Elías Rubio Marcos y su "CAJÓN DE SASTRE"

Recopilación de artículos publicados y otros de nueva creación. Blog iniciado en 2009.

viernes, 22 de abril de 2011

ENSOÑACIONES RUPESTRES DE BRICIA



FOTOGRAFÍAS: Iglesia rupestre en el valle de Ilhara (Capadocia). Iglesia rupestre de Bobastro (Málaga). Iglesia rupestre en Presillas de Bricia. Habitaciones rupestres colgadas en un cantil de Bricia.

Me gustaría creer que fue algún monje arquitecto bizantino, llegado del capadocio valle de Ihlara, quien trajo a España sus gustos y su arte en la construcción de las iglesias rupestres españolas, iglesias que, como la de San Miguel de Presillas, en la provincia de Burgos, tienen tanto parecido con las turcas bizantinas. Me gustaría creer en un monje, arquitecto y viajero, quizá discípulo de San Basilio, uno que, venido desde la muchedumbre cristiana que habitaba las iglesias excavadas y sin un mal vuelo charter del que servirse, atravesó el sur de Europa para impartir sus conocimientos constructivos y saberes teológico-filosóficos entre una población moradora de montañas abruptas y salvajes como las del norte de Burgos. Me gustaría creer eso, ya digo. Pero mis deseos pueden y deben ser sólo ensoñaciones, nada que ver con la realidad que fue y consecuencia de cuando uno se siente desbordado por la Historia. Y ya, puestos a hacer ficción, me gustaría creer también en otra versión soñada. Me gustaría creer que fue el caudillo Omar Ibn Hafsún, el que, tras participar en la Batalla de Pancorbo (816) y acompañado de algunos místicos y leales mozárabes que le seguían desde su fortaleza en Bobastro, hizo un alto por los recónditos valles del Alto Ebro para cristianar a todo indígena viviente. Me gustaría creer que los arcos de herradura islámicos de la iglesia que mandó construir en el lugar malagueño fueron puestos en Arroyuelos o Manzanedo para sembrar arte donde no había nada. Pero todo ello no son otra cosa que quimeras, divagaciones que se me ocurren al contemplar las habitaciones rupestres colgadas en los paredones areniscos de Bricia, aquellas que quedaron olvidadas cuando presentamos a la sociedad burgalesa la iglesia y baptisterio rupestres de Presillas de Bricia (de eso hace ya 30 año). Me gustaría creer que fue en esas habitaciones y pasillos, que ahora apenas podemos ver debido a la erosión y a la selva que los oculta, donde vivieron los que horadaron y esculpieron aquella iglesia y la de Arroyuelos. Y es que, la historia verdadera, cuando no quedó escrita, permite muchos desvaríos.

viernes, 15 de abril de 2011

LAS ESCUELAS DEL INDIANO








FOTOGRAFÍAS: Aspecto de las escuelas antes y después de la restauración del edificio. Las escuelas desde el tejo de la iglesia de Quintanilla. Retrato del indiano benefactor Domingo Fernández Peña que debió presidir el interior de las escuelas. Sepultura del indiano en su pueblo natal.

