Elías Rubio Marcos y su "CAJÓN DE SASTRE"

Recopilación de artículos publicados y otros de nueva creación. Blog iniciado en 2009.

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sábado, 29 de marzo de 2025

CASTILLO MEDIEVAL Y OTRA COSA

Ruinas del castillo de Torregalindo y otra cosa.
   

    FOTOGRAFÍA: Tomada en febrero de 2025

        Deberíamos ser más respetuosos con nuestro patrimonio. 

martes, 19 de diciembre de 2023

LA CASITA DEL MOZO DE ESTACIÓN

  

A la derecha de la fotografía se aprecia el arruinado almacén de patatas que levantó "PROPASI" a principios de los cuarenta.  A la izquierda, la estación de tren en ruinas. Y entre los dos hitos, la pequeña casa del mozo de estación.

FOTOGRAFÍAS: Panorámica desde la cantera de balastro. Ruinas de la casa del mozo de estación. Tolvas de la cantera de balastro. (Tomadas en 2014, 2022 y 2023 respectivamente).  

Cuando circulamos por una carretera provincial, no importa cuál, a poco ojo que tengamos, es probable que veamos, a uno y otro lado, construcciones o restos de construcciones que nos producen curiosidad e interrogan, tanto por su origen como por la utilidad que tuvieron y a quién sirvieron. Llaman nuestra atención, pero suele suceder  que nunca llegamos a parar para verlas de cerca y sacar alguna información o conclusión, probablemente por la inercia de la velocidad o porque, como a veces ocurre, no encontramos un buen lugar para aparcar el coche. Por lo general, suelen estar apartadas de los núcleos urbanos, siempre en lugares aislados y solitarios, pero bien visibles desde nuestros vehículos. De tanto verlas, porque hoy nos movemos mucho, llega un momento en el que nos parece que forman parte del paisaje, no las prestamos atención que merecen y nos conformamos con la ignorancia aceptada.  Más de una vez nos hemos preguntado; ¿qué fue esa caseta o casita en la orilla?, ¿para qué ese rústico refugio o tejabana?, ¿qué fueron esas ruinas, esos muros testimoniales? ¿Quién o quiénes fueron autores de lo que un día, sin duda, tuvo una utilidad y ahora está abandonado, derrumbado y olvidado? Hay muchos ejemplos de todo ello en las orillas de las carreteras. Puede ser un mesón cerrado desde hace muchos años porque ya no rentaba, una casa que se nos antoja misteriosa, que nunca hemos visto abierta porque un lejano día fue abandonada por sus habitantes para irse a la ciudad, y desde entonces nadie volvió ni para ventilarla; puede ser un refugio para la parada del autobús de línea, de esos cobijos en los que ya nadie espera por culpa de la despoblación; pueden ser restos de alguna tejera de asturianos, de aquellos barreros que llegaban a la entrada de la primavera a los pueblos y montaban sus tinglados siempre arrimados a las carreteras; o puede ser también una casita muy humilde, de la que nadie hoy se atrevería a decir que fue una vivienda y sin embargo lo fue, como es el caso que ha dado pie a este introito.

CASA DEL MOZO DE ESTACIÓN, UN BAR EN TORNO A LA ESTACIÓN DEL TREN

Al circular por la C-629 en dirección a Villarcayo, poco antes de llegar a Peñahorada, una vez rebasado El Callejón (desfiladero) y entre el arruinado almacén de patatas (aquel que estableciera PROPAS en los años cuarenta) y la también arruinada estación del f.c. Santander Mediterráneo, se puede ver una casita a la izquierda de la carretera que a cualquiera de los que frecuentamos esa ruta nos ha podido llamar la atención. Hoy es una ruina, como todo lo que la rodea este lugar, pero en su día tuvo una utilidad de cierta trascendencia. Levantada por el cantero y constructor Ladislao Conde Rodríguez, probablemente algún año después de haberse inaugurado la estación (1928), fue destinada a vivienda para el mozo de estación y su familia. Ahondando en su historia, por tradición oral sabemos que, durante un tiempo, esta casita fue bar, cosa que pudo ocurrir cuando en torno a ella y en este final del desfiladero, se vivió una inusitada actividad. Esto ocurrió por el propio funcionamiento del almacén, que generaba muchos empleos, por la estación del S.M. en marcha, con su preceptiva brigada de mantenimiento y la consiguiente llegada y salida de trenes, y por la intermitente explotación de la cantera de balastro, con sus propios obreros y vagones para el transporte. (Cabe recordar aquí que, a principios de la década de los cincuenta esta explotación funcionaba a pleno rendimiento como consecuencia de la remodelación de la “Estación Única de Burgos”).

