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A la sombra del Peñón de Gete se reunían los pastores |
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Junto a un camino, en un robledal |
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Jan Fore quiso inmortalizar su visita |
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También Julito
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FOTOGRAFÍAS: Peñón de Gete (Tomadas en octubre de 2018)
Últimamente se divulgan
afloraciones rocosas en distintos lugares de Burgos a las que se concede el
mérito de ser sacras y además celtas. Suelen ser peñas de roca arenisca que
destacan sobre los pastizales, de manera
abundante en los bajíos de la Peña Carazo. Aunque yo, tan incrédulo como
Tomás (o más), me permito poner en duda ambas cosas ¡y mira que me gustaría que
fueran ciertas! No habiendo ninguna inscripción aclaratoria, resultan elementos
poco fiables algunas simples cazoletillas o concavidades y escalerillas
talladas, que pudieron haber sido hechas por pastores de cualquier época, por
eremitas del medioevo (tan presentes en la zona, San Marcos, Peña Rota, Peña
Aguda...), o simplemente ser de carácter natural y producto de la erosión. Sin
ser un experto, tampoco algunos fragmentos cerámicos encontrados en alguna de
las peñas me parece motivo suficiente para catalogarlas como peñas sagradas y
celtas. Cuántas veces yo mismo he encontrado, en distintos lugares de la
provincia, promontorios rocosos en cuyas cúspides se encuentran cazoletas
naturales que pueden llamar al engaño. Si ser peña destacable en el terreno ya
es mérito para ser sagrada (con lo que esta denominación conlleva) entonces
tendríamos un vasto territorio lleno de santuarios, fueran de pueblos turmogos
o de otras culturas pretéritas. Y si esto hubiera sido así, entonces entre
todas se llevaría la palma el llamado Peñón de Gete, un imponente y solitario
testigo rocoso, de unos doce metros de altura y unos ocho de perímetro, que
sobresale majestuoso en el robledal, como una pirámide maya en las selvas del
Yucatán, justo en la divisoria de los términos municipales de este pueblo y
Villanueva Carazo. Un majestuoso peñón que nunca hubiera pasado desapercibido
para quien ideara llevar a cabo servicios rituales. Como no pasó desapercibido
para los pastores de siempre, pues al girar sobre sí mismo en perfecto acuerdo
con el sol, siempre proyecta acogedoras sombras, en uno o en otro de sus lados.
Imaginaos, queridos amigos de este Cajón de Sastre, las siestas de los pastores
de Hacinas, Villanueva y Gete, en este lugar y al arrullo del enjambre que vive
en el piso de arriba sin más pretensión que la de hacer miel. Siestas sagradas,
cuando el calor más apretaba y las ovejas formaban ovillo.
Cosa aparte serían los grafitis
del lado del sol naciente. Una “pizarra” como aquella por fuerza tuvo que ser
golosa para la escritura grabada y para que los que una vez estuvieran al pie
del Peñón desearan dejar constancia de
su admiración. Esto debió ser lo que llevó a un tal JAN FORE a escribir su
nombre en el año de 179? ¿Jan Fore?, ¿pero qué clase de nombre es este? Jan es
de uso normal en Paises Bajos, Noruega o Polonia, entre otros, pero, ¿y
entonces, quién fue esta persona, de dónde procedía y cómo llegó hasta el Peñón
de Gete? Estaría dispuesto a aceptar
que me dijerais, queridos amigos, que fue cualquier profesional, un agrimensor
o un geólogo, por ejemplo, que inspeccionaba y estudiaba el terreno aledaño a
la Peña Carazo a finales del siglo XVIII. Pero creo que sería
una especulación de complicado trazo.
Dejemos, entonces, volar la imaginación y construyamos cada uno de nosotros la
historia que más nos guste en torno al grafitero Jan.
Bien pudiera ser un viajero romántico como tantos otros, como Locker, que en el siglo XVIII se dejaron atrapar por Burgos y otros tantos lugares de nuestro país que han quedado reflejados en libros. Imaginemos a Jan dejando señales de su paso. Ahora tu dejas abierto el camino para encontrarlo. Un saludo.
ResponderEliminarImaginar nos hace soñar. Aunque no lo creas, todavía queda algún viajero romántico, como es tu caso, Rosa.
ResponderEliminarGracias por el comentario
Lugar idílico sin duda ,siempre que voy a Gete escapada obligada al Peñón. Es único.
ResponderEliminarGracias, Jesús, por tu comentario
ResponderEliminarUn saludo