FOTOGRAFÍAS: Villaventín. Villabasil. San Llorente. Lechedo. (Tomadas en abril de 2016)
SEGUNDO DÍA,
PRIMERA PARADA
(Villaventín, un
depósito de aguas singular)
Hace
una veintena de años una amiga del valle de Mena me llamó para darme la noticia
de que el depósito de aguas de Villaventín se había vaciado para una de sus
limpiezas periódicas, y que, si me interesaba, era la ocasión de conocerlo por
dentro. La noticia me sorprendió, pues desconocía que en un pueblecito como
aquel pudiera haber un depósito de aguas que, por alguna razón, merecía una
especial visita. Pero como mi amiga era/es una persona de fiar, y buena
conocedora del patrimonio menés y losino, le hice caso y al poco fui a verle
con una cuadrilla de amigos. Y la verdad es que todos quedamos sorprendidos,
aquel depósito en medio del pueblo para nada era normal. Por fuera, sus grandes
proporciones, ya anunciaba una anormalidad, pero era su interior vacío lo que
más nos llamó la atención. Exageraría si dijera que a todos nos recordó algo
parecido a una basílica, sinagoga o mezquita, pues varias galerías paralelas y abovedadas
(no recuerdo cuántas, creo que tres), separadas por arcos de medio punto,
ciertamente lo hacían recordar. Mi amiga, pues, tenía razón, merecía la pena
ver este singular depósito, que posiblemente no tenga parangón en ningún otro
pueblo de Burgos.
Han
pasado los años, y en este segundo día por el norte nuestra primera parada fue
en Villaventín, más que nada por ver si encontrábamos a alguien que nos diera
algún detalle que en la primera visita no obtuvimos. Pero el pueblo, pese a ser
abril, estaba todavía en ese letargo invernal que adormece la memoria; a nadie
vimos, a nadie pudimos preguntar. Pienso que tendré que volver cuando las
bicicletas del verano se muevan por calles y plazuelas.
La
visita sirvió, eso sí, para comprobar que el depósito, tal como lo recordaba,
es un gran cuadrilátero hecho con aceptable sillarejo y que, según una fecha
que puede verse sobre una puerta colgada a un metros del suelo, con dos pequeños óculos
de aireación a uno y otro lado, fue construido en 1920. Será interesante, queridos
amigos de este Cajón de Sastre, conocer quiénes fueron los arquitectos
fontaneros que hicieron una obra tan seria, quién la sufragó, de donde llega la
captación del agua y para qué tanta agua, seguro que encontraremos alguna
historia curiosa.
Tiene en el frontis una puerta colgada, único acceso, y dos pequeños óculos a cada lado de la puerta, quizá para aireación, o tal vez para iluminación, o para las dos cosas |
SEGUNDO DÍA,
SEGUNDA PARADA
(Villabasil, una ventana ciega en el campanario)
Con los Montes de la Peña a
nuestra izquierda, continuamos por tierras de Losa entrando en cada pueblo que
salía a nuestro paso. Así llegamos a Villabasil, donde nos sorprendió en el
campanario de la iglesia una extraña
joya bajo el reloj. Digo extraña porque no sé muy bien si se trata de una
ventana para iluminar el interior del campanario, en su momento cegada, vaya
usted a saber por qué, o es un elemento importado, con forma de miniportada,
de alguna otra parte de la iglesia y que se empotró en el lugar que ahora
ocupa. En todo caso, se trata, sin duda, de un elemento arquitectónico de línea
clásica y de gran belleza, con frontón y columnillas pareadas sobre una concha,
que nos arriesgamos a guardar en el cofre de las ventanas.
