Hola, hola, ¿qué tal va el verano, queridos amigos de este Cajón de Sastre? Espero y deseo que a vuestro gusto y disfrutando mucho, los que podéis. Sí, lo sé, os he tenido muy abandonados últimamente, y por eso debo pediros otra vez disculpas. Podría aducir que esta larga usencia se debe a que me he dedicado a una ganada molicie tras el parto del libro de las ventanas, pero no sería justo ni totalmente cierto. La verdad es que durante este tiempo me he dedicado a la jardinería, que como bien debéis saber requiere también de su esfuerzo. ¡Ah, la jardinería, cuantas satisfacciones!, no pensaba yo al iniciarme en este mundo que habría de disfrutar tanto. Podría enumeraros todos los árboles y plantas a las que abrazo cada mañana y hablaros sobre las conversaciones que mantenemos, pero seguramente no me lo creeríais, ni me lo perdonaríais. Son muchas las especies que me acompañan, pero entre ellas no se encuentra el junco, el que dio origen al papiro y a los primeros libros. Esta falta la vino a compensar el maravilloso libro de Irene Vallejo El infinito en un junco, que me devolvió a la lectura tras un largo y fructífero recorrido por las palabras aladas de la tradición oral. Solo un reproche a tan magnífica obra, y es el hecho de que me costara tanto acabar de leerla. Un reproche que es agradecimiento en realidad, porque si os digo la verdad, quería que nunca acabara, de tanto como me recreaba con su lectura; por eso mismo, a cada página que avanzaba retrocedía a la anterior (una página adelante y otra hacia atrás, como los pasos en el baile de La Yenka), pues consideraba que no podía ser que tanta belleza y tanta sabiduría en cada una de ellas cayeran en un incipiente olvido absorbida por las siguientes; ¡y no había manera de avanzar! Así, pues, queridos amigos, la jardinería y el Infinito en un junco (¡qué título tan acertado!) me han tenido ocupado todo el mes de julio y me han permitido cargar las pilas para poder seguir con nuevos viajes por la provincia. Pronto volveré a la carga, espero.
MEMORIAS DE BURGOS
Recopilación de artículos publicados y otros de nueva creación. Blog iniciado en 2009.
miércoles, 30 de julio de 2025
domingo, 1 de junio de 2025
VENTANAS DE NUESTROS PUEBLOS
FOTOGRAFÍA: Portada del libro: ventana de Villanueva la Blanca
(¡YA
EN LAS LIBRERÍAS!) La Diputación Provincial de Burgos ha editado mi
nuevo libro Ventanas de nuestros pueblos. Catálogo de ventanas singulares
de la provincia de Burgos. En esta publicación y con el formato
de álbum, se reúnen más de 300 ventanas, de distintas épocas y de
diferentes estilos artísticos. Se trata de un patrimonio histórico-artístico
que hasta ahora no había sido apreciado en su conjunto y que he querido poner
en valor. En mi largo peregrinaje por
los pueblos burgaleses, de los que me reconozco un enamorado, bien lo sabéis, queridos
amigos de este Cajón de Sastre, he ido observando con atención sus calles y las
fachadas de sus casas, tomado nota de todo lo que estas me mostraban y que me parecía
de interés, ya fuera una cruz, un anagrama, una roseta protectora o una antigua
inscripción; de todo ello he ido dejando memoria escrita y gráfica, en este blog
y en anteriores publicaciones. Ahora son las ventanas en exclusiva las que han motivado este nuevo trabajo.
Ventanas
de nuestros pueblos pienso que es un libro original,
donde las piedras labradas hablan porque yo mismo he querido darles voz, y
donde lo onírico, quizá más que lo técnico, aflora en cada texto explicativo bajo
cada fotografía. Pero, sobre todo, pretende ser un canto a la belleza; cada
ventana mostrada, de un estilo artístico o de otro, es una explosión de belleza
que llega a emocionar. Ya sean de época gótica, renacentista o barroca, de una
torre o de un castillo, de una casona palaciega o de la simple casa de un
hidalgo, o incluso de una casa rectoral, que de todo ello y más hay en el álbum, las
ventanas reunidas, vistas ahora en su conjunto, forman un cuerpo visual que llega a sorprender, queridos amigos.
