FOTOGRAFÍAS: Aldea del Pinar, casonas, rosetas (abril 2019) Pozo Airón (1993)
Sin pretenderlo, la primera
entrega de esta excursión se convirtió en una retrospección de mis andanzas por
tierras de pinares en un pasado ya lejano. No lo pude evitar, queridos amigos
de este Cajón de Sastre, la intromisión de los recuerdos y aventuras vividas hizo
que lo que pensaba en un primer momento, investigar sobre un nuevo tema,
discurriera por caminos ya explorados. Hoy dejamos Hontoria del Pinar y
nos dirigimos a Aldea del Pinar, otro lugar donde los recuerdos se presentan
sin ser llamados (el Pozo Ayrón, la sierra de agua del Molino Beceda…) y al que
llegamos con la pretensión de encontrar símbolos protectores, como sabéis, trabajo de recopilación que ahora me ocupa y que me lleva a dar nueva vuelta a la
provincia. Mi amiga roseta de seis pétalos fue esquiva en Hontoria
del Pinar, pues ni una sola pude encontrar, por eso las esperanzas en Aldea,
tan cercana y por ello tan fácilmente proclive a su influencia, eran más bien pocas. Mas hete
aquí que en el mismo centro del pueblo, presidiendo un elaborado balcón, con
gran alegría localizamos un ejemplar, ¡por fin una casa protegida! Pero la cosa
no paró ahí, pues en la mismísima iglesia, en su sobria pero esbelta portada,
pudimos localizar cuatro rosetas más, ¡todo un hallazgo! (en otra ocasión
trataremos del significado de este símbolo según los distintos lugares en los que
se encuentran). El largo viaje no había sido en vano.
Después de estos descubrimientos
seguimos escudriñando cada casa como desde hace tiempo venimos haciendo en cada
pueblo, pues cada portada, cada alero en sombras, cada dintel, cada dovela,
puede contener o esconder un signo. Pero el resultado fue negativo, si a esto se le
pudiera llamar así, ya que en esa labor de escudriñe pudimos gozar de la maravillosa
arquitectura tradicional de Aldea del Pinar, con sus casonas y portalones típicos
de una actividad carretera, un impresionante patrimonio que los vecinos han sabido
conservar y mimar. Gracias por ello.
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Casonas de Aldea del Pinar con pórticos carreteros...
...un patrimonio de enorme valor.
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Inscripción de finales del XVIII en el balcón de una casona. Cruz, pluma y espada parecen indicar la personalidad de quien mandó grabarla, probablemente alguien que frecuentó la espada como soldado y aficionado a la poesía, amén de cristiano. |
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Balcón con roseta protectora |
UN POZO AIRÓN EN ALDEA DEL PINAR
Al poco de salir del pueblo me sentí obligado a explicar a mi compañera que pasábamos muy cerca del Pozo Airón, de sus misteriosas
y profundas aguas negras protegidas por un dios prerromano de Hispania con este
nombre. En 1993 tuve la suerte de ocuparme de su historia y leyendas y todo
quedó reflejado en un capítulo del libro “Burgos en el recuerdo II”. Aunque esto
no debería ser obstáculo para que aquí reproduzca de nuevo lo que se dice de él en
el Diccionario de Pascual Madoz:
“
A 150 pasos caminando hacia Hontoria hay
una gran laguna todo pantanoso, y en su centro un pozo lleno de agua que
siempre guarda un mismo nivel: Se llama pozo Ayrón, pues creen los
naturales que no tiene suelo, de cuyo error no es fácil sacarles,
por no poderse medir su profundidad, a causa de la laguna que le circunda; bien
que algunos atrevidos han conseguido aproximarse a la orilla en tiempo de
verano, que es cuando dicha laguna queda seca; y habiendo arrojado una piedra
con muchas varas de cuerda, se han visto precisados a desistir, porque unas
veces faltaba esta y otras sobraba, atribuyendo esta diferencia a las raíces de
los pinos inmediatos que deben penetrarla; a las veces se ven unos peces
enteramente negros, muy parecidos a las tencas”.
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Pozo Airón en Aldea del Pinar, de cuando las aguas eran protegidas por dioses |
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Después de comer en Hontoria nos
acercamos hasta Navas del Pinar, un lugar ahora enteramente remozado, y por
tanto sin ningún símbolo que anotar en mi libreta, del que tenía yo un
gratísimo recuerdo. Os cuento: fue caída ya la tarde de un cálido día de octubre
de 2001 cuando me presenté en este pueblo pinariego con ánimo de encontrar a quien
me contara cuentos tradicionales. Y a fe que lo hice en buen momento, pues algunos
hombres y mujeres habían salido de sus casas y disfrutaban del último sol en nutrido
corro. Cómo olvidar aquel momento mágico de mi intromisión, la algarabía que se
formó hablando todos al mismo tiempo cuando les expliqué mis intenciones; y cómo
olvidar los maravillosos cuentos que me trasmitieron, “ Los animales en la
posada”, “El leñador y las brujas”, “El zapatero sin miedo”, “El reparto de las
almas en el cementerio”, joyitas de la cuentística universal y que ocupan un
bien ganado espacio en el repertorio de cuentos burgaleses de tradición oral.
¡Cómo olvidar…!
A partir de aquí la excursión por
pinares aún debía depararnos sorpresas, todavía quedaba mucha tarde.