Pasadas las fiestas de la Navidad y
de Año Nuevo, paréntesis tan desmedido como entrañable, y que tanto
entretiene nuestras vidas, volvemos a lo cotidiano del resto del año. Y lo
cotidiano, en lo que a este ya carcomido Cajón de Sastre se refiere, queridos
amigos, es seguir visitando pueblos e indagar en sus humildes pasados. Qué le
voy a hacer, si os digo la verdad no me siento tan mal haciendo de fedatario
de la España Vacía (que no vaciada, ¡demonios!), al fin y al cabo debo ser ya
un poco adobe y otro poco piedra y me confundo con las ruinas. Y, pues eso, ahí
andamos de nuevo, abriéndonos camino por las nieblas de la despoblación intentando
pegar la hebra con los Últimos, cuando estos, por no sé qué milagro, se dejan
ver, o radiografiando lo que dejaron escrito sus antepasados en el exterior de sus casas, que eso sí es más
factible, tan factible como emocionante.
FOTOGRAFÍAS: Grabados en la iglesia de Pedrosa de Río Urbel (Diciembre de 2019)
Pasaje al coro de la iglesia |
Sillares para el asombro |
Empezamos el año con unos grabados
rupestres que, por su origen, nada tienen que ver con los que este cronista
estaba acostumbrado a ver y descubrir en su paso por las cuevas burgalesas. En realidad,
ni siquiera es científico llamarlos “grabados rupestres”, aunque por lo
representado mucho lo parezcan, pues no son prehistóricos, ni siquiera medievales, y se hallan inscritos
en sillares de una iglesia. Me estoy refiriendo a la iglesia de Pedrosa de Río
Urbel, y en concreto a la escalera y pasaje abovedado de acceso al coro, donde
una serie de sillares-paneles muestran una colección de figuras esquemáticas entre
las que predomina una amplia gama de gallináceas, cruces y arboriformes. Puede
verse, incluso, alguna figura humana inacabada, con rasgos juveniles, lo que
podría indicar que quien hizo las grabaciones pudo ser una persona joven, quizá
un chico (las chicas no subían al coro) que durante los oficios religiosos, más que atento a ellos, se
entretenía en dar rienda suelta a sus aficiones artísticas, entre ellas la de representar
las gallinas de su corral. Cabría incluso la posibilidad de que dichos grabados
fueran hechos cuando aún los sillares no estaban colocados en su actual
ubicación, y entonces la autoría y quizá el significado de los mismos, sería más dudosa. Y también pudiera
ser que hubiera más de un autor, a la vista de las muy elaboradas cruces incisas que se pueden ver al inicio de la
escalera, hechas quizá por alguien más devoto que el artista de las gallinas.
De la antigüedad de los grabados podría darnos una pista
la época barroca en que fue ejecutado el mencionado pasaje, dicho sea con todas las reservas. Es esta la única pista que se nos ocurre, ya que en los libros de fábrica no creo que se anotaran grafitis de semejante calidad, ni otros.
Un chico entre gallinas |
Gallináceas y algún conato de antropomorfo |
Un pino y una gallina o gallo, y más... Elaboradas cruces al inicio de la escalera |
Que difícil es este jeroglífico que nos dejas, Elías. Mozos quizás hicieron estas incisiones, parecen ser pruebas en busca del perfeccionamiento. Resulta muy curioso como se reaprovecharon las piedras. La inquietud de quienes dibujan quizás no pensaron que sembrarían tantas dudas.
ResponderEliminarA modo de los grafiteros de hoy, pero con más sentido. Desde la prehistoria, los humanos, artistas o no, han necesitado dar rienda sueltas a sus sueños e inquietudes a través del dibujo.
ResponderEliminarGracias, Egeria, un saludo