La
obra está desglosada en diez capítulos, a saber:
VENTANAS
DE BURGOS, UN PATRIMONIO INFRAVALORADO
VENTANAS
CON ESCUDOS
VENTANAS
CON ESCUDOS VACÍOS
OTRAS
VENTANAS CON ENCANTO
VENTANAS
CON LEYENDA
VENTANAS
EN CASONAS PALACIEGAS
VENTANAS
EN IGLESIAS Y CASAS RECTORALES
VENTANAS
CON CABEZAS HUMANAS
VENTANAS
RESPIRADEROS EN ESTABLOS Y CABALLERIZAS
BALCONES,
LOS HERMANOS MAYORES
viernes, 2 de mayo de 2025
CARBONERAS EN RETUERTA
El arte de preparar carboneras (Retuerta, marzo 2012) |
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Escaleras a la cúspide |
Han vuelto a hacer carbón, Lluvia. A lo lejos, en Retuerta, se ven nieblas sobre montañas negras. Oh, sí, Aire, veo ahora las troneras por las que sale el humo, los respiros de un vientre en cocción lenta; espero que mis gotas de hoy no malogren las hornadas, que no apaguen las ilusiones de quienes se tiñen de hollín y en las guardas se confunden con la noche. Sería triste, Lluvia, después del arte y la esperanza que pusieron los carboneros al hacer esos castillos. Preguntemos a Tasio, él nos dirá si corren peligro.
Ecos de la lluvia y el aire, 25/4/2025
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Envuelta en una niebla de sueños... |
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respira el vientre de acción lenta. |
viernes, 18 de abril de 2025
EL BURGOS DE MI INFANCIA, MEDIADOS DEL SIGLO XX (II)
FOTOGRAFÍAS: Foto Villafranca (Se aprecian las vías del desaparecido ferrocarril Santander-Mediterráneo).
Hoy
estamos de enhorabuena, queridos amigos de este Cajón de Sastre. Andrés
Camarero, del barrio de
San Pedro y San Felices, ha tenido la gentileza de enviarnos una serie de
fotografías de época, de esa zona de la ciudad, que seguro va a hacer las
delicias de muchos de vosotros. Para verlas todas he creído oportuno insertarlas
en la entrada de este blog “El Burgos de mi infancia (Mediados del siglo XX)”,
que vio la luz un ya lejano 24 de julio de 2009. Id al buscador, escribid ese
título y al final encontraréis el tesoro, siete instantáneas que representan al
barrio donde transcurrió mi niñez.
martes, 15 de abril de 2025
BODEGAS BAJO LA IGLESIA (BODEGAS XII)
Cerro de Villaldemiro con iglesia y bodegas |
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Cerro de Moradillo de Roa con iglesia y bodegas |
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Cerro de Castrillo Solarana con iglesia y bodegas |
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Cerro de Avellanosa de Muñó con iglesia y bodegas |
FOTOGRAFÍAS: Cerros de Villaldemiro (2025); Moradillo de Roa (2025); Castrillo Solarana (2024); y Avellanosa de Muñó (2025).