A todo aquel movimiento se sumaba la recepción de los carros y camionetas de patatas que llegaban de los pueblos, que, como la llegada de los trenes, generaban vida y ambiente en aquel el pequeño complejo industrial de la piedra y el tubérculo (“cuando llegaba un tren, aquello era una fiesta”. Sic. vecino de Peñahorada). 

Se juntaba, pues, entre una y otra actividad, una abundante población, entre fija y flotante, lo cual justificó la existencia del citado bar.


Casita del mozo de estación


Desvencijado interior de de la casita.
Debajo está el depósito en el que se guardaba la paja.  


UN PAJAR EN EL BAR. PAJA PARA EL SELLADO DE LOS VAGONES

Al almacén de “PROPASI” llegaban patatas de muchos lugares de Burgos, en carros de bueyes o en camionetas. Desde allí, tras la oportuna selección para siembra, eran transportadas en tren a la estación de Burgos para, a continuación, ser distribuidas a distintos puntos de España. Se llenaban vagones ferroviarios de 10.000 y hasta de 20.000 kgs., en sacos de 100 kg., y solía ocurrir que, estando cargados, las patatas debían hacer noche antes de su transporte a Burgos, lo que llevaba consigo que quedaran a merced de las heladas. Eran patatas acostumbradas al frío, pues mayormente venían de los páramos burgaleses, pero “del mismo, mismo Bilbao no eran” (perdón por la broma), y en los crudos inviernos de los años cuarenta-cincuenta las heladas eran tan terribles que había que sellar con paja las fisuras y rendijas de dichos vagones para protegerlas del hielo. Y como en invierno no se producía paja, al menos en Burgos, había que guardar la del verano para aquella contingencia. Para su almacenamiento, y tras algún acuerdo entre PROPASI (sin documento que lo avale, que conozcamos), en la planta inferior de dicho bar se construyó un amplio y profundo depósito subterráneo. Aquel depósito, según tradición oral, era conocido como El Pajar. Todavía hoy, pese a la ruina de la casita y la maraña de vegetación que todo lo envuelve, bajo la tarima levantada del piso puede apreciarse el hueco oscuro de dicho pajar, no así la rampa por la que accedían los carros para descargar y cargar la paja.


Tolvas en la cantera del balastro


miércoles, 17 de mayo de 2023

CAMPANARIO HULK


El increíble Hulk visto por la espalda. 


FOTOGRAFÍAS: Ermita de El Salvador, en Tamarón. (Tomada en mayo de 2023)

No sé a vosotros, queridos amigos de este Cajón de Sastre, pero a mí esta figura de apariencia antropomorfa, creada por la hiedra en una ermita de Tamarón, vista de espaldas me recuerda al increíble Hulk. Hay algo en esta poderosa, musculosa masa-vegetal que hace que vea en ella al personaje fantástico del cine. Pero es un Hulk verde que ni da mamporros ni nada parecido, solo sustenta la espadaña-campanario con sus brazos argamasa, lo cual no es poco. Si no fuera por su descomunal fuerza y su pacientísima labor la torrecilla campanil ya hubiera caído hace años, como sucedió con la nave. A veces, la hiedra, testigo solitario del paso del tiempo, además de proporcionarnos imágenes insólitas y bellas, cumple la función de conservar el patrimonio.   

  

Un Hulk verde y protector.

domingo, 3 de julio de 2022

LA VENTANILLA DESDE DENTRO

Una ventanilla para el recuerdo.
"Un billete a Castrillo, por favor"


FOTOGRAFÍAS: Estación de Salas de los Infantes (Tomadas en junio de 2022)

