|
Una casa de aire clásico en Sandoval de la Reina |
FOTOGRAFÍAS: Casa y murales de Bernardino Moradillo (Tomadas en enero de 2019)
Nos
habíamos quedado en Salazar de Amaya, donde una plácida y fría mañana de enero
nos regaló un escenario de rojo intenso, de adobes sufrientes y calles
rebosantes de silencio. De Salazar partimos en busca de más ventanas, de más
rosetas. Y así, tras fugaz visita a Sotresgudo, núcleo de casa modernas y
relucientes pero ya sin la personalidad rural que un día debió tener, llegamos
a Sandoval de la Reina. Y aquí, queridos amigos de este Cajón de Sastre, surgió
la sorpresa. A punto de abandonar el pueblo vimos en la parte alta un extraño
edificio: “Parece un Partenón, vayamos a verlo”, dijo mi compañera. Dicho y hecho.
Y ya frente al edificio no salíamos de nuestro asombro: una fachada con cuatro
pares de pilastras, a imitación de algún templo clásico, rematadas con
capiteles jónicos, y un frontón con jarrones en las esquinas y medallón circular, dentro del cual dos
figuras esculpidas, un desnudo de mujer, que bien podría ser Eva, y un anciano
con ropaje de filósofo griego, pero que, por su mano alzada, en ademán
acusador, bien pudiera ser una representación divina reprendiendo a la mujer, era
algo para lo que no estábamos preparados. Porque, a ver, ¿cómo era posible que una
casa con semejante arquitectura, que tanto nos recordaba a un edificio de la
antigüedad clásica, conviviera con un sencillo caserío de los campos de Amaya? ¿Qué
anacronismo era aquel, quién fue el ideólogo de semejante atrevimiento
arquitectónico? A esas preguntas, y a más que iban surgiendo a medida que
admirábamos la fachada, vino a respondernos la dueña actual de la casa, María
Santos Mediavilla, a quien tuvimos la fortuna de encontrar junto a ella. Por su
gentileza supimos que el “arquitecto” de tan culta obra fue Benedicto Moradillo Ruiz,
un artista de Sandoval de la Reina, nacido en 1916, en cuya dilatada y no muy
conocida trayectoria profesional (ver “Semblanza” publicada por su paisano
Julio Asenjo Alonso) se entrecruza su labor como Maestro de Primera Enseñanza,
en Burgos (Gallejones de Zamanzas) y en Madrid, y luego como profesor de latín
y griego, también en la capital de España, y su dedicación al arte. Licenciado
en Filología en 1948, este sandovalés compaginó su docencia con la de pintor y
escultor (piedra y madera). No fue un autodidacta, pues cursó estudios en la
Escuela de Bellas Artes de San Fernando, aunque en sus primeros años, aún sin
preparación académica y para pagarse los estudios llegó a hacer trabajos por
encargo y a decorar algunas iglesias del entorno de Sandoval (Villusto,
Guadilla de Villamar, Ordejón, Tablada…).
|
Mujer desnuda y anciano en el frontón |
|
Escalera con sorpresa |
|
Cartela con data (Año de 1948) |
La
dueña de la casa, que resultó ser cuñada del artista, nos condujo en primer lugar hasta una cartela en alto relieve situada
en la fachada sombría del norte, en la cual un pequeño frontón entre rosetas
enmarca la fecha de construcción: Año
1948, puede leerse. Y si ya fue mayúscula la sorpresa al ver la
pretensiosa y culta fachada de la casa, no lo fue menos contemplar su interior.
María Santos nos invitó a entrar en la vivienda, una gentileza que siempre
agradeceremos pues nos permitió ver una impresionante obra pictórica
desconocida para el común de los mortales. Ya desde el mismo portal, en el rellano de la escalera que sube al piso de
arriba, un gran lienzo al óleo lleno de color y movimiento se alzaba ante
nuestros ojos. Se trata de una representación de connotaciones clásicas, un
fresco a modo de tapiz de grandes proporciones (175 x 110 cms.), que consideramos
estaba en consonancia con el clasicismo de la fachada y que pudiera estar
representando el mito de Orfeo y Eurídice (la serpiente está mordiendo
a la ninfa, las bacantes aparecen detrás).
|
¿La serpiente muerde a Eurídice? |
No
conforme con eso, aún nos aguardaba otra sorpresa en una habitación del citado
piso. Un mural recubriendo su techo da vida a un escenario marino donde personajes
y seres mitológicos parecen más que evidentes y donde creemos advertir la
presencia de Poseidón y Venus, así como también una posible Pandora con su Caja.
En fin, una maravilla que nos transporta de los campos de Amaya a la mitología
antigua. Quedaría por saber si estos murales fueron pintados por Bernardino en
su pueblo o si por el contrario los pintó en Madrid (quizá por encargo
para algún tipo de local, como teatro o
salón de fiestas) y fueron traídos por Bernardino a Sandoval para decorar la
casa familiar.
|
Lienzo que decora el techo de una habitación |
Podríamos
enumerar otras obras del artista, pinturas y esculturas en piedra y en madera descritas
en la ya mencionada semblanza de su paisano, así como los distintos elementos y
adornos de corte clásico que decoran la casa familiar, pero sirvan solo los dos
murales para para dar a conocer a este artista de los campos de Amaya tan poco
conocido, que, según María Santos, “tomaba mucha leche de oveja porque los
ácidos de las pinturas le hacían mal al estómago”.
Os
lo he dicho en otras ocasiones, queridos amigos de este Cajón de Sastre, pasear por
los pueblos burgaleses lleva consigo vivir sorpresa tras sorpresa.