Por regla general, cada pueblo donde se cultivó y obtuvo vino tiene su cerro y en su cerro una iglesia, y en las laderas del cerro, bodegas. Sin un cerro, algunos pueblos no tendrían bodegas, quizá ni iglesia, y quizá ni existirían. El cerro es de origen geológico, la iglesia nace en el alto por influencia y vocación divinas, y las bodegas por necesidad alimenticia. Pero siendo esto así, cabe preguntarse: ¿Qué fue antes, las bodegas o la iglesia? Lo más probable es que fuera esta última, pues teniendo origen medieval, los pueblos nacieron con algún monje o eclesiástico al mando y no era cosa de, una vez elegido el lugar para el asentamiento, retrasar las alabanzas a Dios en lugar cerrado. Hecho el templo, y vista la necesidad de obtener y conservar el vino, a continuación, el vecindario debió empezar a horadar los cerros hasta convertirlos en laberínticos y apretados subterráneos. Todo esto parece de Perogrullo, diréis, pero me da pie para ofreceros, queridos amigos de este Cajón de Sastre, algunas imágenes en las que bodegas e iglesias, por estar tan cercanas unas de otras, parecen inseparables.
sábado, 29 de marzo de 2025
CASTILLO MEDIEVAL Y OTRA COSA
Ruinas del castillo de Torregalindo y otra cosa. |
miércoles, 12 de marzo de 2025
LA MONTAÑA CAÍDA DE VALDECONEJOS, EN ROS
La Montaña Caída de Valdeconejos. |
Camino de Valdeconejos. Al fondo puede verse La Montaña Caída. |
FOTOGRAFÍAS: Montaña Caída en el término de Ros (Tomadas en febrero de 2025)
El derrumbe de La Montaña Caída de
Valdeconejos pudo suceder por el día, pero también por la noche. Personalmente más
me inclinaría por esto último, pues siempre he tenido la impresión (no entiendo
por qué razones) de que cuando se desploma y desgarra una montaña, o se mueve o desplaza
la tierra en lugares solitarios y apartados de los núcleos de población, lo
hace con nocturnidad y sin testigos, salvo las aves nocturnas que posan cerca (Deslizamiento de Tamayo). No es
muy científica esta apreciación, lo sé y me disculpo. En cualquier caso, fuera por
el día o fuera por la noche cuando la montaña colapsó, nadie podría haber oído
el estruendo que debió producirse, de tan alejada como está de Ros (el lugar
poblado más cercano) y dada la existencia de montañas y vallejadas que se interponen en el eco.
Consultadas las personas más mayores de dicho lugar, nadie supo decirme ni la
fecha ni el momento exacto en que se produjo el derrumbe. Hay coincidencia, eso
sí, en que debió tener lugar a finales de los años setenta del siglo pasado,
entre 1977 y 1979.
Fácil de imaginar es que tuvo que
ocasionar gran ruido, dada la magnitud del “pedazo” de montaña desprendido,
cuya huella vemos hoy como si hubiera ocurrido hoy el derrumbe. La blancura del descarnado resultante es bien visible y a gran distancia pues contrasta con el gris del
resto de la montaña.
Lo que hoy se conoce como La Montaña Caída
(quizá antes del suceso geológico no recibiera nombre alguno) era hasta el momento de su derrumbe un
lugar rocoso refugio de pastores con sus rebaños. Al parecer había oquedades
suficientes para el cobijo, así como también grietas profundas en la base, lo que,
sumado al reblandecimiento de la capa margosa en que se sustentaba la capa de piedra, a consecuencia de que los años citados fueron muy húmedos, propició el colapso.
No sé a vosotros, queridos amigos de este Cajón de Sastre, pero a mí lo que de verdad me impresiona de este suceso es el momento preciso del silencio violado cuando se rompe la montaña, sobre todo si los únicos testigos de ello pudieron ser las estrellas y los búhos; hay algo mágico y a la vez tétrico en él que me produce emociones profundas. Siento que la tierra tiene su propia autonomía, que, sin nuestra colaboración, puede modificar cuando quiere la virginidad del paisaje de siglos que nos fue tan familiar, con crudeza y en tan solo un instante, en realidad, algo parecido a lo que ocurre con los terremotos.