En algún aciago momento alguien decidió que las estaciones de trenes de líneas abandonadas tenían que desaparecer al ser clausurado el servicio ferroviario que prestaban. Ese era el aprecio reinante entonces por todo el patrimonio ferroviario que quedaba a su suerte. Sus deseos se han cumplido. Hoy, lo mismo las del Madrid-Directo que las del Santander-Mediterráneo, todas ellas de preciosa arquitectura, la mayoría se han convertido en un muestrario arqueológico que avergüenza. Quizá alguien pueda ver como normal que esto suceda con las estaciones de pueblecitos, pero puede ser también que haya quien se sorprenda al ver que el mismo destino puede aguardar a estaciones de cierto empaque, como por ejemplo la de Salas de los Infantes. Camino lleva. Cuando uno entra en la estación de la capital serrana, por la parte que da a las vías, donde todo se encuentra abierto, lo primero que ve es desolación. Es como si Atila, o cualquier otro bárbaro ostrogodo (que me perdonen los ostrogodos), hubieran acampado en ella en alguna de sus operaciones de castigo y desguace. Qué pena. La estación de Salas de los Infantes, un caserón de época, testimonio importante de la arquitectura ferroviaria del primer cuarto del siglo XX, que tantos servicios prestó a Burgos, debería ser protegida y conservada. Estaría bien que se le diera una nueva utilidad.  

Entre tanta desolación como puede verse, como una especie de milagro, aún puede verse, en su integridad, pero sellada a cal y canto, la ventanilla por donde muchos serranos viajeros dejaban ver sombrero, boina o pañolón cuando solicitaban sus billetes y donde todos aparentábamos ser simples retratos. Lo que se ve de ella es el otro lado, el que ningún viajero veíamos desde la sala de espera. Al mando de esta reliquia uno se imagina hoy a aquel señor uniformado y con gorra plato que expedía los billetes y manejaba los cajoncitos del dinero, los mismos cajoncitos que pueden verse en la fotografía que aquí se muestra. “Un billete a Burgos, por favor”, otro a Rabanera, otro a Soria..., y así otros tantos billetes a destinos y paradas como el S.M. hacía, desde Hontoria del Pinar hasta Cidad-Dosante, o a la inversa. La ventanilla de Salas de los Infantes nos permite viajar ahora solo al triste lugar de los recuerdos.


Estación de Salas de los Infantes.
O se la da un uso o no tardando mucho
se convertirá en una ruina 


 

viernes, 11 de septiembre de 2020

FOTOS CON HISTORIA, DE NUEVO PEÑAHORADA





    
                                            Trinchera del ferrocarril en Peña el Agujero
            
                                      
                                             Iglesia de San Martín en el Barrio de la Mota


    
                                                        Iglesia de San Martín circa 1925


FOTOGRAFÍAS: Iglesia del Barrio de la Mota. Obras del ferrocarril Santander-Mediterráneo. Peña el Agujero

En ocasiones se dan coincidencias que llegan a sorprendernos, como la que hoy da pie a esta entrada. En la última de estas os hablaba, queridos amigos, de cuatro fotografías decimonónicas del lugar de Peñahorada, hechas por el artista Juan  Antonio Cortés y que llegaron a mí de la manera que ya os conté. Fotos arqueológicas y conmovedoras que nos hablaban de un pasado emotivo y lejano de dicho lugar, a la sazón mi pueblo adoptivo. Pues bien, la casualidad ha querido que dos nuevas fotografías, con parecido cariz arqueológico, vinieran a mi encuentro en días muy recientes, aunque esta vez correspondientes al Peñahorada de Fuera y no al de Dentro, como fueron las cuatro anteriores.
La historia y la arqueología nos hablan, en efecto, de dos poblaciones con el nombre de Peñahorada, una era la que estaba al principio del célebre desfiladero conocido como El Callejón, en el término de Villaverde Peñahorada (Pennaforada de Foras), y otra, la que está casi al final del mismo (Pennaforada de Dintro). Las dos poblaciones son citadas en los documentos (ss. XIV y XI, respectivamente), la segunda, venturosamente todavía con vida, y la primera, ya desaparecida, aunque de ella queden los tristes restos de su iglesia gótica y un nombre nuevo: Barrio de la Mota.  De esta iglesia, para más señas de San Martín, ya hablamos en una lejana ocasión  (2009) en esta misma bitácora, denunciábamos su estado ruinoso y mostrábamos que el gran arco en escalera que precedía a su portada había sido trasladado y asentado en un esquinal de la Facultad de Teología de la capital burgalesa. Por entonces a esta iglesia se la daba como amortizada, ningún futuro, salvo su total desaparición, le esperaba. Por entonces también, por supuesto que el retablo que hoy podemos ver en una de las dos fotografías que adjunto ya no estaba, alguien se lo había llevado fuera de Burgos. La imagen no es muy buena, pero parece apreciarse que era obra renacentista.
La segunda fotografía nos evoca la construcción del ferrocarril Santander-Mediterráneo. Las obras avanzaban en la zona entre los años  1925-28 y el lugar captado de las mismas es precisamente donde se encontraba la ventana natural (Peña el Agujero) que debió dar nombre a los dos pueblos (Pennaforada igual a peña agujereada). Con esa trinchera abierta, a través de la cual se aprecian obras en la apertura de un túnel, la ventana desapareció pero el nombre pervivió.
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Peña el Agujero en el desfiladero, antes de las obras del ferrocarril


