FOTOGRAFÍAS: Damián Montero, El Peseta, en su casa de San Martín de Elines, tocado con su sombrero de tratante. Portillo del Tez. Los muleros bajaban al Rudrón por estrechos caminos entre la espesura, algunos ya perdidos. Retrato. Restos del Molino Rasgabragas (Tomadas en octubre de 2009).
Entre la larga lista de personas que ejercieron un oficio de los que ahora podrían considerarse arqueológicos, y que he tenido la gran fortuna de entrevistar a lo largo de mi andadura, no se encontraba todavía la figura del mulero, o si se prefiere la del tratante de ganado mular, aquel que frecuentaba las ferias de aquí y de allá para la venta y compra de ganado. ¡Casi nada!, aquellos míticos muleros que, en su incansable trajín, hacían caminos al andar, con sus caballos, yeguas y reatas, atravesando inhóspitos parajes, angostos desfiladeros, escalando portillos, cuetos y pandos, lugares en donde ahora sólo reina la soledad y el viento. Hoy me complace traer aquí a Damián Montero, uno de aquellos tratantes muleros que tenía (y aún tiene) su casa en San Martín de Elines, en Cantabria, pero que ejercía su oficio también por tierras de Burgos. Hacía muchos años que tenía el deseo de encontrarme con Damián, o si se prefiere “El Peseta”, que es así como se le conocía en las ferias de Burgos, de Valderredible y de buena parte del norte de España. Hoy, por fin, he podido reunirme con él en su bonita casa de San Martín y charlar largo y tendido sobre sus experiencias con las mulas por ferias y caminos ya perdidos, por esas largas rutas que hoy son mis particulares Caminos de Santiago. Tiene 89 años, pero una memoria que ningún viento ni ventisca del páramo han podido borrar. Como se negó a ser un buen estudiante, su padre, Estanislao Montero, el auténtico “Peseta”, que también fue mulero, un día de 1930 le dijo:
“Ya que no quieres estudiar, te vas a Villacarriedo a vender estos cerdos”.
Y ahí comenzó su aventura junto a las mulas. Desde entonces, hasta que el mundo de las ferias se extinguió, no paró, junto con sus cuatro hermanos, de negociar y tratar con el ganado, de conducir reatas por caminos imposibles, un hermano por aquí y otro por allá, cada uno dirigiéndose a su destino. Y tan célebres fueron los Peseta, que hasta llegó a decirse que
“éramos los fundadores de las ferias en Burgos”.
Yeguas de Holanda al acabar la guerra. De contrabandistas en Francia
Damián presume de la potencia comercial de su actividad familiar:
“La primera importación que se trajo del extranjero después de la guerra fuimos nosotros. [Llegaron] de Holanda en barco dos mil y pico yeguas, desembarcaron en Santander. Eso fue a raíz de la guerra, después de la guerra. [Las yeguas eran] para el campo y para criar..., entonces las yeguas valían muchísimo dinero... eran unas yeguas terribles, buenísimas”.
Pero sus actividades en el extranjero no se pararon en el país de los tulipanes, Damián cuenta también su experiencia en Francia:
“¡Y en Francia [nos movíamos] mucho también!, que algunas veces íbamos allí. [Íbamos] pues como podíamos, como
tó los contrabandistas. No ha habido gobierno que haya podido con ellos, ni pueden. [Íbamos] por Pamplona, [por los Pirineos] Íbamos tranquilamente, y las mulas las comprábamos a los paisanos. A la parte de Tarbes, [a]
to la parte de Po [Pau] y todo eso, donde estaban las mulas,
to la parte baja, y
to la parte de Las Landas. [Íbamos por esa zonas] bastante. Y luego, esas mulas las traíamos a vender a Castilla. Nosotros teníamos cuadra en Valladolid, en Palencia, en Frómista, y aquí, en San Martín, [aunque] en Frómista, más. Nosotros comprábamos [mulas] pequeñas
pa casa. Nosotros criábamos unas cincuenta mulas, y una vez criadas, las vendíamos. Pero las otras, las del trato, las traíamos de
to los sitios”.
RUTAS POR BURGOS, LOS CAMINOS DE LOS MULEROS
El trajín de Damián Montero por la provincia burgalesa fue incesante, primero con su padre, después solo o con algún hermano:
“Íbamos muchísimo a Burgos, miles de veces..., íbamos a las ferias de San Pedro, de San Martín, Santiago..., a todas las ferias”.
Pero además de Burgos capital, tenían otras rutas, siendo las principales las de Villadiego, Melgar, Lerma y Miranda de Ebro. Cada una de ellas tenía sus caminos establecidos, y eran siempre los mismos, quizá buscando la línea recta, aunque ésta estuvieran llena de dificultades. Bien es cierto, sin embargo, que algunas veces, según Damián, el seguimiento se hacía “a ojo de buen cubero”:
“No sabíamos los kilómetros que hacíamos, no los contábamos”.
