves de San Pedro en sus correspondientes dinteles.


Ventana con dintel tripartito
Restos de lo que debió ser un edificio noble


La iglesia presidió siempre el pueblo.
Ahora son aerogeneradores quienes lo hacen

No partimos de Los Balbases sin antes haber oteado horizontes, en uno de los cuales, el que se pierde al sur, entre el ya crecido cereal deben estar enterrados ciertos vestigios romanos que salieron a la luz en los años ochenta. ¿Qué habrá sido de ellos? Si allí siguen, que enterrados queden para siempre.

Dejamos Los Balbases y entre amapolas que los herbicidas respetaron, surcamos de nuevo los campos.  Cruzamos puentes de autovías y trenes hasta llegar a Revilla Vallejera. Aquí pudimos ver la gran casa de ladrillo donde nació, en 1838, el doctor Antonio Alonso Cortés, catedrático de Medicina en la Universidad de Valladold (una placa en su principal fachada recuerda el dato). Pese a su belleza, el estado ruinoso de esta casa presagia una no muy lejana desaparición. Y sería una gran pérdida, pues constituye una singular muestra de la arquitectura del ladrillo en esta parte de Burgos.  De la casa del doctor, alguien nos llevó a las afueras del pueblo para visitar La Fuentona, que como su nombre indica se trata de una fuente grande, del tipo abovedado y medieval, como tantas hay en Burgos. El ejemplar fue magnífico hasta hace muy poco, lástima que una intervención reciente (bienintencionada, sin duda) haya cambiado su imagen primigenia. Y no digo más. 


Casa en la que nació el doctor Antonio Alonso Cortés
Bella muestra de la arquitectura del ladrillo

La Fuentona de Revilla Vallejera
Cantos rodados cubren ahora las losas del abovedado

La tarde había ido cayendo, era tiempo de regresar a Burgos. Pero todavía había buena luz, mágica luz del sol que lamía y doraba los trigales, por lo que decidimos desviarnos a Villaverde Mogina. Allí podríamos ver qué fue del palacio de los Varona, si fue acabada la restauración y dado el servicio que se pretendía, o si por el contrario estaba igual que cuando lo visité en 2010, lleno de andamios. Desafortunadamente, ahora se encuentra igual, ya sin andamios pero blanco y vacío, como entonces, como un esqueleto.  De sus ventanas sin marco ni cristal, me llegaron voces del más allá, de los que allí residieron de la Asociación El patriarca, conversaciones de los drogadictos que en palacio encontraron alivio a sus adicciones. 


Palacio de los Varona en Villaverde Mojina,
un proyecto inacabado


        Cercanos a la capital, nos detuvimos en la urbanización fantasma Ciudad Jardín Soto Real, un paisaje espeluznante de ladrillo y cemento que sirve como ejemplo de todo lo que representó la ya histórica “Burbuja Inmobiliaria”. Urbanistas, geógrafos, políticos y empresarios deberían visitar de vez en cuando esta ciudad inacabada, abandonada, como lección y ejemplo de lo que nunca se debió permitir, de lo que nunca debió suceder. Sin haber sido, ya es una ruina. ¡Cuánta tristeza!,  ¡Cuantas esperanzas frustradas!








Paisaje después de la "Burbuja"
Lo que pudo haber sido y no fue, ¿podrá ser algún día?





domingo, 3 de junio de 2018

“LAS TORCAS”, UN EXTRAÑO Y CAUTIVADOR PAISAJE



Las Torcas, un paisaje de otro planeta...

donde se elevan fumarolas...
donde el ignoto vacío llegó a transformase en 
cautivadora belleza,


FOTOGRAFÍAS: Paisaje de Las Torcas (Tomadas en junio de 2018)

        Algún pintor anónimo, de desconocida escuela, inmortalizó la nada bajo las nubes, creando en ella un extraño paisaje, una figuración del planeta que llevaba en sus sueños. “Háganse Las Torcas, hágase lo que yo veo en mis vigilias nocturnas”, ordenó un día cansado de soñar y sintiéndose un dios del Arte. Y como por aquella nada no había nadie que atendiera su orden, nadie que llegara a imaginar su onírica fantasía, él mismo se puso manos a la obra. Y trabajó sin descanso, durante milenios, hasta conseguir todo lo que le atormentaba y que al mismo tiempo le hacía feliz. De sus pinceles y paletas fueron saliendo ondas odas de tierra, relieves y líneas blancas, rojas, amarillas, incluso de otras tonalidades que aún no habían sido inventadas. Su maravillosa locura le llevó a crear erosiones allí donde todavía no existía nada, en el ignoto vacío, creando cerros entrantes y salientes, esculpiendo terrosas curvas femeninas, descarnadas, que ni los barrocos llegaron a igualar. Y cuando creyó que su sueño por fin estaba realizado, se sentó en uno de los cerros que había creado para admirar su obra, tal vez a la espera de los críticos. Jamás llegó ninguno.


donde la geología y el color se dan la mano.