FOTOGRAFÍAS: Iglesia y trinchera cortesía de Aurelio Merino 

viernes, 24 de abril de 2020

OTRA IMAGEN INÉDITA DE CASA LA VEGA


FOTOGRAFÍA: Patio de Casa la Vega (Tomada en 1924 por Gonzalo Miguel Ojeda)

Apenas ha transcurrido una semana desde que publicáramos dos imágenes inéditas de Casa la vega, cuando otra más, también inédita, ha llegado a estas Memorias. Enviada por un seguidor de este blog, Honorato Rupelo, la imagen fue tomada en 1924 por Gonzalo Miguel Ojeda y forma parte del fondo Photo Club, hoy en el Archivo de la Diputación Provincial de Burgos.
La imagen es de extraordinario valor, pues nos muestra una parte de la cara oculta de Casa la Vega, de aquella que la inmensa mayoría de los burgaleses nunca conocimos. Vemos en ella uno de los costados del patio central, donde se aprecian cuatro columnas de buenos sillares, probablemente hexagonales, que soportan tres arcos enmascarados por el revoco, de apariencia conopial y seguramente  pertenecientes a una galería interior cuyos vanos se aprecian tapiados en la fotografía. Es muy probable que dicha galería estuviera integrada en la primitiva fábrica gótica del conjunto mandado construir por los Condestables de Castilla (ver más referencias en este mismo blog, entrada de 4 de setiembre de 2009).

Desde mi confinamiento
(Año del coronavirus, abril de 2020)


viernes, 17 de abril de 2020

DOS IMÁGENES INÉDITAS DE CASA LA VEGA



Casa La Vega. Se aprecia también el molino


Desde más arriba



FOTOGRAFÍAS: Casa la Vega en 1963 (enviadas por Jesús Cabezón Pérez)

En abril de 2009 publiqué en este blog una entrada referida a Casa la Vega. Fue escrito en un momento de rabia, después de que, por razones urbanísticas de crecimiento rápido, este conjunto histórico desapareciera del mapa. Por aquel tiempo me hallaba siguiendo los pasos que dio Juana  I de Castilla en su intento de llevar a Granada el cadáver de su esposo, Felipe el Hermoso, para su descanso definitivo. La reina inició su amoroso, fúnebre y célebre viaje en Casa la Vega, donde había pasado todo un mes de duelo invitada por los Condestables de Castilla, entonces propietarios de la misma. Un hecho histórico que, por sí mismo, hubiera bastado para que se conservaran los muchos restos que aún quedaban del conjunto. No quiero insistir más en esta historia, pues me produce mucha tristeza, además de que ya di pelos y señales de ella en la citada entrada de este blog, y más tarde en el libro El año de la Gripe. Una entrada bloguera, todo hay que decirlo, que suscitó el interés de muchos amigos de Casa la Vega y de este Cajón de Sastre, algunos de los cuales me enviaron nuevas fotografías para añadir a las que yo mismo había publicado. Hoy, queridos amigos, os traigo dos nuevas imágenes, enviadas por Jesús Cabezón en fecha reciente, que tienen la particularidad de que probablemente sean las dos únicas vistas aéreas existentes de Casa la Vega. Según me explica este amigo en un amable correo, las fotografías fueron hechas por su padre en un vuelo de 1963 que sirvió para el levantamiento topográfico del polígono industrial de Gamonal.
Que las disfrutéis.

miércoles, 19 de junio de 2019

EL ABRAZO DE LA YEDRA

Cuando la hidalga ventana todavía se encontraba libre

La yedra es bella, pero más lo es la ventana


FOTOGRAFÍAS: Ventana y yedra en Cortiguera (Tomadas en 2012 y 2019) 