Ruta de Villadiego: Dos jornadas
Primera jornada: San Martín de Elines- La Rad
Partían de San Martín de Elines, subían por el Portillo del Tez y atravesaban una inmensa paramera de La Lora hasta llegar a Sargentes. Desde aquí bajaban al Rudrón, entre Moradillo y Ceniceros; cruzaban el río cerca de del molino de Rasgabragas y subían a La Rad, donde hacían noche.
Segunda jornada:
La Rad-Villadiego
De amanecida, desde La Rad seguían hasta Talamillo del Tozo, pasaban por el cercano despoblado de Cuevas, siguiendo el llamado Camino de los Estraperlistas, y seguían hasta Villadiego pasando por Hormicedo y Villalbilla de Villadiego:
“La hacíamos en dos tiradas, una íbamos a quedarnos pues a La Rad; dormíamos allí, en una caseta que había... y las mulas las dejábamos abajo, tiradas en el campo... Por cierto: una vez me pasó un caso cojonudo: llevábamos una pareja de mulas encolleradas, atadas la una a la otra, y no las pude [¿soltar?]... y así se quedaron toda la noche, y no pasó nada”.
Ruta de Melgar y Lerma
“[A Melgar y Lerma], pues por Villadiego, siempre íbamos por el mismo sitio”.
No me fue especificado al completo, sin embargo, parece que los muleros iban hasta Villadiego por los caminos ya citados, y desde aquí a Melgar y Lerma, por rutas distintas pero que bien se pueden adivinar.
Ruta de Miranda de Ebro. Dos jornadas
Primera jornada: San Martín de Elines-Poza de la Sal:
Al amanecer del primer día salían de San Martín, subían el portillo del Tez, se internaban en La Lora, llegaban a Sargentes y de aquí bajaban a San Felices; cruzaban el Rudrón por Valdelateja, subían por el camino de Siero, pasaban por Nocedo y de este pueblo seguían hasta Poza de la Sal, donde hacían noche.
Segunda jornada: Poza de la Sal-Miranda de Ebro
“En marzo era [la feria]. La mejor feria que había en Miranda era la de marzo... Antes de San José era..., sí, porque luego hacíamos la de Melgar, que era en San José...”.
Damián explicó la ruta así:
“Pues íbamos por ahí en eso, por San Felices; subíamos por la ermita de Siero, por Valdelateja arriba,
pa pasar a.... pues
tol tiempo a ojo de buen cubero. [Eran] dos jornadas a Miranda, dos de ir y otras dos de venir. La primer tirada era Poza, y allí dormíamos, en Casa la Niña, que la llamaban. Una casa particular que nos daba... y claro, como nosotros llevábamos tanto... tenía una cuadra grande que era de ovejas, y...”.
Un habitante en Siero
El Peseta nos aporta un dato bien jugoso para la historia del ahora despoblado Siero:
“[En Siero] todavía vivía una persona. Me acuerdo porque subí muchas veces por allí, que había una persona allí. No me acuerdo si era hombre o mujer, una persona decían que había. Ver echar humo [por la casa] sí [que vi]. Casi siempre pasé [por allí] nevando, ¡caguen diez!
Después de Siero pues íbamos a ese pueblo... cómo se llama...¡Nocedo! Y de Nocedo, a bajar a Poza; y de Poza a Cornudilla, a coger al carretera hasta Miranda”.
Ruta de Burgos
“A Burgos íbamos por aquí abajo, por Orbaneja [del Castillo] y por ahí; como entonces había poco coche, había veces que íbamos a Burgos por ahí [siguiendo el curso del Ebro]. Y otras veces íbamos por ahí [arriba], por el camino de Sargentes
pa bajar a San Felices”.
Por los pueblos sin haber ferias
“Aunque no había ferias, pues también ibas por los pueblos. Íbamos por los pueblos con mulas para ver si las querían comprar. Hombre, ibas por los pueblos grandes, por ejemplo, Castrogeriz, Melgar... y te quedabas allí unos días. Los pueblos pequeños no, esos venían a donde estábamos nosotros a comprárnoslas.
Es que decías: pues voy a estar unos días en Villadiego, voy a estar unos días después de la feria; y se lo decías a la gente. Cuatro días, o seis, según fuera la venta que tenías ... Yo, en Paredes de Nava he estao igual doce días”.
CONDUCCIÓN DE LAS MULAS
No debía ser fácil la conducción de las mulas, y mucho menos por los lugares más difíciles. Uno se imagina, por ejemplo, a una reata de mulas subiendo o bajando por el escarpado Portillo del Infierno, y le entran escalofríos de pensar en los esfuerzos sobrehumanos que tal operación podía conllevar. Damián pone algo de luz a aquél trajín, a los procedimientos.
