|
Los Balbases Una gran torre almenada... |
|
y dos campanarios que escoltan una maravillosa portada
|
|
Rosetón en la otra iglesia, una ventana excepcional
(¿Abriremos una carpeta para los rosetones?) |
FOTOGRAFÍAS: Los Balbases. Revilla Vallejera. Villaverde Mogina. Ciudad jardín Soto Real (Tomadas en junio de 2018)
Tormentas
sin fin y amenazadores nubarrones me han tenido varado largo tiempo en “Puerto Casero”. Ayer, por fin, salió el sol
para quedarse. Y fue ayer cuando me di cuenta de que el paisaje invernal había
cambiado, que alguien lo había transformado y pintado de verde (la primavera
había venido y yo sin enterarme). Las pocas nubes ya no amenazaban, salieron
solo para embellecer. Así que, sin pensarlo dos veces, rompí amarras y salí
gozoso del encierro con mi compañera. No importaba dónde ni a qué, lo
urgente era salir, salir, aunque solo
fuera por la tarde, para ver cómo estaban mis pueblos en la nueva
primavera. “Pinto, pinto, gorgorito”,
eché a suertes. Y me salieron los campos del bajo Arlanza. Eran caminos
andados, lo sabía, pero siempre podría encontrar algo nuevo, quizá alguna
ventana nueva que guardar. Y si no fuera así, que nada habría de encontrar, el
paseo serviría para recordar y revivir pasos de otros tiempos, recordar los
campos con sus llanos y lomas espigados. Que fue así como nuestra primera parada
fue en Los Balbases, donde de nuevo sentí (sentimos) asombro por la
espectacularidad de sus iglesias, una de ellas, la de San Esteban, con gran
torre almenada, la otra con un rosetón digno de una catedral (¿hemos valorado
suficiente este inmenso patrimonio?). Nada
voy a decir que no se haya dicho ya, mejor hago mutis y dejo que hablen
las imágenes que obtuvimos. Por supuesto, y como bien podréis imaginar,
queridos amigos de este Cajón de Sastre, escudriñé el pueblo, en la hora tranquila de las
cinco de la tarde, barrio por barrio, calle por calle, casa por casa, en busca
de ventanas singulares, una actividad que, como de sobra sabéis, me ocupa desde hace años. Y vaya,
no es que fueran gran cosa, pero encontré dos ejemplares que guardar en el baúl
de su negociado. Una de ellas en el esquinal de una mísera y noble ruina, las
dos con las llaves de San Pedro en sus correspondientes dinteles.
|
Ventana con dintel tripartito Restos de lo que debió ser un edificio noble |
|
La iglesia presidió siempre el pueblo. Ahora son aerogeneradores quienes lo hacen |
No partimos
de Los Balbases sin antes haber oteado horizontes, en uno de los cuales, el que se
pierde al sur, entre el ya crecido cereal deben estar enterrados ciertos
vestigios romanos que salieron a la luz en los años ochenta. ¿Qué habrá sido de
ellos? Si allí siguen, que enterrados queden para siempre.
Dejamos Los
Balbases y entre amapolas que los herbicidas respetaron, surcamos de nuevo los
campos. Cruzamos puentes de autovías y
trenes hasta llegar a Revilla Vallejera. Aquí pudimos ver la gran casa de
ladrillo donde nació, en 1838, el doctor Antonio Alonso Cortés, catedrático de Medicina en la Universidad de Valladold (una placa
en su principal fachada recuerda el dato). Pese a su belleza, el estado ruinoso
de esta casa presagia una no muy lejana desaparición. Y sería una gran pérdida,
pues constituye una singular muestra de la arquitectura del ladrillo en esta
parte de Burgos. De la casa del doctor,
alguien nos llevó a las afueras del pueblo para visitar La Fuentona, que como
su nombre indica se trata de una fuente grande, del tipo abovedado y medieval,
como tantas hay en Burgos. El ejemplar fue magnífico hasta hace muy poco,
lástima que una intervención reciente (bienintencionada, sin duda) haya cambiado su imagen primigenia. Y no
digo más.
|
Casa en la que nació el doctor Antonio Alonso Cortés Bella muestra de la arquitectura del ladrillo |
|
La Fuentona de Revilla Vallejera Cantos rodados cubren ahora las losas del abovedado |
La tarde había ido cayendo, era tiempo de regresar a Burgos. Pero todavía había buena luz, mágica luz del sol
que lamía y doraba los trigales, por lo que decidimos desviarnos a
Villaverde Mogina. Allí podríamos ver qué fue del palacio de los Varona, si fue
acabada la restauración y dado el servicio que se pretendía, o si por
el contrario estaba igual que cuando lo visité en 2010, lleno de andamios.
Desafortunadamente, ahora se encuentra igual, ya sin andamios pero blanco y
vacío, como entonces, como un esqueleto. De sus ventanas sin marco ni cristal, me llegaron voces del más allá, de los que allí residieron de la
Asociación El patriarca, conversaciones de los drogadictos que en palacio
encontraron alivio a sus adicciones.
|
Palacio de los Varona en Villaverde Mojina, un proyecto inacabado |
Cercanos a la capital, nos detuvimos en la urbanización fantasma Ciudad Jardín Soto Real, un paisaje espeluznante de ladrillo y cemento que sirve como ejemplo de todo lo que representó la ya histórica “Burbuja Inmobiliaria”.
Urbanistas, geógrafos, políticos y empresarios deberían visitar de vez en cuando esta
ciudad inacabada, abandonada, como lección y ejemplo de lo que nunca se debió permitir, de lo que nunca debió suceder. Sin haber sido,
ya es una ruina. ¡Cuánta tristeza!,
¡Cuantas esperanzas frustradas!
Paisaje después de la "Burbuja" Lo que pudo haber sido y no fue, ¿podrá ser algún día?
|