La yedra crece y crece sin parar hasta engullir todo lo que encuentra a su paso, lo mismo si es el simple tapial de un huerto que si es un torreón o un palacio, todo lo fagocita, no distingue ni respeta si se la deja obrar libremente, siempre tiene insaciable hambre de piedra. Come  despacito, pero firme en su intención y a la chita callando. El abrazo de la yedra parece sustentar los muros, pero si miramos debajo de ella descubrimos que las piedras históricas han perdido masa muscular y en cualquier momento puede llegar el desastre. La hiedra embellece, es combustible para recalcitrantes románticos, pero muchas veces oculta otras bellezas mayores que se encuentran encarceladas en su maraña.
Hace siete años glosábamos en esta misma bitácora una maravillosa ventana perteneciente a una casa hidalga de Cortiguera. Entonces vimos que una amenazadora yedra trepaba por el muro donde esta se encontraba, con lo que parecía aviesas intenciones, y supusimos que no tardaría mucho en devorarla, como acabamos de constatar. No han sido tantos los años pasados y la ventana ya no está, ha desaparecido, o eso creímos en nuestra muy reciente visita. La buscamos calle arriba calleja abajo, por todas las ruinas que nos salieron al paso, infructuosamente. “La casona que la contenía ha desaparecido, ya no está”, llegamos a concluir. Y ahí quedó la cosa. De vuelta a Burgos, al cotejar las fotografías de entonces con las de hoy tuvimos que admitir, ya sin ningún género de dudas, que debajo de aquella yedra creciente estaba la ventana, aunque ya nada de ella era visible.

miércoles, 30 de enero de 2019

CARTA AL CANTERO TEÓGENES


El balcón del cantero Teógenes, una obra de 1920

La roseta hexapétala como símbolo  de la profesión


FOTOGRAFÍAS: Balcón en Santibáñez del Val (Tomadas en enero de 2019)


Estimado Teógenes:

Primero de todo te pido perdón por el tuteo, pero es que no me sale tratar de usted a los que ya no están en este mundo, y tú ya no estás. Te extrañarás que sepa tu nombre, lo sé porque lo vi grabado en piedra en un balcón que tú mismo decoraste hace un siglo en Santibáñez del Val. TEÓGENES, aún puede leerse en letras grandes en lo más alto del balcón, en lo que hace de dintel dovelado. TEÓGENES escribiste, solo tu nombre, sin apellidos, lo que sin duda resalta la humildad que siempre te acompañó. Debiste ser cantero, como se adivina por las distintas herramientas que tallaste en cada jamba y en cada piedra del balcón. Hoy te digo, y lamento decírtelo, que la casa que tú mismo debiste construir, para tu familia y quizá para tu laboratorio de la piedra se encuentra en ruina (te envío una foto por si, en el más allá, puedes verla, aunque, pensándolo bien, mejor si no te llega, no vaya a ser que te deprimas). Desconozco tus obras en  Santibáñez y las que pudiste hacer en los pueblos de la comarca, pero seguro que fueron muchas y muy dignas, a juzgar por el mimo con el que labraste tu balcón. Quizá alguna esté resistiendo el paso de los años mejor que tu casa, lo cual, pese a tu dolor, debería llenarte de orgullo y no de pena. Fuiste un cantero de pueblo, un mago de la piedra que tuvo como emblema la roseta hexapétala, la flor que siempre caracterizó a los de tu profesión. Permíteme, Teógenes, que deje estas líneas a la vista de todos por si a alguien se le ocurriera salvar tu precioso balcón. Se lo merece.

Sin más, recibe un cordial saludo desde Santibáñez del Val

Un admirador





Siento decírtelo, Teógenes, pero tu casa
se está hundiendo


lunes, 28 de enero de 2019

TRES IMÁGENES INÉDITAS DE LA LASTRA (EN LINARES DE BRICIA)


Arcos que ya desaparecieron

El conjunto cuando todavía se encontraba en pie

El gran muro de la entrada tenía un escudo ya desaparecido

FOTOGRAFÍAS: Conjunto de La Lastra (Archivo de la Diputación)