“[Llevábamos] 50 o 60 mulas, sí, sí..., según fuera la feria. A esas ferias [a las de Villadiego, Melgar o Lerma] igual llevábamos 30 mulas, y a la de Burgos, igual 70.
“Generalmente, [los muleros] solíamos salir juntos. De aquí, del valle de valderredible, pues salían los Rojo, de Polientes, Cipriano, el de Villota... Solíamos salir juntos por El Tez, por el portillo del Tez”.
Y cuando no salían juntos
“casi siempre nos juntábamos por el camino”.
Un caballo delante, con un campano, para guiar a las mulas
“Íbamos siempre uno delante, con un caballo. [Llevábamos] el caballo de montar; generalmente todos los tratantes teníamos un buen caballo.
Si íbamos cinco tratantes, los cinco llevábamos nuestro caballo. Si iba sólo, iba en el caballo... El de
alante era el muchacho [el criado], que llevaba otro caballo que ya estaba
domao pa ir delante. Y detrás del muchacho iba una yegua, atada y con un campano, porque aquí, como se las tenía sueltas por aquí, pues había que [guiar a las mulas] con el cencerro. [Y es que] las mulas iban sueltas, no atadas, sueltas, sueltas...”.
Las mulas se comen los trigos. Las gallegas eran las más díscolas
“Las mulas, por ejemplo en marzo, había veces que no les poníamos los bozales, y ya estaban los trigos un poco altos, y hacían estropicios. Teníamos disputas con el guarda más que nada; y claro, había alguno que era comprensivo y te ayudaba, pero había algún borde, algún payaso, que te hacía perder el tiempo, y mientras, se te metían todas [en los trigos]. Los caballos nuestros sabían hablar, pero una mula..., se las controlaba muy mal. Las mulas gallegas son las malas. Las francesas se las llevaba mejor, ¡con esas ibas al fin del mundo, hombre!”.
INCIDENCIAS
Las incidencias más notables en las rutas de los muleros casi siempre se refieren a la nieve. Tenían lugar en los lugares más inhóspitos y donde más cargaban las nevadas. Ha de tenerse en cuenta, en este sentido, que muchas de las ferias importantes tenían lugar en los meses de invierno. Damián Montero cuenta alguna de sus experiencias:
Descalzo en la nieve, agarrado a la cola de la yegua
“Ahí tengo yo dos escenas... en ese camino, de Siero a Poza... Pues una es que venía con las mulas de Santo Domingo de la Calzada, que habíamos hecho la feria. Y resulta que, pues eso, yo tenía unas botas ya malas, y fui y compré allí unas en Santo Domingo de la Calzada. Pues eso, parecía que eran buenas, no sé lo que pagué, y arranqué... Se lía a nevar, y nieva, y nieva, y nieva... ¡caguen la madre que lo parió! Y ya me cansaba de estar en el caballo, y cogí y me tiré del caballo, y eché delante la yegua, que era una yegua, la yegua delante y las otras [las mulas] detrás de la yegua la mar de bien (traía creo que cinco mulas). Pero ¡rediós!, se me despega la suela, que estaba cosida con alambre ¡caguen la puta que las parió! Y tenía yo una corbata de cincho, y la até, y la primera pues muy bien, ¡pero ¡ay rediós!, después la otra... Y después ¡descalzo! ¡por la nieve! Y no me pasó nada. (Eso sería al año de terminar la guerra [entonces debía tener 20 años]). Llegué a Valdelateja y allí me dieron unas alpargatas, y pa casa. ¡Bah!, andando no pasa nada, lo malo es si te paras, eso es lo criminal; y si estás mojao, no se te ocurra montarte en un caballo, porque te mueres; es mejor andando, yo me agarraba a la cola de la yegua y zarpazo pa allá y zarpazo pa acá, como Dios...”.
Un congelado metido en estiércol
“[Una vez en Valdelateja] no querían dejarnos salir [por la nieve] Había uno que tenía tienda allí [en Valdelateja], Primo [se llamaba]. Y “¡que no salís de aquí, que está nevando coño!”. ¡Pero, cómo no vamos a marchar, si en Miranda no se hace [la feria] nada más que una vez al año! Bueno, pero arrancamos. Pero ¡ay!, se lía a nevar, y a nevar... y yo no me había montao a caballo, y el otro, un muchacho que iba conmigo, un criao, sí: [le digo]: ¡que no te montes, que no te montes! La cosa es que se me montó a caballo y al poco tiempo, al dar vista a Poza, allí le monté, y dice que se muere y que se muere, que se congelaba ¡me caguen la madre que lo parió! ¡Tiene cojona! Bueno, la cosa [es] que bajábamos a Poza, y yo, corriendo a buscar al médico, allí en Poza. Y claro, pues no... que si está allí, que si está allá... Pero mientras, la gente, a éste [criado], le cogieron y le metieron en un basurero [para descongelarle]. No se me olvida a mí mientras viva...”.