Se fueron apenas con lo puesto, cruzaron el Atlántico apiñados en enormes buques de roncas sirenas. La mayoría se convertirían en indianos de “maleta al agua”, que es como decir que regresarían tan pobres como habían partido: otros, en cambio, volvieron con los bolsillos llenos tras haber hecho fortuna en negocios saludables y en otros que quizá sea mejor no preguntar. El tema del indianismo, la historia de aquellas personas que se lanzaron a la aventura de América, dejándolo todo (todo podría ser sólo la miseria) en busca de un nuevo Dorado de finales del XIX y principios del XX, se asemeja a la de los conquistadores. En realidad, los que ahora conocemos como indianos, por lo general, llevaban la misma carga de pobreza, de ambición y aventura que la que guiaba los conquistadores de tres siglos más atrás, quizá también la que guía en nuestros días las pateras. Hoy, queridos amigos y seguidores de este Cajón de Sastre, vengo aquí con una reflexión sobre un aspecto que quizá no haya sido suficientemente valorado. Me refiero a que, tras haber sondeado un poco en los archivos y en la geografía burgalesa, he comprobado que Las Merindades fueron, con mucho, el territorio de mayor procedencia de los que emigraron a América en el periodo antes citado. En este sentido, si trazáramos una raya de Este a Oeste en La Mazorra, como la que Pizarro trazó en Perú, veríamos que del páramo hacia el sur es difícil encontrar pueblos que tengan indianos entre sus vecinos (otra cosa son conquistadores y acompañantes), mientras que de La Mazorra para el norte, serán pocos los pueblos que no cuenten en sus padrones personas que hicieron la travesía oceánica. Esto podría deberse, muy probablemente, a que el territorio del norte, el que ocupa Las Merindades, se encuentra más próximo al mar. Y es que, sin entrar a considerar las distintas pobrezas y riquezas de cada zona, parecería del todo natural que a un vecino del ribereño Fuentenebro, por su lejanía del Cantábrico, le costara más embarcarse que a uno de El Berrón de Mena, por citar dos extremos de Burgos. El hecho es que estas reflexiones me las hacía con motivo de mi reciente visita a Quintanilla del Rebollar, donde pude admirar las viejas escuelas, hasta hace poco arruinadas y ahora felizmente restauradas, que tienen su origen en una fundación creada por un indiano de este pueblo, Domingo Fernández Peña, que al parecer hizo fortuna en Cuba. Bien es cierto que, a pesar de que en el testamento del indiano, donde se hace constar su deseo de crear dichas escuelas, data de 1919, no serían construidas hasta 1934, como rezaba una placa sobre el frontis ya desaparecida. Pero no debió ser mucho el tiempo de clase, apenas treinta años; hoy, tras haber dejado de cumplir su función docente (ya no hay niños en los pueblos) y un largo periodo de abandono y ruina, el bonito edificio se ha transformado en la Casa del Monumento Natural de Ojo Guareña. Me parece interesante reproducir aquí los deseos de la “Fundación Fernández”, pues nos sirve de referencia de cómo algunos indianos “triunfadores” quisieron perpetuar su memoria y alcanzar o aumentar respetabilidad creando instituciones y legando bienes en beneficio de sus pueblos de nacimiento, seguramente por lo mucho que debieron añorarlos en sus años de ultramar. He aquí el testamento de nuestro indiano de Cuba, según documento que me fue facilitado en la casa del citado Monumento Natural de Ojo Guareña:




Del testamento de D. Domingo Fernández Peña.


“El 9 de abril de 1919 don Domingo Fernández peña de 80 años de edad, soltero, natural de Quintanilla del Rebollar y vecino de Bilbao, hace testamento ante el notario Don Francisco de Santiago y Marín... [Y entre otras cosas], Lega 400.000 pesetas para la creación y fundación de unas escuelas, gratuitas, en su pueblo, Quintanilla del Rebollar, para los niños y niñas de los pueblos Quintanilla del Rebollar, El Rebollar, Redondo, Herrera, Hornillalatorre, Barcenillas de Cerezos y Cornejo. Esta institución, benéfico, docente, ostentará el título de “Fundación Fernández”. La cantidad legada se destinará la parte necesaria a la adquisición de terreno y construcción de un edificio para dos escuelas (niños y niñas), con habitación , en el mismo edificio, pero independiente del local de las escuelas, para el maestro y la maestra, en la fachada del mismo edificio irá grabado el nombre del donante. Tendrá enseñanza gratuita, con libros y menaje también gratuitos”.



*

Mi sincero agradecimiento al personal de la Casa del Monumento Natural de Ojo Guareña.

lunes, 11 de abril de 2011

QUEMA EN LA ESTACIÓN







FOTOGRAFÍAS: Estación de Peñahorada, fc. Santander-Mediterráneo. Inauguración (1927) e incendio (9 de abril de 2011).