En fecha reciente recibí el correo de un seguidor de este Cajón de Sastre en el que me adjuntaba tres imágenes de La Lastra, allá en Linares de Bricia (muchas gracias, Miguel). Los que me conocéis, personalmente o a través de este blog, sabéis de mi debilidad  y de mi dolor por este monumento tristemente olvidado y degradado. Sus ruinas, las que he ido viendo crecer desde hace casi treinta años, me retrotraen a la época en que mi entrañable y desaparecido amigo Acacio Íñiguez, el solitario de Linares de Bricia, fue su guardián. Dichas imágenes, que pertenecieron al archivo de Photo Club y que ahora se guardan en el Archivo de la Diputación, ayudan a comprender mejor el todo de este complejo mitad palacio mitad casa de labranza y ganadera del siglo XVI. De lo que nunca llegué a conocer del mismo dan cuenta estas imágenes ahora rescatadas. No son de buena calidad, pero aun con todo en una de ellas podemos ver, en la sombra del muro caído de la entrada principal, un  escudo, el que sin duda debió pertenecer a los Bujedo, señores de la casona. Mi amigo Acacio ya me lo advirtió en su día, “debajo de estas piedras hay un escudo”. Y no era fábula, él lo conoció como se muestra en una de las fotografías. Más definición tiene otra de las imágenes, en la que se puede ver una serie de arcos de medio punto sobre robustas columnas en el lado norte del gran patio, enfrentadas con otra serie que sí llegamos a conocer y que cerraban el recinto (aún hoy quizá puedan verse algún resto de los mismos entre la maleza). La guinda de esta fotografía la ponen dos sacerdotes turistas en el patio luciendo su indumentaria tradicional, posiblemente de los años veinte-treinta. Finalmente, otra imagen muestra el conjunto palaciego cuando todo se encontraba en pie. Sirvan, pues, estas tres imágenes como aporte documental para conocer mejor un monumento que por desidia de todos y la locura de muchos ha quedado tan maltrecho que parece ya imposible de recuperar.

sábado, 1 de diciembre de 2018

UNA ROSETA EN MASA


Dintel con escudo religioso fechado en 1660

Mismo dintel apoyado sobre otro con roseta exapétala 


FOTOGRAFÍAS: Dintel y roseta en Masa (Tomadas en 2013 y 2018)

        No estoy seguro  de que volver tenga el mismo significado que regresar. Volver a un lugar puede tener algo de espontáneo, mientras que en regresar puede advertirse una intencionalidad. Volver a un lugar en el que estuviste en un lejano pasado, o no tan lejano, puede depararte sorpresas, unas veces desagradables, porque encuentras que ha desaparecido o arruinado alguna parte del patrimonio que recordabas y que tanto admiraste, y otras más agradables, como cuando, por ejemplo, ves una restauración respetuosa que no esperabas. Teniendo en cuenta esto, puedo decir que en enero de este año “volví”, que no “regresé”, a Masa. No recuerdo que viento me llevó otra vez a este lugar de connotaciones parameras, a veces uno vuelve y vuelve a los lugares sin saber por qué. El caso es que entre mi penúltima (2013) y última visita (2018) a este pueblo advertí que se había producido un cambio notable, y no me refiero a derrumbes de muros, señas de identidad de la despoblación, sino al desplazamiento del dintel con escudo en la ventana de una casa que yo mismo tenía registrado. Buscaba la casa que yo recordaba y no la encontré. Busqué el dintel y, tras dar muchas vueltas por calles y callejas, lo hallé lejos de aquella, suspendido en el muro de una ruina, apoyado a su vez sobre otro dintel, más rústico, que debió ser parte de alguna construcción de cierto relieve, a juzgar por la roseta exapétala que tiene grabada en el mismo centro. 

NOTA: Sugiero a los vecinos de Masa conservar este dintel, como elemento patrimonial y como parte de la historia de su pueblo.  
          

domingo, 16 de septiembre de 2018

LOS BURGOS PERDIDOS, LO QUE PERDEMOS


Cuando la belleza era de uso normal y común

FOTOGRAFÍAS: El Toro de Arroyuelo. Arquitectura de Valdebezana (setiembre de 2008)


Acabamos la pequeña serie “De ruta por el Gran Norte” habiendo remontado el puerto de Angulo. Podría haber seguido en aquella ocasión describiendo cosas que me salieron al paso en tierras de Losa. Podría haberos contado, por ejemplo, la fuerte impresión que me causó Villalba de Losa cuando vi sus casas pintadas de colores. (Me dicen que ya no se pinta de blanco, que ha de ser de cualquier color menos blanco. (¿De quién fue tan luminosa idea?). Aquella Villalba amurallada ya no es la Villalba que conocí cuando exploraba cuevas por  aquellas tierras de piedra seca, eran tiempos de cuando Zaballa se vendía por módico precio, como símbolo de la despoblación que ya por entonces causaba estragos. Podría haberos hablado de eso, querido amigos, o del toro de Arroyuelo, ese que  imita al de Osborne en una altozano a la entrada del pueblo (hoy los vecinos mayores de Arroyuelo, han interiorizado perfectamente el negro morlaco,  tanto que cuando al atardecer salen a pasear se dicen unos a otros: “vamos hasta el toro”.  De eso y más podría haberos hablado, pero preferí cambiar de aires.