Extraña también nos pareció en
Villabasil una casona de la parte más alta del pueblo, una que ahora se
encuentra en restauración, o mejor dicho, en adaptación. En su día debió ser
una casa notable, probablemente la de alguno de los primeros pobladores de este
lugar losino. Tiene diversos arcos en su amplia fachada, destacando el ojival
de su principal acceso y algunos geminados que aparecen, en mi opinión, puestos
de manera anárquica. Hoy esta fachada a alguien podría parecerle un pastiche,
consecuencia de obras que hayan podido llevarse a acabo en ella, pero sospecho
que en otro tiempo debió tener un aspecto mucho más noble y ordenado. Llaman la atención
en el conjunto, por su gran peralte y desproporción, dos dinteles de las ventanas geminadas,
donde se encuentran labrados los arcos. Y sorprende igualmente un curioso y solitario
signo lapidario en uno de estos dinteles, probablemente de época gótica, una
señal inscrita que algo debe estar diciéndonos, bien sobre el cantero que lo labró o sobre la
familia que habitó la casona. Especulaciones, las que queramos.
Una ¿ventana? cegada en el campanario |
Casona con múltiples arcos |
Ventanas con arcos geminados, unas abiertas y otras cegadas |
Un signo lapidario en el tosco dintel de una ventana |
SEGUNDO
DÍA, TERCERA PARADA
(San
Llorente de Losa, torre de los Villamor y la ventana oculta)
En San Llorente encontramos una torre, la de los Villamor. Tiene ventanas de aluminio que han sustituido a otras originales y de mayor nobleza. Signo de los tiempos, y de los gustos. Menos mal que en la planta superior todavía se conservan dos ejemplares de la época de la construcción, una de ellas, aunque algo magullada, verdaderamente interesante y graciosa, con pequeño escudo vacío y curioso y extendido arco soportado por dos columnillas, con sendos capiteles y ancha barandilla.
Un paseo por el caserío nos permitió localizar, en un escondido rincón de una calleja, una nueva y espectacular ventana. Su decoración es exuberante, destacando lo mismo las jambas, con claveteados de piedra en forma de estrella, que la parte inferior del dintel con igual ecoración. El resto del dintel lleva a su vez grabadas cinco especie de rosetas de ocho radios o pétalos. Se da la circunstancia de que, según un vecino del pueblo que encontramos, esta maravillosa ventana, o al menos su decoración, estuvo oculta durante mucho tiempo, y que fue en una restauración reciente de la casa cuando apareció con toda su magnificencia. La misma persona nos informó que dicha casa perteneció a alguien con el apellido Ballesteros (dicho sea con todas las cautelas).
Torre de los Villamor en San Llorente de Losa. Afortunadamente, aún quedan algunas ventanas de origen |
Deliciosa ventana de la torre de los Villamor, con escudo vacío |
Donde menos lo esperas surge la maravilla |
SEGUNDO DÍA, CUARTA PARADA
(Lechedo, máquinas de otro tiempo)
Aquellos que seguís este Cajón de Sastre recordaréis que hace cosa de un mes publiqué una entrada haciendo referencia a una locomóvil que desde hacía años tenía echada el ojo en Padrones de Bureba. Pues bien, a raíz de aquella entrada, un amable seguidor me envió un comentario para informarme de que en Lechedo, pueblo de las Merinades, había alguien que tenía varias de estas máquinas de vapor. Podéis imaginar, queridos amigos, la alegría que sentí por la noticia, pues la arqueología industrial, como ya alguna vez os he dicho, es una de mis grandes debilidades.
Lechedo, pues, fue nuestra siguiente y última parada de este periplo por el norte. Y lo que vimos allí, amigos del Burgos insólito, es para dejar anonadado a cualquiera. Ya en la misma plaza del pueblo pudimos abrir boca con una locomóvil y un tractor Lanz del tiempo de Maricastaña (1909). Dos maquinitas que por sí solas merecen la visita, pero que son anunciadoras de lo que en realidad José Luis Ortiz Calvo ha llegado a reunir y que pronto veremos aquí. Permitidme, sin embargo, que de momento solo os muestre lo descrito, pues tengo pendiente una cita con este emprendedor burgalés de Lechedo para recabar de él toda la información que el tema requiere.
Una locomóvil y un tractor Lanz de 1909 en la plaza de Lechedo |
Vista por detrás |