Ficción para una noche real

La pasada noche del vienes al sábado, en el viejo cargadero de la estación de Peñahorada, la lechuza oyó de nuevo un ruido que le era familiar. Ya están aquí otra vez, dijo. Y con lo ojos como platos, dispuesta a no perder ripio de lo que allí iba a acontecer, afirmó sus garras en el travesaño disponiéndose a ver la función. Debajo de su observatorio vio cómo de la furgoneta salían los señores de la noche, los que, como ella, vivían de la oscuridad. Pero... ¿dónde van hoy? Eh, señores, que la estación está aquí. Ni caso que le hicieron. Los saqueadores nocturnos se dirigían esta vez a la vieja taberna, aquella que sirvió en los días gloriosos del tren, frente al almacén patatero de la PROPASI que hoy insulta a los viajeros de la 629. Voló tras ellos la coruja, y tomó acomodo en lo alto de un ciruelo en flor. Desde su tribuna vio cómo, en un visto y no visto, en menos que canta un autillo, el tejado de chapa de la otrora taberna desaparecía. Nadie pasaba por la carretera, nadie pudo ver cómo se desnudaba al viejo establecimiento. Vaya, dijo la coruja, ahora tendré que buscarme una nueva residencia de invierno. Luego del despojo, los amos de la noche volvieron sobre sus pasos y cargaron la chatarra. La lechuza observadora voló detrás de ellos y tomó acomodo en su travesaño observatorio. ¿Y ahora qué hacen? Ah, se dirigen a la estación de tren, al bonito edificio que un día vi lleno de vida y que hoy, desconocido tras infinitos asaltos nocturnos, consume su última imagen. La coruja oye las voces, ve los movimientos, todo se produce sin sigilo, con total descaro, pues no se esperan más visitas. Al poco, distinguió un fugaz resplandor en una de las ventanas de cristales rotos ... Se oyó el ruido de un motor al alejarse. Luego, el silencio, las estrellas, la coruja impasible en el travesaño. Avanzada la mañana, los vecinos de Peñahorada vieron una gran columna de humo que salía de la parte de la estación. Alguien con conciencia, que circulaba por la carretera, observó también la humareda, se detuvo y llamó al 112. Al mediodía llegaron los guardias con sus atestados, a continuación los bomberos con sus mangueras y sus uniformes de astroanauta. Las vigas de la techumbre ardían, se oyó el estruendo de varios desplomes en el interior, la estación estaba herida de muerte. Qué pena de estación, qué pecado de patrimonio ferroviario perdido.

jueves, 7 de abril de 2011

QUINTANILLA DEL REBOLLAR CONSERVA SU ARQUITECTURA TRADICIONAL






FOTOGRAFÍAS: Quintanilla del Rebollar (Tomadas en abril de 2011)


Traigo hoy a esta sección de “Los Mejores” la localidad de Quintanilla del Rebollar, que ha sabido conservar su arquitectura tradicional como pocos pueblos lo han hecho. Si por mi fuera, y por si todavía no lo tuviera, concedería a este pueblo algún tipo de reconocimiento, por haber comprendido que en su arquitectura vernácula está su mayor valor, pues representa una parte importante de sus raíces. Pasear por las calles de este lugar, bajo las hermosas balconadas de madera, que tanto caracterizaron (afortunadamente, aún caracterizan) la arquitectura popular de todo el norte de Burgos, bajo ventanas de piedra decoradas con el mimo de los hidalgos, es sumergirse en otro tiempo y una auténtica delicia. Sorprende, y se agradece también, que muchas de las casas que han sido reformadas lo hayan sido con gran respeto a sus valores tradicionales. Y está muy bien que otras del siglo XVII hayan pervivido hasta nuestros días sin mayores transformaciones. Por no hablar de la teja árabe, que todavía predomina en el caserío. La fuente y lavadero cubierto en la plaza, costeada posiblemente por algún indiano, a juzgar por su arquitectura de principios del siglo XX, es igualmente una maravilla y un patrimonio edificado mimado por el pueblo. En fin, aunque alguna construcción moderna interfiere en la imagen idílica de Quintanilla del Rebollar, hay que descubrirse por la sensibilidad de la mayoría. Que la sombra del gran tejo de la iglesia premie las inquietudes de este pueblo.

