Sima Dolencias |
FOTOGRAFÍA: Sima Dolencias (5/11/2017)
La
simple lectura o pronunciamiento de
esta palabra le llevará a más de uno a pensar en dolencias del cuerpo humano,
en dolores de cualquier tipo de los que suelen aquejarnos. Es lógico. Pero
aunque alguna relación pudiera haber entre este significado y el por qué de
semejante nombre, lo cierto es que este es aplicado a una profunda sima en el
complejo cárstico de Ojo Guareña, en realidad a una de las entradas más
importantes de este sistema cavernario burgalés. No aparece escrito en
documentos (salvo, que yo conozca, en los estudios espeleológicos) y nadie ha sabido decirme el
origen y la causa de tal nombre, y eso que he indagado aquí y allá y he
interrogado a las personas más mayores de los pueblos de Sotoscueva. Así que no
me ha quedado otra que dar rienda suelta a la imaginación y he encontrado
justificación por el hecho de que, tradicionalmente, durante años, quizá
siglos, los animales muertos en los pueblos del entorno fueron arrojados en
esta sima como manera de hacerlos desaparecer. Resultaba cómodo el sistema
(aunque poco ecológico), sin duda, pues no había que excavar fosas para enterrarlos
como después se hizo; cargada en un carro, se acercaba la res difunta al borde de la sima, se dejaba
caer y si te he visto no me acuerdo. Pero los animales arrojados, generalmente
vacas, cuando llegaban abajo no decían ni mú, no podían decirlo, ni podía dolerles nada ya que estaban muertas. Otra
cosa son los perros, que también fue costumbre desprenderse de ellos
arrojándolos a la sima, por enfermos, por viejos, o simplemente porque se
habían convertido en un estorbo. En el fondo de la sima, quizá heridos pero aún
con vida, reunidos en el lugar en que cae a plomo la luz diurna, sus lastimeros
aullidos debían oírse día y noche desde el exterior para espanto de todo aquel
que pasaba por el camino que discurre a pocos metros del gran bocarón,
entre Villamartín y Cueva. Cuentan los vecinos de más edad que algunos perros
llegaron a sobrevivir años en torno al fondo de la sima, lo que no debería
extrañar mucho, teniendo en cuenta que comida no les podía faltar, al recibir de
cuando en cuando carne relativamente fresca; y agua tampoco, pues de ella hay
sobrada en el fondo de lo que se precipita en los días de lluvia o deshielo por el
gran salto. Cuentan y cuentan los más viejos de Sotoscueva cosas de Dolencias
difíciles de creer, algunas terribles, como la de aquel perro que, después de
un año de haber sido arrojado y tras recorrer un kilómetro en la oscuridad,
pudo salir por Palomeras, la otra gran entrada de Ojo Guareña, y presentarse en
la casa de su amo en el pueblo, o la de aquella perra que dio a luz en algún
rincón del fondo de la sima. Cuentan... Se cuentan otras cosas aún más
terribles sobre Dolencias, pero en clave de miedos y rencores fósiles.
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