Sobre tan peregrinas y telúricas ideas meditaba cuando, por
el camino de Valdeconejos, iba acercándome en soledad a la Montaña Caída de Ros.
lunes, 3 de marzo de 2025
LA FUENTE BÚNKER DE VILLASILOS
Impresionante arca de la Fuente Vieja. |
FOTOS: Fuente Vieja de Villasilos (Tomadas en febrero de 2025)
Solo
un hilillo de agua sale por su único y diminuto caño. Debió haber otro, o incluso más caños, más
nobles, pero aquellos desaparecieron y ahora son solo un vago recuerdo. La Fuente Vieja de Villasilos se
ha cansado, el agua encerrada debe bañarse en la pecina que debe inundar y
obstruir su interior. Nadie, en muchos años, se ha metido dentro de esta arca,
y aunque alguien quisiera meterse para limpiarla, ¿por dónde lo haría, si todo
es hermético? Es un bloque compacto cerrado a cal y canto, que más parece un búnker
o una tinaja atómica que una fuente. Me dicen que en un tiempo los vecinos de
Villasilos hacían cola en ella para proveerse de agua, y también que en épocas
de sequía la autoridad ponía candado a los caños por las noches con el fin de que ningún furtivo pudiera acaparar agua o vaciar el depósito. Es rara y original esta
fuente.
La frialdad arquitectónica del arca se intenta compensar, siquiera un poquito, con el adorno del frente. Apréciese la humildad del caño actual. |
martes, 4 de febrero de 2025
PERFORMANCE EN VILLAVETA (BODEGAS XI)
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Parcial de foto general. Mujeres y hombres, pañolones y sombreros, coloños y cestos para cargar uva, perros, y hasta un burro. Todo sirvió para dar verismo a la escena. |
FOTOGRAFÍA: Performance en las bodegas de Villaveta, de la convocatoria "Mi Pueblo es el Mejor". (fotógrafo desconocido pero que nos gustaría conocer).
Ayer volví a Villaveta, a ese pequeño lugar en el que, el 3 de septiembre pasado, refugiado en el coche con parte de mi familia, temí ser abducido y lanzado a la estratosfera como consecuencia de una descomunal tormenta, de vientos huracanados y torrencial lluvia, como jamás se había visto en el pueblo ni en su contorno. Seguro que lo recordáis, queridos amigos, pues os lo conté en este Cajón de Sastre al día siguiente, cuando la tormenta ya era solo un mal recuerdo. Quizá recordéis también que os hablé de las bóvedas de la iglesia del pueblo, que tanto nos maravillaron cuando se hizo la calma, obras dignas de una catedral y que parece increíble que se encuentren en un pueblecito tan humilde. Pero no es de esto ni de aquello de lo que hoy quería hablaros. He vuelto, digo, con mi compañera, a Villaveta, pues quería ver el rincón donde aparcamos el coche en aquella ocasión creyendo que en él íbamos a estar protegidos del ciclón. No fue así, no fue un buen refugio, ningún lugar en el exterior lo hubiera sido, tal fue la fuerza de la tempestad. En fin, todo aquello son truenos y agua pasada, y en esta nueva visita, al contrario que en la descrita, el sol fue generoso para con el pueblo, paseándose y sembrando de luz plazuelas, callejuelas y el imponente campanario palomar. Ello nos animó a pasear a nosotros también y a buscar el barrio de las bodegas (que no hay pueblo en los partidos de Villadiego y Castrojeriz que no tenga su propio barrio de bodegas, uno o incluso más). No hizo falta ir muy lejos, pronto, a las afueras, por el norte, muñones descarnados de adobe sobre un terreno alzado nos anunciaron que allí debía encontrarse dicho barrio. Como así fue. Aquellos muñones rojos parecían, en efecto, restos de bodegas derrumbadas, o por mejor decir, de los merenderos que hubo sobre ellas, aquellos donde un día se elevaron porrones y comieron arenques. Pero no todas las bodegas están hoy hundidas y enterradas, algunas hay, mochas y sin merendero, que mantienen sus puertas, lo que permite adivinar que su interior guarda la misma oscuridad y el mismo frío de los siglos pasados, además de algún vino churrillo haciendo edad. Otras pueden verse, muy pocas, sobre las que se han construido merenderos modernos de caprichosa arquitectura. Dar pasos sobre este campito, donde uno puede tropezar con las bóvedas camufladas por la hierba, es un riesgo hoy, pues los derrumbes están al acecho y puedes ser tragado al menor descuido y en cualquier momento.