domingo, 3 de abril de 2011

EL MAPA DE LAS TIERRAS DE BURGOS Y LAS DOS COPAS DE PLATA







FOTOGRAFÍAS: Mapa de las Tierras de Burgos (Elaborado con tierra de todos los pueblos de la provincia de Burgos en el Espacio Tangente, entre 2008 y 2009). Con la mezcla de 1.233 pueblos se llenaron frascos de esencia de la tierra. Los colores de la tierra.

Recientemente, un amigo me comentó que en este Cajón de Sastre no existía información alguna sobre el Mapa de las Tierras de Burgos. ¡Anda, pues es verdad! Del Árbol de la Provincia, su inseparable hermano, sí que tenemos algo publicado, pero del Mapa, nada. Pasa con frecuencia, a veces lo más obvio se nos escapa. No sé por dónde empezar para contar su historia, es tan inverosímil... Ha pasado el tiempo, fue entre 2008 y 2009, y ahora veo lejana aquella aventura. ¿Podrías decir que fue un sueño? Lo parece, pero no, no podría decir semejante cosa. ¿Entonces...? Porque sé de buena tinta que dicho Mapa se encuentra físicamente en algún lugar, custodiado y no olvidado en un rincón oscuro y a la espera de una oportunidad para ser expuesto en sitio digno y definitivo. Sí, pero tienes amigos nuevos en este Cajón que no saben nada de lo que estás hablando. Cierto es: lo que empezó siendo un grupito de cuatro burgaleses enamorados de la provincia, ahora, por el efecto de la bola de nieve que gira sobre la nieve de Internet, Memorias de Burgos se ha convertido en un club grande, con gente de todo el planeta que no sabe nada de una experiencia que a muchos nos marcó para toda la vida. Comienza, pues. Empiezo. Todo comenzó en los pueblos del silencio, en las ruinas de los pueblecitos abandonados de Burgos que dieron origen a un libro. El dolor que me producían cuando los visitaba era tan grande que se me ocurrió que, ya que en breve no serían nada, al menos deberíamos tener un recuerdo, algo especial y que rezumara historia y vida milenarias, quizá un puñado de tierra del lugar donde se asentaron. Y así, nos pusimos en el Espacio Tangente, donde el arte es libre, manos a la obra. La idea se extendió, se desorbitó, se hizo grande hasta abarcar la tierra de todos los pueblos de la provincia. ¿Es cierto eso, recogiste tierra de todos los pueblos? De todos, sí. Engañé (mejor, invité) a cientos de burgaleses, les expliqué la locura-aventura y comprendieron que debían contribuir. Me llegaron arcillas y arenas de todas partes, de la Ribera, de Páramos, de las Montañas, de Pinares... Así hasta reunir 1.233 muestras de toda la geografía, más de un millar de historias de pueblo hechas tierra, un mosaico de colores y arquitectura que pegamos en un mapa gigante: el Mapa de las Tierras de Burgos, se llamó. Después, la tierra que nos sobró la mezclamos, y al hacerlo era como si fundiéramos mil historias distintas en una, era como si resumiéramos los siglos en un instante mágico y visual. ¿Por qué y para qué la mezclasteis? Para plantar una encina, un árbol de la tierra que creciera con la simiente de todos, y que al crecer viéramos cómo nosotros mismos reverdecemos y otoñamos. Jaramillo de la Fuente se enamoró del Árbol de la Provincia y quiso que arraigara junto a su monumento más preciado, junto al atrio municipal y románico de las dos copas de plata.