El Toro de Arroyuelo, a imitación del Osborne


Hoy es otro día, hoy es el Gran Norte también pero por otro extremo. Os hablo, queridos amigos, desde los hondones de Zamanzas y Bezana, os cuento desde lugares perdidos, sumergidos, envallados, abismados, soñados, donde el abandono era de esperar tras siglos de penurias ancladas, ancestrales, donde la vida hoy es imposible, donde la arquitectura vernácula, ya sin uso, muere sin remisión, siendo el patrimonio más importante de las Montañas de Burgos, y diría que de toda la provincia. En Villaescusa Escondida, sumergida en selvático pozo, entre nogales imposibles y tras los que se vislumbre la majestuosa Peña Dulla, siento que mi corazón se sosiega y enfada, al mismo tiempo y con la misma intensidad. No, no es posible que tanta belleza construida pueda desparecer por nuestra incuria. Así va a ser, ay. Buscaba ventanas y me encontré con un paraíso ignoto, con un paisaje de ensueño que solo debe anidar en los sueños, al que quizá este burgalés errante ya nunca volverá y al que quizá nunca vuelva nadie.   


Aldeas escondidas de Valdebezana,
testigos de un tiempo que se fue para no volver

Arquitectura tradicional de las Montañas de Burgos,
 un patrimonio de inmenso valor que desaparecerá



¿Quién defiende o protege tanta belleza?



martes, 1 de mayo de 2018

DESPOBLACIÓN Y PATRIMONIO


Artística portada, con leyenda y escudo, datada en 1727

Desde el exterior parece estar completa, 
dentro reina la ruina

Sorprenden cuatro hornacinas juntas,
bajo una cubierta que ya no está  



Dentro crecen los árboles 

Una obra hecha a expensas de un 
"caballero del hábito de Santiago"


FOTOGRAFÍAS: Ruinas en el valle de Valdelucio (Tomadas en abril de 2018)

        Uno de los efectos colaterales (¡colaterales!, ¡ni que habláramos de una guerra!) de la despoblación de nuestros pueblos es la degradación y desaparición del patrimonio histórico, artístico y etnográfico. Quienes desde hace tiempo nos dedicamos a recorrer la provincia de Burgos lo sabemos muy bien, tras haber comprobado, año tras año, visita tras visita, que lo que un día conocimos en pie, hoy, tras el abandono de los vecindarios, lo vemos reducido a escombros.
        Muchas veces hemos llamado la atención sobre el estado de algunos monumentos (no por humildes menos valiosos) a los que no se les ha prestado ni presta ninguna atención. “El pueblo se quedó vacío, luego el patrimonio ya no sirve, lo olvidamos”, parece que aceptamos todos con naturalidad. Presumimos de la riqueza patrimonial de Burgos, pero no hacemos ni una mínima parte de lo que podría hacerse para su salvación.
        Podríamos hacer una lista de edificios-patrimonio, eclesiásticos o civiles, que ya son prácticamente irrecuperables, pero sería interminable y sobrepasaría el reducido espacio que desde un principio nos propusimos aquí. Quizá algún día alguien haga esa lista, y entonces todos nos llevaremos las manos a la cabeza.
        “Deberían cuidar de que esto no se cayera, porque forma parte de su historia”, recomendé  recientemente, inocentemente, a un hombre que encontré en un pequeño pueblo de Valdelucio tras haber visto su interesantísima iglesia arruinada. Su respuesta fue lapidaria: ”Pero cómo, si aquí vivo yo solo”.
        Tanto la despoblación, como la conservación del patrimonio rural son batallas perdidas, lo sé, pero causa dolor e impotencia ver cómo tantas maravillas desaparecen ante nuestro ojos. Las imágenes que aquí dejo, queridos amigos de este Cajón de Sastre, corresponden a la maravilla de Valdelucio que antes he citado. Seguro que, como yo, disfrutaréis con dolor al contemplarla.
        Al menos que quede registro de ella.

viernes, 30 de marzo de 2018

PASIÓN DEL PATRIMONIO

 
Descendimiento entre ruinas
                          

Perspectiva clásica, ¿una pista para la datación? 