Bueno,
y todo lo anterior, ¿para qué? ¿Cuál es el motivo de este introito y de esta entrada? Todo tiene
su razón de ser, amigos, os cuento. Tras nuestra visita a las bodegas, nos
acercamos a la plaza del pueblo, donde nos alegramos de que la cantina estuviera
abierta. Entramos, era buena hora para un café. Y allí fue donde saltó la sorpresa
de la mañana. En una de sus paredes vimos una fotografía enmarcada que tenía su
miga. Cuál no sería nuestra sorpresa al ver en ella a todo un pueblo reunido
delante de las bodegas que acabábamos de abandonar. La foto parecía corresponder a
una de las convocatorias anuales que en Diario de Burgos se hace cada verano con
el título de “Mi Pueblo es el Mejor”. En cada una de ellas los pueblos participantes
hacen lo que buenamente pueden para tratar de ser los “mejores”, creando
performances de todo tipo, a veces ciertamente interesantes. Este puede ser el
caso de Villaveta, que encontró la manera de recordar vendimias pasadas (aunque
no olvidadas), recuperar el valor de las bodegas y el costumbrismo ya perdido
en torno a ellas. Y así, ataviados con sombreros de paja y ropas de antaño durmientes
en los desvanes, y mostrando cestos y útiles de todo tipo necesarios para la
vendimia y transporte de la uva, los vecinos de la foto recrean un ambiente pasado
que conmueve. Llama la atención el hecho de que en la imagen solo aparezcan tres niños, el resto parece gente de cierta edad, sin duda personas que debieron conocer bien aquella vida de uvas no tan lejana.
Ahora
ya solo resta que los vecinos, hecho su cuidado performance, valoren y consoliden los testimonios de bodegas que
aún permaneces en pie para que su pueblo pueda seguir presumiendo de su pasado vitivinícola.
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Testigos añorantes de una actividad vitivinícola que hace tiempo se perdió. |
lunes, 27 de enero de 2025
UNA BODEGA MULTIUSOS (BODEGAS X)
Sobre una de las dos bodegas se construyó un merendero y un palomar |
Feliz año, amigos, y perdón por el abandono al que os he sometido. A ver si puedo abrir el Cajón, que seguro que habrá creado óxido por falta de uso. Uf, suenan los goznes, como en una película de terror, pero parece que va a haber suerte. ¡Ya está, el cajón, por fin, se ha abierto! A simple vista todo lo veo tal cuál lo dejé antes de las fiestas navideñas, o sea, como un totum revolutum de cientos de historias menores, muchas de las cuales ya tengo olvidadas. Heme aquí, pues, dispuesto a sumar contenido en este Cajón, mi particular archivo, que bien sabéis que es también el vuestro. Para ir aclimatándome, regreso a las bodegas para dar cuenta de un asuntillo relacionado que en su día me llamó la atención por su indudable valor etnográfico. Me refiero a una bodega antigua en Villangómez que, con el paso del tiempo, fue transformándose hasta convertirse en un edificio de usos múltiples. Primero (de eso hará una eternidad), fue un subterráneo del vino con todos sus pertrechos, una bodega con toda ley; después, el edificio se recreció para dar lugar a un merendero, y más tarde, un poco más para alumbrar un palomar. De esta manera, lo que hoy vemos ha de llamarnos la atención, pues nos habla de cómo, a veces, las necesidades agudizan el ingenio. Por lo que me fue contado, la bodega, con su eclecticismo popular, sufrió dichas transformaciones hacia la mitad del siglo pasado.