Con mis mejores deseos para todos los que tenéis la paciencia de seguir este Cajón de Sastre. Que este annus horribilis que nos ha asolado pronto quede en un mal sueño. Con un recuerdo especial para todos aquellos que nos dejaron por culpa de la malhadada pandemia.
Recopilación de artículos publicados y otros de nueva creación. Blog iniciado en 2009.
martes, 29 de diciembre de 2020
FELIZ AÑO 2021
miércoles, 23 de diciembre de 2020
EL ABAD CON SU BÁCULO
Conocí esta pila bautismal allá a finales de los sesenta. Creo recordar que entonces se hallaba asentada prácticamente a los pies del coro. Por aquellos años el monasterio de Rioseco se encontraba ya en avanzado estado de ruina y solo su altiva y robusta torre, desde la que se dominaba el valle de Manzanedo, mostraba todavía cierta integridad. En años sucesivos seguí visitando las ruinas del monasterio, había algo magnético en ellas que me atraían con inusitada fuerza. Decir Valle de Manzanedo era para mí sinónimo de lugar inexplorado, romántico y mágico, donde perderse en mil ensoñaciones. Durante un tiempo la pila siguió estando en su sitio, hasta que un día dejó de estarlo y perdí su pista. Se la llevaron no recuerdo dónde (ni siquiera hoy sé si lo supe), debió convertirse en pila viajera, como tantos otros elementos del cenobio cisterciense, hasta que no hace mucho aterrizó en la iglesia parroquial de El Rosario, en el barrio nuevo de Las Fuentecillas de Burgos, donde hoy se encuentra y donde he podido fotografiarla.
Siempre me he preguntado que hace una pila bautismal en un monasterio, ¿es que acaso los monjes la usaban a discreción para bautizar a los nacidos en los pueblos de su entorno? No lo creo, si se tiene en cuenta que podría haber otras iglesias en el mencionado valle que tendrían esa función y sus propias pilas. ¿O es que las monacales se utilizaban solo para cristianar a gente noble (de nobleza heráldica o con poder)? En mi ignorancia, no me parece muy descabellada esta hipótesis. Estoy seguro, no obstante, de que alguien habrá que alivie las incertidumbres de este lego en la materia de un tiempo tan confuso.
Por otro lado, siempre también me ha
llamado la atención el hecho de que la susodicha pila tenga esculpida en la
peana la figura medieval de un abad con su báculo (¿tal vez una representación
de San Bernardo de Claraval?). Me sorprende, digo, porque el ornato cisterciense
no se distingue por exhibir imágenes humanas ni animalescas en sus templos,
como sucede con el románico clásico, más bien son elementos vegetales los que aparecen
en ellos y de manera general. Por tanto, podría decirse que la presencia de
esta figura en Rioseco quizá debería ser mirada como una originalidad.
Quedaría una última cuestión, la
datación de la pila. En este sentido vemos que, sorprendentemente y a pesar de
lo anteriormente dicho, la escultura del abad y su báculo tienen el sello
inconfundible del románico que todos conocemos y admiramos, aquel que se
muestra repleto de figuras y figuraciones. De ello podría deducirse que pudo ser tallada en los primeros momentos del monasterio en Rioseco (principios del s. XIII).
Y digo Rioseco porque no parece lógico pensar que llegara a Manzanedo de los
anteriores enclaves que tuvo este complejo monástico. No es imaginable
el traslado de una mole como esa siendo arrastrada en carro por montes y
morenas, desde Quintanajuar a los Montes de Oca y desde estos a Manzanedo. Pero
bueno, no es totalmente descartable que así fuera.
lunes, 7 de diciembre de 2020
EL GATO DE CEBOLLEROS
El gato merodea por lugares oscuros a
la busca de algún ratón que llevarse a la boca. En los pueblos hay muchos
lugares oscuros en casas vacías, el gato los conoce todos. Al gato le gustan también
las ventanas, por eso hace de ellas pedestal de dominio, por eso las ocupa. El
gato es un sibarita, tiene refinado gusto pero sabe amoldarse. Cuando no hay ventanas
ilustres, le sirve cualquier ventana para vigilar todo lo que se menea, en
cambio, cuando puede elegir, prefiere la repisa de una ventana con arte. El
gato de Cebolleros, que ha salido de la oscuridad, no es que entienda de arte
ni de heráldica, pero desde su repisa barroca y bajo el escudo, se siente marqués
de Salazar. Y lo sería, si calzara botas.
martes, 1 de diciembre de 2020
DE LA ESPAÑA LLENADA A LA ESPAÑA VACÍA
FOTOGRAFÍAS: Torre y pasaje con artística ventana en Villapanillo (30/11/020)
AÑO 1º, MES 11 del Coronavirus. Todavía Impactado y conmocionado
por las imágenes de riadas humanas moviéndose el sábado por el centro de Madrid,
no repuesto de los efectos secundarios que el extraño fenómeno de la España Llenada me produjo, decidí tomar un analgésico de Naturaleza, que tan buenos resultados
suele darme. Y así, decidí una excursión al Gran Norte, donde hacía tiempo que no pisaba.
Pensé que el paisaje me ayudaría a contrarrestar los perversos efectos de
aquellas imágenes. Dicho y hecho: aprovechando que el Confinamiento Perimetral no impedía el movimiento
por la provincia, en aquella dirección nos fuimos, sin rumbo fijo. No importaba
la meta, lo urgente era salir, salir en busca del analgésico que me hiciera
olvidar lo que nunca hubiera querido ver. Los pueblos
y su paisaje, que de tan poco usar, por culpa del Aliens que nos acongoja, podíamos
llegar a olvidar, aliviarían mi malestar. Salimos de Burgos con gran sol. Fue un
buen principio de la excursión, pero pronto vino a unirse a nosotros una incómoda
pasajera, la señora niebla, casi siempre enemiga, aunque a veces consumada artista.
Pasadas la tierras rojas de Las Torcas hizo acto de presencia y nos acompañó hasta
la España Vacía, que en este caso viene a ser lo mismo que decir hasta
Villapanillo. Y bien hizo la niebla llevarnos hasta este lugar de Cuesta Urria,
pues era un pueblo que no conocíamos. En él descubrimos casonas de otros siglos
con grandes portadas, una torre con arco-pasaje adherido y una maravillosa ventana, la que, sin dudarlo, guardé en
el ya carcomido arcón de las ventanas singulares de Burgos, el que hacía ya tanto
tiempo que no abría.
Embozados como íbamos, espectralmente
difuminados por la niebla y envueltos en el silencio sobrecogedor de las callejas, nos pareció formar
parte escénica de lo que ahora conocemos como la España Vacía, en contrapunto de
la España Llenada. Dolor sobre dolor.