 FOTOGRAFÍAS: En un  lugar de Zamanzas (Tomadas en marzo de 2011)

        Entre la antología de ruinas burgalesas que aquí llevamos guardada veíamos en reciente entrada las pinceladas policromas de Quintanajuar, los restos murales del conjunto que en su día embelleció la iglesia de este lugar ahora despoblado. Comentábamos que ya que ninguna figura en concreto podía distinguirse en los fragmentos que se conservaban del naufragio, mejor era dejarse llevar por la imaginación. Hoy, en cambio, queridos amigos de este Cajón de Sastre, lo que traigo son pinturas perfectamente identificables que, aunque muy deterioradas, en días recientes encontré en una iglesia arruinada del valle de Zamanzas (no digo el nombre del pueblo para evitar que a alguien se le ocurra ir a visitarlas y tenga un accidente, dado el estado ruinoso del templo). Son pinturas que parece debieron hacer las veces de retablo de altar mayor, quizá porque en su momento no hubo recursos para instalar uno tallado en madera. Otros ejemplos de “retablos pintados” hay en Burgos, ahora me viene a la memoria el de Villanueva del Grillo, del siglo XVI, que pudimos ver aquí mismo en 2011. Dijimos entonces que se trataba de un retablo pintado, algo anterior al que más tarde se colocó de madera y que hoy se puede ver, ya restaurado, en el Museo del Retablo de Burgos.
        Estaríamos, pues, en el caso de Zamanzas, ante un ejemplo más con la singularidad de que la pintura sobre revoco sustituyó al retablo. Bien es cierto que no es una imitación a retablo ni mucho menos aproximada, pues en la obra pictórica ni hay calles ni imaginería representadas, como es lo habitual en este tipo de muebles litúrgicos. Quedaría por saber, no obstante, si como en el caso de Villanueva del Grillo a estas pinturas sucedió un retablo formal y que este hubiera sido desmontado y llevado quién sabe dónde, pero es este un aspecto sobre el que hoy no tengo noticias. En todo caso, lo que queda de la iglesia amenaza con derrumbarse en poco tiempo, y entonces ella y su ornamentación pronto serán solo un recuerdo.
        Por otro lado, la casualidad ha querido que entre las pinturas comentadas (no me atrevo a sugerir su antigüedad) se encuentre, como representación principal y dentro de un gran círculo, una escena del Descendimiento, tan a propósito en estos días de Pasión.  La "Pasión" entre ruinas, podríamos decir, o la "Pasión" de nuestro Patrimonio, también.



Cada vez queda menos

Bella y original basa de columna, restos del naufragio



viernes, 23 de febrero de 2018

PINCELADAS DE QUINTANAJUAR


Capricho del paso del tiempo y el abandono

Algo se vislumbra, pero mis ojos no lo captan

Tres rosetas como tres soles

FOTOGRAFÍAS: Pinturas en Quintanajuar (Tomadas en febrero de 2018)

        He vuelto a Quintanajuar, ¡después de veinte largos años! Y lo que entonces no logré, acceder a la iglesia arruinada, único edificio en pie que quedaba de lo que un día fue el pueblo, en esta ocasión lo he conseguido al estar la puerta abierta. No voy a contaros el penoso estado del templo, pues este es uno más de tantos en ruinas como llevo vistos en la provincia, todos ellos con parecidas rajaduras y hundimientos, y saqueos. Pero si quiero mostraros algunos fragmentos de pinturas murales, algunas policromas y muy difuminadas por el paso del tiempo y las humedades, que decoraron sus muros y que aún hoy se pueden ver en dos arcos rebajados y enfrentados. Y no es que muestren representaciones de interés (si las tuvieron, hoy están borradas o muy escondidas, salvo alguna roseta de ocho pétalos), pero sirven para dar rienda suelta a la imaginación, que es la mejor forma de vivir el arte.   



Es más lo que se adivina que lo que se ve

        Lo que aquí dejo hoy son restos, retales de lienzos pictóricos en una iglesia olvidada de un pueblo también olvidado, de pinturas que un día algún monje bernardo, de uno que pudo pertenecer al monasterio de Rioseco de Manzanedo, cuando aún tenía priorato en este lugar, plasmara con arte barroco para los fieles de este pueblo, antes de que estos decidieran salir de aquél apartado rincón burgalés en los años sesenta del pasado siglo. Son  retazos de obras significativas, más que figurativas, posiblemente en los que pocos se fijarían, y sin embargo, como pinceladas de la historia de este pueblo,  a mí se me antojan llenos de valor.

        
Los jarrones de Quintanajuar ¿Pureza cisterciense?